¿Secesión en Estados Unidos?
Vladimir Acosta
Un tema cobra protagonismo
creciente en Estados Unidos.
No es el de las nuevas agresiones
de Biden, que parece una mala copia de Trump, ni el del bloqueo criminal contra
Cuba y Venezuela, ni el de las supuestas amenazas de China y Rusia.
Es el de la posibilidad de una
nueva secesión que dividiría al país y podría incluso cobrar perfiles
balcanizadores.
El tema cobró peso desde las
amenazas de Trump el año pasado, pero en estos últimos meses viene ganando
espacio en medios escritos, audiovisuales y redes, y han aparecido encuestas,
pronósticos de diversos organismos, artículos en la gran prensa, y
declaraciones de políticos y altos funcionarios republicanos y demócratas, que
asumen posiciones al respecto.
Aunque convertido en tabú por largas décadas y
considerado imposible dadas la riqueza, poder y supuesta estabilidad de Estados
Unidos, lo cierto es que, con la crisis y decadencia actual del país, que crece
en todos los planos, afecta a grandes capas de población y produce choques y
odios violentos, el tema ha empezado a despertar de su letargo y a exigir
protagonismo.
Es que ha sido casi desde sus orígenes parte
sustancial de Estados Unidos y no ha dejado de acompañarlo y amenazarlo.
Por eso creo que conviene echarle una ojeada antes
de comentar los nuevos rasgos que asume en medio de esta crisis que llena ahora
su vida cotidiana.
Las 13 colonias británicas
del siglo XVII que luego de su Independencia en 1783 se convirtieron en Estados
Unidos, fueron colonias bastante libres y autónomas porque el colonialismo
inglés no era tan centralista como el español o el portugués.
Eran protestantes, tenían sus organismos, leyes y
formas de gobierno y se expandían hacia el interior unos matando indios y otros
aumentando sus plantaciones llenas de esclavos negros.
Eran felices.
Lo pasaban bomba.
Y sólo se sintieron atropelladas cuando Inglaterra
les cerró ese camino.
Pero les costó mucho unirse porque no querían
perder autonomía.
Y una vez lograda la Independencia, se mantuvieron
separadas hasta sentirse amenazadas.
De allí salió la idea de unirse al fin en 1787
mediante un sistema moderadamente centralista que llamaron federal, para
constituirse como país libre y soberano.
Pero el drama que arrastraban es que en realidad no
eran uno sino dos países.
Y ese drama sigue marcando hasta hoy toda su
historia.
Las colonias, todas
racistas, formaban 3 grupos, en realidad reducibles a 2.
Las del Norte, centradas en Boston, eran
manufactureras, productoras, comerciantes, participantes del comercio
triangular y la trata de negros, pero tenían pocos esclavos, y eran las más
cercanas al capitalismo manufacturero de la época.
Las del Centro, con eje en Nueva York, eran sobre
todo comerciantes, había grandes haciendas, pero el peso de la esclavitud
también iba en disminución.
Es decir, que eran asimilables a las del Norte.
Las del Sur, en cambio, de las que la principal era
Virginia, eran las más grandes y ricas, todas esclavistas.
Vivían de la esclavitud, dueñas de plantaciones llenas
de esclavos negros y exportaban materias primas agrícolas y luego algodón al
exterior para comprar a cambio bienes manufacturados.
Son ellas, con Virginia al frente, las que dominan
por completo la Independencia y la Constitución imponiéndole el modelo
esclavista al país.
El conflicto entre ambos modelos, el del Norte que
apuntaba a un crecimiento capitalista independiente pero lento, y el del Sur,
más dinámico, que apuntaba a la dependencia económica y al subdesarrollo,
estaba planteado.
Pero no se lo resuelve entonces, se lo deja abierto
en favor del esclavismo, pensando que el tiempo se encargaría de hacerlo.
En la primera mitad del
siglo XIX el país tiene planes expansivos, crece a expensas de sus vecinos, y
le roba la mitad de su territorio a México.
Pero en lo interno sigue difiriendo el choque entre
ambos modelos logrando acuerdos efímeros para que el crecimiento territorial
del Norte no esclavista se equilibre con el del Sur esclavista a fin de evitar
que este siga dominando el poder.
