CHINA Y EL FINAL DEL PODERÍO DE LOS EE.UU. DE NORTEAMÉRICA
(por Christopher Black*)
A las potencias imperialistas les distingue una larga historia de colonialismo en China e intentar reducir a su pueblo al papel de mendigos en su país.
Británicos, franceses, alemanes, estadounidenses y japoneses son todos culpables de crímenes contra China que no pueden ser olvidados o borrados de la memoria.
Finalmente derrotados en 1949, las potencias coloniales nunca abandonaron sus ambiciones de convertir a China en un “protectorado”, pero desde hace decenios, una vez más, tratan de atacarla aunque sea una nación soberana, tratando de calumniar a sus instituciones, a su gobierno, a su sistema político, saboteando su economía, amenazándola militarmente, dividirla en territorios “manejables”, como hicieron con Rusia.
El radio del ataque es amplio. Los canadienses, por orden de Washington, han secuestrado y aún mantienen como rehén a Meng Wanzhou, director financiero de la compañía de tecnología Huawei.
Al mismo tiempo, el gobierno de Trump utilizó el arresto como una advertencia para los países que comercian con Irán.
Han aumentado las provocaciones armadas frente a las costas chinas, por parte del imperio estadounidense y sus estados vasallos, que envían repetidamente buques de guerra a través del Estrecho de Taiwán, argumentando la ‘libertad de navegación‘, pero al tiempo afirman que la antigua Formosa, hoy una provincia de China, es un protectorado occidental.
El gobierno de los Estados Unidos, además, permitió que el primer ministro taiwanés, Tsai Ing-wen, se reuniera con funcionarios de alto nivel del gobierno norteamericano, en flagrante violación de la norma “Una sola China”, reconociendo a Ing-wen como jefe de una nación independiente, en lugar de lo que es en realidad, es decir, gobernador de una provincia china al que vendió miles de millones de dólares en equipos militares, en contra de las lógicas protestas de Beijing.
Los Estados Unidos incluso han llegado a afirmar que Taiwán detenta un crucero con misiles guiados, USS-Antietam, con permiso para navegar a través del Estrecho (sin que esa provincia tenga ninguna autoridad para ello), lo que agrava aún más la situación.
Los ejercicios militares chinos, a gran escala, que parecen involucrar a todas las ramas del Ejército Popular de Liberación, es decir, terrestres, aéreas, navales, misiles y fuerzas estratégicas, comenzaron el pasado domingo 28 de julio.
La duración de tales maniobras duró más de una semana, cuando al final de los ejercicios los silenciosos cazabombarderos J20 chinos, fueron trasladados a la costa en esta semana de agosto.
El gobierno chino “cerró” amplias áreas de los mares costeros al tráfico marítimo y aéreo, para realizar estas maniobras.
El Global Times, citando una fuente ‘interna’, escribía: “Mientras más secesionistas taiwaneses generen problemas y más apoyo extranjero reciban, más pronto se reunificará China”.
El Ministerio de Defensa chino emitió una seria advertencia el pasado 25 de julio, el mismo día que el USS-Antietam cruzó el Estrecho, una semana después de que un destructor canadiense y un barco de apoyo hicieran lo mismo, e inmediatamente después de completar los ejercicios conjuntos de las aviaciones chino-rusa.
Los ejercicios en curso apuntan claramente en una dirección, enviando un claro mensaje del gobierno de Xi Jinping de que China está preparada para el peor de los casos, en defensa de su soberanía e integridad territorial.
El miércoles 24 de julio, Beijing advirtió que podría hace uso de la fuerza contra cualquiera que interviniera en sus esfuerzos para que Taiwán formara parte de una China totalmente unificada.
Fueron palabras de Wu Qian, portavoz del Ministerio de Defensa, durante una sesión informativa sobre el nuevo Libro Blanco sobre defensa nacional.
