Venezuela en la geopolítica de los alimentos II (I Parte)
Entre la Primera y la Segunda Revolución Verde.
“LA AGRICULTURA ESTÁ DOMINADA POR RENGLONES DE PRODUCCIÓN FORÁNEA: INSECTICIDAS, HERBICIDAS, FUNGICIDAS, MAQUINARIA, REPUESTOS E IMPLEMENTOS MEDIOS Y HASTA MENORES PARA EL TRABAJO AGRÍCOLA”
Orlando AraujoVenezuela Violenta, 1968
La etapa que define el carácter dependiente de Venezuela, asociado a la renta petrolera, en el sector de la producción primaria de alimentos, es igual a la de procesamiento o manufactura[1], también se desarrolló enmarcado en el Tratado de Reciprocidad Comercial con EEUU desde 1939; la Ley de Desarrollo y Asistencia del Comercio Agrícola LP-480 de 1954, como parte de la Doctrina Truman de ese país norteamericano para la contención del Comunismo después de la II Guerra Mundial y; la posterior aplicación de la Revolución Verde iniciada en los años sesenta, como política destinada a los países en desarrollo para la puesta en marcha del “poder de los alimentos” por parte de EEUU en el mundo, o mejor dicho, una manera adicional de proyectar y controlar el poder mundial[2]; cuyo programa agrícola desde su nacimiento, está asociado a una matriz energética, primordialmente hidrocarburífera, de la que es altamente dependiente, así como el agua, la tierra y la biodiversidad, como última expresión, en la carrera para obtener el control de los Recursos Naturales Estratégicos (RRNNEE), por ende, convierte a la producción primaria de alimentos interdependiente y a su vez, inmersa en la misma dinámica de competencia internacional, entre diferentes actores estatales o trasnacionales como Bayer- Monsanto, Corteva AgrisCience y Syngenta; y en este caso la nación venezolana, no escapa a esta disputa, puesto que es poseedora de grandes reservas estratégicas, necesarias para el funcionamiento del sistema agroalimentario mundial. Veamos.
VENEZUELA ENTRE LA PRIMERA Y LA SEGUNDA REVOLUCION VERDE
La primera Revolución Verde y el desarrollo de la matriz agroindustrial actualmente conocida, para incrementar la producción de alimentos básicos como el maíz, el sorgo, la soya, etc, con una dependencia directa cada vez mayor, de este modelo agrícola con los hidrocarburos[3], fue creado y exportado por la Fundación Rockefeller, a través de transnacionales nucleadas a nivel mundial, pero en Venezuela, la impulsora de este programa, del cual también formaba parte, estaba dirigido directamente por esta, mediante la Creole Petroleum Corporation[4], filial de Stándar Oil (actual Exxon Mobil) que poseía el 95 % de la propiedad; y en el sector agrícola, la Creole Investment Corporation realizaba las inversiones no petroleras, destinando su capital a empresas industriales agropecuarias de alta productividad, que le permitiera a parte de alcanzar una ganancia superior, influir en estos sectores, y al final absorber las inversiones venezolanas del capital privado y público[5].
Mediante este programa, la labranza de la tierra de forma manual y animal o de tracción, fue reemplazada por la mecanización agrícola, se incorporaron las semillas hibridas, fertilizantes y otros agroquímicos, y su consecuente expansión mundial; significando el aumento de la escala de producción y extensión de la frontera agrícola, volviendo obsoleta la mano de obra rural humana como factor productivo, desarticulando las organizaciones rurales, que en la época evitaba las revueltas agrarias en los países del tercer mundo, y así el comunismo, convirtiéndose en un antídoto “antisocialista”, desvinculando a las poblaciones de sus territorios y en el plano energético, obligó bajo esta infraestructura productiva “más eficiente” a recurrir a las importaciones y dependencia de los insumos principalmente hidrocarburíferos, como fertilizantes, combustibles y otros[6].
Esto quiere decir que, desde ese entonces, cuando hablamos de la producción primaria de alimentos a pequeña o gran escala, se pasa por la necesidad de varios medios de producción como semillas, maquinarias[7] (tractores, cosechadoras, fumigadoras, abonadoras), fertilizantes inorgánicos (N, P, K), agroquímicos (herbicidas, fungicidas, insecticidas), riego artificial, industria procesadora, infraestructura de silos y almacenamiento, transporte, entre otros.
En este sentido, la producción de alimentos pasó de depender en forma directa de los recursos naturales vitales como agua y tierra a necesitar adicionalmente, petróleo y gas. Por esto, se plantea que puede verse afectada si no contara con el suministro constante de éstos para su funcionamiento, desarrollo y crecimiento; respondiendo aún, a los mismos requerimientos de energía en la denominada Segunda Revolución Verde, que nace con la “necesidad” de profundizar la primera, en pocas palabras, “producir más alimentos” para una población cada vez más creciente, a través de mayores rendimientos con el devenir del cambio tecnológico.
