Con Venezuela, Barack Obama
ha metido la pata
FRANCISCO HERRANZ / ARGENPRESS – Obama podría haber seguido impertérrito a los ataques procedentes de Caracas que desde hace dos años le acusan de promover acciones golpistas y subversivas. En vez de eso, ha preferido pasar a la ofensiva y ha fomentado el recrudecimiento del conflicto diplomático, el más grave en mucho tiempo.
Barack Obama ha metido la pata. Su decisión de emitir una orden ejecutiva sancionando a Venezuela por constituir una “amenaza” para la “seguridad nacional” de Estados Unidos constituye un serio error estratégico.
El documento, firmado el lunes 10 de marzo por el presidente norteamericano, va a tener unos efectos colaterales muy negativos. El decreto congela los activos financieros presentes en su territorio y prohíbe la entrada en el país a siete altos funcionarios venezolanos, alegando la “emergencia nacional” frente al país sudamericano por la “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior” que, afirma, supone la situación de derechos humanos y la corrupción en esa nación para Estados Unidos.
La declaración de “emergencia nacional” es un recurso procedimental que Washington ha utilizado para endurecer las sanciones contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro. Forma parte de un bloque de medidas punitivas que comenzaron en julio de 2014 con la revocación que visados a varios funcionarios venezolanos en julio y se extendieron en diciembre pasado cuando el Congreso estadounidense aprobó una ley ratificada por Obama “para la defensa de los derechos humanos y la sociedad civil en Venezuela”.
Creer que Venezuela supone una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos choca contra el más elemental sentido común. Se puede entender que las autoridades norteamericanas consideren a Irán un peligro por su programa nuclear que puede tener un uso militar, pero ese argumento no es válido en el caso venezolano. Washington argumenta que los sancionados representan una “amenaza” para el sistema financiero estadounidense, pues los considera corruptos, pero no explica cómo los funcionarios en cuestión pueden poner en jaque la seguridad de una superpotencia nuclear,
De hecho, y ahí radica la raíz del error, no se trata de una sanción nacional, sino personal. Y mezclar una cosa con la otra por cuestiones de procedimiento —como se hizo antes con Irán, Siria o Birmania- ha confundido por completo a la opinión pública venezolana, independientemente de su ideología, generando desde la lógica ira de Maduro hasta el enfado poco disimulado de amplios sectores de la oposición.
Obama podría haber seguido impertérrito a los ataques procedentes de Caracas que desde hace dos años le acusan de promover acciones golpistas y subversivas. En vez de eso, ha preferido pasar a la ofensiva, dar una vuelta de tuerca y ha fomentado el recrudecimiento del conflicto diplomático, el más grave en mucho tiempo. ¿Por qué lo ha hecho? Una explicación plausible es que la Executive Order haya sido un guiño de la Casa Blanca al sector republicano, que controla ambas Cámaras. Es decir, sería un movimiento para ganar terreno dentro de casa en la lucha que él libra frente al Senado y la Cámara de Representantes. En esa línea de opinión se mueve Luis Vicente León, profesor de la Universidad Católica Antonio Bello (UCAB) y presidente de Datanalisis, una empresa venezolana de estudios de mercado. León sostiene que “los impactos de las sanciones de USA a Venezuela pueden ser positivos para su política interna”.
En palabras del analista León, es posible que la “acción frontal” de EEUU sirva para acelerar la “radicalización interna y el aislamiento” del país. Maduro ya ha pedido a la Asamblea Nacional poderes legislativos extraordinarios para que pueda gobernar por decreto —mediante una Ley Habilitante- con el fin de contrarrestar los ataques imperialistas. Obama le ha dado la excusa perfecta para hacerlo.
Tal Cual, un periódico de Caracas abiertamente opositor, también ha hecho referencia a esta paradoja. En su editorial publicado el 10 de marzo destacó que “esta decisión gringa” “le viene como anillo al dedo al Ejecutivo venezolano, pues refuerza su tesis de que está bajo ataque del imperio estadounidense”.
Si el objetivo del decreto era resolver el conflicto con el menor coste posible, a Obama le puede salir el tiro por la culata, porque hasta la propia oposición venezolana, agrupada en la plataforma Mesa por la Unidad Democrática (MUD), salió al paso de su polémica decisión y emitió un comunicado en el que precisó que “Venezuela no es una amenaza para ningún país”.
Del tono del comunicado se infiere que a los miembros de la oposición no les ha gustado nada unas medidas de presión que consideran “unilaterales” y que les colocan en una complicada encrucijada: no quieren apoyarlas porque serán acusados una vez más de “traidores”, pero tampoco quieren alinearse con el oficialismo que las denuncia.
El gobernador del Estado de Lara, Henri Falcón, que también es un destacado opositor, fue mucho más contundente que la plataforma MUD y prefirió decir lo que pensaba: “Los problemas de los venezolanos los resolvemos los venezolanos”. Falcón catalogó la medida de “irrespetuosa, injerencista e inamistosa” y puntualizó con mucho juicio que le hace un “flaco servicio” a la oposición venezolana ya que “desvía la atención de otros temas que si son prioridad del país, como la crisis hospitalaria, la escasez, la inseguridad y la crisis económica”.
En cualquier caso, el gobierno de Estados Unidos debería presentar los elementos probatorios para acusar y sancionar a los siete funcionarios venezolanos implicados. “No es posible que un presidente de una potencia extranjera haga esos señalamientos y no se presente ninguna prueba”, puntualizó el gobernador León. Se puede decir más alto pero no más claro.
Otro detalle relevante es que la resolución de la Casa Blanca no incluye el sector energético. En eso ni Obama ni su equipo aprecian amenaza alguna. Quizás sea porque Venezuela es el cuarto proveedor de crudo de Estados Unidos. O quizás sea porque el 40% del petróleo venezolano se exporta a ese país, donde es refinado y reexportado a Venezuela. Eso se debe a que las refinerías venezolanas no están equipadas para refinar petróleo pesado. Extender el castigo al sector de la energía cortaría de raíz todos estos grandes negocios.
Finalmente, ¿qué efecto tendrán las sanciones a Venezuela en las actuales negociaciones con Cuba? ¿Pueden perjudicar el proceso de normalización con la isla caribeña?
Como no podía ser de otra forma, el Gobierno de La Habana calificó las medidas de “arbitrarias y agresivas” y reiteró su “apoyo incondicional” a su aliado bolivariano. Esa es la lógica reacción diplomática de un país amigo, pero ¿qué hay detrás de esas palabras de aliento? A La Habana realmente le conviene más seguir trabajando en la mejora de las relaciones con EEUU, pero no cabe duda de que Raúl Castro habrá tomado buena nota de los hechos. Se antoja descartable que Cuba condicione el diálogo por el caso venezolano. Primará la Realpolitik. Lo ideal sería que Castro aprovechara el cara a cara con Obama, que podría producirse en abril en Panamá, para apadrinar un acercamiento discreto a Caracas.
En definitiva, el gran perdedor del deterioro del ambiente es, de nuevo, el pueblo venezolano, más allá de la cuestionada oportunidad de las sanciones de Obama.
TOMADO DE: http://www.contrainjerencia.com/
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