Lo que los medios de información no dicen sobre las elecciones
en EEUU
11 Ago 2016
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas
Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Sin lugar a dudas, EEUU está viviendo una situación política de enorme importancia, que puede llegar a afectar no solo a aquel país, sino también a todo el mundo, como consecuencia de la centralidad que el gobierno del Estado federal de EEUU tiene en el orden (mejor dicho, desorden) internacional. La novedad en esta situación es la existencia de un candidato a la presidencia del gobierno federal (el candidato republicano, el Sr. Donald Trump) que ha sorprendido a la estructura de poder político de EEUU y de sus aliados, por representar una sensibilidad política que tal establishment percibe como amenazante.
Es interesante señalar que hay elementos comunes y semejanzas históricas entre lo que pasó en Europa en los años treinta, con el surgimiento del nazismo y del fascismo en este continente, y lo que pasa ahora en EEUU. Ni que decir tiene que la historia nunca se repite miméticamente. Nunca lo ocurrido en el pasado se reproduce ahora en el presente de una forma idéntica. Pero tal observación no niega la posibilidad de que existan elementos parecidos y situaciones en común entre los años 30 en Europa y ahora en EEUU. Veamos los datos.
Qué pasa hoy en EEUU
En la manera como los medios de información presentan la situación política en aquel país, los candidatos aparecen en el centro de la atención mediática, tanto en las primarias de cada partido (el Demócrata y el Republicano), como ahora en la carrera hacia la presidencia de EEUU entre el candidato republicano Donald Trump y la candidata demócrata Hillary Clinton.
De esta manera, la gran atención mediática se
ha dirigido hacia las características personales de Donald Trump y de Hillary
Clinton.
Y el que, con mucho, ha atraído mayor atención
mediática ha sido el primero, Donald Trump, al que se presenta como un político
atípico que rompe con todos los moldes del comportamiento convencional, que le
convierte en una personalidad sumamente mediática y teatral, que confronta y
ridiculiza la cultura de lo “políticamente correcto”, mostrando su desprecio
hacia las minorías y hacia las mujeres, a los que presenta como los máximos
beneficiarios de la política social federal destinada a corregir la discriminación
de raza y de género existente en aquel país.
Sus conferencias de prensa se convierten en
shows teatrales en los que el candidato Trump, en un tono provocador y muy
desafiante, se presenta como el defensor de la clase trabajadora blanca en
contra del establishment político y mediático del país. La enorme atención
mediática hacia este candidato refleja el interés hacia una figura fuera de lo
común que clara y abiertamente se presenta como antiestablishment.
Como bien dijo un dirigente de la mayor cadena
televisiva de EEUU, CBS, “Trump puede que sea un desastre para EEUU, pero ha
sido excelente para la industria televisiva”.
En realidad, por paradójico que parezca, Trump
ha sido claramente promovido por las mayores compañías de televisión de EEUU.
¿Por qué? Usted, lector, no podrá entender esta paradoja leyendo la prensa,
oyendo los medios radiofónicos o viendo la televisión del país, que se centran
en las personalidades.
¿Por qué la aparición de Donald Trump y su éxito?
Los medios no dan respuesta a esta pregunta clave. Para responderla se necesita analizar la situación social y económica de EEUU y el gran deterioro del bienestar y calidad de vida de la clase trabajadora de este país, causado predominantemente por las políticas públicas llevadas a cabo por el gobierno federal de EEUU, tanto su rama ejecutiva (incluyendo todos los gobiernos desde los años ochenta) como su rama legislativa (la Cámara de Representantes y el Senado, ambos controlados antes por el Partido Demócrata y más tarde por el Partido Republicano). Un punto en común en todas estas políticas ha sido el inspirarse en la doctrina neoliberal, iniciada por el Sr. Ronald Reagan (y por la Sra. Margaret Thatcher en el Reino Unido) y seguida por todos los otros presidentes desde entonces: Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama.
El punto esencial de tal doctrina neoliberal ha sido el de liberalizar la economía, lo que quiere decir favorecer la movilidad de capitales e inversiones a nivel mundial, eliminando cualquier tipo de freno o regulación que pueda entenderse como proteccionista, es decir, que obstaculice dicha movilidad.