Es con este cambio tecnológico y la Segunda Revolución Verde[8], presentada por las grandes transnacionales del agronegocio desde el 2008, como el “futuro de la agricultura”, que ahora sí, cumplirá lo que la primera revolución no logró, “resolver el problema del hambre del mundo”, con la ayuda de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), insertados desde mediados de los años 90, con el fin de aumentar los rendimientos de la producción, haciendo a los cultivos más resistentes para obtener mayor cantidad de alimentos, basado en el mejoramiento genético de los mismos, por ejemplo, mediante la introducción de expresiones en las plantas para que sean resistentes al glifosato, o las conocidas semillas “terminator”, las cuales se auto esterilizan tras la primera cosecha, no pudiéndose usar nuevamente; y asociado a las técnicas introducidas después de la segunda guerra mundial (la Primera Revolución Verde). En otras palabras, la continuidad del “food power” para el control del poder mundial ampliándose a nuevos horizontes.
En relación a Venezuela, durante la Primera Revolución Verde, las grandes transnacionales estadounidenses de molienda y alimentos y otros, se establecieron en el país, tutelando además el nacimiento de la industria nacional alimentaria bajo la importación de granos y otros bienes agrícolas para poner en marcha la misma, aprovechando la eliminación de los excedentes de producción de EEUU, que cambió incluso, los hábitos alimenticios, imposibilitando a su vez, el desarrollo de la agricultura venezolana, dependiente en todos los componentes para la producción primaria de alimentos, de “producción foránea (cómo los) insecticidas, herbicidas, fungicidas, maquinaria, repuestos e implementos medios y hasta menores para el trabajo agrícola”[9], a través de diferentes subsidiarias o sucursales, en la que con el tiempo se expandían por ejemplo, a controlar el sector petrolero, petroquímico, incluso de tierras, fuentes de aguas y biodiversidad. En otras palabras, a Venezuela como a todos los países de América Latina y El Caribe se le asignó el papel de “mero productor, proveedor de materias primas e importador de productos industriales, sin realizar ningún esfuerzo industrializador”[10], en correlación con el “informe Rockefeller” de 1958 sobre la política internacional de EEUU, donde se mencionaba, que era necesaria la integración con Latinoamérica que permitiría la “ampliación de los mercados y mayores oportunidades” a las empresas de su país, finalmente ejecutada a través de ALALC[11], y Venezuela, el puente para esa penetración, por parte de Estados Unidos, para el control de abastecimiento regional[12].
Con el nacimiento de la “Segunda Revolución Verde”, el escenario en el país caribeño no coincide con el de la primera, no se ha podido desplegar el andamiaje a todas sus anchas de la “última expresión en materia de competencia de recursos naturales”[13] referidos directamente a la masificación del uso de los paquetes tecnológicos y la siembra directa, cuya relación es intrínseca a los transgénicos[14], donde la semilla genéticamente modificada y las patentes sobre la biodiversidad, viene a convertirse en la forma de expansión del control de la agricultura con el cambio tecnológico, erigido sobre las bases de la Primera Revolución Verde y por ende, dependiente de los recursos naturales estratégicos, vitales y la misma matriz agroindustrial.
Este escenario en Venezuela, adverso a la Segunda Revolución Verde, comienza con el proceso de regulación de semillas desde el año 2002[15], declarando de interés nacional las actividades de obtención, investigación, producción, comercialización y todas aquellas actividades en el uso de semillas, en la cual se distingue por primera vez en el país, la categoría de condición natural o transgénica y dedica el Capítulo II a los organismos transgénicos u organismos modificados genéticamente, y en su artículo 16, prohíbe la liberación sin certificado de inocuidad biológica expedido por el órgano nacional competente. No existiendo otro tipo de control, más que sanciones a su incumplimiento[16].
Sin embargo, la legislación en Venezuela siguió profundizando su control y proceso de reproducción sobre las semillas u otro material genético de carácter animal. Partiendo del 2004, cuando en un hecho sin precedente, el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez, declaraba que se prohibiría el cultivo de semillas modificadas genéticamente en el país e incluso que cancelaría un ensayo (con la empresa Monsanto para la siembra de 200.000 hectáreas de soja transgénica en Venezuela), al descubrir que se trataba de este tipo de semillas, anunciando que “ordenó poner fin al proyecto”, en defensa de la agricultura y la soberanía de los pueblos[17].
Finalmente, en el 2016 entra en vigencia la nueva Ley de Semillas[18], que privilegia la producción nacional, contraria a las patentes y derechos de obtención de semillas y; prohíbe la liberación, uso, multiplicación y entrada al país, así como la producción nacional de semillas transgénicas.
