LA GRAN HUELGA PETROLERA DEL 36: “HITO DE LAS LUCHAS DE LA CLASE OBRERA”
Rescatar la historia y enseñanzas en su 80° Aniversario
Por: Pedro Eusse. Especial para TP
El Partido Comunista de Venezuela (PCV) y la Corriente Clasista de Trabajadoras y Trabajadores Petroleros «Jesús Faría», rinden tributo a la Gran Huelga Petrolera de 1936-37, al conmemorarse el 80º Aniversario de su realización, siendo hasta ahora la confrontación de clase más directa, amplia, combativa y de mayor solidaridad popular, nacional e internacional, realizada en Venezuela por el proletariado petrolero contra los capitales imperialistas y los gobiernos a su servicio.
Esa jornada de lucha obrera tuvo un profundo contenido clasista y antiimperialista, con la decisiva participación dirigente de militantes comunistas en la más absoluta clandestinidad.
Para entender más claramente la trascendencia de la huelga petrolera, es de utilidad hacer un recorrido por el estudio de las realidades internacionales y nacionales que la originaron, por las condiciones objetivas y subjetivas que la hicieron posible y por sus causas y sus efectos, intentando identificar la esencia y el fenómeno del proceso relacionado con esa gesta heroica e histórica de nuestra clase obrera y del movimiento popular venezolano.
Contexto mundial y nacional
Para las primeras décadas del siglo XX, el capitalismo industrializado en el mundo consolidaba su condición imperialista, con una altísima concentración de la producción y en consecuencia el surgimiento de grandes monopolios transnacionales, la presencia del capital financiero ejerciendo un papel cada vez de mayor dominio en la economía mundial y una creciente militarización como arsenal al servicio de los poderosos Estados imperialistas, cuyos intereses se fusionan y subordinan a los de las grandes corporaciones transnacionales.
En esas condiciones, las crisis capitalistas tienen un mayor impacto global y sus formas de “resolución” para la preservación del sistema son mucho más dramáticas para la humanidad, incluyendo especialmente las guerras imperialistas. En todo ese proceso, habiéndose establecido un modelo de desarrollo capitalista basado en el uso a gran escala de la energía fósil, las principales potencias imperialistas inician una desmedida carrera por la ubicación y control de los yacimientos petroleros, particularmente en los países no industrializados y dependientes.
La sed insaciable de petróleo llevó a las potencias capitalistas y a sus corporaciones petroleras a imponerles a países como Venezuela un agresivo proceso, intensivo y acelerado, de ocupación, despojo y transformación productiva neocolonial, suerte de moderna acumulación originaria de capitales imperialistas, con toda la carga característica de brutal violencia industrial, social y política, que hace parte inherente de una expoliación incesante de la riqueza nacional y que incluye destrucción ambiental, sobre-explotación de la fuerza de trabajo, empobrecimiento masivo, sometimiento absoluto, todo para obtener las superganancias de las corporaciones imperialistas, alimentando el modelo de desarrollo y la supremacía de tales potencias; pero todo ese proceso también produjo nuevas contradicciones de clase, con un nuevo protagonista en la historia que se iniciaba: el proletariado petrolero venezolano.
Para 1936, la crisis sistémica capitalista, en las nuevas condiciones, generaba la creciente agudización de las contradicciones interimperialistas y el ascenso al poder del fascismo y el falangismo (versión española del primero) en diversos países de Europa. Se acercaba el inicio de una segunda conflagración mundial, lo que intensificaba la necesidad del consumo de los hidrocarburos por parte de las potencias occidentales.
Pero otra realidad determinante en el contexto mundial de entonces, que incidió en los procesos de formación de conciencia de clase y de organización sindical y política de nuestro proletariado petrolero y de nuestra clase obrera en general, fue sin duda el avance consolidado del movimiento obrero revolucionario en Europa y otras partes del planeta, iniciado desde el triunfo resonante de la Revolución Bolchevique en la Rusia de 1917.