Aunque el racismo de ambas partes es el mismo, el
rechazo a la esclavitud crece en el Norte, pero el esclavismo sigue imponiendo
sus leyes al país.
Y sólo una sangrienta guerra civil, la Guerra de
Secesión (1861-1865) impondrá la voluntad del Norte.
Empero, la razón de la guerra es otra.
El Sur, apoyado por los demócratas, quiere
separarse de la Unión para salvar su sistema esclavista y el Norte le niega ese
derecho.
Para el presidente Lincoln, republicano, que es
supremacista blanco, lo que importa no es la esclavitud sino la Unión, así deba
imponerla por la fuerza.
El Norte gana la guerra y tan cierto es que no es
la esclavitud su razón, que se la reemplaza por la segregación racial, las
leyes Jim Crow y el KKK.
El Sur es casi destruido, su rencor y odio contra
el Norte, que lo ocupa y domina, se refuerzan; y la esperanza de otra secesión,
esta vez exitosa, se mantiene viva.
Y como siempre en esa sociedad racista, los únicos
perdedores son los negros.
Convertido, al inicio del
siglo XX, en potencia industrial imperialista, Estados Unidos, envuelto como
siempre en la espesa capa de hipocresía que lo caracteriza, dedica todo ese
siglo y lo que va del actual a desplegar por mares y tierras su enorme poderío,
a agredir, ocupar y saquear países cuyos recursos necesita, utilizando para
ello todo su poder militar, económico y mediático, confiado en la seguridad que
le brindan sus fronteras oceánicas y convencido de que ninguna otra secesión
que lo amenace es ya posible.
No cabe en este breve artículo referirse a esa
larga lista de agresiones.
Basta con las últimas: Afganistán, Irak, Libia,
Siria, y el plan Rumsfeld-Cebrowski para cambiar en beneficio propio el mapa
del Cercano y Medio oriente.
Tiempo pasado.
Hoy Estados Unidos, país en quiebra, vive una
indetenible crisis: deuda impagable que crece cada año, bonos que inspiran poca
confianza a sus tenedores, atraso serio en el campo productivo, economía que no
resiste el avance chino, y producción militar, de la que vive, rondando la
locura sin alcanzar a Rusia.
Su infraestructura cruje: carreteras, puentes,
ferrocarriles.
Más de 46 millones de pobres sin empleo ni
esperanza.
Su cifra de drogados y alcohólicos es la más grande
del planeta.
Todo sin olvidar su culto a la violencia, sus odios
raciales y regionales que provocan a diario choques y muertos, y la forma en
que ese cuadro se traduce en una creciente tendencia que más que a secesión
parece ya que apunta a fragmentar la Unión.
Es lo que plantean las
fuentes señaladas y las declaraciones de analistas y políticos que las
comentan.
Bright Line Watch, YouGob, The Hill y otros dan datos de
estados y cifras y porcentajes de las encuestas.
Los 2 estados
más grandes y ricos del país, California y Texas, ya han iniciado intentos
secesionistas.
El de
California, obra de los demócratas y el de Texas, de los republicanos, que lo
gobiernan.
Pero a ambos
se asocian posibles planes de estados vecinos: Louisiana en el caso de Texas,
Nuevo México en el de California.
Es difícil calibrar peso
real y perspectivas de esos datos, pero es claro que expresan hondo descontento
y apuntan a crecer.
Biden declara preocupación,
pero sea ignorancia, intriga o que confunde todo, al comparar esta posible
secesión con la de la Guerra civil acusa a los republicanos de secesionistas y
de hacer aplicar segregación y leyes Jim Crow cuando fue al revés:
secesionistas y esclavistas eran los demócratas.
Los republicanos defendían la Unión y fueron
autores de las enmiendas que abolieron la esclavitud, (13,14 y 15), y que la
Corte suprema congeló por 100 años.
Así marcha hoy Estados
Unidos y lo que mejor conserva de su gran pasado imperial son la capacidad de
mentir, la soberbia y la arrogancia.
Tomado de: http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
En: Twtter@victorianoysocialista
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Leon libertad
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