Al Paquetazo del FMI y CAP siguió el Caracazo
del pueblo de Bolívar: la insurrección popular del
27 de Febrero de 1989
1989, 27 F: El día que Venezuela se rebeló y dio
la clarinada a los pobres del mundo (VIDEO)
El Sacudón fue una clarinada para los oprimidos del mundo
Por: Prensa YVKE- TeleSUR - Aporrea.org | Viernes, 27/02/2015 06:13 AM |Aporrea
Caracas, febrero 27 - Hace veintiseis años se gestó el inicio de una lucha incesante, el pueblo venezolano, los hijos de Bolívar, padecían las consecuencias de una crisis política acentuada desde comienzos de los años ochenta. El engaño, la represión sistematizada, la corrupción administrativa, la complicidad del bipartidismo político representado por Acción Democrática (AD) y COPEI elevaron a níveles incalculables la desigualdad social entre la burguesía y la clase trabajadora.Esta situación reflejó su más cruda expresión durante la insurrección popular del 27 de Febrero de 1989, día en que la clase obrera se manifestó en contra de las medidas económicas neoliberales del expresidente Carlos Andrés Pérez. El Caracazo, conocido popularmente, fue un hecho social que puso en perspectiva la base constituyente del Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200) que sería liderado en una insurrección cívico-militar tres años después (1992) por el Comandante Hugo Chávez Frías.
Esa rebelión popular la calificó años más tarde el Comandante Chávez como "la chispa que encendió el motor de la Revolución Bolivariana" y, en consecuencia, surgió el recuerdo mediático de aquellas víctimas que lucharon contra el sistema neoliberal dePérez expuesto en el denominado "paquetazo" aquel 27 de Febrero de 1989. Este hecho sigue presente en la memoria colectiva del proletariado, porqué, atrás dejó una estela de muerte y desolación.
El paquete abarcaba aspectos de orden cambiario, financiero y fiscal; así como el sometimiento a las condiciones impuestas por elFondo Monetario Internacional (FMI), organismo que prestaría alrededor de 4.500 millones de dólares en tres años, bajo la condición de liberar las tasas de interés financiero en el sistema hasta 30%.
El intelectual Luis Britto García explicó en febrero de 2012, por medio de un análisis sobre el Caracazo que durante la administración de Carlos Andrés Pérez los bancos dejaron de lado su función de "intermediador" con el Estado, para dedicarse a la adquisición de subsidios especulativos, así como jugar en mesas de dinero. Esta situación arrinconó al Poder Popular al momento de solicitar créditos bancarios.
Este panorama económico ocasionó que los niveles de inflación superaran el 80% en 1989 según datos del Banco Central de Venezuela (BCV) y disminuyera la capacidad adquisitiva de la población. El organismo financiero aseguró en aquel momento que cayó abruptamente el índice de consumo para la clase obrera y, dejó como consecuencia, el quiebre de comercios por ventas mínimas.
Ese lunes 27 de febrero, el Ejecutivo Nacional incrementó el costo del pasaje, provocando la indignación y la rabia en millones de personas que sintieron el efecto de las medidas implementadas por el gabinete económico, al mando del economista Miguel Rodríguez, recordado como Miguel "paquetico" Rodríguez. Los conductores de la ruta Caracas-Guarenas aplicaron el alza del costo del pasaje, establecido en ese momento en 6 bolívares. Este se triplicó, ubicándose en 18 bolívares.
Semanas atrás, el 16 de febrero, Carlos Andrés Pérez había anunciado el contenido del "paquetazo", que incluía el incremento de los precios de bienes y servicios, entre ellos la gasolina. Estas medidas, dictadas por el FMI y el Banco Mundial (BM), potenciaron fenómenos como la escasez y el acaparamiento de alimentos, así como la amenaza de privatizar las principales empresas fuentes de empleo e ingresos para el país.
Sobre el estallido social, bautizado como El Caracazo, -aún cuando la "chispa" se encendió en Guarenas- la teoría del sociólogo francés Raymond Boudon, corrobora las acciones violentas contra el sistema político imperante protagonizadas por la población menos favorecida, el 27-F. Sostiene el estudioso "que la gente no se mueve tanto bajo la presión de los sufrimientos presentes, como en función de la pérdida de las expectativas futuras. Es capaz de hacer sacrificio, de aguantar los ajustes, siempre que perciba una luz al final del túnel".
En ese contexto, el 27F, hace 26 años, los venezolanos sintieron la angustia y desesperanza de cara al futuro ante la aplicación de la receta fondomonetarista impuesta por Pérez, lo que se traducía básicamente en el incremento de los costos de los productos de la cesta básica, el aumento del desempleo, los bajos salarios y las condiciones paupérrimas de vida de la gran mayoría nacional. A esto se le suma la corrupción galopante presente en las altas esferas del gobierno.
Asimismo en los ensayos y artículos reunidos en El Caracazo, publicado en 2014, en la colección "4F. La Revolución de febrero", el periodista Federico Álvarez resume como detonante de la rebelión cívica, la pobreza crítica que superaba para el año 1989, a su juicio, un 30% con niveles de marginalidad situado en más del 50%, "es decir, las dos terceras partes de la población percibía ingresos económicos que bordeaban la frontera de la subsistencia".
Igualmente refieren en la colección 4F que la modalidad y procedimiento del Caracazo, el 27 y 28 y días subsiguientes, fue distinta a otras experiencias suscitadas en Venezuela, sin embargo, acotan que la protesta fue contra los explotadores y opresores de diverso signo. El abasto, la carnicería y la camioneta de pasajeros -parte de la vida cotidiana de la gente- se convirtió en el blanco de la ira de un pueblo acosado por múltiples problemas económicos, derivados de la aplicación de pautas dictadas por organismos foráneos (FMI y BM).
Es así como la acción de los manifestantes se canalizó hacia negocios de expendio de alimentos, producto de ello, algunos fueron objeto de saqueos. El 27 y 28 de Febrero, se produjeron largas colas para adquirir alimentos, además, del temor y el miedo ante la presencia de vehículos militares en las calles de Caracas. El sonido de los disparos alertaba a los venezolanos, sobre todo, de los barrios sobre la violencia encarnada en la Fuerza Armada Nacional (Fan), cuerpo que recibió órdenes del gobierno (CAP), de asesinar, amparados en el toque de queda impuesto con el objetivo de "restituir el orden".
El Caracazo, se replicó en los estados Vargas, Mérida y otras ciudades del país, Las manifestaciones fueron controladas en una semana mediante una sangrienta represión desatada contra el pueblo en tiempos de democracia representativa. Cifras oficiales indican que las pérdidas humanas tras los hechos del 27 y 28 de febrero de 1989, fueron de 300 fallecidos, pero los reportes extraoficiales señalan que hubo cerca de mil muertos.
El Estado para reivindicar a las víctimas del Caracazo ha indemnizado a las familiares. Un primer procedimiento se realizó en 1999, cuando el presidente Hugo Chávez, reconoció los hechos como delitos de lesa humanidad los sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989 ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). En es primera fase se indemnizó a 182 personas.
El 27 de febrero de 2014, la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, en el marco de los actos conmemorativos del Caracazo, anunció que el Ministerio Público mantiene abiertos (hasta esa fecha) 336 expedientes de investigaciones sobre desaparecidos y fallecidos durante la rebelión.
"Estos expedientes contienen casos por uno o más fallecidos, es decir que 336 investigaciones corresponden a 336 sucesos", precisó la fiscal desde el Monumento a El Caracazo, erigido por la Alcaldía de Caracas en la entrada del Cementerio General del Sur, en honor a los caídos.
A 26 años de ocurrido los venezolanos recuerdan El Caracazo
http://youtu.be/IlS25HTFBoI
La utopía del neoliberalismo explotó en Caracas en febrero de 1989
por Alessandra Perdomo
Caracas, 27 Feb. AVN.- El neoliberalismo económico no era una mala palabra en los 80. Era, de hecho, la doctrina que se asumía como la tabla de salvación para un sistema capitalista que hacía aguas.
Los postulados del economista británico John Maynard Keynes (1883-1946), que se centraban en valorar el poder del Estado en la economía y su capacidad de estimularla en épocas de crisis, eran dejados de lado poco a poco desde los 70.
En su Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, de 1936, Keynes planteaba como respuesta a la Gran Depresión de 1929 la importancia de la intervención del Estado, para producir crecimiento económico con base en el pleno empleo.
Aunque respalda el capitalismo, consideraba necesaria la intervención estatal para "corregir las disfunciones del mercado", así como el uso de la política fiscal y monetaria y la inversión pública, lo que, además, se reflejaría en paz social y aumento de la productividad, tal como señala el analista Augusto Lapp Murga en un artículo publicado en 2012 en el portal web Rebelión.
En su obra cúspide, Keynes critica la teoría liberal clásica, y señala que esas ideas del libre mercado "no son las de la sociedad económica en que hoy vivimos, razón por la que sus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos reales", lo cita José de Jesús Rodríguez Vargas en su tesis doctoral en Economía de la Universidad Autónoma de México, de 2005.
"Los principales inconvenientes de la sociedad económica en que vivimos son su incapacidad para procurar la ocupación plena, y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y los ingresos", añade Keynes sobre el sistema liberal.
Además, considera de "importancia vital establecer ciertos controles centrales en asuntos que actualmente se dejan casi por completo en manos de la iniciativa privada".
Sus ideas sustentaron el llamado Estado de bienestar que caracterizó a la socialdemocracia y que luego, con la caída de sus postulados en los 70 y 80, derivó en el neoliberalismo.
Dice Rodríguez Vargas que la cúspide del keynesianismo fue en los años 60. "Cumplió con sacar al sistema capitalista de su crisis más profunda, de la deflación y del desempleo; reformó al sistema y lo desarrolló a niveles extraordinarios. Había desplazado y arrinconado en las universidades a la teoría del liberalismo, a la teoría clásica, neoclásica y microeconómica", señala.
El giro neoliberal
El giro económico neoliberal que vivió el mundo desde los años 70 le dio la espalda a esas ideas keynesianas, las mismas que le habían ayudado a superar la gran depresión y alcanzar una etapa de crecimiento económico y estabilidad.
El economista austriaco Friedrich von Hayek (1899-1992) fue uno de los promotores de esa tesis del libre mercado. Fue ideólogo del esquema derechista que caracterizó al Chile de Augusto Pinochet.
