Latinoamérica acosada por golpes blandos
En estos últimos 15 años, gobiernos de izquierda suramericanos han sido blancos de continuos ataques desestabilizadores para su derrocamiento > Cuatro presidentes con políticas antineoliberales han sido sacados del poder.
En estos últimos 15 años Latinoamérica ha sido escenario de una serie de golpes de Estado no clásicos, que se esconden en fórmulas legalistas o en la creación de circunstancias económicas o sociales artificiales para avanzar sobre los proyectos políticos de izquierda o progresistas: contra Hugo Chávez en 2002; contra Jean-Bertrand Aristide en Haití en 2004; en Honduras en 2009 contra Manuel Zelaya; y en Paraguay en 2012 contra Fernando Lugo.
Pero en ese período, no solo se cuentan los golpes consumados, pueblos y gobiernos latinoamericanos han denunciado al menos una veintena de intentos de apropiarse del poder inconstitucionalmente a través de una nueva modalidad que se le ha conocido como “golpe blando”, aplicado a gobiernos legítimamente electos.
Nueva técnica golpista
Golpe blando es un concepto que fue introducido por el estadounidense anticomunista Gene Sharp, conocido por su extensa obra en defensa de la no violencia como lucha contra el poder.
Este político propone cinco etapas para derrocar gobiernos: desde llevar a cabo acciones para generar un clima de malestar en los pueblos con denuncias de corrupción hasta desarrollar campañas en defensa de la libertad de prensa y los derechos humanos junto a acusaciones de totalitarismo contra el Gobierno, pasando por luchar por reivindicaciones políticas y sociales y llevar a cabo operaciones de guerra psicológica y la desestabilización del Gobierno, para crear un clima de “ingobernabilidad”. El objetivo final es forzar la renuncia del Presidente mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones.
Paralelo a esto se prepara el terreno para una intervención militar extranjera, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país.
“Los nuevos golpes de Estado ya no utilizan a los ejércitos sino que son formalmente institucionales. El presidente Manuel Zelaya de Honduras fue derribado por el Parlamento, al igual que el obispo Fernando Lugo, presidente paraguayo. Rafael Correa, en Ecuador, sufrió un intento golpista de la policía; Evo Morales, en Bolivia, el de las oligarquías que gobernaban las regiones orientales, Hugo Chávez el de la burocracia y tecnocracia que controlaba la empresa petrolera Pdvsa, fuente de las divisas del país y su sucesor Nicolás Maduro, el del gran capital organizador del acaparamiento de los bienes esenciales y de la fuga ilegal de capitales. Cristina Fernández, en Argentina, enfrentó sucesivamente la especulación contra el peso para forzar una devaluación, el ataque judicial en Estados Unidos de los “fondos buitres” para provocar una oleada de cobros que llevase a la quiebra a la Argentina y, desde enero, la preparación de un golpe judicial aprovechando el dudoso suicidio del fiscal Alberto Nisman”, escribió el periodista argentino Guillermo Almeyra en su artículo Los golpes blandos: un caso de manual, publicado por el portal Rebelión.
Golpes consumados
De los golpes de Estado consumados en estos últimos quince años, sólo el gestado contra el presidente Hugo Chávez en Venezuela tuvo un revés a las 48 horas. En los casos de los mandatarios de Ecuador Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiérrez (2005); de Haití, Jean-Bertrand Aristide (2004); de Honduras, Manuel Zelaya (2009) y de Paraguay, Fernando Lugo (2012), quedaron fuera del poder tras la ofensiva. Incluso, en la arremetida el destierro fue el golpe final en los casos Aristide y Zelaya.
Los exjefes de Estado haitiano y hondureño fueron sacados a la fuerza de sus residencias. El primero en la madrugada del 29 de febrero de 2004 por tropas estadounidenses, que lo subieron a un avión sin identificación que lo llevó a la República Centroafricana; y el segundo el 29 de junio de 2009 por oficiales de las fuerzas armadas de sus país, quienes lo trasladaron en horas de la madrugada –en ropa de dormir– en situación de detenido a un aeropuerto militar al sur de Tegucigalpa, donde lo adormecieron y montaron en una aeronave con destino a Costa Rica.