Por eso decimos, que si en los años 60, Venezuela estuvo completamente abierta para la implementación de la Primera Revolución Verde, la cual se desarrolló de forma desbocada y desmedida; con la llegada del siglo XXI, existe un cambio sustancial que impide hasta ahora, la apertura total para la aplicación sin restricciones de la Segunda Revolución Verde y los Organismos Genéticamente Modificados, contrario a lo que ha sucedido por ejemplo en Argentina y Brasil desde 1996; a lo que se suma un mayor control estatal sobre los recursos naturales estratégicos de origen hidrocarburífero, principales componentes de la matriz energética mundial y de la cual como hemos mencionado, es este modelo agrícola, altamente dependiente, y por ende, la producción primaria de alimentos.
PLANTEAMIENTOS FINALES:
Para lograr la adopción y aplicación de la Segunda Revolución Verde, las trasnacionales necesitan del acompañamiento y apoyo Estatal, quien es el responsable de autorizar la entrada, para insertar el modelo agrícola generalmente desde los organismos, instituciones nacionales o la academia, nucleado a través de las universidades o centros de estudios, mediante estudiantes, profesores e investigadores, convertidos no más que, en multiplicadores de la utilización de las tecnologías desarrolladas por el agronegocio, llevando adelante las pruebas técnicas de adaptación para que finalmente, los técnicos y productores insertados en las asociaciones, gremios, o grupos, terminen adhiriendo, con el relato de implantar modelos agronómicos más adecuados, rendidores, rentables y sustentables, con el amparo del aparato estatal.
También es preciso señalar, que la Segunda Revolución Verde no está en sí misma, como tampoco fue la primera, diseñada para los pequeños productores, los cuales no son considerados por las grandes transnacionales para insertarse en la llamada “transformación tecnológica” por la dificultad para acceder económicamente a esta, y donde sólo tienen privilegio los productores, que puedan pagar por ella; por ser, los más pequeños, los que menos opciones tienen de tomar un crédito para comprar sus insumos y poder sembrar[19], y adicionalmente, que bajo este paquete tecnológico, no consiguen la mayoría de las veces recuperar la inversión, generando una deuda que impide poder iniciar una nueva campaña; entonces el Estado es llamado a volver a jugar un segundo papel, atender las necesidades, no del productor, sino de la transnacional, y para ello solicita la aplicación de políticas estatales para este sector, generalmente mediante infraestructura y financiamiento, eso sí, relacionada al agronegocio, que le abra el camino para llevar adelante su programa, convirtiendo al Estado en el financista de la inserción del modelo agrícola.
Si hablamos de la Venezuela actual, donde aún no ha avanzado con fuerza la Segunda Revolución Verde y la semilla como insumo natural, no se ha convertido en Organismo Genéticamente Modificado (OGM) desplazando el papel del principal recurso, la tierra, para la producción de alimentos; es necesario garantizar la protección a la propiedad del pequeño y mediano productor, y el derecho al acceso a insumos con planes innovadores, puesto que con el cambio tecnológico, como ya sucede en otros países, el OGM propiedad de las transnacionales, bloquea el acceso, convirtiendo a la tierra en un insumo más, esto quiere decir, si no puedes adquirir la semilla, la tierra no sirve de nada; o como sucedió en épocas anteriores de reformas agrarias en el país durante la Primera Revolución Verde, donde la limitación al acceso, para adquirir el paquete tecnológico, semillas, fertilizantes, herbicidas, insecticidas o fungicidas, o maquinaria agrícola, partes constitutivas de este modelo agroindustrial, termina finalmente, expulsando al productor.
Y no se puede dejar de mencionar, que este modelo agrícola del agronegocio, promocionado desde la Primera y ahora en la Segunda Revolución Verde, como la panacea para eliminar el hambre en el mundo, y su necesaria aplicación para cumplir el objetivo de “hambre cero”, porque aumenta los rendimientos de la producción, es completamente falaz, muestra de ello, es la contra cara Argentina, el “supermercado del mundo”, “el granero del mundo”, que produce alimentos para 400 millones de personas, y no puede alimentar a su propia población que ronda en 44 millones de individuos[20], de los cuales 14,2 millones de personas (2018), no tienen acceso a alimentos por falta de recursos económicos o de otro tipo[21]. Quedando en evidencia que ni con los transgénicos o la Segunda Revolución Verde, ni logrando la autosuficiencia alimentaria, o la sobreproducción de alimentos, se acaba por sí sólo con el flagelo del hambre dentro de cada país, si no se acompaña estrictamente con políticas nacionales, que garanticen que los alimentos producidos lleguen primeramente a toda la población. Y particularmente, que la visión corporativa de las transnacionales, relacionada a que mayor crecimiento de la población, necesita mayor producción de alimentos, y que además, se hará de forma sustentable, no es más que un negocio para controlar los circuitos de alimentos, los cuales estarán disponibles sólo para las poblaciones que puedan pagar por ellos.