Lapp Murga recuerda que para Hayek los keynesianos hacen del Estado un "dictador económico", y, por ello, es partidario de un Estado mínimo. "Su programa básico es: desreglamentar, privatizar, disminuir los programas contra el desempleo, eliminar las subvenciones a la vivienda y el control de los alquileres, reducir los gastos de la seguridad social y, finalmente, limitar el poder sindical", dice el intelectual.
Las ideas de Hayek fueron apoyadas por Margaret Thatcher, en Reino Unido, y Ronald Reagan, en Estados Unidos. La tesis de la austeridad está en la base de estas propuestas, en contraposición al fortalecimiento de la inversión que sostenía Keynes.
En América Latina, a mediados de los 80 comienza la implementación de políticas de "ajuste estructural y estabilización económica" para frenar los efectos de la crisis de la deuda externa, lo que creó las condiciones para la instauración del proyecto neoliberal, tal como refiere Fermín Eudis, en un artículo publicado en 2010 en la revista de Ciencias Sociales del Instituto de Investigación de la Universidad del Zulia.
Era el Consenso de Washington en su apogeo. Con este nombre se designó en 1989 un conjunto de fórmulas que constituían el paquete de reformas estándar promovido para los países en desarrollo azotados por la crisis, según instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Representaban la liberación económica y la expansión de las fuerzas del mercado.
Eudis indica que la implementación de este modelo en la región se dio en dos fases: la de reducción funcional del Estado en la economía y la redimensión de las políticas económicas para cumplir las normas impuestas por los órganos financieros multilaterales.
En el primer período, se introdujeron políticas de choque para recortar el gasto público social y elevar las tasas de interés, recuerda Claudio Katz en una publicación de septiembre 2014 en el portal web Rebelión.
En la segunda etapa, añade, "las supersticiones en la mano invisible (del mercado) fueron complementadas con propuestas de darwinismo social competitivo. Se incentivó el remate de las propiedades del Estado y la apertura masiva a las importaciones. Con el pretexto de restaurar patrones de riesgo, esfuerzo y productividad, se propició la reducción de los ingresos populares y el aumento de la desigualdad".
"El establishment transformó estos principios en un libreto de toda la sociedad. El mismo relato fue expuesto por los gobernantes, transmitido en las escuelas, enaltecido en las universidades y popularizado por los medios de comunicación", prosigue Katz.
La glorificación
El capitalismo liberal fue glorificado para que se considerara como el único modelo económico posible y deseable, cuando la verdad es que crea grandes desigualdades. Así lo ha señalado el ensayista e intelectual canadiense John Ralston Saul, nacido en Ottawa en 1947 y quien ha llegado a sostener que la economía se ha colocado como un dios que dirige el mundo actual.
"Se hace creer al ciudadano que el rumbo de todo lo humano depende de unos parámetros económicos cuyo manejo está mas allá del alcance de la mayor parte de los hombres, de modo que se les aboca a la pasividad y al individualismo", dijo en una entrevista al portal español El Diario en octubre de 2012.
Aunque no es anticapitalista, Ralston Saul sí cuestiona planteamientos como la globalización y la adoración liberal y del mercado de los 90. Culpa a economistas, directivos, consultores y periodistas de economía por difundir "la idea de que el comercio libre, la globalización y la búsqueda del crecimiento eran el único camino a la prosperidad".
Caracas se levanta
En el caso de Venezuela, el ajuste estructural de la economía toca sus puertas en 1983, después de la crisis del llamado Viernes Negro (abrupta devaluación bajo el gobierno de Luis Herrera Campins).
La segunda etapa de esta expansión neoliberal llega al país en 1989, cuando Carlos Andrés Pérez, a semanas de haber sido electo para su segundo mandato, anuncia el paquete económico que le recetó el FMI a cambio de un crédito de 3.000 millones de dólares.
Liberación de tasas de interés (lo que elevaba los costos de los créditos y daba el máximo rendimiento a los bancos), unificación cambiaria y eliminación de tasa de cambio preferencial, mercado libre de divisas, liberación de precios, eliminación de aranceles a la importación e incremento en tarifas de servicios, de la gasolina y del transporte público forman parte de ese grupo de medidas.
Junto a la creciente pobreza, el descontento popular se extendió. En pueblo tomó las calles en rechazo a este recetario, y la respuesta fue una feroz represión gubernamental. El Caracazo quebró entonces la historia del país.
Como señaló Katz: "El neoliberalismo contrajo los ingresos populares, afectó la capacidad de consumo, incrementó la sobreproducción de mercancías y agravó varias modalidades de sobre-acumulación de capital".
Eudis agrega que una corriente explica que esta crisis del modelo neoliberal en América Latina obedeció a que esas políticas "no lograron alcanzar grados de eficacia favorables a la población, sino a los sectores económicos productores e industriales (...) no lograron corregir las brechas de desigualdad y marginalización; por el contrario, aumentaron los niveles de pobreza, exclusión, concentración de la riqueza, precarización del empleo e inseguridad social".
En Venezuela, mientras en los años 60 el nivel de pobreza fue de 20%, cuando terminan las décadas de los 80 y 90, época en que el neoliberalismo fue hegemónico en la región, ese indicador estaba en 57%.
Katz sostiene que el neoliberalismo mantuvo un bajo nivel de actividad económica y que el recorte de los salarios y del gasto social no incentivó la inversión. "Estuvo ausente el esperado derrame de bienestar desde los acaudalados hacia el resto de la población".
Los postulados del economista británico John Maynard Keynes (1883-1946), que se centraban en valorar el poder del Estado en la economía y su capacidad de estimularla en épocas de crisis, eran dejados de lado poco a poco desde los 70.
En su Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, de 1936, Keynes planteaba como respuesta a la Gran Depresión de 1929 la importancia de la intervención del Estado, para producir crecimiento económico con base en el pleno empleo.
Aunque respalda el capitalismo, consideraba necesaria la intervención estatal para "corregir las disfunciones del mercado", así como el uso de la política fiscal y monetaria y la inversión pública, lo que, además, se reflejaría en paz social y aumento de la productividad, tal como señala el analista Augusto Lapp Murga en un artículo publicado en 2012 en el portal web Rebelión.
En su obra cúspide, Keynes critica la teoría liberal clásica, y señala que esas ideas del libre mercado "no son las de la sociedad económica en que hoy vivimos, razón por la que sus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos reales", lo cita José de Jesús Rodríguez Vargas en su tesis doctoral en Economía de la Universidad Autónoma de México, de 2005.
"Los principales inconvenientes de la sociedad económica en que vivimos son su incapacidad para procurar la ocupación plena, y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y los ingresos", añade Keynes sobre el sistema liberal.
Además, considera de "importancia vital establecer ciertos controles centrales en asuntos que actualmente se dejan casi por completo en manos de la iniciativa privada".
Sus ideas sustentaron el llamado Estado de bienestar que caracterizó a la socialdemocracia y que luego, con la caída de sus postulados en los 70 y 80, derivó en el neoliberalismo.
Dice Rodríguez Vargas que la cúspide del keynesianismo fue en los años 60. "Cumplió con sacar al sistema capitalista de su crisis más profunda, de la deflación y del desempleo; reformó al sistema y lo desarrolló a niveles extraordinarios. Había desplazado y arrinconado en las universidades a la teoría del liberalismo, a la teoría clásica, neoclásica y microeconómica", señala.
El giro neoliberal
El giro económico neoliberal que vivió el mundo desde los años 70 le dio la espalda a esas ideas keynesianas, las mismas que le habían ayudado a superar la gran depresión y alcanzar una etapa de crecimiento económico y estabilidad.
El economista austriaco Friedrich von Hayek (1899-1992) fue uno de los promotores de esa tesis del libre mercado. Fue ideólogo del esquema derechista que caracterizó al Chile de Augusto Pinochet.
Lapp Murga recuerda que para Hayek los keynesianos hacen del Estado un "dictador económico", y, por ello, es partidario de un Estado mínimo. "Su programa básico es: desreglamentar, privatizar, disminuir los programas contra el desempleo, eliminar las subvenciones a la vivienda y el control de los alquileres, reducir los gastos de la seguridad social y, finalmente, limitar el poder sindical", dice el intelectual.
Las ideas de Hayek fueron apoyadas por Margaret Thatcher, en Reino Unido, y Ronald Reagan, en Estados Unidos. La tesis de la austeridad está en la base de estas propuestas, en contraposición al fortalecimiento de la inversión que sostenía Keynes.
En América Latina, a mediados de los 80 comienza la implementación de políticas de "ajuste estructural y estabilización económica" para frenar los efectos de la crisis de la deuda externa, lo que creó las condiciones para la instauración del proyecto neoliberal, tal como refiere Fermín Eudis, en un artículo publicado en 2010 en la revista de Ciencias Sociales del Instituto de Investigación de la Universidad del Zulia.
Era el Consenso de Washington en su apogeo. Con este nombre se designó en 1989 un conjunto de fórmulas que constituían el paquete de reformas estándar promovido para los países en desarrollo azotados por la crisis, según instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Representaban la liberación económica y la expansión de las fuerzas del mercado.
Eudis indica que la implementación de este modelo en la región se dio en dos fases: la de reducción funcional del Estado en la economía y la redimensión de las políticas económicas para cumplir las normas impuestas por los órganos financieros multilaterales.
En el primer período, se introdujeron políticas de choque para recortar el gasto público social y elevar las tasas de interés, recuerda Claudio Katz en una publicación de septiembre 2014 en el portal web Rebelión.
En la segunda etapa, añade, "las supersticiones en la mano invisible (del mercado) fueron complementadas con propuestas de darwinismo social competitivo. Se incentivó el remate de las propiedades del Estado y la apertura masiva a las importaciones. Con el pretexto de restaurar patrones de riesgo, esfuerzo y productividad, se propició la reducción de los ingresos populares y el aumento de la desigualdad".
"El establishment transformó estos principios en un libreto de toda la sociedad. El mismo relato fue expuesto por los gobernantes, transmitido en las escuelas, enaltecido en las universidades y popularizado por los medios de comunicación", prosigue Katz.