El impacto de la creación del primer Estado de obreros y campesinos bajo la conducción de un Partido Comunista fue de tal magnitud, que incluso en un país casi totalmente aislado del mundo, regido por una tiranía que condenaba a la ignorancia y la desinformación a todo un pueblo y que perseguía todo atisbo o sospecha de comunismo, la intelectualidad progresista y los obreros venezolanos, particularmente la incipiente clase obrera petrolera, comenzaban a recibir noticias de una Revolución en la que los trabajadores y trabajadoras habían tomado el poder. El fantasma del comunismo tomaba cuerpo y se movía en todo el mundo, amenazando al sistema de explotación capitalista.
El inicio de la explotación petrolera en nuestro país cambió profunda e íntegramente su realidad económica, social y política, de repente se hizo pasado la Venezuela agrícola y semifeudal. Al igual que la mayoría de los países de América Latina, África y Asia, fuimos colocados en la órbita de los intereses de las potencias imperialistas, en nuestro caso, de EEUU.
En la nueva división internacional imperialista del trabajo, con el descubrimiento de nuestros generosos yacimientos luego del reventón del pozo Zumaque 1, en abril de 1914 en Mene Grande, se nos impuso el papel de seguro suministrador de hidrocarburos; tal realidad se consolidó en la recomposición geopolítica mundial de la primera posguerra y en las postrimerías de la segunda guerra mundial. Papel que por largas décadas del siglo XX cumplimos bajo el control de las corporaciones imperialistas y los gobiernos lacayos, pero que continúa actualmente en nuevas condiciones, sin variar el modelo capitalista dependiente y el atraso del rentismo monoexportador.
Se gestaron las condiciones
Tras el golpe de Estado ejecutado el 19 de diciembre de 1908 por el sátrapa Juan Vicente Gómez contra Cipriano Castro, con respaldo político y militar del imperialismo estadounidense, Gómez instauró una feroz dictadura al servicio de las compañías imperialistas, en primer lugar favoreciendo las concesiones para la explotación del asfalto en suelo venezolano por parte de una compañía norteamericana, dejando sin efecto, en este caso, las actuaciones del derrocado caudillo en defensa de la soberanía nacional y luego, al servicio de las corporaciones petroleras anglo-holandesas y estadounidenses que se fueron instalando en Venezuela encontrando mano de obra barata y total permisibilidad para sus abusos y atropellos a la clase obrera y al pueblo. Gómez y su continuador, López Contreras, no fueron más que peones o conserjes a la orden de las compañías petroleras imperialistas.
Para la tercera década del siglo XX, como lo relata el camarada Manuel Taborda en su libro Petróleo y Clase Obrera, “estaban explotando y buscando petróleo más de 80 compañías petroleras extranjeras en territorio venezolano”, destacándose de forma dominante las poderosas Royal Dutch Shell (anglo-holandesa) y la Creole Petroleum Corporation (estadounidense filial de la Standard Oil of New Jersey, actual ExxonMobil), directamente y a través de sus respectivas empresas subsidiarias y concesionarias.
Como bien lo testimonian nuestros camaradas Jesús Faría, Manuel Taborda y Rodolfo Quintero, para entonces la situación de los obreros petroleros, llegados a los campos petroleros desde diversas regiones del país, eran deplorables, sometidos a prolongadas jornadas de trabajo de 10 y hasta 12 horas de trabajo, con salarios miserables, sin las mínimas condiciones de seguridad e higiene en el trabajo –presentándose continuamente accidentes ocupacionales que cegaban la vida o dejaban mutilados a numerosos trabajadores–, viviendo en condiciones inhumanas, sin atención médica y siendo víctimas de tratos despóticos e indignos por parte de los caporales y jefes gringos.
El cuadro de carencia y depauperación de los trabajadores venezolanos contrastaba con la vida dispendiosa y privilegiada de los empleados extranjeros. Toda esta situación generó tempranamente espontáneas protestas, incluso huelgas locales y breves, que eran sofocadas con represión, engaños y despidos; pero también, en la medida que elevaban su combatividad y sus niveles organizativos, los obreros comenzaban a alcanzar modestas conquistas que iban prendiendo la idea de que la lucha colectiva podía generar algunos resultados positivos, aunque con las consabidas consecuencias negativas para sus líderes.
Inmediatamente después de la muerte de Gómez, en diciembre de 1935, la clase obrera en general y el pueblo en su conjunto estallaba en numerosas acciones de luchas reivindicativas y políticas, así como en sus niveles organizativos. Entre los trabajadores y trabajadoras de diversos oficios, las viejas formaciones de auxilio mutuo daban paso a las primeras verdaderas organizaciones sindicales –constituidas muchas de ellas con activa participación de militantes del clandestino PCV–, aunque sin registro legal, hasta luego de promulgada la Ley del Trabajo el 16 de julio de 1936.