Como ya he indicado en varias ocasiones, tal
movilidad favorece al mundo de las grandes empresas a costa de las pequeñas y
medianas empresas y también a costa de la gran mayoría de la clase trabajadora,
la cual, al desplazarse sus puestos de trabajo a otros países con salarios más
bajos, se queda sin trabajo.
La evidencia de que el impacto de los llamados
tratados de libre comercio ha sido sumamente negativo para el bienestar de la
clase trabajadora es enorme.
Desde que el presidente Clinton firmó el
tratado de libre comercio en 1994 entre EEUU, Canadá y México (NAFTA por sus
siglas en inglés), quince fábricas por día han dejado EEUU en busca de países
con salarios más bajos y con menor protección social.
Como consecuencia, seis millones de puestos de
trabajo en el sector manufacturero han desaparecido.
Un ejemplo entre miles es United Technologies
Corporation (UTC), en Indiana, que pagaba a sus trabajadores 20 dólares por
hora. En México, pagaba solo 3 dólares. UTC despidió en Indiana a más de mil
trabajadores y se desplazó a México.
Y así miles de fábricas, primordialmente
del sector manufacturero, que era el centro de la clase trabajadora bien
pagada. Hay que aclarar que UTC, cuando decidió desplazarse a México, no tenía
pérdidas. Todo lo contrario, tenía unos beneficios considerables. Pero la
dirección de la empresa consideró que los beneficios serían incluso más
elevados en caso de situarse en México.
En realidad, tal desplazamiento de puestos de
trabajo ha sido la mayor causa de destrucción de empleo en los Estados
industriales de EEUU (mucho mayor que la creada por la revolución digital o
robótica). En Estados como Ohio, Michigan, Pensilvania y otros, el porcentaje
de la población trabajadora en los sectores manufactureros ha descendido desde
la aprobación del NAFTA de una manera muy notable (en Ohio, 300.000 puestos de
trabajo en la manufactura, pasando de representar tales puestos un 24% a solo
un 15%; un tanto semejante en Michigan, donde pasaron del 24% a un 16%; y así
en otros Estados industriales).
El gran coste de los tratados de libre comercio para la clase trabajadora
Esta movilidad de empresas facilitada por los tratados de libre comercio ha sido devastadora para los trabajadores de la manufactura (que estaban entre los mejor pagados en EEUU).
Zonas enteras de este país han pasado de estar
en una buena situación económica a una situación desastrosa. Y la calidad de
vida de grandes sectores de la clase trabajadora manufacturera ha sido afectada
muy negativamente.
En realidad, la esperanza de vida de la clase
trabajadora blanca (años de vida que una persona vivirá como promedio) se ha
reducido durante estos años de neoliberalismo.
Y de ahí el enorme enfado de esta clase trabajadora de EEUU con el establishment político, y muy en especial contra el establishment federal, al cual se le percibe correctamente como el instrumento de la clase corporativa (los directivos, propietarios y gestores de las grandes corporaciones o empresas que se desplazan a otros países), que se ha beneficiado enormemente de la globalización de sus empresas a costa del bienestar de sus trabajadores en EEUU.
Por cierto, estas inversiones en países con salarios bajos tampoco benefician a los trabajadores de los países “pobres” receptores de tales industrias, pues aun cuando es cierto que tales inversiones crean puestos de trabajo, también hay que darse cuenta de que destruyen muchos más puestos de trabajo en las empresas medianas y pequeñas locales, que no pueden competir con las grandes empresas procedentes de los países “ricos”, pues las leyes de libre comercio siempre favorecen a estas últimas sobre las locales, a las cuales se fuerza a abandonar cualquier tipo de proteccionismo, sin el cual tales industrias locales no pueden surgir.
Hay que recordar, por cierto, que todos
los países hoy desarrollados fueron proteccionistas a fin de permitir su
desarrollo económico.
Y que incluso hoy tales países “ricos” son
altamente proteccionistas.
La incorporación de los países subdesarrollados
en tales tratados de libre comercio, imponiéndoles la eliminación de medidas
proteccionistas, los condena al subdesarrollo.
