EEUU, tras el golpe de estado a
Dilma Rousseff
A cada conspiración le sigue perdón y a cada
perdón le sigue una conspiración (Simón Bolívar,
1783-1830).
Cómo deben recordar ahora Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff las advertencias que reiteradamente les hiciera Hugo Chávez sobre la posibilidad de un golpe de Estado en Brasil y a las cuales no prestaron ninguna atención.
© REUTERS/ Ricardo Moraes
"El 'impeachment' contra Rousseff es una revancha de la derecha brasileña contra Lula"
"El 'impeachment' contra Rousseff es una revancha de la derecha brasileña contra Lula"
Se burlaban de Chávez diciendo que era un exagerado que veía un golpe en cada esquina de la historia, varias veces le dijeron que Brasil ya era inmune a los golpes después de retornar a la democracia en 1985.
No prestaron atención a la conspiración en proceso acelerado después de que Dilma asumió su segundo mandato el primero de enero del 2015. Ahora están sufriendo las consecuencias de esta conspiración que se inició inclusive durante el primer período de la presidencia de Dilma Rousseff, cuando se detectaron los actos de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana (NSA) que supuestamente destapó la corrupción en la empresa más importante brasileña Petrobras e hizo filtrar la información a los medios corporativos globalizados a su servicio.
Así se inició una agresiva guerra mediática contra el gobierno brasileño y en especial contra Rousseff que se intensificó con el triunfo de la oposición neoliberal en Argentina y las derrotas que sufrieron los Gobiernos de Venezuela y Bolivia.
Así se inició una agresiva guerra mediática contra el gobierno brasileño y en especial contra Rousseff que se intensificó con el triunfo de la oposición neoliberal en Argentina y las derrotas que sufrieron los Gobiernos de Venezuela y Bolivia.
© REUTERS/ Ueslei Marcelino
El monstruo, que el cineasta brasileño bautizó como el "Dragón de 7 Cabezas", que representaba a los banqueros, latifundistas, empresarios, tecnócratas, medios de comunicación privados, narcotraficantes y sectas religiosas, fue despertado por la NSA y decidió que llegó la hora de terminar con el neodesarrollismo de Lula da Silva y Dilma Rousseff para retornar al neoliberalismo y a los brazos de Washington. EEUU ya estaba ansioso de obtener el acceso a los 100 mil millones de barriles de petróleo recién encontrados en el Brasil y posteriormente establecer el control sobre el oro negro del país igual como lo hicieron con el Pemex en México usando el diseño de Hillary Clinton.
Tampoco a la Casa Blanca le agradaba la participación activa de Brasil en el grupo BRICS y le irritaba el rol del país en la creación del nuevo cable de Internet Brics para cesar su dependencia de EEUU en la comunicación virtual.
Entonces los globalizadores de Washington decidieron que había llegado la hora de hacer en Brasil un golpe de Estado parlamentario a la paraguaya, como el que sacó de la presidencia de Paraguay al obispo Fernando Lugo en 2012, después de que el Congreso le hizo un juicio político sucio acusándolo de mal desempeño de sus funciones. Consideraron que las condiciones objetivas para interrumpir el mandato de la presidenta Dilma estaban latentes debido a la crisis económica, el mega escándalo de Petrobras y el creciente desempleo.
Todos estos factores que fueron hábilmente manipulados y distorsionados día a día por los medios de comunicación, llevaron a la gran parte de la opinión pública, especialmente la clase media a la conclusión de que fue la presidenta y su equipo gubernamental que llevaron al país a un declive y se necesitaba un cambio en la dirección de Brasil.
La oposición en la Cámara de Diputados formó una comisión de 38 representantes que rápidamente presentó una acusación contra Rousseff por supuestas alteraciones en cuentas públicas cometidas por la presidenta recomendando el inicio del proceso de "impeachment" (destitución) contra ella.
Los medios de comunicación diseminaron la información que involucraba a la presidenta en el encubrimiento de la corrupción y en su participación en este delito a pesar de no existir ninguna prueba contra Dilma Rousseff.
Lo curioso fue que los 36 diputados de la comisión del total de 38 parlamentarios que votaron a favor de un juicio político contra la presidenta están procesados por delitos de corrupción.