Para diciembre de 1936, en el Zulia ya habían sido fundados y legalizados, entre otros, los sindicatos de obreros petroleros de Mene Grande, de San Lorenzo, de Maracaibo con Manuel Taborda de Presidente, el SOEP de Cabimas, el STPL (Lagunillas), la Unión de Marinos Mercantes y Petroleros; así mismo se organizaba la Unión de Trabajadores del Zulia (una de las primeras federaciones sindicales regionales del país) y la Unión Sindical Petrolera, federación sindical sectorial, que no logró el registro legal.
Casi de manera paralela, para septiembre de ese año se iniciaba la gestación de lo que fuera el Partido Democrático Nacional (PDN), fusionando a los “partidos de izquierda” de carácter policlasistas, donde muchos militantes comunistas actuaban para evadir la fuerte represión anticomunista establecida por la Constitución gomecista; así fue hasta el 8 de agosto de 1937, cuando en su Primera Conferencia Nacional el PCV decide ‘dar la cara’ de manera independiente como partido revolucionario de la clase obrera y del pueblo trabajador venezolano.
Por cierto, para 1936 en el Zulia tenía el PCV sus mejores bases proletarias y su estructura mejor definida, lo que le permitió cumplir un papel fundamental en el proceso de constitución de los sindicatos y federaciones, así como en la organización de la huelga petrolera.
La Gran Huelga Petrolera no hubiera sido posible sin el acumulado previo de las crecientes luchas sindicales y políticas antigomecistas en todo el país, particularmente tras la muerte del dictador; entre otras, la Huelga General del 14 de febrero de 1936 contra la suspensión de las garantías y la censura de prensa, que dejó un saldo de decenas de asesinados por disparos de la policía y, meses después, la Huelga General en junio contra la aprobación de la denominada Ley Lara, concebida para afianzar el carácter antidemocrático y represivo del régimen. En las zonas petroleras del Estado Zulia, esa última jornada devino en episodios sangrientos por la actuación de la policía y del ejército, cobrando la vida de varios trabajadores asesinados y decenas de heridos.
Manuel Taborda, José Martínez Pozo y Rodolfo Quintero (arriba), dirigentes comunistas de la huelga; Jesús Faría y Olga Luzardo (abajo), jóvenes comunistas participantes de las acciones
Preparación de la huelga
El naciente movimiento sindical petrolero ya se había puesto en pie de combate, contra las compañías imperialistas y su gobierno servil. La respuesta patronal con apoyo y participación de las fuerzas policiales del gobierno fue despidos y represión constante, mientras tenían oídos sordos a los justos reclamos de los obreros y sus sindicatos.
En esas condiciones se decide organizar una huelga, que además de los pliegos de peticiones previamente enarbolados por los incipientes sindicatos, exigiera el cumplimiento de la recién promulgada Ley del Trabajo, particularmente “reconocimiento de parte de las compañías de la representatividad que ejercen los sindicatos de sus afiliados (conforme a lo estipulado por la Ley)” y reintegro de los trabajadores despedidos a causa de la última huelga, entre otras demandas sentidas por la masa obrera petrolera.
El camarada Hemmy Croes, en su libro El movimiento obrero venezolano (elementos para su historia), explica: “A inicios de diciembre de 1936 la Unión Sindical de Trabajadores Petroleros aún no había sido legalizada y los sindicatos tuvieron que introducir sus pliegos directamente. Los obreros que se preparaban para el combate habían constituido un Comité Central clandestino que dirigiera la huelga. Este Comité lo integraban Isidro Valles, que lo presidía, Dilío Marín, José A. Mayobre, Juan Fuenmayor y Felipe Hernández.”
En intensas asambleas y reuniones, abiertas y secretas, la clase obrera petrolera fraguaba la acción que iba cobrando fuerza y definición organizativa, precisando no sólo sus objetivos reivindicativos sino también sus firmes propósitos antimperialistas y patrióticos.