La glorificación
El capitalismo liberal fue glorificado para que se considerara como el único modelo económico posible y deseable, cuando la verdad es que crea grandes desigualdades. Así lo ha señalado el ensayista e intelectual canadiense John Ralston Saul, nacido en Ottawa en 1947 y quien ha llegado a sostener que la economía se ha colocado como un dios que dirige el mundo actual.
"Se hace creer al ciudadano que el rumbo de todo lo humano depende de unos parámetros económicos cuyo manejo está mas allá del alcance de la mayor parte de los hombres, de modo que se les aboca a la pasividad y al individualismo", dijo en una entrevista al portal español El Diario en octubre de 2012.
Aunque no es anticapitalista, Ralston Saul sí cuestiona planteamientos como la globalización y la adoración liberal y del mercado de los 90. Culpa a economistas, directivos, consultores y periodistas de economía por difundir "la idea de que el comercio libre, la globalización y la búsqueda del crecimiento eran el único camino a la prosperidad".
Caracas se levanta
En el caso de Venezuela, el ajuste estructural de la economía toca sus puertas en 1983, después de la crisis del llamado Viernes Negro (abrupta devaluación bajo el gobierno de Luis Herrera Campins).
La segunda etapa de esta expansión neoliberal llega al país en 1989, cuando Carlos Andrés Pérez, a semanas de haber sido electo para su segundo mandato, anuncia el paquete económico que le recetó el FMI a cambio de un crédito de 3.000 millones de dólares.
Liberación de tasas de interés (lo que elevaba los costos de los créditos y daba el máximo rendimiento a los bancos), unificación cambiaria y eliminación de tasa de cambio preferencial, mercado libre de divisas, liberación de precios, eliminación de aranceles a la importación e incremento en tarifas de servicios, de la gasolina y del transporte público forman parte de ese grupo de medidas.
Junto a la creciente pobreza, el descontento popular se extendió. En pueblo tomó las calles en rechazo a este recetario, y la respuesta fue una feroz represión gubernamental. El Caracazo quebró entonces la historia del país.
Como señaló Katz: "El neoliberalismo contrajo los ingresos populares, afectó la capacidad de consumo, incrementó la sobreproducción de mercancías y agravó varias modalidades de sobre-acumulación de capital".
Eudis agrega que una corriente explica que esta crisis del modelo neoliberal en América Latina obedeció a que esas políticas "no lograron alcanzar grados de eficacia favorables a la población, sino a los sectores económicos productores e industriales (...) no lograron corregir las brechas de desigualdad y marginalización; por el contrario, aumentaron los niveles de pobreza, exclusión, concentración de la riqueza, precarización del empleo e inseguridad social".
En Venezuela, mientras en los años 60 el nivel de pobreza fue de 20%, cuando terminan las décadas de los 80 y 90, época en que el neoliberalismo fue hegemónico en la región, ese indicador estaba en 57%.
Katz sostiene que el neoliberalismo mantuvo un bajo nivel de actividad económica y que el recorte de los salarios y del gasto social no incentivó la inversión. "Estuvo ausente el esperado derrame de bienestar desde los acaudalados hacia el resto de la población".
Alessandra Perdomo AVN 27/02/2015 07:03
Venezuela: El Caracazo de 1989, para la memoria y la reflexión
por José Félix Rivas Alvarado
ALAI AMLATINA, 27/02/2015.- Aunque tal vez no era el propósito directo de sus protagonistas, el 27 de febrero de 1989 pasará a la historia como el primer evento mundial de resistencia masiva y popular a las políticas económicas neoliberales que, desde finales de los 70, se venían aplicando en América Latina. El segundo evento de esta significación fue en Buenos Aires, Argentina en el año 2002.
Aunque hay que dejar claro que, los pocos meses del Caracazo, se daban explosiones populares en Brasil, donde con la misma modalidad de expropiación directa a los comercios la gente salió a las calles de Rio de Janeiro y otras ciudades. De esta forma, en ambos lugares de América Latina, la gente descubría, intuitivamente y en la práctica, que la propiedad privada es privadora de la vida de las mayorías. Pero la réplica brasilera no se dio con tal magnitud al epicentro de Caracas. A pesar de esta manifestación de resistencia, durante los años noventa el neoliberalismo, portando una soberbia criminal, se envalentonó y continuó su avance tanto en Venezuela como en América Latina.
En Argentina se impuso un esquema monetario ultraliberal, avalado en gran parte con la llamada la Ley de Convertibilidad, que terminaba eliminando a la moneda nacional al sujetarse al dólar, y desaparecía de facto al Banco Central de la República Argentina. Fueron los tiempos de los ministros estrellas del pensamiento económico de la derecha. Esta hegemonía dio paso al segundo acto de resistencia masivo al neoliberalismo, (a su modelo político y a su modelo económico) cuando, muchos años después, una gran proporción de los habitantes de Buenos Aires, azotados y empobrecidos por una devastadora crisis financiera y económica que acompañó la caída del modelo de convertibilidad (conocido como la Caja de Conversión), hicieron y una revuelta que permitió a los bonaerenses observar cómo el Presidente Fernando de la Rúa, luego de presentar su renuncia, abandonaba por “los aires” la Casa Rosada,.
En el caso de Venezuela, es importante aclarar que para esa época se distinguen dos tipos de protagonistas, uno es el pueblo y por el otro, los representantes de los intereses dominantes que intentaban llevar a cabo una propuesta de relevo del modelo capitalista dependiente y petrolero colapsado. Mientras en las calles de Caracas las multitudes protagonizaban una revuelta, en Washington, el mismo 27 de Febrero de 1989, los principales diseñadores nacionales del Programa de Ajustes Estructural, altos funcionarios del Gobierno de Carlos Andrés Pérez con el Ministro de Planificación (Cordiplan) Miguel Rodríguez a la cabeza, estaban negociando con el Fondo Monetario Internacional una Carta de Intensión y un Programa de Ajuste Estructural.
Todavía no se sabe si, los acontecimientos que, en ese mismo momento, explotaron en Caracas, tomaron por sorpresa a los que estaban en la negociación y motivaron una evaluación de la viabilidad política del ajuste. Lo cierto es que la soberbia que caracterizó a esta tecnocracia neoliberal (IESA boys), que acudía al auxilio de los socios que suscribieron el Pacto de Punto Fijo, no sólo llevó a subestimar los efectos sociopolíticos de la política económica, sino que se aventuraron, a sangre y fuego, en darle continuidad a su estrategia de instalar el neoliberalismo durante una década.
Estos economistas -que representaron los intereses de los sectores dominantes en ese momento, especialmente a facción la burguesía comercial, de telecomunicaciones y financiera organizada en el Grupo Roraima- dieron una especie de golpe institucional, al pasar por encima de Congreso Nacional, del directorio de la CTV y del Comité Ejecutivo Nacional del partido gobernante Acción Democrática, quienes luego de reclamar la ausencia de consulta, de la Carta de Intención, se conviertieron en complaces activos de estos representantes de los verdaderos gobernantes de Venezuela.
El programa de ajustes estructural resumía una opción, que tuvo su tiempo de maduración que va desde finales de los 70 a principios de los 80. Años en los cuales se manifiesta y desarrolla el punto de quiebre del agotamiento del modelo de crecimiento basado en la distribución de la renta petrolera en una economía capitalista dependiente y petrolera. Algunos autores consideran que 1978 es el año donde se manifiesta un declive, cuyo despliegue en el tiempo que devino no termina por concluir. Otros consideran que la “nacionalización” petrolera contribuyó con esta tendencia declinante, en tanto las empresas trasnacionales y la burguesía nacional (altamente dependiente del gasto público) empezaron a limitar sus inversiones y priorizaron por actividades que facilitaran la captura de la renta petrolera para luego exportarla.
En 1983, explotan las contradicciones económicas acumuladas, especialmente porque se acopia silenciosamente una deuda externa producto de la descentralización del crédito público que lleva a que los organismos y empresas públicas se endeudaron en dólares sin ningún control. La crisis de la balanza de pagos conduce al fin del régimen de cambio libre basado en una tasa fija (4,30 bolívares por dólar). Todo cambia bruscamente, especialmente para los sectores laborales pobres y sectores medios de ingresos que empiezan a recorrer por un tobogán de deterioro progresivo e intenso de los niveles de acceso y de bienestar que el auge rentista les había asegurado, parcialmente, desde los años sesenta a una porción importante de dichos estratos de ingreso.
Los que se encontraban en la eterna pobreza y la miseria profundizaron su condición, mientras que los sectores medios de ingresos, como los profesionales (incluyendo a los docentes y trabajadores de la salud), los militares y los empleados públicos se incorporaron a un proceso violento de depauperación. Ya la “Gran Venezuela” y el “ascenso social” ofrecido por la democracia representativa del puntofijismo eran tierras prometidas que se alejaban velozmente del alcance de los sectores laborales. Ya Venezuela dejaba de ser el ejemplo en América Latina como “la democracia y la economía más estable”. Por supuesto, que para aquellos que mantienen el poder económico, la crisis era sólo una turbulencia pasajera que no le impedía seguir viajando a Nueva York o a otras partes del mundo donde disponen de importantes activos inmobiliarios y financieros. Por lo contrario, los sectores capitalistas saben que estas crisis se convierten en una oportunidad para seguir aumentando su riqueza sobre la base de la apropiación de la renta petrolera y de la expropiación del plusvalor creado por el trabajo de la mayoría de los venezolanos.
Izquierda tradicional y transformismo
Algo poco reseñado con respecto al contexto histórico y sociopolítico del 27 de febrero de 1989, ha sido el papel que estaban cumpliendo sectores que migraron de la izquierda tradicional y de la izquierda reformadora para ponerse a la disposición del reordenamiento del patrón de acumulación capitalista en crisis. Es importante resaltar el papel durante los tiempos que anteceden y siguen al hito histórico del 27 de Febrero, de algunos representantes de los que fue la izquierda de los años 60 y que luego cayeron en las manos del transformismo. Para desconcierto y tristeza de los que confiaron en algunos líderes renombrados de la izquierda en Venezuela, algunos de sus principales líderes se habían incorporado a los equipos del gobierno de Jaime Lusinchi.