El principal iniciador del proceso de destitución, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, evangelista cristiano, enfrenta cinco acusaciones por tener dinero en 11 paraísos fiscales en Suiza (Papeles de Panamá) y en uno de ellos 40 millones de dólares por sobornos.
Sin embargo, El Tribunal Supremo de Brasil se encuentra ciego o coludido frente a los delitos de Cunha, concentrando toda su vista en Dilma Rousseff y Lula da Silva siguiendo el juego político de la oposición. Así sin ningún problema entregó al presidente del Senado y del Congreso, Renan Calheiros, un viejo zorro político, que a su vez responde a ocho investigaciones, el acta de la sesión de la Cámara de Diputados en que 367 parlamentarios de los 513 autorizan que se abra un juicio político a cargo de los senadores para destituir a la presidenta Dilma Rousseff.
Tan escandaloso es este proceso que inclusive uno de los periódicos de los globalizadores, The New York Times comentó que "Ella (la presidenta) no robó nada, pero está siendo juzgada por una banda de ladrones". Según la organización Transparencia Brasil, el 53 por ciento de la Cámara de Diputados están siendo investigados por corrupción, malversación de fondos públicos, lavado de dinero, falsificación de documentos etc.
© REUTERS/ Ueslei Marcelino
Y a pesar de todo esto siguen siendo "padres" de la patria. El poder judicial no tiene tiempo para ellos pues está envuelto activamente con los parlamentarios en el juego sucio político para reinstalar el pasado y retornar al neoliberalismo. Lo alarmante fue que el 33 por ciento de los diputados que votaron por la destitución de la presidenta lo hicieron en nombre de Dios, el 36 por ciento por la familia y el 25 por ciento por la patria.
Uno dedicó su votó al militar que torturó a Dilma durante la dictadura militar (1964-1985), el otro a la dictadura militar y el resto, con poca excepción, a sus padres, hijos, esposas, abuelos etc. Pocos se refirieron a las causas reales que motivaron la acusación contra Dilma Rousseff.
El acto de votación se asemejaba al actual Parlamento de Ucrania donde la comedia y la tragedia se fusionan y se convierten en una aberración teatral que produce un rechazo natural en sus espectadores.
© REUTERS/ Paulo Whitaker
Ahora le toca al Senado pronunciarse si se abre el proceso de destitución o se archiva. Si el 50 por ciento de los senadores votan por el inicio del proceso de destitución, Dilma Rousseff tendrá que abandonar el puesto por 180 días y la presidencia la asumirá su enemigo declarado el actual vicepresidente Michel Temer ansioso por el poder.
Si los senadores no estuvieran de acuerdo con el impeachment, Dilma Rousseff retomará el cargo. Si no, Michel Temer estará en la presidencia hasta las elecciones en 2018. El Senado se pronunciará el 5 o 11 de mayo próximo, mientras tanto el país se irá a la deriva agravándose la situación económica.
Los medios de comunicación que acusaron a Dilma Rousseff hasta de la crisis económica, ocultaron que el problema comenzó con el estancamiento de la economía de China debido a que Brasil fue el país más beneficiado por el desarrollo chino, tomando en cuenta su gran demanda de materia prima. La caída de la demanda china afectó seriamente a Brasil.
Esto obligó a Rousseff a buscar desesperadamente ayuda del Fondo Monetario Internacional (IMF) y de EEUU. Como de costumbre en vez de ayuda le dieron a Dilma consejos que la presidenta decidió aplicar. Ya al comienzo de 2015, la directora del FMI, Christine Lagarde, felicitó al ministro de Hacienda de Brasil, Joaquim Levy, por aplicar sabiamente el recorte fiscal, aumento de tasas de interés y devaluación de la moneda siguiendo las pautas del fondo. Decía Lagarde cínicamente que "la austeridad fiscal es la base necesaria para financiar programas sociales que van juntos, van de la mano. Las personas que más sufren por la indisciplina fiscal son los pobres".Tan "buenas" y "sabias" han sido las recetas de Christine Lagarde al recortar Brasil 26,5 mil millones de dólares del gasto público que la misma directora del FMI declaró al comienzo de 2016 que "la situación en Brasil es preocupante. Soplan vientos muy, muy fríos".
