El pasado domingo, manifestantes que hacían ondear banderas estadounidenses, marcharon hacia el consulado de los EEUU en Hong Kong, pidiendo a Washington que aprobara un proyecto de ley destinado a apoyarles.

LOS MANIFESTANTES PARTIDARIOS DE TRUMP NO MARCHAN POR LA “DEMOCRACIA”, SINO POR EVITARLA Y TRATAR DE COMENZAR EN HONG KONG UNA “REVOLUCIÓN COLORISTA” AL ESTILO UCRANIANO, ES DECIR, NEOFASCISTA

En respuesta, el gobierno de la Región Administrativa Especial de Hong Kong (RAE) expresó su pesar por la reintroducción de esta ley y reiteró que las legislaturas extranjeras deberían mantenerse al margen. Este proyecto de ley estadounidense es un truco sucio para aumentar la presión sobre China e impulsar una agenda tipo “revolución colorista”.

La Ley de Derechos Humanos y Democracia de Hong Kong, proyecto injerencista patrocinado por los senadores estadounidenses Marco Rubio, Ben Cardin, Jim Risch y Bob Menéndez, tiene como objetivo reafirmar el compromiso de Estados Unidos con la promoción de la “democracia” en la antigua colonia británica.

En un comunicado de prensa, esos senadores citaron la “interferencia china” (curioso, porque la ciudad se reintegró a China) en los asuntos de Hong Kong, como una razón para validar el proyecto.

 También criticaron al gobierno local por hacer frente a la violencia y al caos generado por manifestantes que se han distinguido por actuaciones vandálicas.

Sea cual fuere la forma en que se presente ese proyecto de ley “made in USA”, no hay duda de que se trata de una contundente injerencia en los asuntos internos de Hong Kong -que son obviamente asuntos internos de la República Popular- y una prueba más de que ciertos políticos estadounidenses ven el problema en Hong Kong como una oportunidad para avivar el conflicto y generar más disturbios, en un claro intento de desestabilizar al gobierno de Xi Jinping.

Este proceder es algo que el mundo lleva presenciando desde hace muchas décadas: interferir en la política de otros países bajo el pretexto de universalizar la “democracia de estilo occidental”, un principio fundamental de la política exterior de Estados Unidos.

En realidad, el verdadero y único objetivo es lograr que todas las naciones del mundo imiten y acepten la forma de vivir y actuar de los EEUU, para convertir al resto de los países del globo terráqueo en simples vasallos.

La promoción de la “democracia estadounidense” se ha convertido en una herramienta para socavar a los gobiernos de sus adversarios. 

Los políticos estadounidenses con  una agenda anti china  en el bolsillo, están ansiosos por utilizar a los manifestantes radicales de Hong Kong como peones de sus objetivos.

Las manifestaciones que comenzaron hace meses, después de que el gobierno de la Región Administrativa Especial presentara un proyecto de ley de extradición, ya retirado, han ido mucho más de la libre expresión pacífica. No tiene sentido describirlas como tal.

Han lanzando ladrillos, utilizado bombas de gasolina, cócteles Molotov y otros objetos contra los edificios gubernamentales, atacado a la policía con armas ofensivas, boicoteado los viajes aéreos e incendiado estaciones del metro. No cabe duda de que las protestas se han vuelto cada vez más violentas y radicales.

Es una pena que algunos senadores estadounidenses y una gran mayoría de los medios informativos occidentales vean en Hong Kong un campo de batalla para reactivar la Guerra Fría.

Prefieren que los manifestantes radicales quemen Hong Kong, antes que el gobierno de la Región Administrativa Especial encuentre una solución adecuada para resolver el problema por la vía del diálogo.

Ningún país gobernado por el imperio de la ley tolera protestas radicales y violentas, y mucho menos el resurgimiento de un movimiento separatista.

Sin embargo, algunos políticos estadounidenses están respaldando e incluso fomentando los disturbios. Y todo ello en nombre de la “democracia”.

Los problemas en Hong Kong son un asunto interno de la República Popular China.

Esos senadores deberían abandonar la idea de influir en las marchas y avivar las llamas de la rebelión, buscando que la violencia no concluya y se transforme en una suerte de “revolución colorista”.

El proyecto estadounidense  tampoco ayudará a la “Perla del Oriente”. Es una fantasía pensar de ese modo. 

Los manifestantes que están pidiendo ayuda a Donald Trump, deben abandonar sus ilusiones sobre la democracia estilo USA y dejar de poner su fe en manos de aquellos que lo único que buscan es erosionar a China.

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