Las “revoluciones naranja” y las falsas protestas contras sistemas políticos que no agradan a los gobiernos occidentales (EEUU y los de la UE), forman parte, desde comienzos del siglo XXI, de una estrategia golpista que evita a Washington emprender acciones militares que podrían acabar en un fiasco absoluto, como los acaecidos en Corea y Vietnam.

La monumental cifra de armamento y dólares que Arabia Saudita, EEUU e Israel dedicaron a los grupos terroristas radicales (Al Qaeda, Al Nusra, Hermanos Musulmanes, Isis, etc.) sirvieron de ejército, además de la OTAN y las mentiras políticas o mediáticas (no menos gigantescas), para arrasar a las poblaciones de Libia y Siria, coincidiendo en tiempo, aunque no geográficamente, con los golpes de estado en Honduras y Paraguay (la mayor reserva de agua dulce del continente americano), además de la injerencia descarada (CIA, NSA, FBI) en los comicios en Brasil, Ecuador o Argentina, junto a los criminales bloqueos y ataques contra Venezuela y la reactivación del asedio en Cuba.

Ahora parece que les toca el turno a Rusia, exhibiendo protestas de algunos colectivos, cuya legitimidad en las elecciones municipales es nula, más los que se suceden en la villa de Hong Kong, en China, donde se utiliza la violencia (que en TV se llama protesta) de miles de personas que “anhelan la democracia“, mientras Falsimedia minimiza o silencia otros reclamos en diferentes naciones europeas y sudamericanas, cuyos manifestantes no suelen llevar enseñas de los EEUU (como en la ex colonia británica mencionada) sino que, si las exhiben, es para quemarlas en público.

Dado que el principal idioma en China es el mandarín, creo oportuno asegurar que Occidente acaba de renegar de las revoluciones “naranja” (como en Ucrania, donde el neonazismo sigue aumentando), para inventarse la “mandarina”, que tiene asegurado un rotundo fracaso.

Donald Trump y su pandilla de asesores y funcionarios criminales, han roto todos los tratados internacionales de control de armamentos y no saben qué hacer con sus 2.500 terroristas del ISIS, a los que podrían liberar, para que el mundo viva en 2020 una etapa siniestra de atentados y matanzas, peores que los del último tiroteo en El Paso.

Y aunque parezca atrevido, puedo deducir que algunos de aquellos asesinos a sueldo mantienen contacto permanente con las agencias de seguridad de EEUU, Francia, Israel y Gran Bretaña. ¡Ah¡…se me olvidaba: y con el CNI español, cuya relación con los autores intelectuales del atentado en las Ramblas de Barcelona en 2017, aún no ha sido explicado a la población, ni exigido por los “progresistas” unidos-que-no-pueden-o-no-quieren.

No hay duda. El cambalache del siglo XX sigue boyante en el XXI, pero las únicas naciones que pudieran frenar esa oleada de “falta de respeto y atropello a la razón”, porque están dotadas de ejércitos poderosos y gobiernos más que respetables, son Rusia y China. Que nadie lo dude.



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