La Comisión Presidencial para la Reforma del Estado fue albergue de muchos autodenominados intelectuales de izquierda que en ese momento dijeron que ya no había otra alternativa que la de sumarse al enemigo, igual pasó con algunos ministerios claves y puestos gubernamentales donde estos antiguos izquierdistas terminaban su metamorfosis hacia socialdemocracia. Algunos de estos conversos son los principales asesores económicos de los sectores más reaccionarios (fascistas) de la derecha que actualmente pretende derrocar el gobierno legítimo y popular del presidente Maduro.
Los autoproclamados “marxistas” de ayer, eran bentancouristas ahora. Pareciera que esa fue la consigna para aquellos dirigentes que terminaban “transformados”. En los inicios de los noventa, la caída del Muro de Berlín los envalentona y les refuerza su convicción que la única forma de salvar al país era salvar al capitalismo. Que el capitalismo clientelar, rentista, populista y estatista tenía que ser reemplazado por un “capitalismo productivo”, donde el libre mercado y el liderazgo de la empresa privada constituyeran la base de la sociedad neoliberal que planteaba el Grupo Roraima, el Grupo Santa Lucia y la mayoría de la cuerpo académico del IESA. Es así como, el momento que Carlos Andrés Pérez (CAP) asume su segunda presidencia, en 1989, cuenta con un back office y un front office de asesores inspirados por el neoliberalismo, donde además de los representantes directos de las clases dominantes (hijos legítimos de la burguesía), se encontraban los renegados izquierdistas y algunos IESA-Boys. El Presidente electo, CAP, dispone de un equipo de brillantes mentes postmodernas, alejadas convenientemente de la contaminación que representaban los viejos y tradicionales miembros del CEN de Acción Democrática.[1]
Es así como, en los albores de la década de 1990, desde las oficinas de funcionarios (economistas en su mayoría) del Banco Central de Venezuela salieron las primeras líneas del llamado Programa de Ajuste Estructural y la redacción a dúo de la Carta de Intención con los funcionarios del FMI. El Banco Central, como los otros ejes de poder institucional del Estado, estaba comandado por los intereses de los grupos económicos nacionales y trasnacionales. Particularmente de los representantes más ilustres del capital financiero nacional.
Mientras que de las manos de un equipo, de refinados y bien educados tecnócratas, atrincherado en las oficinas de CORDIPLAN, salió el 9 Plan de la Nación conocido como “El Gran Viraje”. Este documento es una pieza fundamental para comprender la ideología neoliberal que predominó durante los años noventa en Venezuela.
A penas se toman las primeras medidas de ajustes de precios, como lo fueron los ajustes de las tarifas de transporte urbano, se da una explosión que se enciende inicialmente en algunos puntos de Guarenas y de Caracas. Luego se propaga por la superficie urbana de importantes ciudades, hasta convertirse en explosión. Muy a pesar de este estremecimiento social, los sectores hegemónicos continuaron con políticas económicas que agudizarían condiciones económicas y sociales propias de la formación económica y social venezolana, al mismo tiempo que cultivarían las confrontaciones venideras, como la irrupción de movimiento bolivariano liderizado por el Comandante Hugo Chávez.
El 27 de Febrero inicia un tiempo de revueltas
Es así como a la rebelión o explosión popular de 1989 se le respondió con balas y muerte. Durante 5 días se estremecieron las principales ciudades de este país. Especialmente la ciudad de Caracas. Este estremecimiento tuvo dos etapas con diferente tinte. Primero la gente tomó las calles, hizo barricadas en las vías principales, tumbó las llamadas santamarías (puertas corredizas de metal) de los locales e iniciaron el “saqueo” de los comercios. Al principio esta toma/apropiación/distribución de bienes llegó a ser tolerada por la policía, a tal punto que en algunos lugares (como en Petare) los efectivos participaron en poner orden en las colas, sin dejar de contar que también se los funcionarios del orden público también se llevaban lo suyo. Todavía no se sabe por qué se dio esta circunstancia dónde prevaleció una actitud tolerante y colaboracionista de los cuerpos tradicionalmente represivos. Algunos argumentan que la policía metropolitana venía de un conflicto y esto permitió una cierta identificación con la poblada. Tampoco esta actitud fue homogénea, en algunos lugares se reprimió duramente desde el principio a fin.
Importa resaltar que, no sólo eran los habitantes de las barriadas pobres los que dejaban de respetar la sacrosanta propiedad privada. Sino que los sectores medios de Caracas salieron a tomar los carritos de los automercados esta vez para participar en una inédita experiencia de expropiación ejercida por una multitud. No sólo en Petare o en Catia de empezó a tomar las mercancías sin pagar, sino que urbanizaciones de clase media como El Marqués, La California o San Bernandino (entre otros) protagonizaron la expropiación espontánea.
Por algunas horas se dio una polarización entre sectores mayoritarios de la población y las oligarquías. La lucha de clases se mostraba de una forma espontánea y primaria. Recordemos que los sectores empresariales culpaban al control de cambio del desabastecimiento de bienes como la harina de trigo para hacer pan, o del azúcar, o de otros productos como los de limpieza del hogar. Mucho antes de la explosión social de ese día se había sembrado la tensión y la incertidumbre, las expectativas recaían sobre el gobierno que recién se estaba instalando. A fines de 1988, y durante el primer mes del nuevo año, en los automercados y abastos se empezaron a formar colas de gente solicitando productos que se estaban racionando. Las pobladas que irrumpieron en los establecimientos comerciales lograron que aparecieran productos que estaban acaparados, tal vez esperando que el nuevo gobierno anunciara la devaluación y el ajuste de precios. En Petare, luego de pasar meses con ausencia de pan en las panaderías, vi como un hombre cargaba un saco de harina de trigo de una panadería saqueada; vimos como aparecían latas de mantequilla con precios viejos.
Estas escenas se repetían en varias partes de la ciudad. Los que no tenían obligaban por la fuerza a distribuir las cosas que poseían los que tenían.
Entre las facciones de la burguesía, eran evidentes las contradicciones que debilitaban su hegemonía como clase dominante. El Grupo Roraima, utilizaba la artillería que había atrincherado en el IESA, en el Diario de Caracas y en el canal RCTV para disputarle el liderazgo al Grupo Cisneros. El Diario de Caracas, publicó un dossier donde detallaba la boda de uno de los Cisneros. El mensaje era claro, mientras el país padecía de escasez de bienes esenciales y de dólares, el sector de la burguesía que había consentido a Carlos Andrés Pérez y sus allegados disfrutaba una bacanal con un menú donde destacaban especialidades culinarias traídas de todas partes del mundo. Pura pacatería, fariseísmo y cinismo, porque los que chismeaban a los Cisneros eran iguales o peores a la hora de darse vida financiados por la renta petrolera que el Estado les provee y de la plusvalía que la explotación capitalista le expropia a los trabajadores venezolanos.
Luego vino terrible día en que las armas del ejército burgués apuntaron al pueblo indefenso. El día triste, fuimos testigos de cómo los soldados le disparaban con fusiles a las personas que venían bajando de las escaleras del cerro que se interponía entre el Mercado Popular de Mesuca y las entrada de Palo Verde y del cordón de barrios populares compuesto por El Progreso, Las Vegas de Petare y José Félix Ribas. Impotentes, observamos cómo mujeres, hombres y jóvenes caían heridos por las balas de los soldados armados de FAL. No sabemos cuánta gente murió en esas terribles horas. En las horas de tregua, acompañamos al padre Matías Camuñas a recorrer las calles donde yacían cuerpos de gente del pueblo; vimos cómo de los barrios iban y venían furgonetas, algunas cargadas de cadáveres.
Hay momentos donde las convicciones se reafirman a pesar del dolor y de la impotencia. Comprendimos una vez más, quiénes son los que están contra el pueblo oprimido; comprobamos nuevamente que la justicia era “una justicia que ajusticia” a los pobres, que los responsables principales del genocidio nunca fueron juzgados, más bien han regresado con rostro nuevo o maquillado.
Con las rebeliones bolivarianas de 1992, se demostró por segunda vez luego del Caracazo, que una era la racionalidad que predominaba en los espacios de poder y en las mentes dirigentes y otra era la dinámica que se cosechaba en una parte de la sociedad que había sido afectada por el colapso del capitalismo rentístico y de su modelo político. La ilusión de la democracia representativa, consagrada por los carnavales electorales, mostraba su pie de barro. La dirigencia política alejada del pueblo por definición de clase, perdía toda influencia para masajear la mente del pueblo con el mensaje que promocionaba su mejor mercancía: la democracia y la libertad bajo el capitalismo.
El modelo político entró en crisis de legitimidad, se desgastó su promesa, se develó el engaño cínico. El pueblo dejó de creer y perdió la fe en el discurso del liderazgo político. Y la gente tomo las calles. No estaban dirigidos por las ideas de Lenin ni de Bakunin como algunos ahora quieren interpretar. Aunque hubo participación de algunos viejos combatientes de izquierda que dieron lecciones de cómo hacer barricadas (eso sucedió en Petare), esta participación fue subordinada al espontaneismo. Parte de la izquierda que estaba institucionalizada, imbuida en las mieles del poder que le ofrecía la democracia representativa, fue sorprendida.
Emergió con fuerza una expresión de esa corriente histórica-social que se ha permanecido latente desde la invasión colonial. Eso hilo histórico de resistencia se manifestó de manera iconoclasta, espontánea. En esos días de febrero, esa corriente histórico-social encauzaba cimarronamente los sentimientos e intereses de los sectores dominados y afectados por el modelo político y por el modelo económico imperante, heredero de las luchas sociales que se habían gestado y manifestado desde la colonia.
En estos días en que la patria de Bolívar se encuentra asediada por un despliegue mundial de manipulación mediática sin precedentes, que dispone de grandes recursos tecnológicos y financieros a su disposición, donde se recurre al terrorismo para asfixiar la vida cuotidiana, una reflexión profunda sobre el 27 de febrero es necesaria.
Nota:
1.- Años más tarde, cuando era inevitable el derrumbe de CAP, estos miembros del CEN del partido Acción Democrática se convierten en principales acusadores de que el partido haya quedado en manos de estos tecnócratas. Mientras los tecnócratas, a finales de los años noventa, respondían que las reformas no se habían llevado a cabo por la resistencia de esa “clase política”.