Era predecible que Trump ganara las primarias del Partido Republicano (y podría ganar las elecciones a la presidencia de EEUU)
Es en este
contexto que se entiende el éxito electoral del candidato Trump. Durante las
primarias del Partido Republicano, tal candidato fue el único que exigió la
eliminación de los tratados de libre comercio (desde el NAFTA hasta el nuevo
tratado de EEUU con los países del Pacífico), utilizando una narrativa
antiestablishment (acusando al gobierno federal de facilitar tales tratados)
que lo ha hecho sumamente atractivo para la clase trabajadora estadounidense.
Su postura antiestablishment incluye también una crítica a otra dimensión del
gobierno federal, al cual acusa de favorecer en sus políticas públicas sociales
a las minorías (negros y latinos) y a las mujeres a través de sus políticas
antidiscriminatorias, que se financian -según él- con los impuestos aportados
por la clase trabajadora blanca. Para entender la capacidad movilizadora entre
la clase trabajadora blanca de esta crítica, hay que ser consciente de que el
sistema fiscal estadounidense tiene muy escasa capacidad redistributiva
vertical (de las rentas superiores a las rentas inferiores). De ahí que
sea percibido por las clases populares como redistributivo de tipo horizontal
(por ejemplo, de la clase trabajadora blanca a la negra). Los beneficios
sociales públicos en EEUU no son universales (es decir, que todo ciudadano o
residente tiene derecho a ellos), sino que dependen del nivel de renta,
convirtiéndose en programas de tipo asistencial para los pobres, humildes y
necesitados (entre los cuales, la población negra y latina está
sobrerrepresentada). De ahí que el Estado sea percibido como un Estado
asistencial para con los negros (a los que se presume pobres), con programas
financiados por los blancos. Y en esta percepción el Partido Demócrata es
considerado como favorecedor de esta política social de tipo asistencial, no
universal, orientada a facilitar la integración de las minorías y de las
mujeres dentro del orden establecido, sin cuestionarlo. Y es ahí donde el
lenguaje y la narrativa de Donald Trump, claramente anti políticamente
correcto, empleados en un tono provocativo, se convierten en un elemento
movilizador por sus características antiestablishment. Ni que decir tiene que
este argumento se basa en muchos errores de percepción, tales como asumir que
la mayoría de pobres en EEUU sean negros o mujeres, lo cual no es cierto. En
realidad, la mayoría de pobres son blancos y hombres.
Los
paralelismos entre el EEUU de hoy y la Europa de los años treinta
Para los
que vivimos -como fue mi caso- nuestra juventud en dictaduras fascistas, como
la liderada por el general Franco en España, nos es fácil detectar a un
fascista cuando lo vemos.
Pues bien,
Donald Trump tiene características muy semejantes a las del fascismo europeo:
un nacionalismo extremo de carácter racista y machista, que asigna al país una
superioridad moral, profundamente autoritario, caudillista y antidemocrático,
que alega representar al trabajador sin voz, explotado por el establishment
político del país. Y su aparición como fenómeno político responde a una
situación de gran cuestionamiento de la legitimidad de dicho establishment.
Y es este,
precisamente, el punto en común con lo que ocurrió en los años treinta en
Europa.
El surgimiento del nazismo y del fascismo fue
una consecuencia de la Gran Depresión.
El enorme rechazo hacia el sistema capitalista
por parte del mundo obrero hizo surgir movimientos contestatarios, bien de
sensibilidad socialista, bien de sensibilidad comunista, que amenazaron las
estructuras del poder económico y financiero de Europa.
Fue en este contexto que apareció el
movimiento nazi y fascista, con la intención de destruir y substituir a tales
movimientos contestatarios.
Y para ello utilizó lenguajes, discursos y
símbolos próximos a aquellos partidos.
Hay que
recordar que el nazismo se autodefinió como nacionalsocialismo, utilizando
argumentos que estaban enraizados en el ideario del movimiento obrero.
En España, por ejemplo, los colores del
partido fascista eran los colores del movimiento anarcosindicalista.