Y como no, si al final de 2015 el mercado interno de Brasil cayó 3.8 por ciento, su PBI bajó 3.7 por ciento y caería otros 3.6 por ciento este año mientras que la desocupación ya superó el 10 por ciento. Frente a este agravamiento de la crisis, la presidenta tuvo que reemplazar al neoliberal ministro de Hacienda Levy por el economista neodesarrollista, Nelson Barbosa. Pero perdió el tiempo pues el nuevo ministro no podría apartarse del camino neoliberal que tomó Brasil.
Se dice que no hay finanzas para dar un impulso a la economía, pero al mismo tiempo Brasil mantiene 39,9 mil millones de dólares en los Bonos Federales de EEUU (el segundo país después de México-80,5 mil millones de dólares) ayudando a los norteamericanos a mantenerse a salvo durante su propia crisis económica. ¿Cómo entender a los gobernantes latinoamericanos que hablan de la independencia y soberanía y al mismo tiempo no se atreven abandonar el camino de sumisión al imperialismo?
© AP Photo/ Felipe Dana
En la guerra mediática contra Rousseff la acusaron de encubrir la corrupción. El actual ministro de Cultura del país, Juca Ferreira, declaró recientemente que "la corrupción es histórica en Brasil. Desde que llegaron los portugueses con Pedro Álvarez Cabral (considerado el descubridor de Brasil), siempre hemos tenido problemas graves con este tema y nunca dimos un combate serio: hay corrupción en la sociedad, en el cotidiano social y en las instituciones.Este problema hay que tratarlo de forma sistémica, pero lamentablemente la corrupción está siendo utilizada como un instrumento para debilitar al gobierno".
Los jueces en Brasil no ven los crímenes de los opositores persiguiendo la consigna de sacar a Dilma y su Partido de los Trabajadores (PT) del poder y no permitir a Lula da Silva participar en las elecciones en 2018.
© REUTERS/ Adriano Machado
La primera parte del golpe de Estado contra los pobres tuvo éxito y ahora falta la fase final para que el "dragón de 7 cabezas" logre destruir el gobierno ya casi progresista del Partido de los Trabajadores para abrir el camino a los neoliberales representados por Eduardo Cunha y Michel Temer, los "Mauricios Macri" brasileños. Mucha culpa en este intento de restauración del neoliberalismo la han tenido tanto Lula da Silva como Dilma Rousseff al confiar en la burguesía brasileña que en la época del boom económico estaba dispuesta a ceder una parte de su ganancia al estado para los programas sociales.
Pero durante el estancamiento económico ya no les convenía colaborar con el gobierno, la conciliación se ha terminado y empezaron a conspirar para proteger sus propios intereses y los de su aliado de clase: Estados Unidos.
También Dilma Rousseff, a pesar del escándalo de espionaje de la NSA contra su gobierno y Petrobras, accedió durante su viaje a EEUU en 2015 a la instalación de una división de la élite de la NSA, Teilored Access Operations (TAO) en Brasil, según las revelaciones de Edward Snowden.
© REUTERS/ Paulo Whitaker
La TAO utiliza miles de hackers para la explotación de las redes informáticas para la recolección de datos procedentes de la inteligencia extranjera. La TAO en Brasil cubre Latinoamérica y en especial Venezuela, Bolivia y Ecuador. Entonces de qué independencia y soberanía hablamos, si la misma gobernante progresista ha facilitado condiciones para este golpe de Estado en marcha acelerada.
Afirma el ministro de Cultura de Brasil, Juca Fereira, que "si el golpe triunfa, Brasil va a entrar en un período de inestabilidad y durante mucho tiempo vamos a vivir un conflicto incontrolable". Algunos especialistas consideran que esta inestabilidad durará no menos de 20 años. ¿Y el pueblo?
Una parte visible está protestando pero todavía no constituye una mayoría para poner fin al golpe que es precisamente orientado contra el mismo pueblo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
Con ceremonia privada en la sede
de su partido
Michel Temer asumió presidencia
interina de Brasil
Temer - Por: TeleSUR | Jueves, 12/05/2016 06:10 PM Aporrea
Durante su primera intervención como mandatario interino, recalcó que su primera medida será "recuperar" la economía de Brasil a través de convenios con el sector privado. "El Gobierno no puede sobrellevar todas las demandas de un pueblo, se necesita la inversión privada y eso es lo que yo haré" dijo.