Desde nuestra visión, puede convertirse el bloqueo económico y financiero actual contra el país, en una oportunidad, para el avance en el desarrollo científico tecnológico, pensado desde la periferia, más no desde la subordinación; una vez que se ha tomado la extraordinaria decisión de darle nuevamente el carácter de Ministerio a la Ciencia y la Tecnología, y muestra de ello, es la producción de semilla de papa nacional, que ha evitado la importación de simientes[22], así como este ejemplo, son innumerables las decisiones que se pueden tomar, con el fin de configurar un sistema agroalimentario venezolano robusto, que responda a los intereses de la nación, tomando en consideración que forma parte constitutivo del poder nacional, y que junto a su población, son los alimentos, vitales para la existencia de un Estado. Los Recursos Naturales Estratégicos, están.
Y justamente por esto, es preciso finalizar, destacando que con la Primera y la Segunda Revolución Verde, surge también, la necesidad de controlar los Recursos Naturales Estratégicos, por la alta dependencia para poder llevar a cabo la producción primaria de alimentos a escala mundial, intrínseco de este modelo agrícola; por eso, con una mirada puesta desde el sistema agroalimentario, es válido hacernos la pregunta que muchos se responden, en el marco del bloqueo económico y financiero que se ejecuta contra Venezuela, ¿EEUU quiere el control del petróleo? Hagamos otra ¿es sólo el petróleo? ¿Es sólo EEUU?, en la próxima entrega lo responderemos.
[1] (Sánchez, Venezuela en la geopolítica de los alimentos. El ciclo de la oligopolización y transnacionalización de la industria, 2019)
[2] (Sánchez, De la Venezuela exportadora de café y cacao al petróleo, 2019)
[3] (Borrell, 2009) Seguridad agroalimentaria versus dependencia geoestratégica: la competencia por los recursos naturales y el sistema agroalimentario argentino. Buenos Aires, Argentina: Instituto de enseñanza superior del ejército.
[4] En los años 40, era la mayor productora de petróleo del mundo (Sánchez, Venezuela en la geopolítica de los alimentos. El ciclo de la oligopolización y transnacionalización de la industria, 2019).
[5] (Araujo, 1968) Venezuela violenta (2010 ed.). Caracas, Venezuela: Fundación Editorial El perro y la rana.
[6] (Borrell, 2009) OP Cit.
[7] Mecanización (reemplazo la labor manual y humana) que a su vez, es impulsada por combustibles fósiles.
[8] (El Periódico, 2008), Desde el 2008, Bayer CropScience, y su presidente Friedrich Berschauer anunciaban: “Lo que necesitamos es nada más y menos que una segunda revolución verde» (…)»Es necesario desarrollar nuevos métodos de protección pero también nuevas variedades de plantas”, quedando mucho trabajo por hacer, uno de ellos, el primero, empezar por «educar a las personas» y explicarles que los cambios genéticos en las plantas pueden ser beneficiosos.
[9] (Araujo, 1968) OP Cit.
[10] (Sánchez, 2019) OP Cit.
[11] La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) fue un organismo regional latinoamericano existente entre 1960-1980. Creado el 18 de febrero de 1960 por el Tratado de Montevideo. Cambiado posteriormente por la ALADI.
[12] (Araujo, 1968)OP Cit
[13] (Borrell, 2009) OP Cit
[14] (Borrell, 2009) OP Cit
[15] Se publica por primera vez en Gaceta oficial 37.552 de octubre de ese año la primera Ley de semillas, material para la producción, animales e insumos biológicos.
[16] (Sánchez, Sistema agroalimentario venezolano, componente del poder nacional, 2016)
[17] (Sánchez, 2016) Ibit.
[18] (Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, 2015) Publicada en Gaceta Oficial 6207 del 28 de diciembre de 2015.
[19] (Agronegocios, 2019) Corteva llega a Colombia. Recuperado el 28 de 11 de 2019, de https://www.agronegocios.co/agricultura/desde-corteva-vemos-que-un-gran-mercado-para-colombia-es-la-ganaderia-2904902
[20] 44.938.712 personas, según INDEC, 2019
[21] También inseguridad alimentaria total y severa en el 29,3% de los hogares y el 13 % en los menores de 0 – 17 años, o sea, 1 de cada 3 niños, niñas y adolescentes argentinos, sufren hambre. (Sánchez, Venezuela no es Argentina, 2019),
[22] (RT, 2019) ¿Cómo Venezuela ha ahorrado más de 400 millones de dólares con la semilla de papa? Recuperado el 27 de 11 de 2019, de https://actualidad.rt.com/actualidad/318369-venezuela-ahorrar-millones-semilla-papa
Tomado de: https://www.solidaria.info/
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