Hoy,
la enorme crisis social, causada por la imposición de políticas públicas
neoliberales que han afectado muy negativamente al estándar de vida de la clase
trabajadora, ha generado un sector profundamente antiestablishment que han
canalizado Trump y el candidato demócrata Bernie Sanders, los únicos candidatos
que hablan de y a la clase trabajadora. La gran diferencia entre los dos es que
mientras los grandes medios han dado gran visibilidad a Trump (que nunca ha
cuestionado a la clase capitalista, proponiendo políticas tributarias
claramente favorables a estas rentas superiores derivadas del capital), han
silenciado a Bernie Sanders, pues su mensaje socialista entraba en claro conflicto
con dicha clase capitalista. En realidad, canalizar el enfado a través de Trump
era un objetivo de los medios de información, en lugar de que se hiciera a
través de Sanders.
Ni que decir tiene que la clase capitalista (conocida en EEUU como la clase corporativa -the Corporate Class-) prefiere a una persona del mismo establishment, como la Sra. Clinton, que al candidato Trump, en parte debido a la imprevisibilidad de este último.
Ni que decir tiene que la clase capitalista (conocida en EEUU como la clase corporativa -the Corporate Class-) prefiere a una persona del mismo establishment, como la Sra. Clinton, que al candidato Trump, en parte debido a la imprevisibilidad de este último.
Pero en este escenario el mayor “enemigo” es Sanders, al cual
había que parar por todos los medios.
¿Podrá el Partido Demócrata ganar las elecciones presidenciales?
La otra gran sorpresa del año político (mayor que la del surgimiento de Trump) fue la candidatura de Bernie Sanders, un personaje independiente que decidió presentarse a las primarias del Partido Demócrata, consiguiendo ganar las primarias de aquel partido en 22 Estados (de un total de 50), recibiendo casi la mitad de todos los delegados elegidos durante las primarias del Partido Demócrata. La novedad de Sanders era que ha sido siempre un socialista, presentándose como tal desde el principio, sin ningún rubor o actitud defensiva. Y en el Senado ha sido la voz más potente en defensa de la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares.
Sus propuestas económicas y sociales eran claramente
socialistas, siendo elementos esenciales de su programa el incrementar el
salario mínimo a 15 dólares por hora, así como la derogación de todos los
tratados de libre comercio, aumentando el grado de cobertura en el aseguramiento
sanitario, y enfatizando la universalidad de los derechos sociales y laborales,
rompiendo así con la filosofía institucional dominante en las políticas
sociales del Estado federal, que son de carácter asistencial-benéfico en lugar
de universal. Ha sido también altamente crítico con la política exterior de
EEUU, que fue dirigida por la Sra. Clinton como Secretaria de Estado (rango
homologable al de Ministra de Asuntos Exteriores). En realidad, la candidatura
de Sanders ha sido la más progresista de todas las habidas en campaña electoral
desde la de Jesse Jackson Senior en 1988.
Su éxito fue la gran noticia ocultada por los grandes medios, que claramente favorecían a Hillary Clinton sobre Sanders, el cual tenía en contra no solo a la dirección y el aparato del Partido Demócrata, sino a todos los grandes medios. A pesar de ello, Sanders consiguió el apoyo del electorado por debajo de los 45 años, personas que lo apoyaron masivamente.
Las limitaciones de las políticas identitarias:
el resurgimiento de la clase
trabajadora frustrada
El candidato Sanders cambió la estrategia de las fuerzas progresistas de EEUU, que desde los años ochenta desenfatizaron la estrategia de movilización de las clases populares, basada en la realización de que en EEUU había una estructuras de clases, las cuales estaban ahora claramente en conflicto entre ellas.
El candidato Sanders cambió la estrategia de las fuerzas progresistas de EEUU, que desde los años ochenta desenfatizaron la estrategia de movilización de las clases populares, basada en la realización de que en EEUU había una estructuras de clases, las cuales estaban ahora claramente en conflicto entre ellas.
La victoria del mundo empresarial era a costa de la clase
trabajadora.
En lugar de estas políticas de clase, las fuerzas
progresistas habían enfatizado las políticas identitarias (a favor de las
minorías y de las mujeres) con el objetivo de favorecer su integración dentro
del sistema político-económico dominante en EEUU.
Las instituciones del gobierno federal, en respuesta a esta
estrategia, consiguieron, a través de las medidas antidiscriminatorias,
integrar a tales minorías y a las mujeres dentro de las instituciones de dicho
sistema.
