miércoles, 30 de mayo de 2018

Cinco aspectos clave del ingreso de Colombia como socio de la OTAN


Por Misión Verdad

KAOS EN LA RED - Publicado en: 29 mayo, 2018 



Un factor importante de la OTAN es que respalda activamente el mantenimiento de armas nucleares, bajo su responsabilidad, ya que supuestamente favorece a la paz mundial.

















En tiempos de balcanización global, con el Imperio del Caos estadounidense en plena debacle y en disputa geopolítica con el bloque euroasiático, Colombia se inserta en el escenario latinoamericano y caribeño como “socio global” de la OTAN, entidad (liderada por Estados Unidos) responsable de muchos de los desastres “humanitarios” en Europa oriental, África y Medio Oriente en las últimas décadas.


¿Qué es la OTAN?


El 4 de abril de 1949 se firmó el Tratado del Atlántico Norte, también conocido como el Tratado de Washington, que unía a 12 países fundadores, a saber: EEUU, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, Portugal y el Reino Unido, en una sola organización de cooperación militar, mejor conocida en español como OTAN.


Posteriormente, nuevos miembros firmaron el tratado. Turquía y Grecia se unieron a la organización en 1952; Alemania occidental en 1955; España en 1982; Hungría, Polonia y República Checa en 1999; Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania en 2004; Albania y Croacia en 2009; Montenegro en 2017. Actualmente hay 29 miembros.

Cabe destacar que la mayoría de países que se unieron a la OTAN luego del desmantelamiento de la Unión Soviética en 1991, formaron parte del llamado Pacto de Varsovia fundado el 14 de mayo de 1955 como respuesta a la organización atlantista, ya que significaba, en el marco de la Guerra Fría, una amenaza militar al denominado bloque comunista del este europeo y parte de Eurasia.


La OTAN nació en un contexto de altas tensiones entre EEUU y la Unión Soviética, con la guerra frontal siempre a la vuelta de la esquina, por lo que las alianzas multinacionales de cada bando en ese momento contribuyeron a neutralizar ese tipo de confrontación, aunque jugaron un papel importante en lo que sería conocido como la Guerra Fría, de confrontación bélica indirecta, política, económica, cultural, en diferentes puntos del planeta, incluido Latinoamérica.


Un factor importante de la OTAN es que respalda activamente el mantenimiento de armas nucleares, bajo su responsabilidad, ya que supuestamente favorece a la paz mundial.


Estructura y operatividad de la OTAN


Esta organización mantiene un comando central permanente e integrado en el que el personal militar y civil de todos los países trabajan de manera colectiva. 
Los dos comandos estratégicos de la OTAN se encuentran en Bélgica y EEUU, los comandos de fuerza conjunta en los Países Bajos (Holanda) e Italia, el comando aéreo en Alemania, el comando de tierra en Turquía y el comando marítimo en el Reino Unido.

El más importante artículo del tratado es el número 5, pues reza que: “Las Partes convienen en que un ataque armado contra una o varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas”. 
El artículo 5 sólo fue invocado una vez como consecuencia de los ataques (de bandera falsa) en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, en el que los aliados de la OTAN asistieron a dos operaciones militares en Afganistán.


La organización se preserva como una entidad netamente política y militar, por lo que operaciones de inteligencia y contrainteligencia son usuales, así como actividades relacionadas al terrorismo, el narcotráfico, distintos operativos ilícitos y defensa integral de sus miembros.


En teoría, los países que conforman la OTAN deben gastar el 2% de su PIB en defensa militar. 

Para este año 2018, sólo cinco de ellos llegaban o contribuían por encima de esa cifra.


También, la OTAN mantiene relaciones con otros países y organizaciones internacionales como la Organización de Naciones Unidas (ONU, con la que mantiene una más que estrecha relación), la Unión Europea (UE) y la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa. Desde 2005, la Unión Africana ha recibido apoyos de la OTAN. 
Y la organización tiene socios y aliados tanto en Medio Oriente como en Asia y América Latina (Irak, Pakistán, Japón, Corea del Sur, etc.), con los cuales tiene acuerdos bilaterales y algunos son “socios globales”.