La rebelión contra 'El paquetazo'
El 27F fue la respuesta del pueblo a las falsas promesas del neoliberalismo
por Leonardo Buitrago
Caracas, 27 Feb. AVN.- La rebelión popular del 27 de febrero de 1989 constituyó la respuesta de un pueblo golpeado por la profunda crisis generada por la aplicación de políticas neoliberales en el país durante la década de 1980 y que se agudizaron en el segundo período presidencial de Carlos Andrés Pérez (CAP).
A principios de 1989, la pobreza en la cual vivían cinco de cada diez hogares venezolanos se recrudeció por los recortes aplicados por Pérez en los recursos destinados a atender las necesidades del pueblo. Así, la cifra de "gasto" social, como era concebido en la IV República, bajó de 7,3% en 1988 a 6,9% para 1989. El presupuesto para educación se redujo de 12.005 millones de bolívares en 1988 a 10.635 millones en 1989. Los recursos para la salud descendieron de 5.599 millones de bolívares en 1988 a 4.311 millones en 1989. "El esquema de crecimiento económico impulsado por el Estado petrolero se agotó y el gasto social se vio afectado no sólo en cantidad sino también en calidad, al sesgarse hacia las labores administrativas, dejándose de lado la inversión social", señalan los investigadores José Ignacio Silva y Reinier Schliesser en el libro La evolución de la pobreza en Venezuela, publicado por el Banco Central de Venezuela (BCV) en 1998. A esto se sumó un alza en la inflación de 35,5% de 1988 hasta 81% de 1989, mientras que la estructura económica reflejaba que sólo 5% del empresariado concentraba el 70% de la producción. "Subió el precio del azúcar, cereales y oleaginosas"; "Liberadas las tasas de interés"; "Aumento de tarifas de libres y por puesto", "Aumento de la gasolina"; ocupaban las primeras páginas de los principales diarios de circulación de la época y describían la paupérrima condición del país. De las falsas promesas al paquetazo Pérez en su campaña electoral prometió regresar al estado de bonanza económica que caracterizó su primera administración (1974-1979), conocida como la "Venezuela Saudita" por el flujo de dólares provenientes de la nacionalización de la industria petrolera y del hierro. Aunque Pérez había asegurado al país que "no pueden haber ajustes en lo económico cuyos efectos sólo se sientan en los grupos de menores ingresos" y que el Fondo Monetario Internacional (FMI) no impondría condiciones a Venezuela, el 16 de febrero de 1989 anunció un paquete de medidas neoliberales que empobrecieron aún más al pueblo. El principal objetivo del plan era lograr la "ayuda" financiera del FMI. Para ello, el país debía someterse a la constante supervisión de ese organismo, con el fin de obtener 4.500 millones de dólares durante un lapso de tres años. El programa de ajustes, conocido como "El paquetazo", estipulaba entre otras medidas el alza de tarifas de bienes y servicios, liberación de precios de los alimentos -con excepción de 18 renglones de la cesta básica-, supresión de subsidios y la negativa a un incremento general de salarios. CAP liberó la tasa de cambio del bolívar, para que "dejara de ser un gran mecanismo de subsidio que había permitido, hasta ese momento, que el pueblo venezolano viviera como no podía, es decir, muy por encima de sus posibilidades", y anunció la racionalización y eliminación progresiva de aranceles a la importación, y la liberación de las tasas de interés activas y pasivas en todo el sistema financiero, con lo cual muchas familias perdieron sus casas que aún terminaban de pagar a crédito. "En coordinación con el FMI, el Banco Mundial y el Comité de la Banca internacional, se planteó una estrategia económica dirigida a recuperar equilibrios macroeconómicos perdidos, a fin de que pudiera intentarse de nuevo avanzar en el proceso de transición de un modelo económico y político rentístico-petrolero (populista clientelar) a otro de carácter tecnocrático-privatista", refiere el texto 27- F para siempre en la memoria de nuestro pueblo, editado por la Defensoría del Pueblo. El estallido El paquetazo incluyó el aumento de 14 derivados del petróleo y, en especial, el de la gasolina, que registró un alza promedio de 94%, y un incremento de 30% en las tarifas del transporte urbano. Los transportistas consideraron que el aumento debía ser de al menos 70%, y la Cámara del Transporte convocó un paro para el lunes 27 de febrero como medida de presión. Ese día intentaron imponer sus tarifas. El resultado fue un estallido popular que en principio fue contra las unidades de transporte y luego se extendió, como reacción también ante una ola de acaparamiento y especulación en los principales rubros alimenticios. Las protestas se iniciaron en Guarenas, estado Miranda, y en el área metropolitana de Caracas y La Guaira, además de Aragua, Carabobo y Mérida. Al final hubo revueltas populares en casi todos los estados país, a excepción de Cojedes, Nueva Esparta, Delta Amacuro y Amazonas. "El FMI encendió las calles de Caracas"; "Violencia en todo el país" y "Arde el país, alza del pasaje prendió la mecha", eran los principales titulares de la prensa que reseñaba el estallido social, que constituyó la reacción de un pueblo defraudado, abandonado por el Estado y condenado a la pobreza y la exclusión. Camino a la revolución La revuelta popular de 1989 evidenció con crudeza la necesidad de un nuevo modelo de país, con justicia e inclusión social. La construcción de ese país comenzó 10 años después, con la llegada a la presidencia del comandante Hugo Chávez y el desarrollo de una profunda revolución política, económica y social. La inversión social entre 1999 y 2014 supera los 620 mil millones de dólares, y el Estado ha destinado el 60% de sus ingresos a impulsar programas y misiones que permitan atender y satisfacer las necesidades de la población. En los primeros 15 años de Revolución Bolivariana, la pobreza en el país se redujo de 49% a 19%, mientras que la pobreza extrema bajó de 21% a 5,5%. Venezuela pasó de un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de nivel medio a un IDH alto, que la ubica como uno de los países con menor desigualdad de América Latina. Este modelo de país ha sido posible con la protección del salario, la garantía de seguridad alimentaria y la educación gratuita. Además de programas como la Gran Misión Vivienda Venezuela, que ha entregado más de 640.000 viviendas en los últimos tres años. La inversión social ha sido prioridad del proceso revolucionario, frente a las dificultades económicas y las continuas maniobras desestabilizadoras perpetradas por la derecha para derrocar al Gobierno bolivariano y restaurar el neoliberalismo. El pasado 11 de febrero el presidente Nicolás Maduro denunció un nuevo intento de golpe de Estado, que planteaba la aplicación de medidas de carácter neoliberal, expresadas de manera eufemística en un documento titulado "Acuerdo Nacional para la Transición", firmado por varios actores de la derecha. Entre estas acciones, que recuerdan el paquetazo de 1989, figuran: privatización de las empresas públicas, retorno de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras organizaciones bajo la condición de ejecutar políticas neoliberales, que incluyen despido masivo de empleados públicos y la reducción de programas sociales.
Leonardo Buitrago AVN 27/02/2015 06:50
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Venezuela: El Caracazo de 1989, para la memoria y la reflexión
por José Félix Rivas Alvarado
ALAI AMLATINA, 27/02/2015.- Aunque tal vez no era el propósito directo de sus protagonistas, el 27 de febrero de 1989 pasará a la historia como el primer evento mundial de resistencia masiva y popular a las políticas económicas neoliberales que, desde finales de los 70, se venían aplicando en América Latina. El segundo evento de esta significación fue en Buenos Aires, Argentina en el año 2002.
Aunque hay que dejar claro que, los pocos meses del Caracazo, se daban explosiones populares en Brasil, donde con la misma modalidad de expropiación directa a los comercios la gente salió a las calles de Rio de Janeiro y otras ciudades. De esta forma, en ambos lugares de América Latina, la gente descubría, intuitivamente y en la práctica, que la propiedad privada es privadora de la vida de las mayorías. Pero la réplica brasilera no se dio con tal magnitud al epicentro de Caracas. A pesar de esta manifestación de resistencia, durante los años noventa el neoliberalismo, portando una soberbia criminal, se envalentonó y continuó su avance tanto en Venezuela como en América Latina.
En Argentina se impuso un esquema monetario ultraliberal, avalado en gran parte con la llamada la Ley de Convertibilidad, que terminaba eliminando a la moneda nacional al sujetarse al dólar, y desaparecía de facto al Banco Central de la República Argentina. Fueron los tiempos de los ministros estrellas del pensamiento económico de la derecha. Esta hegemonía dio paso al segundo acto de resistencia masivo al neoliberalismo, (a su modelo político y a su modelo económico) cuando, muchos años después, una gran proporción de los habitantes de Buenos Aires, azotados y empobrecidos por una devastadora crisis financiera y económica que acompañó la caída del modelo de convertibilidad (conocido como la Caja de Conversión), hicieron y una revuelta que permitió a los bonaerenses observar cómo el Presidente Fernando de la Rúa, luego de presentar su renuncia, abandonaba por “los aires” la Casa Rosada,.
En el caso de Venezuela, es importante aclarar que para esa época se distinguen dos tipos de protagonistas, uno es el pueblo y por el otro, los representantes de los intereses dominantes que intentaban llevar a cabo una propuesta de relevo del modelo capitalista dependiente y petrolero colapsado. Mientras en las calles de Caracas las multitudes protagonizaban una revuelta, en Washington, el mismo 27 de Febrero de 1989, los principales diseñadores nacionales del Programa de Ajustes Estructural, altos funcionarios del Gobierno de Carlos Andrés Pérez con el Ministro de Planificación (Cordiplan) Miguel Rodríguez a la cabeza, estaban negociando con el Fondo Monetario Internacional una Carta de Intensión y un Programa de Ajuste Estructural.
Todavía no se sabe si, los acontecimientos que, en ese mismo momento, explotaron en Caracas, tomaron por sorpresa a los que estaban en la negociación y motivaron una evaluación de la viabilidad política del ajuste. Lo cierto es que la soberbia que caracterizó a esta tecnocracia neoliberal (IESA boys), que acudía al auxilio de los socios que suscribieron el Pacto de Punto Fijo, no sólo llevó a subestimar los efectos sociopolíticos de la política económica, sino que se aventuraron, a sangre y fuego, en darle continuidad a su estrategia de instalar el neoliberalismo durante una década.
Estos economistas -que representaron los intereses de los sectores dominantes en ese momento, especialmente a facción la burguesía comercial, de telecomunicaciones y financiera organizada en el Grupo Roraima- dieron una especie de golpe institucional, al pasar por encima de Congreso Nacional, del directorio de la CTV y del Comité Ejecutivo Nacional del partido gobernante Acción Democrática, quienes luego de reclamar la ausencia de consulta, de la Carta de Intención, se conviertieron en complaces activos de estos representantes de los verdaderos gobernantes de Venezuela.