‘Si alguien se atreve a separar a Taiwán de China, el Ejército del Pueblo luchará, defendiendo resueltamente la unidad soberana del país y la integridad territorial’.
Pero vale la pena mencionar el documento en sí:
“Resolver el problema de Taiwán y lograr la reunificación completa del país, representa uno de los objetivos fundamentales de la nación china y es esencial para lograr el rejuvenecimiento nacional.”
“China se adhiere a los principios de ‘reunificación pacífica’ y respeta la norma de ‘un país, dos sistemas’, que promueven el desarrollo de las relaciones a través del Estrecho, promoviendo el hermanamiento definitivo del país”.
“Mientras tanto, China se opone decididamente a cualquier intento o acción para dividir nuestra nación y condena cualquier interferencia extranjera con ese propósito. China debe ser y será reunificada”.
China tiene la firme determinación y la capacidad de salvaguardar la soberanía nacional y la integridad territorial.
Nunca permitirá la secesión de ninguna parte de su territorio, por ninguna persona, organización o partido político en ningún momento.
No podemos prometer que renunciaremos al uso de la fuerza y nos reservamos el derecho de tomar todas las medidas necesarias.
Esta advertencia no está dirigida, en absoluto, a nuestros compatriotas en Taiwán, sino a las fuerzas externas y al escaso número de separatistas que abogan por ‘independencia de Taiwán’.
El EPL derrotará, sin lugar a duda, a cualquiera que intente separar a Taiwán de China, salvaguardando la unidad nacional a toda costa. ‘
Y termina diciendo:
“China siempre estará comprometida con una política nuclear que rechaza el uso de esas armas, en ningún momento y bajo ninguna circunstancia, por lo que no utilizará ni amenazará con ese tipo de armamentos a otros estados, dispongan o no de artefactos similares o se hallen libres de tales dispositivos”.
“China apoya la prohibición completa y la destrucción total de ese armamento, además de no participar en ninguna carrera nuclear con ningún otro país, pero manteniendo su arsenal en el nivel mínimo requerido para la seguridad nacional.”.
“China persigue una estrategia de autodefensa nuclear, cuyo objetivo es mantener la seguridad nacional estratégica, al disuadir a otros países de usar o amenazar con usar armas nucleares contra nuestra nación”.
“La paz es una aspiración para todos los pueblos y su defensa es un tema eterno para la humanidad.
Frente a los desafíos de seguridad global que se están volviendo cada vez más complejos, China cree firmemente que la hegemonía y la expansión están condenadas al fracaso, porque la seguridad y la prosperidad deben compartirse.
China seguirá comprometida con el desarrollo pacífico de los pueblos, trabajando y colaborando con líderes de todos los países del mundo, para salvaguardar la paz global y promover el desarrollo común”.
Pese a ese manifiesto, las potencias imperialistas occidentales continúan haciendo todo lo contrario.
La presión sobre China continúa en Hong Kong con elementos “quintacolumnistas”, respaldados por los gobiernos de EEUU y Gran Bretaña, que toman violentamente las calles, agreden edificios gubernamentales, comisarías, destrozan los símbolos del gobierno chino, todo ello con un solo objetivo: crear caos, socavar el orden, tratar de avergonzar al gobierno chino, actuando como simples provocadores que intentan que en Occidente se piense que China no respeta los derechos de los ciudadanos.
El 30 de julio, los secuaces occidentales de Hong Kong intentaron paralizar el sistema subterráneo de transporte, bloqueando puertas y acosando a los pasajeros.
Fueron jaleados y aplaudidos, apoyados y respetados por líderes y medios occidentales que, al mismo tiempo, aplauden las tácticas represivas de la policía de Macron en Francia contra los Chalecos Amarillos.
Hace tiempo escribí sobre las conexiones políticas y financieras entre varios líderes y gobiernos, agencias y altos funcionarios de los Estados Unidos y el Reino Unido, incluyendo las reuniones de algunos de ellos con Mike Pompeo y Paul Wolfowitz.