El político, acusado de corrupción, dijo que mantendrá los programas sociales emprendidos por la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Sin embargo, ignoró que esos programas fueron apoyados por 54 millones de votos en las elecciones democráticas de 2014.
Tampoco mencionó que Rousseff fue elegida por esas 54 millones de personas para un segundo periodo (hasta el 2018), el cual acaba de ser interrumpido mediante un golpe de Estado parlamentario.
Temer pasó a ser el presidente interino de Brasil luego de que la mandataria Rousseff fuera separada de su cargo por seis meses para enfrentar un juicio político, pese a que no existen pruebas en su contra por supuestos actos de corrupción durante su Gobierno.
¿Qué sigue tras el juicio político de Dilma Rousseff?
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se vio obligada a separarse de su cargo por un período no mayor a 180 días, luego de que el Senado aprobara la ejecución del juicio político con 55 votos a favor, 22 en contra y 1 abstención (de 78 de los 81 miembros del cuerpo colegiado).
En este período las autoridades brasileñas se encargarán de encontrar las pruebas que no fueron presentadas ni en la Cámara baja, ni en el Senado y que pese a ello fue aprobado el juicio político, un hecho que es considerado por analistas como un golpe de Estado a una mandataria electa a través del voto popular por más de 50 millones de personas.
La acusación contra Rousseff es la supuesta violación de normas fiscales al presuntamente incurrir en maniobras contables "ilegales" para "maquillar" los resultados del gobierno en 2014 y 2015, modificar los presupuestos mediante decretos, acumular deudas y contratar créditos con la banca pública.
Líderes de toda Latinoamérica han expresado su rechazo al golpe de Estado parlamentario en Brasil y han reiterado que Rousseff sigue siendo la presidenta constitucional.
El hombre del dos por ciento
Por: Eric Nepomuceno
12 mayo 2016 | CUBADEBATE
Michel Temer asumirá el puesto de Dilma. Foto: Archivo.
“El impeachment de la presidenta Dilma Rousseff es impensable, generaría una crisis institucional. No tiene ninguna base política y jurídica”. La frase fue proferida el año pasado por un hombre involucrado en varias causas judiciales, denunciado como integrante de un esquema ilegal de compra de etanol y condenado por irregularidad en gastos electorales. Los sondeos de opinión pública más reciente indican que cuenta con el apoyo de 2 por ciento del electorado, y que 60 por ciento de los entrevistados defienden la suspensión de sus derechos políticos.
Tiene 75 años y se llama Michel Temer. A partir de hoy asume la presidencia del quinto país más poblado del mundo. Ocupará interinamente el puesto que todavía pertenece a Rousseff hasta que termine en el Senado el juicio determinado ayer.
De la misma forma que sus aliados, no tiene ninguna duda de que la presidenta no volverá. Por eso pasó las últimas semanas trazando lo que será su base de apoyo en el Congreso, especialmente en la compleja y enredada Cámara de Diputados, y armando su ministerio.
En la Cámara, sufrió un golpe duro con la suspensión del mandato de su principal aliado, Eduardo Cunha, que entre un juicio y otro, una acusación y otra, presidía Diputados.
Bandolero contumaz, delincuente insuperable, uno de los símbolos máximos de la corrupción que pudre a la política brasileña, Cunha sabría asegurar – a cambio, claro, de seguir en su carrera criminal y de asegurar puestos y presupuestos en el gobierno– el respaldo necesario para que Michel Temer implemente una durísima política neoliberal que sea el contrapunto perfecto a las políticas sociales llevadas a cabo por el PT de Lula da Silva y Dilma Rousseff en los últimos trece años. En el Senado cuenta, desde siempre, con respaldo suficiente.
Así, de la mano del nuevo mandatario llegan al gobierno los que fueron sucesivamente derrotados en las últimas cuatro elecciones presidenciales, los del PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que se esmeró al máximo para que el golpe institucional fuese exitoso. Además, llegan políticos de la derecha declarada, el DEM (Partido Demócrata).
