Hillary Clinton y la Tercera Guerra mundial
Algunos analistas temen que la exsecretaria de Estado se convierta en una presidenta más proclive de lo habitual a las acciones militares
Simon R. Doubleday - CTXT
Asistentes a un mitin de Hillary Clinton en Charlotte, el 30 de octubre, ondean carteles con lemas de la campaña Hillary for America.
Adam Schultz/Flickr
Adam Schultz/Flickr
Nueva York | 2 de Noviembre de 2016
“Vamos a terminar en una Tercera Guerra Mundial a causa de Siria, si escuchamos a Hillary Clinton”, pronosticaba el candidato presidencial Donald Trump esta semana.
Trump, por supuesto, ha quedado en ridículo repetidamente durante esta campaña.
La combinación tóxica de ignorancia, misoginia, racismo e inestabilidad emocional ha demostrado ser, en última instancia, un riesgo electoral.
Sin embargo, parafraseando el dicho en inglés, incluso un reloj que no funciona marca la hora correcta dos veces al día, y algunos expertos en la izquierda sugieren que sus predicciones sobre la política exterior de Clinton, sobre todo en lo que concierne a Siria, no son completamente absurdas.
La política internacional de Clinton se ha caracterizado por su cariz militarista y provocador, explica Phyllis Bennis, funcionario del Institute for Policy Studies en Washington.
Como senadora primero, Clinton apoyó decididamente la guerra de Irak, que demostró ser profundamente contraproducente, creando las condiciones para el nacimiento y fortalecimiento del Estado Islámico.
En su siguiente cargo, como secretaria de Estado --continua Bennis--, su papel oficial como jefa de la diplomacia (diplomat-in-chief) quedó rápidamente degradado al de jefa de animadoras (cheerleader-in-chief) por una peligrosa intervención militar que desestabilizó Libia.
Y ahora, como candidata a la presidencia, las señales de peligro son claras, termina asegurando Bennis: Michèle Flournoy, la señalada como más que probable elegida para el puesto de secretaria de Defensa en una posible Administración de Hillary Clinton, apoya sin ambages una mayor intervención militar estadounidense en Siria.
La política internacional de Clinton se ha caracterizado por su cariz militarista y provocador, explica Phyllis Bennis, funcionario del Institute for Policy Studies en Washington
Mientras tanto, la posición de Clinton con respecto a Rusia sigue la línea de su marido, el expresidente Bill Clinton, que durante los años noventa violó un compromiso establecido por George Bush padre, como contrapartida a un acuerdo con Mijaíl Gorbachov para permitir a una Alemania reunificada que entrara a la OTAN, de que Estados Unidos no se expandiría hacia el este de Europa.
Sin embargo, se instalaron avanzados sistemas de armamento, con capacidad nuclear, cerca de la frontera de Polonia con Rusia.
Este gesto, sugiere Bennis, es equivalente a una hipotética decisión de Rusia de establecer bases nucleares en las fronteras canadiense o mexicana con los Estados Unidos.
En estos momentos, las tensiones en los Estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania están alcanzando ya cotas sin precedentes.
El escenario apocalíptico que describe Trump --de una posible Tercera Guerra Mundial-- es, según Bennis, claramente “exagerado, pero no del todo loco”.
La aspiración de Clinton de crear una zona de exclusión aérea sobre Siria aportaría riesgos considerables.
La imposición de dicha zona de exclusión aérea, en contra de los deseos de Rusia, implicaría bombardear sistemas antiaéreos en Siria, instalados por la Unión Soviética y todavía bajo el control o supervisión de las fuerzas rusas.
No habría garantías de que los rusos no responderían con la misma moneda.
Irónicamente, el evitar la guerra en tal situación dependería de la capacidad de Vladimir Putin para controlarse.
Una victoria de Clinton en las elecciones presidenciales traería consigo un “99% de riesgo de una escalada militar estadounidense” en Siria, y una alta tasa de probabilidad de conflicto con Rusia, señala Ervand Abrahamian, catedrático de Historia en la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
La premisa de Clinton, de que asegurar los intereses rusos en Siria es necesariamente perjudicial para el estatus internacional de los Estados Unidos, es errónea, según Abrahamian.
Trump, aunque profundamente “estúpido” en otros aspectos, está en lo cierto en el sentido limitado de que existe una necesidad de mayor colaboración entre Rusia y los Estados Unidos.
La premisa de Clinton, de que asegurar los intereses rusos en Siria es necesariamente perjudicial para el estatus internacional de los Estados Unidos, es errónea, según Abrahamian
Barack Obama, considera Abrahamian, tiene un acercamiento más racional y mesurado que Clinton hacia Oriente Medio, mientras que ella percibiría una oportunidad para la intervención militar en la catástrofe humanitaria de Alepo.
Al contrario que Obama, quien ha favorecido un acercamiento relativamente decolonial hacia Oriente Medio, las políticas de Clinton responden a un impulso profundamente conservador de corte imperialista.
Las justificaciones humanitarias para acciones militares pueden ser efectivas a la hora de cultivar apoyos para la guerra entre los progresistas estadounidenses, argumenta Abrahamian, pero, como los casos de Afganistán y Libia han demostrado, las intervenciones militares en nombre de los derechos humanos cuentan con un alto porcentaje de fracaso.