El programa de ajustes estructural resumía una opción, que tuvo su tiempo de maduración que va desde finales de los 70 a principios de los 80. Años en los cuales se manifiesta y desarrolla el punto de quiebre del agotamiento del modelo de crecimiento basado en la distribución de la renta petrolera en una economía capitalista dependiente y petrolera. Algunos autores consideran que 1978 es el año donde se manifiesta un declive, cuyo despliegue en el tiempo que devino no termina por concluir. Otros consideran que la “nacionalización” petrolera contribuyó con esta tendencia declinante, en tanto las empresas trasnacionales y la burguesía nacional (altamente dependiente del gasto público) empezaron a limitar sus inversiones y priorizaron por actividades que facilitaran la captura de la renta petrolera para luego exportarla.
En 1983, explotan las contradicciones económicas acumuladas, especialmente porque se acopia silenciosamente una deuda externa producto de la descentralización del crédito público que lleva a que los organismos y empresas públicas se endeudaron en dólares sin ningún control. La crisis de la balanza de pagos conduce al fin del régimen de cambio libre basado en una tasa fija (4,30 bolívares por dólar). Todo cambia bruscamente, especialmente para los sectores laborales pobres y sectores medios de ingresos que empiezan a recorrer por un tobogán de deterioro progresivo e intenso de los niveles de acceso y de bienestar que el auge rentista les había asegurado, parcialmente, desde los años sesenta a una porción importante de dichos estratos de ingreso.
Los que se encontraban en la eterna pobreza y la miseria profundizaron su condición, mientras que los sectores medios de ingresos, como los profesionales (incluyendo a los docentes y trabajadores de la salud), los militares y los empleados públicos se incorporaron a un proceso violento de depauperación. Ya la “Gran Venezuela” y el “ascenso social” ofrecido por la democracia representativa del puntofijismo eran tierras prometidas que se alejaban velozmente del alcance de los sectores laborales. Ya Venezuela dejaba de ser el ejemplo en América Latina como “la democracia y la economía más estable”. Por supuesto, que para aquellos que mantienen el poder económico, la crisis era sólo una turbulencia pasajera que no le impedía seguir viajando a Nueva York o a otras partes del mundo donde disponen de importantes activos inmobiliarios y financieros. Por lo contrario, los sectores capitalistas saben que estas crisis se convierten en una oportunidad para seguir aumentando su riqueza sobre la base de la apropiación de la renta petrolera y de la expropiación del plusvalor creado por el trabajo de la mayoría de los venezolanos.
Izquierda tradicional y transformismo
Algo poco reseñado con respecto al contexto histórico y sociopolítico del 27 de febrero de 1989, ha sido el papel que estaban cumpliendo sectores que migraron de la izquierda tradicional y de la izquierda reformadora para ponerse a la disposición del reordenamiento del patrón de acumulación capitalista en crisis. Es importante resaltar el papel durante los tiempos que anteceden y siguen al hito histórico del 27 de Febrero, de algunos representantes de los que fue la izquierda de los años 60 y que luego cayeron en las manos del transformismo. Para desconcierto y tristeza de los que confiaron en algunos líderes renombrados de la izquierda en Venezuela, algunos de sus principales líderes se habían incorporado a los equipos del gobierno de Jaime Lusinchi.
La Comisión Presidencial para la Reforma del Estado fue albergue de muchos autodenominados intelectuales de izquierda que en ese momento dijeron que ya no había otra alternativa que la de sumarse al enemigo, igual pasó con algunos ministerios claves y puestos gubernamentales donde estos antiguos izquierdistas terminaban su metamorfosis hacia socialdemocracia. Algunos de estos conversos son los principales asesores económicos de los sectores más reaccionarios (fascistas) de la derecha que actualmente pretende derrocar el gobierno legítimo y popular del presidente Maduro.
Los autoproclamados “marxistas” de ayer, eran bentancouristas ahora. Pareciera que esa fue la consigna para aquellos dirigentes que terminaban “transformados”. En los inicios de los noventa, la caída del Muro de Berlín los envalentona y les refuerza su convicción que la única forma de salvar al país era salvar al capitalismo. Que el capitalismo clientelar, rentista, populista y estatista tenía que ser reemplazado por un “capitalismo productivo”, donde el libre mercado y el liderazgo de la empresa privada constituyeran la base de la sociedad neoliberal que planteaba el Grupo Roraima, el Grupo Santa Lucia y la mayoría de la cuerpo académico del IESA. Es así como, el momento que Carlos Andrés Pérez (CAP) asume su segunda presidencia, en 1989, cuenta con un back office y un front office de asesores inspirados por el neoliberalismo, donde además de los representantes directos de las clases dominantes (hijos legítimos de la burguesía), se encontraban los renegados izquierdistas y algunos IESA-Boys. El Presidente electo, CAP, dispone de un equipo de brillantes mentes postmodernas, alejadas convenientemente de la contaminación que representaban los viejos y tradicionales miembros del CEN de Acción Democrática.[1]
Es así como, en los albores de la década de 1990, desde las oficinas de funcionarios (economistas en su mayoría) del Banco Central de Venezuela salieron las primeras líneas del llamado Programa de Ajuste Estructural y la redacción a dúo de la Carta de Intención con los funcionarios del FMI. El Banco Central, como los otros ejes de poder institucional del Estado, estaba comandado por los intereses de los grupos económicos nacionales y trasnacionales. Particularmente de los representantes más ilustres del capital financiero nacional.
Mientras que de las manos de un equipo, de refinados y bien educados tecnócratas, atrincherado en las oficinas de CORDIPLAN, salió el 9 Plan de la Nación conocido como “El Gran Viraje”. Este documento es una pieza fundamental para comprender la ideología neoliberal que predominó durante los años noventa en Venezuela.
A penas se toman las primeras medidas de ajustes de precios, como lo fueron los ajustes de las tarifas de transporte urbano, se da una explosión que se enciende inicialmente en algunos puntos de Guarenas y de Caracas. Luego se propaga por la superficie urbana de importantes ciudades, hasta convertirse en explosión. Muy a pesar de este estremecimiento social, los sectores hegemónicos continuaron con políticas económicas que agudizarían condiciones económicas y sociales propias de la formación económica y social venezolana, al mismo tiempo que cultivarían las confrontaciones venideras, como la irrupción de movimiento bolivariano liderizado por el Comandante Hugo Chávez.
El 27 de Febrero inicia un tiempo de revueltas
Es así como a la rebelión o explosión popular de 1989 se le respondió con balas y muerte. Durante 5 días se estremecieron las principales ciudades de este país. Especialmente la ciudad de Caracas. Este estremecimiento tuvo dos etapas con diferente tinte. Primero la gente tomó las calles, hizo barricadas en las vías principales, tumbó las llamadas santamarías (puertas corredizas de metal) de los locales e iniciaron el “saqueo” de los comercios. Al principio esta toma/apropiación/distribución de bienes llegó a ser tolerada por la policía, a tal punto que en algunos lugares (como en Petare) los efectivos participaron en poner orden en las colas, sin dejar de contar que también se los funcionarios del orden público también se llevaban lo suyo. Todavía no se sabe por qué se dio esta circunstancia dónde prevaleció una actitud tolerante y colaboracionista de los cuerpos tradicionalmente represivos. Algunos argumentan que la policía metropolitana venía de un conflicto y esto permitió una cierta identificación con la poblada. Tampoco esta actitud fue homogénea, en algunos lugares se reprimió duramente desde el principio a fin.
Importa resaltar que, no sólo eran los habitantes de las barriadas pobres los que dejaban de respetar la sacrosanta propiedad privada. Sino que los sectores medios de Caracas salieron a tomar los carritos de los automercados esta vez para participar en una inédita experiencia de expropiación ejercida por una multitud. No sólo en Petare o en Catia de empezó a tomar las mercancías sin pagar, sino que urbanizaciones de clase media como El Marqués, La California o San Bernandino (entre otros) protagonizaron la expropiación espontánea.
Por algunas horas se dio una polarización entre sectores mayoritarios de la población y las oligarquías. La lucha de clases se mostraba de una forma espontánea y primaria. Recordemos que los sectores empresariales culpaban al control de cambio del desabastecimiento de bienes como la harina de trigo para hacer pan, o del azúcar, o de otros productos como los de limpieza del hogar. Mucho antes de la explosión social de ese día se había sembrado la tensión y la incertidumbre, las expectativas recaían sobre el gobierno que recién se estaba instalando. A fines de 1988, y durante el primer mes del nuevo año, en los automercados y abastos se empezaron a formar colas de gente solicitando productos que se estaban racionando. Las pobladas que irrumpieron en los establecimientos comerciales lograron que aparecieran productos que estaban acaparados, tal vez esperando que el nuevo gobierno anunciara la devaluación y el ajuste de precios. En Petare, luego de pasar meses con ausencia de pan en las panaderías, vi como un hombre cargaba un saco de harina de trigo de una panadería saqueada; vimos como aparecían latas de mantequilla con precios viejos.
Estas escenas se repetían en varias partes de la ciudad. Los que no tenían obligaban por la fuerza a distribuir las cosas que poseían los que tenían.
Entre las facciones de la burguesía, eran evidentes las contradicciones que debilitaban su hegemonía como clase dominante. El Grupo Roraima, utilizaba la artillería que había atrincherado en el IESA, en el Diario de Caracas y en el canal RCTV para disputarle el liderazgo al Grupo Cisneros. El Diario de Caracas, publicó un dossier donde detallaba la boda de uno de los Cisneros. El mensaje era claro, mientras el país padecía de escasez de bienes esenciales y de dólares, el sector de la burguesía que había consentido a Carlos Andrés Pérez y sus allegados disfrutaba una bacanal con un menú donde destacaban especialidades culinarias traídas de todas partes del mundo. Pura pacatería, fariseísmo y cinismo, porque los que chismeaban a los Cisneros eran iguales o peores a la hora de darse vida financiados por la renta petrolera que el Estado les provee y de la plusvalía que la explotación capitalista le expropia a los trabajadores venezolanos.