Hasta hace poquísimos días, Temer intentaba agradar a todos sus aliados. En otras palabras, pretendió dar marcha atrás en su promesa de eliminar ministerios para ganar aires de un nuevo modelo de gestión, y seguir en la misma política de canje (apoyo en el Congreso a cambio de puestos y cargos) que ha sido, en muy buena parte, responsable por los problemas que Rousseff enfrentó en sus mandatos. Correría, así, el riesgo de transformarse, como ocurrió con Dilma, en rehén de aliados inescrupulosos.
Los que dieron al inexpresivo político el respaldo necesario para que el golpe triunfase –los barones tradicionales del Congreso, los medios hegemónicos de comunicación, el empresariado, los que controlan el agro negocio y el sacrosanto mercado financiero– se opusieron. Temeroso de iniciar un gobierno ilegítimo sin contar con ese respaldo esencial, el nuevo presidente retomó, entre el sábado y ayer, la promesa inicial.
Serán 22 ministerios frente a los 32 actuales (más siete secretarías con rango ministerial). El puesto clave, el ministerio de Hacienda, será también el más poderoso, y fue entregado a un legítimo representante de la banca: Henrique Meirelles, el polémico financista que presidió el Banco Central en los gobiernos de Lula da Silva. En ese período, tuvo como límite a sus ímpetus de neoliberal las políticas sociales del gobierno.
Ahora, con Temer, tendrá manos libres.
No será, como se pretendió anunciar, un “gobierno de notables”. Primero, porque los mejores en cada especialidad no aceptarían participar de un gobierno ilegitimo. Y segundo, porque Michel Temer sabe que carece de carisma y de poder: está en manos de sus aliados.
En sus intentos de armar el gabinete cometió deslices espantosos, como intentar nombrar uno de esos autonombrados pastores electrónicos evangélicos, ardiente defensor del creacionismo y demonizador de Charles Darwin para nada menos que el ministerio de Ciencia y Tecnología. Luego, quiso destinar el ministerio de Defensa a un joven diputado de 36 años, hijo de uno de los símbolos de la corrupción en Brasil. Los jefes de las tres armas hicieron llegar a Temer un mensaje corto y seco: jamás aceptarían ser comandados por semejante figura.
Al menos cinco políticos que integraron los gobiernos de Lula y Dilma volverán al gobierno nacido de un golpe.Tendrán a su lado nombres de políticos conocidos no precisamente por la ética y la decencia.
En la mañana de hoy Michel Temer será formalmente notificado de que asumirá la presidencia.
Gobernará, nunca es demasiado reiterar, bajo las largas alas del partido que fue derrotado cuatro veces.A la sombra del senador Aécio Neves, que cuatro días después de su derrota, en 2014, para Dilma Rousseff, requirió a los tribunales la impugnación de las elecciones.
Gobernará enfrentando el PT y otros partidos de izquierda, bien como algo aún más grave: las investigaciones que corren en el Supremo Tribunal Federal contra su carrera que no llega a ser, en ningún momento, un ejemplo de integridad y respeto a la causa pública.
Eduardo Cunha fue retirado del puesto de presidente de los Diputados. Foto: Archivo.
(Tomado de Página 12)
Crisis política reimpulsa
movimientos sociales
Un grupo de manifestantes en contra del proceso de destitución de Dilma Rousseff, a comienzos de mayo, cerca del Palacio de Planalto, sede de la Presidencia en Brasilia. Manifestaciones a favor y en contra de la salida del poder de la mandataria se suceden desde hace meses. Crédito: Marcelo Camargo/Agência Brasil
por Mario Osava
IPS - Rebelión - 12-05-2016
Los movimientos sociales, activados por la batalla en torno a la inhabilitación de la presidenta Dilma Rousseff, alimentan las esperanzas de la reconstitución del sistema político de Brasil, convertido en tierra arrasada por los escándalos de corrupción. “El momento es de la sociedad civil”, resumió a IPS el cientista político Breno Bringel, quien investiga el tema como profesor del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y confía en la juventud de las periferias como fuerza renovadora.
Rousseff, acusada de fraudes fiscales en un proceso parlamentario en que ya votaron en su contra 71,5 por ciento de los diputados, difícilmente escapará del juicio político y de la destitución.
