La Corrupción, una cultura de los políticos
norteamericanos
Bryan Weaver, un activista del partido demócrata,
describe magistralmente la corrupción en el sistema
político estadounidense al aseverar lo siguiente:
“Los políticos de Washington han desarrollado una
sofisticada cultura de la corrupción, dentro de la
modalidad de “dejar pasar” eventos neurálgicos de
la política norteamericana”. En otras palabras, el
“lapsus ético” está a la orden del día.
Posted: 05 May 2018 08:38 AM PDT
Aunque pueda parecer asombroso, el presidente Donald Trump, además de tratar de impulsar sus planes desestabilizadores contra Cuba y Venezuela, pretende darles lecciones de gobernabilidad y “sanas prácticas” en la lucha contra la corrupción.
Tal vez podamos pensar que ello no es otro de los acostumbrados disparates del emperador Yanqui, si tomamos en consideración los escándalos ocurridos en esta materia en el país anfitrión que provocaron hace poco la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski o el hecho harto conocido de que Brasil, uno de los participantes, es gobernado en la actualidad por un “presidente de facto”, sobre el cual obran decenas de acusaciones bien fundamentadas de ser un maestro en la corrupción y el tráfico de influencias, tener un parlamento en el que la mayoría de sus miembros están acusados también de estos delitos, así como una justicia venal que se pliega a los intereses de los verdaderos corruptos para condenar sin pruebas al ex-presidente Lula por defender los derechos de los pobres y las mayorías desfavorecidas del gigante latinoamericano. Ya sea en Perú, Brasil o Estados Unidos, la corrupción tiene algo en común: la presencia del dinero en política es inevitable. Hay empresas que necesitan que los políticos legislen, voten o medren en su favor. Es obvio por tanto que van a intentarlo todo. Estos políticos corruptos ya ganan bastante dinero, pero los favores que reciben les pueden nublar la vista. Por ejemplo, en Estados Unidos, entre las 140 organizaciones o empresas que más dinero han donado a políticos desde 1989, figuran la National Football Association, de fútbol americano, los sindicatos (de larga tradición mafiosa) y la Asociación Nacional del Rifle. Por ello, no debe extrañarnos que el presidente norteamericano que recibió más de 30 millones de dólares para su campaña presidencial de la armamentista organización, sea tan reticente a promover y aprobar una ley que restrinja la venta de armas en los Estados Unidos, a pesar de las reiteradas matanzas ocurridas en los últimos tiempos en ese país y las crecientes demandas de su población al respecto. Pero para el inquilino de la Casa Blanca esta coima no es un vulgar acto de corrupción, sino lo más normal en la vida de un político norteamericano. La Corrupción, una cultura de los
políticos norteamericanos
Bryan Weaver, un activista del partido demócrata, describe magistralmente la corrupción en el sistema político estadounidense al aseverar lo siguiente: “Los políticos de Washington han desarrollado una sofisticada cultura de la corrupción, dentro de la modalidad de “dejar pasar” eventos neurálgicos de la política norteamericana”. En otras palabras, el “lapsus ético” está a la orden del día. En Estados Unidos no es que no haya corrupción entre la clase política, pero los escándalos sexuales suelen quitarles protagonismo a los políticos, que parecen pasar desapercibidos entre la población norteamericana. A diferencia de otros países, donde cualquier caso de corrupción política es ampliamente difundido por los medios de comunicación, para que un tema de corrupción tenga repercusión nacional en Estados Unidos “tiene que ser muy gordo” y afectar a una figura importante, según señala el experto en corrupción política de la Universidad de Denver, Peter deLeon. “La mayoría de casos de corrupción política en Estados Unidos tienen que ver con sobornos y clientelismo”, afirma el experto, autor del libro ‘Reflexiones sobre corrupción política’. En la mayor economía del mundo “prolifera el tráfico de influencias”, explica deLeon, quien asegura que “es frecuente el intercambio de favores a cambio de dinero”. O de dinero a cambio “de acceso”. El experto llama “acceso” al fenómeno por el cual se desembolsan grandes cantidades de dinero a cambio de conocer o poder estar en contacto con personalidades del gobierno, del mundo de las finanzas o líderes internacionales. Sin ir más lejos, muchos presidentes de Estados Unidos se han vendido a esta práctica en numerosas ocasiones. Con el objetivo de recaudar fondos para su campaña electoral. Así por ejemplo, Obama organizó varias veladas con empresarios y todo aquel que estaba dispuesto a pagar miles de dólares por cenar con él. El presidente estimó que el precio adecuado que debía pagarse por una velada en su compañía era de 35.000 dólares (unos 26.600 euros), aunque no es el primer ni único político americano que ha recurrido a esta práctica, considerada como poco ética por varios grupos de opinión. El expresidente estadounidense, Bill Clinton, organizó también veladas para recaudar fondos con los que saldar la deuda acumulada por la campaña de su mujer, Hillary, durante su candidatura presidencial en 2008. Se debe destacar que el “marco operativo” de esta conducta ha evolucionado étnica y económicamente. La concentración del poder económico descansa hoy en una Elite de empresarios lobistas y políticos con mucho poder que han desplazado a los “tradicionales” del entorno clientelista de Washington. De ahí el surgimiento de una “cultura urbana” que ha cementado las bases de un crecimiento comercial, que compite con las atracciones culturales e históricas de las grandes urbes norteamericanas. ¿Dónde radican los ¨nuevos términos de intercambio¨ de la corrupción en esas urbes?: 1-Las compañías más relevantes, en el ámbito de la construcción, tecnología e intermediación financiera, tienen una agenda MUY agresiva en las esferas del poder de Washington. 2-Las calificadoras de riesgo financiero dependen cada día más del capital de los grandes consorcios transnacionales, por lo que las impulsa a un lobismo más agresivo en favor de esos intereses. 3-La coima, como tal, no es un instrumento de escarnio y objeción; se ha convertido en un ¨instrumento¨ de desarrollo e inversión en estos consorcios, con el agravante de la impunidad legalizada. Además, el político estadounidense ha descubierto que lo que es “objetable” en su país, es “costumbre” en otros países. De ahí que, los esquemas de la corruptela ya NO se generan en Washington, si no “offshore”. Fuente: Razones de Cuba
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domingo, 6 de mayo de 2018
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