Luego vino terrible día en que las armas del ejército burgués apuntaron al pueblo indefenso. El día triste, fuimos testigos de cómo los soldados le disparaban con fusiles a las personas que venían bajando de las escaleras del cerro que se interponía entre el Mercado Popular de Mesuca y las entrada de Palo Verde y del cordón de barrios populares compuesto por El Progreso, Las Vegas de Petare y José Félix Ribas. Impotentes, observamos cómo mujeres, hombres y jóvenes caían heridos por las balas de los soldados armados de FAL. No sabemos cuánta gente murió en esas terribles horas. En las horas de tregua, acompañamos al padre Matías Camuñas a recorrer las calles donde yacían cuerpos de gente del pueblo; vimos cómo de los barrios iban y venían furgonetas, algunas cargadas de cadáveres.
Hay momentos donde las convicciones se reafirman a pesar del dolor y de la impotencia. Comprendimos una vez más, quiénes son los que están contra el pueblo oprimido; comprobamos nuevamente que la justicia era “una justicia que ajusticia” a los pobres, que los responsables principales del genocidio nunca fueron juzgados, más bien han regresado con rostro nuevo o maquillado.
Con las rebeliones bolivarianas de 1992, se demostró por segunda vez luego del Caracazo, que una era la racionalidad que predominaba en los espacios de poder y en las mentes dirigentes y otra era la dinámica que se cosechaba en una parte de la sociedad que había sido afectada por el colapso del capitalismo rentístico y de su modelo político. La ilusión de la democracia representativa, consagrada por los carnavales electorales, mostraba su pie de barro. La dirigencia política alejada del pueblo por definición de clase, perdía toda influencia para masajear la mente del pueblo con el mensaje que promocionaba su mejor mercancía: la democracia y la libertad bajo el capitalismo.
El modelo político entró en crisis de legitimidad, se desgastó su promesa, se develó el engaño cínico. El pueblo dejó de creer y perdió la fe en el discurso del liderazgo político. Y la gente tomo las calles. No estaban dirigidos por las ideas de Lenin ni de Bakunin como algunos ahora quieren interpretar. Aunque hubo participación de algunos viejos combatientes de izquierda que dieron lecciones de cómo hacer barricadas (eso sucedió en Petare), esta participación fue subordinada al espontaneismo. Parte de la izquierda que estaba institucionalizada, imbuida en las mieles del poder que le ofrecía la democracia representativa, fue sorprendida.
Emergió con fuerza una expresión de esa corriente histórica-social que se ha permanecido latente desde la invasión colonial. Eso hilo histórico de resistencia se manifestó de manera iconoclasta, espontánea. En esos días de febrero, esa corriente histórico-social encauzaba cimarronamente los sentimientos e intereses de los sectores dominados y afectados por el modelo político y por el modelo económico imperante, heredero de las luchas sociales que se habían gestado y manifestado desde la colonia.
En estos días en que la patria de Bolívar se encuentra asediada por un despliegue mundial de manipulación mediática sin precedentes, que dispone de grandes recursos tecnológicos y financieros a su disposición, donde se recurre al terrorismo para asfixiar la vida cuotidiana, una reflexión profunda sobre el 27 de febrero es necesaria.
Nota:
1.- Años más tarde, cuando era inevitable el derrumbe de CAP, estos miembros del CEN del partido Acción Democrática se convierten en principales acusadores de que el partido haya quedado en manos de estos tecnócratas. Mientras los tecnócratas, a finales de los años noventa, respondían que las reformas no se habían llevado a cabo por la resistencia de esa “clase política”.
La respuesta del puntofijismo neoliberal a la rebelión popular del 27F fue matar y desaparecer
por Gissel Molina
Caracas, 27 Feb. AVN.- Franklin Mujica Zerpa tenía 17 años cuando un balazo entró por la ventana de su cuarto y traspasó su pecho, quintándole la vida en el instante. Fue uno de los más de 3.000 venezolanos asesinados entre finales de febrero y principios de marzo de 1989.
No hubo culpables. Un decreto presidencial de la época avalaba la acción: "Se suspenden en todo el territorio nacional las garantías establecidas en los ordinales 1, 2, 6 y 10 del artículo 60 y de los artículos 62, 64, 66, 71, 115 de la Constitución (del 1969)", refería el Decreto 49 firmado, el 28 de febrero de 1989, por el presidente adeco Carlos Andrés Pérez, recalcando además que era un "deber ineludible" de su Gobierno.
A Franklin, y a sus otras tres hermanas, su madre, Silvia de Zerpa de Mujica, le ordenó resguardarse en el interior de sus cuartos. Puertas cerradas, ventanas cerradas. Nadie tenía permiso de salir esa casa ubicada justo frente del Puente Coche, en la parroquia El Valle, Caracas.
Después del mediodía de aquel 1° de marzo -tres días después de haber iniciado la rebelión popular contra el paquete neoliberal impuesto de Carlos Andrés Pérez- la orden de Silvia Zerpa de Mujica se cumplía a cabalidad, pero la ventana del segundo piso de la vivienda, que daba al cuarto de Franklin, quedó abierta.
Ni un segundo tenía de haber subido a su habitación, cuando el joven fue sorprendido por una bala, alrededor de las 4:00 de la tarde. Cayó tendido en su cama.
El cuerpo fue encontrado por el padre de Franklin, quien salió junto a Silvia corriendo al hospital de Coche, dejando en la casa a su otras tres hijas, de 10, 8 y 7 años de edad. "Mi esposo sabía que Franklin estaba muerto, pero yo tenía la esperanza que en el hospital le salvaran la vida, pero había llegado sin vida. No había nada que hacer", cuenta la señora de 63 años.
"Fue duro", dice con lagrimas recordado aquella tarde. "Eso no fue una bala loca, esa era la orden que tenían de Carlos Andrés Pérez", dijo.
La muerte de Franklin no fue casual. Los vecinos le contaron a la señora Silvia, días después, que mientras estaban en el hospital, cuerpos de seguridad del Estado estaban tumbando la puerta de su casa, donde estaban solas sus tres hijas. "Estaban buscando el cuerpo de Franklin. Eso quiere decir que quienes dispararon sabía muy bien a dónde dirigieron la bala", narró.
Silvia y su esposo con el dolor quedaron "reclutados" en el hospital donde estaba el cuerpo sin vida de su hijo. "No pudimos salir en un día y medio, porque balas iban y balas venían".
Eso no fue lo peor -cuenta Silvia, desde el Cementerio General del Sur, donde visitó este 27 de febrero la tumba de su hijo-. Las historias de otras decenas de familias eran similares a la de la familia Mujica Zerpa.
"Al hospital llegaban a cada rato madres con sus hijos, hijos con sus padres o gente con otros parientes. Todo eso pasó cuando el Presidente era Pérez y el Gobernador de Caracas era (Antonio) Ledezma".
La rebelión popular del 27 de febrero de 1989 fue la respuesta de un pueblo golpeado por la pobreza y la exclusión producto de la aplicación de políticas neoliberales en el país durante la década de 1980 y que se agudizaron en el segundo período presidencial de Carlos Andrés Pérez.
A principios de 1989, la pobreza en la cual vivían cinco de cada diez hogares venezolanos se recrudeció por los recortes aplicados por Pérez en los recursos destinados a atender las necesidades del pueblo. Así, la cifra de "gasto" social, como era concebido en la IV República, bajó de 7,3% en 1988 a 6,9% para 1989. El presupuesto para educación se redujo de 12.005 millones de bolívares en 1988 a 10.635 millones en 1989. Los recursos para la salud descendieron de 5.599 millones de bolívares en 1988 a 4.311 millones en 1989.
La realidad de entonces produjo que el pueblo se alzara y salieran a las calles a exigir respeto. Como respuestas, el "pueblo fue masacrado y desaparecidos", rememoró Francisca León, a quien le arrebataron a su hijo de tan sólo 15 años ese 1° de marzo, hace 26 años.
Según cifras aportadas por el Gobierno de Pérez sobre los asesinados aquellos días de febrero y de marzo de 1989, sólo fueron asesinados unos 300 venezolanos, sin embargo, de acuerdo a las investigaciones posteriores, fueron más de 3.000 hombres, mujeres, jóvenes y niños a los que le arrebataron la vida, mientras que otras cientos de personas fueron desaparecidas.
José del Carmen Pirela se llama el hijo de Francisca, quien contó que "como la 1:00 de la tarde de ese miércoles (1° de marzo de 1989) fue la última vez que lo vi".
"La gente sólo estaba pidiendo que se le respetara, que lo que era de los venezolanos era de los venezolanos y de nadie más. Sólo estábamos reclamando, los que salieron y los que no, que se hiciera justicia y la respuesta de Pérez fue matar y desaparecer", dijo.
Francisca, con sus 75 años y de los cuales 26 lleva sin ver a su hijo, dice que a pesar de todo el dolor que generó El Caracazo, hoy es justo decir "que ese despertar rindió y sigue rindiendo sus frutos".
"Jamás podremos olvidar a nuestros muertos a nuestros familiares desaparecido, pero la esperanza de aquel momento es una realidad hoy y es algo que defenderemos a capa y espada", recalcó Francisca e insistió en la necesidad de "hacer pagar a los culpables".
No hubo culpables. Un decreto presidencial de la época avalaba la acción: "Se suspenden en todo el territorio nacional las garantías establecidas en los ordinales 1, 2, 6 y 10 del artículo 60 y de los artículos 62, 64, 66, 71, 115 de la Constitución (del 1969)", refería el Decreto 49 firmado, el 28 de febrero de 1989, por el presidente adeco Carlos Andrés Pérez, recalcando además que era un "deber ineludible" de su Gobierno.
A Franklin, y a sus otras tres hermanas, su madre, Silvia de Zerpa de Mujica, le ordenó resguardarse en el interior de sus cuartos. Puertas cerradas, ventanas cerradas. Nadie tenía permiso de salir esa casa ubicada justo frente del Puente Coche, en la parroquia El Valle, Caracas.
Después del mediodía de aquel 1° de marzo -tres días después de haber iniciado la rebelión popular contra el paquete neoliberal impuesto de Carlos Andrés Pérez- la orden de Silvia Zerpa de Mujica se cumplía a cabalidad, pero la ventana del segundo piso de la vivienda, que daba al cuarto de Franklin, quedó abierta.