Los derrocados Mahuad y Gutiérrez, quienes al contrario de los dos casos anteriormente mencionados, recibieron la arremetida del pueblo por sus políticas neoliberales que los empobrecieron aún más, salieron del país por sus propios medios. El primero huyó a la Embajada estadounidense en Quito para irse posteriormente en condición de exiliado a Estados Unidos. Al segundo también le dieron asilo en Washington.
En cuanto a Lugo, este pudo permanecer en Paraguay después del golpe de la derecha política contra su gobierno, pese a que su salida forzada se produjo bajo el mismo guión de golpe blando aplicado para sacar a Chávez, a Aristide y a Zelaya. En estos tres casos, donde los medios de comunicación prepararon el escenario con ataques a las gestiones de gobierno, acusándolos de dictatoriales, corruptos y narcotraficantes, el detonante para efectuar el golpe final fue la muerte de manifestantes en concentraciones opositoras para justificar a través de instituciones del Estado la salida no democrática apoyados todos por el Gobierno de Estados Unidos desde sus embajadas en esos países.
Intentonas fracasadas
En estos últimos 15 años, por lo menos siete países suramericanos han sido blancos de procesos desestabilizadores para destituir por la fuerza a sus gobiernos legítimamente establecidos. En el 2000 Ollanta Humala falló en su intentona militar contra el presidente Alberto Fujimori. Cinco años después, su hermano también fracasó en la misma tarea contra Alejandro Toledo, pero estos casos fueron en resistencia a gobiernos de derecha. Las sonadas ejecutadas en esta primera década y media del siglo XXI han sido en casi su totalidad para destituir administraciones de izquierda, siguiendo el manual de Sharp, aplicado por primera vez en Yugoslavia (2000).
“Ningún gobierno de derecha fue perturbado por el golpismo, cuyo signo político oligárquico e imperialista es inocultable. Por eso el campeón mundial de la violación a los derechos humanos –Álvaro Uribe, con sus miles de desaparecidos, sus fosas comunes, sus “falsos positivos”– jamás tuvo que preocuparse por insurrecciones militares en los ocho años de su mandato. Y es poco probable que los otros gobiernos de derecha que hay en la región vayan a ser víctimas de una tentativa golpista en los próximos años. De las cuatro que hubo desde 2002 tres fracasaron y sólo la perpetrada en Honduras en contra de Mel Zelaya fue exitosa”, escribió el sociólogo argentino Atilio Borón en su artículo para Página12, ¿Qué pasó en Ecuador?
Ciertamente ningún mandatario mexicano ha sido víctima de alguna ofensiva golpista en estos últimos 15 años pese a las reiteradas violaciones a los derechos humanos cometidas contra su pueblo, recordando a Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña.
Vale acotar que cuando Borón escribió este artículo, aún no se había gestado el golpe de Estado contra Fernando Lugo en Paraguay, y cuando habla de las tres fracasadas tentativas golpistas en la región desde 2002, se refiere a la boliviana contra Evo Morales, la ecuatoriana contra Rafael Correa y la venezolana contra Chávez.
Sonadas venezolanas
Venezuela, que no ha escapado un año –desde que la Revolución Bolivariana se instauró– de planes desestabilizadores, a apenas ocho meses del golpe del 11 de abril de 2002 enfrentó una intentona empresarial, en la que utilizaron la estatal petrolera para destruir la economía del país y así buscar rendir al Gobierno legítimamente electo por su pueblo.
En 2004, la oposición venezolana fracasó en su intento de sacar del poder a Chávez a través de un mecanismo que establece la Constitución Bolivariana, un referendo revocatorio, aupado con cierre de calles y protestas que se conocieron como “guarimbas”.