El retirar a Assad del poder en Siria, como ocurrió con el derrocamiento de Sadam Husein en Irak, podría incluso llevar a un mayor deterioro de la situación.
Los llamados rebeldes sirios, con quienes los Estados Unidos están trabajando de manera estratégica, incluyen en sus filas a Jabbat Fateh al-Sham (anteriormente llamado el frente Al-Nusra), organización que tiene sus orígenes dentro de Al-Qaeda.
Abrahamian sospecha que, si llegaran al poder en Siria, serían capaces de acciones genocidas en contra de las minorías del país.
“Si no actuamos”, alentaba ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas Stephen O’Brien, jefe de la oficina de asuntos humanitarios de la ONU, “no quedarán sirios ni Siria que salvar, y ese será el legado de este Consejo, la vergüenza de nuestra generación”.
Pero Abrahamian tiembla ante las posibles implicaciones militares. Rechaza también la extendida percepción de que Hillary Clinton es pragmática en materia internacional: “Es difícilmente pragmático considerar que estos problemas se pueden resolver a través de la intervención militar”.
Un embargo de armas, por ejemplo, podría haber sido mucho más efectivo, señala, refiriéndose a continuación al papel de los Estados Unidos como facilitador de la destrucción de Yemen por Arabia Saudí.
“Tengo la impresión de que para el final de esta noche se me va a culpar de todo lo que haya pasado nunca en la historia”, ironizaba Clinton en el primer debate presidencial el pasado mes de septiembre, respondiendo a una acusación de Trump.
Es cierto que no se la puede considerar directamente responsable de la implosión de Siria después de enero de 2013, cuando abandonó su cargo como secretaria de Estado.
Sin embargo, la escalada del conflicto pudo muy bien haber disminuido, si hubiera demostrado el mismo compromiso hacia las soluciones diplomáticas que caracterizan a su sucesor en el cargo, el actual secretario de Estado John Kerry.
La escalada del conflicto sirio pudo muy bien haber disminuido, si hubiera demostrado el mismo compromiso hacia las soluciones diplomáticas que caracterizan al actual secretario de Estado, John Kerry
A pesar de que las nuevas investigaciones del FBI sobre el uso ilícito de un servidor de correo privado para correspondencia de alta responsabilidad de Estado, por parte de Clinton cuando era secretaria de Estado, amenazan con arrojar una sombra sobre su probable victoria electoral, algunos votantes progresistas parecen dispuestos a perdonarle su tendencia marcadamente militarista en política internacional.
Para estos votantes, la invasión de Irak es ya noticia vieja, menos urgente que el imperativo de asegurarse de que no haya lugar para la misoginia de Trump en la Casa Blanca.
Además, subrayan lo que perciben como la importancia simbólica de que una mujer ocupe el cargo más importante del país.
Sin embargo, muchos en la izquierda (entre ellos un gran número de los seguidores de Bernie Sanders) cuestionan el valor de este feminismo simbólico. Cualquier feminista que no sea capaz de tomar en cuenta las mujeres que han muerto a causa de las políticas militaristas de Clinton en el ámbito internacional, o las que sufren cada día las consecuencias de NAFTA [North American Free Trade Agreement] no es una feminista genuina, afirman. “Me siento tan empoderada por una mujer presidenta como me siento empoderada por mujeres en la poli”, publicaba en Twitter, bromeando, la periodista Melissa Gira Grant.
Mientras tanto, muchas feministas activistas por la paz en el área de Nueva York expresan su profunda frustración desde hace mucho tiempo con Hillary Clinton, cuya sede, desde donde se dirige la campaña, se encuentra en Brooklyn.
En una carta al semanal The Nation, publicada en febrero de este año, Carolyn Eisenberg, catedrática de Historia y activista --miembro de la organización Brooklyn for Peace--, recuerda que durante la fase crítica de 2001 a 2004, la oficina de la entonces senadora Clinton se comportó de manera “extraordinariamente insensible a una lista de preocupaciones: la encarcelación arbitraria de inmigrantes musulmanes tras el 11 de Septiembre, la violación de la convención de Ginebra con el establecimiento de Guantánamo, la autorización del envío de fuerzas militares estadounidenses a Irak, el uso de uranio empobrecido cuando comenzó la guerra, o la financiación ilimitada a una ocupación que continúa hasta la fecha de hoy”.
Muy poco ha cambiado en los años sucesivos, añade la carta de Eisenberg.
“Si nos basamos en su trayectoria anterior, hay toda suerte de evidencias para temer que Hillary Clinton se convertirá en una presidenta con una inclinación más allá de lo usual para la acción militar”.
Entrevistada por CTXT, Eisenberg mostraba su ansiedad por el hecho de que el profundo y genuino conservadurismo de Clinton se verá todavía más reforzado por su deseo de demostrar su dureza en la escena internacional.
Con este escenario, “la posibilidad de un conflicto global”, en su opinión, “es seria”.
En definitiva, para aquellos que establecen como prioridad la paz internacional, habrá poco que celebrar en noviembre.
Autor: Simon R. Doubleday
TOMADO DE: http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
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