Cumbres y abismos
Roberto Hernández
Montoya
A la Venezuela de estos tiempos le impacientan esas
cumbres, porque raras veces se ha resuelto algo en ellas. Son lugares ideales
para el fariseísmo, el lugar común, las ideas recibida.
Hugo Chávez
Las cumbres son parajes extraños. Cuentan con una alta
jerarquía política, simbólica y económica, pero en ellas se suele dilapidar el
tiempo de un modo egregio.
Se habla de temas
trascendentes del modo más intrascendente.
Casi nadie dice cosas
importantes, por lo que casi nadie se equivoca.
Raras veces alguien
dice “huele a azufre”, por ejemplo. Muchas veces los discursos se quejan y se
quejan y aquello se convierte en un coro plañidero.
A la Venezuela de estos tiempos le impacientan esas
cumbres, porque raras veces se ha resuelto algo en ellas. Son lugares ideales
para el fariseísmo, el lugar común, las ideas recibidas.
Cuando me ha tocado estar en algún foro internacional he
observado que cada vez que pido la palabra la gente para la oreja, no porque yo sea un gran orador,
sino porque soy venezolano y eso hace que a mi palabra se le atribuya
eficacia de antemano, aunque no la tenga. La gente recuerda la revolución bolivariana, y eso hace
la diferencia.
Hugo Chávez cambió las cumbres porque las volvió borrascosas.
La gente dejaba de
bostezar al oírlo porque sabía que lo que venía era candanga, para usar una de
sus palabras favoritas. Podríamos, para seguir con el léxico popular, hablar de
cabilla, entre otros términos que significan contundencia.
Es que la gente en revolución no habla paja, incluyendo a
quienes se oponen a la revolución.
Cualquier cosa que digamos adquiere peso, consistencia, densidad. Sea lo que
sea. Basta decirlo en el contexto revolucionario para que se vuelva importante,
así sea para oponerse a la revolución. Hasta el sandío lema “Chávez vete ya” se
volvió trascendente.
En la Cumbre de Países
No Alineados ocurrió así. Las
propuestas del presidente Maduro fueron un rayo en la tensa calma de este mundo
revuelto.
Se percibió en su voz el trabajo, la construcción, la
eficiencia, reflejada en la impecable organización del evento. No, no es que el
Gobierno siempre es eficiente; aún le falta, pero es que la oposición no siembra ni una matica.
Todo en ella es destrucción, muerte y mamarrachada. En cambio, el Gobierno se la pasa construyendo,
bien o mal, pero construyendo. Así son las revoluciones.
@RHM1947
TOMADO DE: http://www.ultimasnoticias.com.ve/
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