El acuerdo Colombia-OTAN


La novedad consiste en que se firmó, no un acuerdo bilateral, sino uno de seguridad. 
Llamado Acuerdo de Seguridad de la Información entre Colombia y la OTAN, se firmó el 25 de junio de 2013 entre el vicesecretario general de la organización atlantista, Alexander Vershbow, y el ministro de Defensa colombiano, Juan Carlos Pinzón. 
Desde entonces, los ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores de Colombia enviaron un proyecto de ley para ratificar la alianza al Congreso de su país.


En ese mismo año, Colombia participó en la Conferencia de la OTAN con una ponencia sobre la construcción de la integridad militar, y, según la misma organización el país sudamericano supuestamente podría contribuir a la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo internacional.


A su vez, el ejército colombiano intercambiaría con la OTAN insumos de inteligencia, así como gestiones a las prácticas en operaciones “humanitarias”, lo que equivaldría a un fortalecimiento militar de cara a los objetivos del país latinoamericano.


El acuerdo no permitía que Colombia se pudiera convertir en miembro pleno de la OTAN por consideraciones geográficas y de orden administrativo, y tampoco admite el despliegue de tropas extranjeras (salvo las estadounidenses, como lo es de facto hoy) en suelo colombiano. Eso en teoría.


Este acuerdo fue transformándose en el tiempo, hasta que el 18 de mayo de 2017 se llegó a la formalidad de que Colombia podía convertirse en un “socio global” de la alianza atlantista como ya lo son Mongolia, Japón, Afganistán y Nueva Zelanda, por ejemplo. Sería el primero en América Latina.


¿Qué significa ser un “socio global”?


Acuerdos bilaterales se han firmado entre la OTAN y países latinoamericanos. 
La relación con Argentina, por tomar un ejemplo, ha sido muy estrecha: en 1997 fue nombrada por la Administración Clinton “aliada importante extra-OTAN”, un estatus que comporta colaboraciones importantes en diferentes áreas militares. 
Incluso, los argentinos han llevado batallones a otros países en operaciones “humanitarias” de la OTAN en Croacia, Haití, Angola, Mozambique, Guatemala, Kuwait, Líbano, Chipre, a lo largo de la década de 1990.


Pero sociedades de ese tipo son menos profundas que la categoría de “socio global”, que compone otras características. Significa, básicamente, un enlazamiento íntimo entre el país y la estructura de la OTAN, que abarca la mayoría de las áreas militares en estrecha colaboración.


Efectivamente, desde 2013, Colombia y la OTAN han participado en una Iniciativa de Construcción Integral en limitadas áreas como “educación militar y entrenamiento, seguridad marítima, buena gobernanza e integridad constructiva”, según la página oficial de la alianza.


Para ello, Colombia ha permitido que la OTAN trabajase en profundidad en la institución militar local, y ha llevado a su personal correspondiente a cursos de la escuela de la OTAN en Oberammergau (Alemania) y al Instituto de Defensa de la OTAN en Roma (Italia) desde 2013. Colombia asimismo ha participado en numerosas conferencias militares de alto nivel relacionadas a la organización atlantista.


En 2015, Colombia apoyó operaciones navales de “contrapiratería” de la OTAN en el Cuerno de África, según el mismo portal de la organización multinacional.

En el futuro, ya con el país latinoamericano como “socio global”, podría participar en operaciones y misiones lideradas por la ONU, con asesoría de la OTAN a las fuerzas armadas colombianas según los estándares y normativas de la organización.


Implicaciones geopolíticas en América Latina


Tomando en cuenta que Colombia está íntimamente vinculada a la estructura e infraestructuras del Pentágono, con nueve bases militares estadounidenses en su territorio, y una nueva doctrina militar que estrecha las relaciones y visiones entre las fuerzas armadas colombianas y las de Washington.


Sabiendo de antemano que el plan del Pentágono consiste en caotizar el planeta entero, destruyendo Estados-nación y sociedades enteras, para reorganizarlo en dos principales áreas geoeconómicas políticas, el Norte y el Sur, constituyendo así una nueva visión no sólo militar de EEUU sino del desenvolvimiento global de las relaciones internacionales, podemos sugerir que Colombia se inserta como principal pivote latinoamericano de una estrategia que pretende imponer a las élites occidentales como el “gendarme necesario” de una región en disputa geopolíticamente por otros actores de gran peso. Nos referimos, por supuesto, a Rusia, en el aspecto político-militar, y China, en lo económico-financiero.