Apenas Nicolás Maduro ganó las elecciones presidenciales luego de la muerte del presidente Chávez, se gestó en su contra un intento de sacarlo del poder a través de ataques contra simpatizantes del chavismo, aupados por el candidato perdedor de esos comicios Henrique Capriles, quien llamó a “descargar la arrechera”.
En 2014, contra Maduro se repitieron las guarimbas en cuatro municipios del país administrados por alcaldes opositores: San Cristóbal, San Diego, Maracaibo y Chacao, para derrocar el gobierno Bolivariano, pero sin éxito.
En 2015 el Gobierno Revolucionario desmontó una intentona golpista cuyo plan era asesinar al presidente Maduro a través de operaciones militares aéreas, que se le conoció como Operación Jericó. No obstante, los planes de la oposición golpista, encabezada por María Machado, Julio Borges y Antonio Ledezma, entre otros, aún no han terminado, y promueven una “transición”.
Intentonas argentinas
En Argentina, que antes de la llegada de Néstor Kirchner al poder en 2002 tambaleaba tras la crisis política desatada por el corralito financiero que obligó a renunciar a cinco presidentes en un año; ya estabilizada con Cristina Fernández de Kirchner en el poder, se han registrado al menos tres intentos fracasados por sacarla del poder.
La oligarquía agraria y ganadera argentina usó de pretexto el decreto presidencial del 11 de marzo de 2008 que establece un aumento del impuesto de exportación de la soya y la semilla de girasol para desatar la violencia y obligar a Fernández de Kirchner a dimitir.
La siguiente pretensión de sacar del poder a la gobernante se materializó con la búsqueda de generar un default financiero en la Argentina a través de los fondos buitres, plan que tampoco tuvo éxito.
La última sacudida fue a través del Poder Judicial, con el intento de acusar a Fernández de obstaculizar las investigaciones del atentado contra la asociación judía en Buenos Aires, AMIA, en 1994, que le costó la vida a 84 personas. Tampoco lograron su cometido.
La última sacudida fue a través del Poder Judicial, con el intento de acusar a Fernández de obstaculizar las investigaciones del atentado contra la asociación judía en Buenos Aires, AMIA, en 1994, que le costó la vida a 84 personas. Tampoco lograron su cometido.
Contra Bolivia y Ecuador
Bolivia vivió semanas de desestabilización política en septiembre de 2009 tras la decisión del presidente Evo Morales de implementar nuevas leyes sobre la distribución de las ganancias provenientes del petróleo, el gas y la tierra, para beneficiar a todo el país.
Bolivia vivió semanas de desestabilización política en septiembre de 2009 tras la decisión del presidente Evo Morales de implementar nuevas leyes sobre la distribución de las ganancias provenientes del petróleo, el gas y la tierra, para beneficiar a todo el país.
Pero al verse “amenazados” los estados orientales bolivianos, conocidos como la Media Luna, que cuentan con estas riquezas naturales, grupos separatistas convocaron a desconocer al gobierno de Morales, llamando a un paro “cívico” obligando a la población a acatarlo con ataques violentos y disturbios.
En Ecuador, que tras dos golpes de Estado (uno en 2000 y otro en 2005) e inestabilidad política comenzaba a fortalecer su sistema democrático de gobierno con la llegada del presidente Rafael Correa, se sufrió el 30 de septiembre de 2010 una intentona golpista protagonizada por un grupo de policías y militares que mantuvieron secuestrado al mandatario nacional por más de 10 horas en un hospital donde era atendido por su operación de la rodilla, y reprimieron a miles de ciudadanos que intentaron rescatarlo.
El apoyo del pueblo en la calle, acompañado del respaldo de presidentes del continente de forma individual o en bloques como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que actuaron al momento de la intentona golpista, evitaron el quiebre institucional.
EMMA GRAND /CIUDAD CCS
TOMADO DE: www.ciudadccs
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