La elección de un ciudadano negro para la presidencia de EEUU
muestra el éxito de estas políticas antidiscriminatorias.
Y un tanto semejante ocurriría en el caso de que la candidata
Clinton fuera elegida presidenta.
Pero esta integración en el sistema establecido no ha
cambiado el nivel de vida de la mayoría de negros y mujeres en EEUU, que
pertenecen a la clase trabajadora, y ello como consecuencia de que no han
cambiado las relaciones de clase social en aquel país.
La realización de la importancia de este hecho explica el
éxito del candidato Bernie Sanders, que enfatizó el lenguaje de clases
sociales, así como medidas que beneficiaran a la clase trabajadora.
De ahí su apoyo entre la clase trabajadora no solo blanca,
sino también de las minorías (sobre todo jóvenes y trabajadores).
Su éxito muestra las enormes limitaciones de las políticas
identitarias en ausencia de políticas de clase. A pesar de este éxito, el
candidato Sanders no pudo sobrepasar al aparato del Partido Demócrata, que
facilitó la victoria de la candidata que dio prioridad a los temas identitarios
sobre los temas de clase.
Ello ha permitido que ahora sea el candidato Trump el que
monopolice el tema de clase, presentando a la candidata Clinton como la
representante del establishment político federal del país, lo cual,
considerando la biografía personal de la Sra. Clinton, es difícil de rebatir.
Por otra parte, el candidato Trump, hoy apoyado por los sectores más
reaccionarios de la Corporate Class, es también vulnerable por sus orígenes y
prácticas (siendo sus propuestas fiscales enormemente favorables a los
intereses de tal clase corporativa).
Ahora bien, será difícil para la Sra. Clinton, que es
percibida ampliamente como representante del establishment, poder capitalizar
esta vulnerabilidad del Sr. Trump.
Sin lugar a dudas, el candidato Sanders hubiera podido mostrar las
falsedades del Sr. Trump más fácilmente que la Sra. Clinton.
Las encuestas mostraban que Sanders ganaba a Trump por unos
porcentajes mayores que la Sra. Clinton.
¿Qué pasará?
Una vez eliminado el peligro de Sanders, el establishment político se siente más seguro con Clinton que con Trump, al cual se opone una gran amalgama de fuerzas, incluyendo progresistas, que temen la reducción de la ya escasa democracia existente en aquel país, que quedaría incluso más reducida con la victoria de Trump.
Por otra parte, la victoria de la candidata Clinton fue
acompañada de un giro hacia la izquierda para conseguir el apoyo de los
votantes de Sanders.
En realidad, si el 30% de votantes de Bernie Sanders
trasladaran su apoyo a Trump en lugar de Clinton, el primero ganaría las
elecciones.
De ahí el movimiento hacia la izquierda de Clinton,
incluyendo el aumento del salario mínimo (aunque no ha hecho suya la cifra de
15 euros por hora que pedía Sanders), la denuncia de los tratados de libre
comercio (aunque no ha prometido anularlos), su distanciamiento de
intervenciones que ella había promovido y que resultaron ser un desastre (como
Irak y Libia), y su promesa de reducir el intervencionismo militar. Y aunque es
probable que la mayoría de votantes de Sanders pase a votar a Clinton, el hecho
es que no es seguro que este apoyo vaya a ser unánime o claramente mayoritario.
El comportamiento de la Sra. Clinton (orientado a conseguir
el apoyo de los republicanos moderados) está desalentando al electorado
sanderista, cuya abstención podría dar la victoria a Trump.
Por otra parte, los medios de comunicación que habían sido
relativamente favorables a Trump ahora se oponen con toda intensidad a este
candidato, mostrando sus grandes incoherencias y puntos débiles, lo cual está
deteriorando su aceptabilidad por parte de amplios sectores de la población estadounidense.
Se abren toda una
serie de interrogantes que añaden una gran inestabilidad a la situación
política del país.
Es una lástima que los medios no
informen mejor para entender qué está pasando en EEUU.
TOMADO DE: http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
Y
PUBLICADO EN: http://victorianoysocialist.blogspot.com/
y en Libertad Bermeja//Facebook
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