Organización y desarrollo
Existen diversos criterios sobre el día exacto en que más de 20 mil trabajadores al servicio de las compañías imperialistas se declararon en Huelga General indefinida, pero ha quedado constancia histórica que ya para el 9 de diciembre los trabajadores de la Standard Oil en Cumarebo (Falcón) paralizaron operaciones.
Luego, el día 14, lo hicieron los de Maracaibo, Cabimas, San Lorenzo, Mene Grande y Mene de Mauroa, reconociéndose ese día como la fecha de arranque nacional de la Huelga, aunque ésta realmente se cumplió únicamente en el occidente del país paralizando todos los pozos y demás áreas de trabajo. Los trabajadores petroleros de oriente –de considerable menor cuantía que los de occidente–, para entonces con escaso nivel organizativo y reducida experiencia de lucha en comparación con los del Zulia, no se sumaron a la acción.
Para la coordinación y sostenimiento de la acción, los huelguistas organizaron toda una estructura. Un Comité General de Huelga; comités de huelga en cada centro de trabajo, subordinados al primero; diversas comisiones de trabajo, entre los cuales se encontraban: la Comisión de Abastecimiento, encargada de suministrar alimento a la población petrolera, bajo la dirección del camarada José Martínez Pozo; una Comisión que captaba y centralizaba las contribuciones (en dinero o alimentos) aportadas por diferentes organizaciones o personas, así como de campesinos, comerciantes, artesanos, pequeños y medianos industriales; Comisiones de propaganda y agitación; Comisión de Defensa para enfrentar y neutralizar a los esquiroles o rompe-huelgas; la Comisión Social (compuesta fundamentalmente por mujeres); y, la Comisión para atender solidariamente a los desempleados, a los fines de impedir que sirvieran de esquiroles. Tales comisiones de trabajo creaban espacios de participación y de lucha de los trabajadores.
Los huelguistas fueron objeto de agresiones, provocaciones, encarcelamiento de muchos de sus líderes, maniobras sicológicas de las compañías, entre otras trampas de los agentes imperialistas y del gobierno, sin embargo, la moral de los obreros no se doblegó sino que se fortalecía en la medida en que eran arropados por la solidaridad nacional e internacional del movimiento obrero y de las fuerzas sociales y políticas democráticas y revolucionarias.
Croes en su libro y Pedro Ortega Díaz en El derecho de huelga en Venezuela, describen con entusiasmo la maravillosa solidaridad que despertó la huelga de los obreros petroleros, desde todos los confines del país y desde los diversos sectores sociales, identificados con la valiente resistencia contra las poderosas corporaciones imperialistas y el tiránico gobierno.
Dice el camarada Croes: “En Maracaibo, Caracas, Barquisimeto y otras ciudades, gran número de familias acogía en su seno a hijos de trabajadores petroleros mientras que sus padres continuaban la lucha. […] En cada ocasión el pueblo se volcó a las calles a recibir con fervor de combate a “los hijos de los petroleros” que llegaban. La huelga petrolera había generado un formidable movimiento nacional anti-imperialista.”
Patrimonio obrero clasista
La Huelga terminó abruptamente con un Decreto del presidente López Contreras, del 22 de enero de 1937, que puso fin al conflicto “concediendo” el pírrico aumento de un bolívar y nada más.
Los trabajadores petroleros habían sido derrotados en lo inmediato, pero muchas de las demandas contenidas en los pliegos de peticiones fueron concedidas posteriormente por las empresas, fundamentalmente hay que destacar el referido al reconocimiento de las organizaciones sindicales y sus representantes.
La Gran Huelga Petrolera dejó un conjunto de enseñanzas para el desarrollo de la lucha de clases, nos corresponde rescatarlas para que sirvan al proceso de elevación de la conciencia revolucionaria de clase del proletariado petrolero y de la clase obrera en su conjunto, en el marco de la necesaria acumulación de fuerzas en función de avanzar hacia la derrota del dominio del capital.
Cuando la clase obrera vanguardice una amplia unidad popular revolucionaria, conquistando el poder político para el desmontaje de las relaciones capitalistas de producción y la construcción de una sociedad basada en la solidaridad y no en la opresión, habremos honrado históricamente la heroica gesta proletaria y popular, clasista y antimperialista de 1936.
TOMADO DE: https://prensapcv.wordpress.com
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