También los principales líderes y partidos son acusados por la fiscalía de haber recibido fondos desviados de la empresa petrolera estatal Petrobras y otras grandes compañías.
Las masivas manifestaciones callejeras que se suceden en Brasil desde 2013 destaparon un fuerte rechazo a los políticos. Los activistas a favor de la destitución de la presidenta abuchearon y expulsaron a líderes opositores que buscaban incorporarse a las protestas.
Los actos en defensa de Rousseff no adoptaron la actitud antipolítica, pero buena parte de los presentes untualizó, con sus pancartas “por la democracia”, que no estaban allí en apoyo al gobierno, sino para rechazar el proceso de inhabilitación, por considerarlo antidemocrático y producto de una ofensiva de la derecha.
“Es el fin de un ciclo”, otro tipo de movilizaciones callejeras deberá predominar luego que Rousseff sea suspendida de la Presidencia, probablemente el 12 de mayo, y asuma un gobierno encabezado por el vicepresidente Michel Temer, vaticinó Bringel.
La presidenta será separada del poder para responder a un juicio ante el Senado, en un proceso que puede prolongarse por hasta 180 días, con investigaciones, testimonios y debates que culminarán en un fallo final sobre su destitución definitiva o absolución.
“Serán manifestaciones más críticas, con participación más diversificada, con más pobres de las periferias urbanas y trabajadores que no estuvieron representados en la polarización (contra y a favor de la inhabilitación presidencial), que no es falsa pero sí simplificadora de la realidad política”, evaluó el investigador.
El centro del nuevo ciclo serán las cuestiones urbanas, como derecho a la ciudad y mejores condiciones salud, educación y vivienda, aunque no se pueda prever que demandas movilizarán más activistas, matizó.
Su referencia de esa nueva tendencia son las protestas desatadas en junio de 2013 por un grupo de jóvenes que tumultuaron las calles de la sureña metrópoli de São Paulo y de otras ciudades, para combatir el alza de los transportes colectivos locales.
La agitación, que cuestionó la representatividad de los poderes constituidos, se diseminó por el país, incorporó numerosos participantes y demandas, incluyendo el boicoteo contra la Copa Mundial de Fútbol de 2014, degeneró en cruentas confrontaciones callejeras con la policía y se extinguió naturalmente.
La oleada actual de manifestaciones, iniciada en marzo de 2014, volvió al formato tradicional de lucha por el poder, entre los que promueven la destitución de Rousseff, buenas parte sin querer ser confundidos con los partidos opositores, y aquellos que la defienden.
“Ahora la lucha de clases se intensificó nuevamente y tendremos desenlaces incontrolables, con más conciencia social y energías positivas en la sociedad”, evaluó João Pedro Stédile, líder del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), movilizado para defender a Rousseff y combatir al probable gobierno del vicepresidente.
Los “golpistas”, como califica a Temer y a los opositores, “tendrán vida corta porque no tienen un programa para solucionar las crisis económica, política, social y ambiental, ni representan la mayoría de la sociedad brasileña”, sostuvo.
Stédile cree que Brasil vive un momento de “ascenso del movimiento social”, con centenares de actos políticos y manifiestos con millones de firmas en este año.
Antes de 2013 se vivió un largo “descenso”, debido al avance del neoliberalismo, “la derrota ideológica del socialismo a nivel internacional, el envejecimiento de las organizaciones históricas de clase, como los movimientos sindicales y estudiantil”.
La llegada a la Presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva en 2003, paradójicamente no incrementó la movilización popular, que estuvo en el origen de su Partido de los Trabajadores (PT) y contribuyó a su triunfo electoral.
“Fue la experiencia de un gobierno de conciliación de clases, sin formación política de los movimientos y con los medios de comunicación bajo hegemonía burguesa, todo enfriando la lucha”, analizó Stédile en diálogo con IPS.
Un brote de movimientos variados y fortalecimiento sindical se registró en el proceso de redemocratización brasileña, desde fines de los años 70, cuando aún se vivía la fase final de la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985.
El MST y la Central Única de Trabajadores, principal organización sindical del país, nacieron en la década de los 80, por ejemplo. Mujeres, indígenas, ambientalistas y defensores de derechos humanos lograron incluir disposiciones progresistas en la Constitución de 1988.