En esas marchas violentas se adivina la orientación política de las protestas, cuando muchos manifestantes llevan banderas de los EEUU, británicas o la antigua enseña colonial británica del Hong Kong colonizado.
Son los oportunistas habituales disponibles en cualquier país, siempre que les pague un precio correcto.
Pero son una amenaza grave, por lo que los gobiernos de China y de Hong Kong han emitido una serie de declaraciones en las que advierten que su paciencia se está agotando y que actuarán de acuerdo con la amenaza que representan.
Las potencias occidentales, protegiendo esas acciones agresivas, violan la letra y el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas y el principio, ahora consolidado, del derecho internacional de no injerencia en los asuntos de otro estado.
Apoyar a los partidos políticos que buscan derrocar a un gobierno legítimo, defender la insurgencia violenta representa una grave violación del derecho internacional, pero la arrogancia estadounidense ha alcanzado altos niveles, asumiendo el derecho de cometer ese tipo de intervención donde quiera y cuando le convenga, mientras que sus estados y organizaciones vasallos, desde Japón, Australia o la OTAN, colaboran con el gobierno estadounidense en fomentar esas alharacas, con la esperanza de atrapar algunas migajas que caen de la barba del tío Sam.
Las personas razonables preguntan qué se puede hacer con respecto a las políticas agresivas de los Estados Unidos.
Rusia y China hablan de contener la amenaza, renovar la confianza, utilizar la diplomacia pacífica, apoyar el diálogo con Irán para reducir el peligro inminente de guerra en el Golfo Pérsico, como las conversaciones sobre Venezuela, mientras la Casa Blanca se divierte sancionando y amenazando a todas las naciones que no cumplan sus órdenes.
Pero este Trump y aquel Obama, aquel Bush y el otro Clinton, responden aún con más arrogancia, pretendiendo ganarse el respeto internacional por ser líderes del país más belicoso del globo terráqueo, el más preparado para ir a la guerra y conseguir que ‘Estados Unidos vuelva a ser grande’.
La historia nos enseña una lección: los liderazgos que crecen a costa de su propia vanidad, egoísmo y prepotencia, mientras consideran a su propia gente como peones útiles, traen la ruina para sí mismos, su pueblo y su nación.
Napoleón pensó que tenía el mundo bajo su bota, hasta que las armas rusas, un invierno ruso y un zar inteligente le humillaron.
Una derrota que llevó a las tropas británicas a obligar a Francia a restaurar la monarquía borbónica en 1815.
Hitler pensó que él también podría conquistar el mundo, pero una vez más, como Napoleón, su ambición fue derrotada por la realidad de la Rusia soviética, su nación destruida y su cuerpo reducido a un montón de cenizas.
Cuando tiene lugar el “comienzo del final” del poder estadounidense, nadie puede arriesgarse a vaticinar el futuro; pero podemos predecir que será sangriento para los estadounidenses, que no tienen muchas victorias que recordar y sí bastantes derrotas.
Los líderes de EEUU mantiene una fe morbosa hacia la guerra, como medio ideal para hacer política, una creencia ingenua en su superioridad y un desprecio hacia todas las otras naciones, que resume el corolario de esa supuesta superioridad.
Entonces, la lógica de la situación nos lleva a prever una catástrofe, excluyendo la posibilidad de un fenómeno en el terreno de la diplomacia o un cambio prodigioso, mágico y fundamental en la naturaleza de la sociedad estadounidense.
Pero yo no creo en los milagros.
NOTA.- Christopher Black es abogado penalista internacional con sede en Toronto. Es conocido por sus trabajos sobre crímenes de guerra que recientemente publicó en su novela ‘Debajo de las nubes’. Escribe ensayos sobre derecho internacional, política y eventos mundiales, especialmente para la revista en línea ‘New Eastern Outlook’.
https://journal-neo.org/2019/07/31/china-and-the-conclusion-of-american-power/
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