Ni un segundo tenía de haber subido a su habitación, cuando el joven fue sorprendido por una bala, alrededor de las 4:00 de la tarde. Cayó tendido en su cama.
El cuerpo fue encontrado por el padre de Franklin, quien salió junto a Silvia corriendo al hospital de Coche, dejando en la casa a su otras tres hijas, de 10, 8 y 7 años de edad. "Mi esposo sabía que Franklin estaba muerto, pero yo tenía la esperanza que en el hospital le salvaran la vida, pero había llegado sin vida. No había nada que hacer", cuenta la señora de 63 años.
"Fue duro", dice con lagrimas recordado aquella tarde. "Eso no fue una bala loca, esa era la orden que tenían de Carlos Andrés Pérez", dijo.
La muerte de Franklin no fue casual. Los vecinos le contaron a la señora Silvia, días después, que mientras estaban en el hospital, cuerpos de seguridad del Estado estaban tumbando la puerta de su casa, donde estaban solas sus tres hijas. "Estaban buscando el cuerpo de Franklin. Eso quiere decir que quienes dispararon sabía muy bien a dónde dirigieron la bala", narró.
Silvia y su esposo con el dolor quedaron "reclutados" en el hospital donde estaba el cuerpo sin vida de su hijo. "No pudimos salir en un día y medio, porque balas iban y balas venían".
Eso no fue lo peor -cuenta Silvia, desde el Cementerio General del Sur, donde visitó este 27 de febrero la tumba de su hijo-. Las historias de otras decenas de familias eran similares a la de la familia Mujica Zerpa.
"Al hospital llegaban a cada rato madres con sus hijos, hijos con sus padres o gente con otros parientes. Todo eso pasó cuando el Presidente era Pérez y el Gobernador de Caracas era (Antonio) Ledezma".
La rebelión popular del 27 de febrero de 1989 fue la respuesta de un pueblo golpeado por la pobreza y la exclusión producto de la aplicación de políticas neoliberales en el país durante la década de 1980 y que se agudizaron en el segundo período presidencial de Carlos Andrés Pérez.
A principios de 1989, la pobreza en la cual vivían cinco de cada diez hogares venezolanos se recrudeció por los recortes aplicados por Pérez en los recursos destinados a atender las necesidades del pueblo. Así, la cifra de "gasto" social, como era concebido en la IV República, bajó de 7,3% en 1988 a 6,9% para 1989. El presupuesto para educación se redujo de 12.005 millones de bolívares en 1988 a 10.635 millones en 1989. Los recursos para la salud descendieron de 5.599 millones de bolívares en 1988 a 4.311 millones en 1989.
La realidad de entonces produjo que el pueblo se alzara y salieran a las calles a exigir respeto. Como respuestas, el "pueblo fue masacrado y desaparecidos", rememoró Francisca León, a quien le arrebataron a su hijo de tan sólo 15 años ese 1° de marzo, hace 26 años.
Según cifras aportadas por el Gobierno de Pérez sobre los asesinados aquellos días de febrero y de marzo de 1989, sólo fueron asesinados unos 300 venezolanos, sin embargo, de acuerdo a las investigaciones posteriores, fueron más de 3.000 hombres, mujeres, jóvenes y niños a los que le arrebataron la vida, mientras que otras cientos de personas fueron desaparecidas.
José del Carmen Pirela se llama el hijo de Francisca, quien contó que "como la 1:00 de la tarde de ese miércoles (1° de marzo de 1989) fue la última vez que lo vi".
"La gente sólo estaba pidiendo que se le respetara, que lo que era de los venezolanos era de los venezolanos y de nadie más. Sólo estábamos reclamando, los que salieron y los que no, que se hiciera justicia y la respuesta de Pérez fue matar y desaparecer", dijo.
Francisca, con sus 75 años y de los cuales 26 lleva sin ver a su hijo, dice que a pesar de todo el dolor que generó El Caracazo, hoy es justo decir "que ese despertar rindió y sigue rindiendo sus frutos".
"Jamás podremos olvidar a nuestros muertos a nuestros familiares desaparecido, pero la esperanza de aquel momento es una realidad hoy y es algo que defenderemos a capa y espada", recalcó Francisca e insistió en la necesidad de "hacer pagar a los culpables".
Gissel Molina AVN 27/02/2015 16:47
Una histórica violación de los Derechos Humanos del pueblo venezolano
En 1989 no hubo ONU ni OEA que se pronunciara ante la masacre del 27F
Credito: Archivo
Por: Agencia Venezolana de Noticias | Viernes, 27/02/2015 07:56 AM | Aporrea
Caracas, febrero 27 - Un 27 de febrero de 1989 el pueblo de Venezuela despertó ante la agonía moral en la que vivía frente a las medidas neoliberales del "paquete económico" del gobierno de Carlos Andrés Pérez. Desde ese día han pasado 26 años y mientras salían a las calles a clamar justicia, miles de venezolanos fueron masacrados a manos de las fuerzas de represión de los órganos de seguridad del Estado.
En medio de esa violación de los derechos humanos, no hubo ningún pronunciamiento ni condena de organismos internacionales, entre los cuales figura la Organización de Estados Americanos (OEA). Ante los ojos del mundo, en Venezuela no ocurría ningún hecho irregular.
El Comandante Hugo Chávez, tras participar en un acto en Caracas para conmemorar los 22 años del Caracazo, detalló que en esos días de rebelión popular contra el neoliberalismo "toda esa semana fue de masacre y ahí no hubo ningún Naciones Unidas, no hubo ningún OEA que se pronunciara contra esa masacre. Todo lo contrario, apoyaron aquel gobierno porque era un gobierno títere del imperio norteamericano".
Al término de los años 80, los organismos internacionales callaban frente a las gobiernos neoliberales. Venezuela no fue la excepción. Si la OEA no emitió ningún pronunciamiento al respecto, a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (Corte-IDH) le llevó 10 años reconocer la masacre El Caracazo.
A diferencia de los que ocurrió hace ya 26 años, en la actualidad el secretario general de este organismo, José Miguel Insulza, ha sido partícipe político en los procesos internos de Venezuela, al punto de solicitar la liberación los procesados por la justicia por estar involucrados en los hechos violentos del año 2014, los cuales dejaron 43 personas fallecidas y más de 800 heridos.
Por esos hechos violentos de 2014, promovidos por la ultraderecha, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) puso de inmediato su atención en el país, condenando la labor de las autoridades para mantener la paz y el orden democrático y victimizando en el mundo a los causantes de la violencia y el terrorismo.
El presidente de la República, Nicolás Maduro, subrayó la necesidad de acabar con el sistema de impunidad oligárquica internacional, ante las continuas agresiones del imperio norteamericano contra Venezuela.
Durante el programa semanal En Contacto con Maduro, del pasado 24 de febrero de 2015, indicó que el país está acabando con el referido sistema de impunidad con la verdad y justicia.
Recordó que Venezuela ha elevado ante instancias internacionales, como la OEA, diversas denuncias sobre violaciones a derechos humanos, ataques y agresiones por parte de la derecha nacional e internacional sin obtener respuestas.
"Es el sistema de complicidad oligárquica, de impunidad oligárquica internacional, y nosotros tenemos que derribar ese sistema y lo estamos derribando con valentía, con coraje, con la verdad, con la justicia", expuso el Mandatario.
27F: ¡Prohibido olvidar!
(VIDEO) "Un crimen de tal magnitud no puede quedar impune": Comandante Hugo Chávez
Presidente Chávez conmemora junto al pueblo el 27F - Credito: ABN
Por: Prensa YVKE- Aporrea.org | Viernes, 27/02/2015 06:24 AM | Aporrea
Caracas, febrero 27 - Hace 5 años, durante la conmemoración del 27F el presidente Hugo Chávez pronunció un encendido discurso para recordar los hechos y clamar contra la impunidad.
En esa conmemoración del 21º aniversario de El Caracazo aseveró: "Un crimen de tal magnitud no puede quedar impune":
(Hace 5 años) Hugo Chavez: 27 de Febrero Dia de la Revolucion Popular
http://youtu.be/wkOuVRH4EWAPresidente Maduro: Hace 26 años empezó la Revolución Bolivariana
RADIO AVN
Caracas, 27 Feb. AVN.- El presidente de la República, Nicolás Maduro, enfatizó este viernes que hace 26 años, cuando se produjo la rebelión popular del Caracazo contra el sistema neoliberal, empezó la Revolución Bolivariana para proteger al pueblo.
"Ese fue el inicio de la Revolución Bolivariana, para salir del maltrato, del saqueo, de la neocolonia, de la falsa República y la falsa democracia", dijo el mandatario al comunicarse vía telefónica con el gobernador del estado Aragua, Tareck El Aissami, durante una sesión especial del Consejo Legislativo de la entidad.
"Venezuela empezó el siglo XXI hace 26 años con la rebelión popular del 27 y 28 de febrero de 1989", añadió.
Este viernes se conmemoran 26 años del Caracazo, cuando el pueblo venezolano salió a las calles para rechazar un paquete de medidas neoliberales que aplicó el Gobierno de Carlos Andrés Pérez, por imposición del Fondo Monetario Internacional (FMI). Se desató entonces una brutal represión que da cuenta de al menos 3.000 muertos.
El jefe de Estado indicó, en transmisión de Venezolana de Televisión, que aquel pueblo "maltratado y masacrado por la oligarquía" tuvo luego a Hugo Chávez como su líder, y "el milagro de la revolución socialista y las misiones" o programas sociales del Ejecutivo Nacional.
Puntualizó que ese tiempo del pueblo del abandono, huérfano y masacrado, se transformó hoy en la época del "pueblo protegido, amado, de la solidaridad, de las grandes misiones".
El presidente Maduro sostuvo, además, que los venezolanos de entonces fueron los primeros que dijeron no al intento de convertir el país en una colonia del FMI y que rechazaron el capitalismo salvaje y el neoliberalismo. "Fue el pueblo el que dio la primera clarinada de esperanza y vida", enfatizó.
Por su parte, el vicepresidente Ejecutivo de la República, Jorge Arreaza, recordó la fecha vía Twitter. "El bravo pueblo de Bolívar sacudió las estructuras del capitalismo en 1989; pueblo que se hizo gobierno antineoliberal con el comandante Chávez", escribió en la red social.
TOMADO DE: http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
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