Lula conquistó el poder gracias a una alianza de sindicatos y el empresariado industrial, los grandes agricultores y parte intelectualizada de la clase media, “en un claro compromiso de conciliación de intereses para generar más empleos y ampliar el mercado interno”, recordó Cándido Grzybowski, director del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (IBASE).
Su reelección en 2006 se respaldó en bases distintas, “su hegemonía electoral se debió al apoyo de los pobres, gracias a los programas sociales”, compensando con creces la pérdida en las capas medias, acotó a IPS.
El más amplio y estelar de esos programas, Bolsa Familia, alcanzó a beneficiar 14 millones de familias en 2015, cerca de una cuarta parte de los 204 millones de habitantes del país.
En esas condiciones, los gobiernos del PT, conducidos por Lula y desde 2011 por Rousseff, “desmovilizaron los movimientos sociales, en parte por la cooptación de sus dirigentes”, como pasó con el sindicalismo, según el director de IBASE, militante del PT en la década de los 80.
Pero ahora, con la crisis y el desempleo, el PT perdió casi todo el apoyo en la región del Nordeste, la más beneficiada por Bolsa Familia, y entre los trabajadores.
Grupos de jóvenes y nuevos movimientos están surgiendo “con mucha imaginación”, pero “falta una agenda unificadora, consignas de pocas palabras que todos entiendan” para movilizarlos, observó Grzybowski.
Con los partidos nacionales, incluso el PT, amenazados de “implosión”, las iniciativas de la sociedad civil “pueden inspirar nuevas fuerzas políticas”, pero “la tendencia es que no florezcan, por falta de líderes”, lamentó.
Su esperanza es que “tenga un fruto interesante el gran aumento de la población universitaria del país en las últimas décadas”, con cuotas para pobres y negros, es decir “con más gente del pueblo”, que a largo plazo debe resultar en creatividad social y política. “La historia es una sorpresa permanente”, concluyó.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/ 2016/05/crisis-politica- reimpulsa-movimientos- sociales-en-brasil/
Rousseff, acusada de fraudes fiscales en un proceso parlamentario en que ya votaron en su contra 71,5 por ciento de los diputados, difícilmente escapará del juicio político y de la destitución.
También los principales líderes y partidos son acusados por la fiscalía de haber recibido fondos desviados de la empresa petrolera estatal Petrobras y otras grandes compañías.
Las masivas manifestaciones callejeras que se suceden en Brasil desde 2013 destaparon un fuerte rechazo a los políticos. Los activistas a favor de la destitución de la presidenta abuchearon y expulsaron a líderes opositores que buscaban incorporarse a las protestas.
Los actos en defensa de Rousseff no adoptaron la actitud antipolítica, pero buena parte de los presentes untualizó, con sus pancartas “por la democracia”, que no estaban allí en apoyo al gobierno, sino para rechazar el proceso de inhabilitación, por considerarlo antidemocrático y producto de una ofensiva de la derecha.
“Es el fin de un ciclo”, otro tipo de movilizaciones callejeras deberá predominar luego que Rousseff sea suspendida de la Presidencia, probablemente el 12 de mayo, y asuma un gobierno encabezado por el vicepresidente Michel Temer, vaticinó Bringel.
La presidenta será separada del poder para responder a un juicio ante el Senado, en un proceso que puede prolongarse por hasta 180 días, con investigaciones, testimonios y debates que culminarán en un fallo final sobre su destitución definitiva o absolución.
“Serán manifestaciones más críticas, con participación más diversificada, con más pobres de las periferias urbanas y trabajadores que no estuvieron representados en la polarización (contra y a favor de la inhabilitación presidencial), que no es falsa pero sí simplificadora de la realidad política”, evaluó el investigador.
El centro del nuevo ciclo serán las cuestiones urbanas, como derecho a la ciudad y mejores condiciones salud, educación y vivienda, aunque no se pueda prever que demandas movilizarán más activistas, matizó.
Su referencia de esa nueva tendencia son las protestas desatadas en junio de 2013 por un grupo de jóvenes que tumultuaron las calles de la sureña metrópoli de São Paulo y de otras ciudades, para combatir el alza de los transportes colectivos locales.