La OTAN, liderada desde su origen por EEUU, ha tomado parte de esa misma estrategia en varias partes del mundo: en la balcanizada Yugoslavia (Europa del Este), en Libia (África), en Irak y Siria (Medio Oriente). 
Las operaciones militares “humanitarias” en los primeros dos países terminaron en desastres distópicos en los que gobiernan las más diversas actividades delictivas y de degradación humana y cultural, y la partición oficial o de facto de sus territorios en poderes multinacionales o terroristas, en beneficio de la eliminación de las fronteras. 
En Siria fracasó el plan, luego de siete años de guerra, aun con el apoyo de la alianza atlántica a grupos terroristas en Medio Oriente y a los ataques de EEUU a Damasco.


Si tomamos en cuenta la actitud beligerante de Colombia contra Venezuela y Ecuador (recordar el incidente militar-diplomático en 2008), y sobre todo con relación al gobierno de Nicolás Maduro, es posible dilucidar que la OTAN apoyaría los esfuerzos militares de Colombia en su papel como miembro activo del Grupo de Lima.


La otanización de Colombia, en su figura de “socio global”, podría darle un carácter de “regularidad” y apoyo logístico a las células del paramilitarismo colombiano en la frontera colombo-venezolana, lo que ajustaría el pivoteo pre-bélico del vecino país con relación a Venezuela. 
En una analogía respecto al conflicto sirio, decíamos en 2013 que “Colombia jugaría a cabalidad contra Venezuela el mismo papel que Turquía (antes de la negociación con Rusia e Irán) juega contra Siria: el de cabeza de playa para variopintos ‘frentes armados’ apoyados logística y militarmente por los países de la OTAN”.


El mismo Gobierno venezolano hizo público en un comunicado de 2016 el rechazo a la integración de Colombia a la OTAN: “El Gobierno venezolano se opone firmemente ante el intento de introducir factores externos con capacidad nuclear en nuestra Región, cuyas actuaciones pasadas y recientes reivindican la política de la guerra, violentan acuerdos bilaterales y regionales de los cuales Colombia forma parte (Unasur, Celac), a través de los cuales se declaró a América Latina y el Caribe como Zona de Paz”.


Además, sería un “ejemplo a seguir” para el resto de socios estadounidenses en la región, como Argentina, Brasil, Chile, Perú, Panamá (en resumen, el Grupo de Lima), ya que esta asociación militar tiene implicaciones en las diferentes operaciones supuestamente antiterroristas y “humanitarias” que llevan a cabo actualmente EEUU y la OTAN en el resto del globo.

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El oscuro negocio de la Salud Humana (en memes)



















































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martes, 29 de mayo de 2018

Nuevo Plan Cóndor: Variantes de golpes suaves y coincidencias de la derecha
Cabe preguntarse, ¿cuáles son los rasgos comunes que establecen un patrón en este nuevo Plan Cóndor cuyo nuevo objetivo no es matar dirigentes sino desmoralizarlos o inhabilitarlos para seguir en el poder?


Por: Pedro Rioseco


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Los últimos años en América Latina han estado marcados por una ofensiva neoliberal contra los gobiernos progresistas que movilizaron a los pueblos de la región en busca de la integración, la justicia social y reducción de la pobreza.


Frente a esta ola de cambios en favor de las grandes mayorías se produjeron varios tipos de “golpes suaves” liderados por las derechas nacionales en ejecución de un esquema trazado hace años por los estrategas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Washington.


El viejo “Plan Cóndor” ejecutado por gobiernos dictatoriales en la década de los años 70 y 80 logró eliminar físicamente a muchos dirigentes de la izquierda regional y desarticular partidos políticos y organizaciones progresistas en Suramérica.


La reacción popular ante estos crímenes revirtió la situación a finales del siglo pasado e inicios del actual y colocó en el poder mediante el mecanismo electoral a gobiernos progresistas en Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Nicaragua y El Salvador.


