La única manera de revertir la autodestrucción del planeta ya iniciada, es transformando nuestros estilos de vida y reafirmando los valores humanos. | Foto: DW
¿Como es posible que la avaricia capitalista que fomenta la sociedad de consumo moderna, nos impida valorar en su justa dimensión lo que sucede a nuestro alrededor?
¿Los fuegos que arrasan los campos y ciudades de decenas de países, las sorpresivas inundaciones, los continuos terremotos y desastres naturales de todo tipo, acaso son el reflejo del comienzo del fin de la humanidad?
¿Comenzó la cuenta regresiva del fin del mundo como lo conocemos?
¿Vamos camino a la hecatombe que anuncia la Biblia en Apocalipsis, con asombrosa precisión y que nos habla de “las plagas, del hambre y del fuego”?
¿Se acerca el cataclismo de “Sodoma y Gomorra”, ante tanta podredumbre moral?
¿Como es posible que la avaricia capitalista que fomenta la sociedad de consumo moderna, nos impida valorar en su justa dimensión lo que sucede a nuestro alrededor?
¿Estamos tan enajenados que preferimos encubrir la realidad utilizando el tímido concepto del “cambio climático”, en vez de nombrarlo como lo que es, una grave crisis planetaria auto-provocada?
Las asombrosas imágenes que aparecen diariamente en los medios masivos de comunicación no son ciencia ficción, aunque antes las viéramos en el cine.
Representan la reacción de la propia naturaleza por el daño ocasionado por décadas de maltrato y contaminación ambiental.
Mientras este proceso autodestructivo y de implosión del planeta avanza de manera acelerada, el individualismo y el egoísmo entronizado en la mente del ser humano moderno, lo enajena de lo que está pasando a su alrededor.
También nos olvidamos de la extrema pobreza que crece ante nuestros ojos y de la rampante desigualdad social, que consideramos problemas ajenos.
Un asunto del cual se ocuparán los gobernantes llamados neoliberales, que se dedican a saquear el presupuesto público con imagen de bonachones.
Pareciera que ya estamos acostumbrados a los desastres naturales como parte de nuestra vida diaria.
Mientras no nos afecte personalmente, miramos para otro lado y seguimos en la misma rutina de vivir en una burbuja.
Ni siquiera los desastrosos efectos de la actual pandemia logran impactar la sensibilidad de los que controlan nuestras economías de mercado, erigido en un Dios al que se le rinde pleitesía.
Don dinero no tiene alma.
Se trata de una visión donde la economía es más importante que la salud y el comercio de bienes materiales más que el crecimiento espiritual.
Los valores están invertidos en una sociedad donde se valora todo lo que brilla y no la sencilla expresión del amor por los demás.
Nos queda muy poco tiempo para enderezar el barco.
No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Cuidar nuestro medio ambiente ya no es un asunto del que sólo se deben preocupar unas minorías adelantadas a su tiempo.
Digámosle si a la energía renovable como el eje fundamental para reducir las emisiones que envenenan nuestro planeta.
Aprendamos a reciclar, a ahorrar agua, a comer alimentos naturales, a ejercitar nuestro cuerpo y a trabajar por una sociedad cada vez más solidaria.
La única manera de revertir la autodestrucción del planeta ya iniciada, es transformando nuestros estilos de vida y reafirmando los valores humanos de vivir en armonía con toda la creación, con la naturaleza y en solidaridad.
Tomado de: https://www.telesurtv.net/
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