El nuevo orden
requiere ‘matronas’ y patrones nuevos.- EDITORIAL
El orden imperante lleva quinientos años y, solo después de la Segunda Guerra Mundial, se modificó un poco, al consolidarse Estados Unidos como la principal potencia hegemónica.
En compañía, eso sí, de algunos países de Europa Occidental, a partir los acuerdos de Bretton Woods en lo económico; y la OTAN en lo militar.
Ese es el orden del que muchos voceros autorizados, especialmente del ámbito académico, dicen que ya colapsó y que debe ser sustituido pronto.
El cadáver apesta; pero nadie, en Europa o Norteamérica, se atreve a enterrarlo.
Y es que ese mundo lo forjó la élite europea en todos los continentes (aunque no en la totalidad de culturas y territorios);
imponiendo la religión, el lucro, el extractivismo, la codicia compulsiva como valores civilizatorios;
el engaño y la traición como tradición política;
el autoritarismo, el abuso, la segregación y la servidumbre como formas del poder de los patrones y de las autoridades coloniales;
y el comercio como medio para fortalecer y perpetuar las desigualdades económicas, sociales, científicas y tecnológicas entre las naciones.
Ese orden capitalista resultó muy provechoso para la oligarquía de un grupo de países, cuyos territorios originales, representan el 1.26%. (Portugal, España, Reino Unido, Francia, Holanda, Bélgica y Alemania) de la extensión total de los continentes.
Ha sido incapaz de proteger a los vecinos durante la pandemia de 2020, sobre todo allí donde más arrogancia adquirió la cultura del saqueo, la hegemonía comercial, militar, política y científica, que solo permite la derrama económica.
La destrucción que el extractivismo provoca, los promontorios de residuos tóxicos y plásticos sintéticos y la ropa, calzado, electrodomésticos, automóviles y chatarra que, cíclicamente, se descarta como parte del círculo vicioso de la producción constante y el consumismo desenfrenado a que obligan las prácticas acumuladoras y expansivas del capitalismo financiero, para que llegue a la periferia.
Apesta ese orden basado en deudas, saqueo, despojo, mitos monetarios y propaganda sistémica a través de la prensa escrita, la radio, la televisión, la ficción cinematográfica y las redes sociales.
El nuevo orden debe surgir de las entrañas de los pueblos, de su anhelos de justicia, de la jerarquización de los problemas colectivos; de la planificación del qué y de cómo habrán de abordarse, bajo la preferencia del bien común, cada uno de los desafíos.
Un nuevo orden requiere del involucramiento de profesionales, académicos, científicos y pensadores (no de voceros oficiosos) a través del aporte de sus estudios y conclusiones para que, finalmente, los pueblos decidan qué descartan y qué aprueban con base en el bien común y la convivencia equilibrada con las demás especies, los ecosistemas y el clima del planeta.
El nuevo orden requiere gobernantes obedientes y no deliberantes con sus pueblos.
Y debe forjarse desde Latinoamérica, Asia y África.
Tomado de: https://elcomunista.net/
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