Sin desconocer errores en la conducción de algunos de estos procesos, en Brasil la derecha logró derrocar al gobierno de Dilma Rousseff mediante un golpe judicial y pretenden ahora impedir la postulación del ex presidente Lula da Silva con un juicio y condena sin pruebas.


La Argentina que salió de una larga noche neoliberal con los presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández, perdió las elecciones el 2015 frente al candidato empresarial Mauricio Macri, quien derrumbó las conquistas populares logradas y colocó al país en crisis nuevamente.


Con diferentes variantes la derecha retornó a posiciones de gobierno en Paraguay, y mediante el mecanismo electoral alianzas y movimientos populares revolucionarios cedieron cargos y posiciones a partidos tradicionales y empresarios en Ecuador y El Salvador.


En Nicaragua el gobierno del Frente Sandinista, electo con alto apoyo popular en las elecciones de 2016 con más del 70 por ciento de los votos válidos, enfrenta hoy una profunda crisis que ha logrado desestabilizar el país y romper la habitual tranquilidad ciudadana.


Venezuela, pese a la guerra económica y los intentos de golpe de estado y desestabilización que enfrente desde la llegada al poder por vía electoral del presidente Hugo Chávez en 1998, logró este mes la reelección del presidente Nicolás Maduro con el 68 por ciento de votos y su pueblo se mantiene firme en la defensa de sus conquistas.


Y Bolivia, país que lidera el crecimiento económico de Suramérica durante los últimos años y ostenta impresionantes cifras de reducción de la pobreza, enfrenta desde el 2006 intentos de la derecha por dividir el país e impedir la reelección popular de Evo Morales el 2019.


Cabe preguntarse, ¿cuáles son los rasgos comunes que establecen un patrón en este nuevo Plan Cóndor cuyo nuevo objetivo no es matar dirigentes sino desmoralizarlos o inhabilitarlos para seguir en el poder?

Un primer rasgo del libreto de Washington es el escalonamiento y superposición de conflictos que impidan a los gobiernos progresistas concentrarse en los objetivos transformadores que reclamaron las masas populares el elegirlos.

Al surgir un conflicto, de manera increíblemente “coincidente” los principales medios de comunicación en poder de la derecha propician potenciarlo y antes de que éste llegue a su clímax la derecha hace surgir un nuevo conflicto, y así sucesivamente.

Un segundo punto es buscar pretextos para descalificar moralmente a los dirigentes populares, en especial a los líderes de los procesos de cambio social y a su entorno, mediante intentos por vincularlos a hechos de corrupción, inmoralidad o ineptitud para gobernar.

El principio expuesto por Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Adolf Hitler de que una mentira repetida mil veces acaba por considerarse verdad, es el mecanismo utilizado para ese objetivo, ahora con el dominio que tienen de las redes sociales que manejan el perfil de todos sus usuarios para influir mejor en la matriz de opinión.


Un tercer punto común es la “fabricación” de mártires de las protestas sociales, cuyas muertes en Venezuela fueron comprobadas como obra de francotiradores de los opositores contra sus propios seguidores para imputar el crimen a fuerzas policiales o defensores del gobierno.


Cuarto rasgo común en las recetas de Washington reveladas en varios documentos públicos es romper la tranquilidad ciudadana y sembrar el terror mediante grupos organizados: “guarimbas” en Venezuela, “maras” en El Salvador o pandillas en Nicaragua, entre otras formas de promover violencia.


Quinto y no menos importante, es el respaldo de organismos internacionales y del gobierno de Estados Unidos para boicotear los intentos integracionistas regionales y amenazar con sanciones a los gobiernos progresistas aplicando la clásica “zanahoria y el garrote”.


El financiamiento exterior y de las derechas locales a los intentos desestabilizadores pretende ocultarse bajo el manto de “apoyos populares” y el infaltable “manto protector” de medios de comunicación propiedad de la derecha o comprometidos con ella.

Muchas aristas tiene este nuevo Plan Cóndor. El tema está abierto.

(Tomado de Prensa Latina Bolivia)


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