La agitación, que cuestionó la representatividad de los poderes constituidos, se diseminó por el país, incorporó numerosos participantes y demandas, incluyendo el boicoteo contra la Copa Mundial de Fútbol de 2014, degeneró en cruentas confrontaciones callejeras con la policía y se extinguió naturalmente.
La oleada actual de manifestaciones, iniciada en marzo de 2014, volvió al formato tradicional de lucha por el poder, entre los que promueven la destitución de Rousseff, buenas parte sin querer ser confundidos con los partidos opositores, y aquellos que la defienden.
“Ahora la lucha de clases se intensificó nuevamente y tendremos desenlaces incontrolables, con más conciencia social y energías positivas en la sociedad”, evaluó João Pedro Stédile, líder del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), movilizado para defender a Rousseff y combatir al probable gobierno del vicepresidente.
Los “golpistas”, como califica a Temer y a los opositores, “tendrán vida corta porque no tienen un programa para solucionar las crisis económica, política, social y ambiental, ni representan la mayoría de la sociedad brasileña”, sostuvo.
Stédile cree que Brasil vive un momento de “ascenso del movimiento social”, con centenares de actos políticos y manifiestos con millones de firmas en este año.
Antes de 2013 se vivió un largo “descenso”, debido al avance del neoliberalismo, “la derrota ideológica del socialismo a nivel internacional, el envejecimiento de las organizaciones históricas de clase, como los movimientos sindicales y estudiantil”.
La llegada a la Presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva en 2003, paradójicamente no incrementó la movilización popular, que estuvo en el origen de su Partido de los Trabajadores (PT) y contribuyó a su triunfo electoral.
“Fue la experiencia de un gobierno de conciliación de clases, sin formación política de los movimientos y con los medios de comunicación bajo hegemonía burguesa, todo enfriando la lucha”, analizó Stédile en diálogo con IPS.
Un brote de movimientos variados y fortalecimiento sindical se registró en el proceso de redemocratización brasileña, desde fines de los años 70, cuando aún se vivía la fase final de la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985.
El MST y la Central Única de Trabajadores, principal organización sindical del país, nacieron en la década de los 80, por ejemplo. Mujeres, indígenas, ambientalistas y defensores de derechos humanos lograron incluir disposiciones progresistas en la Constitución de 1988.
Lula conquistó el poder gracias a una alianza de sindicatos y el empresariado industrial, los grandes agricultores y parte intelectualizada de la clase media, “en un claro compromiso de conciliación de intereses para generar más empleos y ampliar el mercado interno”, recordó Cándido Grzybowski, director del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (IBASE).
Su reelección en 2006 se respaldó en bases distintas, “su hegemonía electoral se debió al apoyo de los pobres, gracias a los programas sociales”, compensando con creces la pérdida en las capas medias, acotó a IPS.
El más amplio y estelar de esos programas, Bolsa Familia, alcanzó a beneficiar 14 millones de familias en 2015, cerca de una cuarta parte de los 204 millones de habitantes del país.
En esas condiciones, los gobiernos del PT, conducidos por Lula y desde 2011 por Rousseff, “desmovilizaron los movimientos sociales, en parte por la cooptación de sus dirigentes”, como pasó con el sindicalismo, según el director de IBASE, militante del PT en la década de los 80.
Pero ahora, con la crisis y el desempleo, el PT perdió casi todo el apoyo en la región del Nordeste, la más beneficiada por Bolsa Familia, y entre los trabajadores.
Grupos de jóvenes y nuevos movimientos están surgiendo “con mucha imaginación”, pero “falta una agenda unificadora, consignas de pocas palabras que todos entiendan” para movilizarlos, observó Grzybowski.
Con los partidos nacionales, incluso el PT, amenazados de “implosión”, las iniciativas de la sociedad civil “pueden inspirar nuevas fuerzas políticas”, pero “la tendencia es que no florezcan, por falta de líderes”, lamentó.
Su esperanza es que “tenga un fruto interesante el gran aumento de la población universitaria del país en las últimas décadas”, con cuotas para pobres y negros, es decir “con más gente del pueblo”, que a largo plazo debe resultar en creatividad social y política. “La historia es una sorpresa permanente”, concluyó.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/
TOMADO DE: http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
Y PUBLICADO EN: http://victorianoysocialist.blogspot.com/
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