Simón Rodríguez y la educación para la vida
LORENA ALMARZA
Simón Narciso Rodríguez nació un día de San Simón, el 28 de octubre, del año 1769. La Caracas que lo vio nacer contaba con 25 mil habitantes, y al igual que el resto del país, tenía una fuerte estratificación étnico-social. Aunque registrado como expósito, tuvo como padre a Alejandro Carreño, músico, que llegaría a ser maestro de Capilla de la Catedral de Caracas, y como madre a Rosalía Rodríguez, hija de un propietario de haciendas y ganado, descendiente de canarios. Simón adoptó el apellido materno, mientras que su hermano Cayetano, quien sería posteriormente destacado compositor, el paterno.
En 1791, el Ayuntamiento de Caracas lo nombró maestro principal de primeras letras, latinidad y elocuencia en la Escuela de Lectura y Escritura para Niños, la cual estaba ubicada en el piso alto de la casa de doña Juana Aristeguieta (entre las esquinas de Veroes y Jesuitas).
SIMONCITO Y SIMÓN
Simoncito Bolívar y el maestro se conocieron en la casa del infante, pues Rodríguez fue amanuense de Don Feliciano Palacios, abuelo materno y tutor del niño. De ese encuentro, Bolívar comentaría: “Mi amado maestro Simón (…) me habló de un meticuloso plan rousseauniano para poner en práctica conmigo (…)”. Los paseos al aire libre, ejercitación, actividades manuales, experimentos, acercamiento a la ciencia desde la naturaleza y lectura constante fueron parte de las dinámicas implementadas por el maestro, quien enseñaba a su vez: “Lenguas española y latina, aritmética e historia”, según O’Leary.
TRANSFORMAR LA ESCUELA COLONIAL
Convencido del valor de la escuela para transformar la sociedad, presentó en 1794 ante el Ayuntamiento un análisis sobre la escuela denominado Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Cinco meses después le informaron que la propuesta había sido rechazada y presentó su renuncia. En ese período de espera, Bolívar vivió en su casa, mientras un pleito judicial familiar sobre su custodia era resuelto. Ambos estuvieron juntos entre 1792 y 1797.
LA SALIDA DE VENEZUELA
En 1797 se embarcó hacia Jamaica y al llegar allí cambió su nombre a Samuel Robinson. Ese año fue delatada la conspiración de Gual y España en contra de la corona española. Alfonzo Rumazo afirma que Rodríguez participó en la conspiración, mientras que Uslar Pietri asevera que él “había tomado parte en aquella tentativa frustrada (de Gual y España)”. Otros historiadores dudan de esto.
De Jamaica fue a Estados Unidos, vivió en Baltimore y Filadelfia y trabajó en una imprenta. En 1800 fue a Francia y trabajó con un impresor. Junto al fraile Fray Servando de Mier fundó una escuela de lengua española y tradujo el poema Atala de François René de Chateaubriand, que editó en 1801 señalando: “Traducido por S. Robinson, profesor de Lengua Española en París.
EL REENCUENTRO CON BOLÍVAR
En 1804 coincidió con Bolívar en Europa, a quien aconsejó dedicarse a la lectura de Helvetius, Houibach y Hume, entre otros, según O’Leary. Junto a Fernando Toro, el maestro y Bolívar recorrieron Europa, gran parte a pie y en jornadas dobles. En Roma, el 15 de agosto de 1805, Bolívar hizo su juramento y luego regresó a Venezuela.
ROBINSON Y BELLO
Rodríguez continuó su peregrinar por Europa: “ (…) concurrí a juntas secretas de carácter socialista, vi de cerca al padre Enfantin, a Olindo Rodríguez, a Pedro Leroux (…)”. En 1821 se instaló en Londres, donde se reencontró con Andrés Bello, quien diría: “Nada más ingenioso, nada más lógico, nada más atractivo que su método; es en este género otro Pestalozzi, que tiene como éste, la pasión y el genio de la enseñanza”.
VUELTA A AMÉRICA
En 1823 regresó a América por Cartagena de Indias y retomó su nombre. En Bogotá, intentó crear una escuela donde enseñar a los jóvenes un oficio mecánico, así como gramática, escritura, contar, pero no tuvo apoyo económico.
FORMAR REPUBLICANOS
“¡Oh mi maestro!, ¡oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson! (…) Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso (…)”, así escribió el Libertador a su querido maestro desde Pativilca, donde se encontraba con Sucre y su estado mayor preparando la campaña que culminó en Junín y Ayacucho. En esas líneas expresa claramente la admiración y el amor por su maestro. Bolívar destaca la libertad en su educación, pues justamente para Rodríguez, el principal precepto de la pedagogía era educar para la libertad. Para el maestro, una mejor sociedad solo era posible mediante un proceso educativo que permitiera producir luces y virtudes, y superar la segregación. Convencido de la fuerza creadora de la educación afirmó: “Para tener República hay que comenzar por hacerlos republicanos, por formar pueblo (…) vamos a formar ciudadanos, vamos a convertirlos en la gente capaz de realizar esa República, en la escuela”.
EL PROYECTO EDUCATIVO
Rodríguez se unió a Bolívar en Lima. Luego, el Libertador lo nombró director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y director general de Minas, Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana. En 1826 fundó la Escuela Modelo de Chiquisaca y otras semejantes en los distintos departamentos del país que incluyó la instrucción de mujeres, la dotación de empleos para los padres de los niños recogidos, el cultivo de las tierras baldías, la atención a la población indígena. Sin embargo, el Mariscal Sucre, quien era presidente de Bolivia, no congeniaba con las ideas del maestro.
EL ANDARIEGO
Renunció y estuvo en Perú, Chile y Ecuador. En Arequipa publicó El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social. La causa social era la consolidación de las nuevas repúblicas mediante la educación, el trabajo productivo y la cultura para formar republicanos. En 1831, en Lima, publicó el plan general de la obra Sociedades Americanas, dedicada a la educación popular.
En 1833 realizó un plan de educación científica en Concepción, Chile. Publicó en 1834, Luces y virtudes sociales y durante una temporada para el periódico El Mercurio. Se instaló cerca del lago Titicaca en una choza en compañía de una india, dedicándose a la fabricación de velas de sebo.
En 1842 visitó a Manuela Sáenz, en Paita. Entre 1842 y 1843 fue administrador en las salinas de Juan José Flores, presidente de Ecuador. En 1849, el periódico El Neogranadino de Bogotá publicó Extracto suscinto de mi obra sobre la Educación Republicana. Entre 1850 y 1851, en Latacunga, escribió sus ideas pedagógicas: Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga.
El 28 de febrero de 1854, en Amotape, Perú, muere el maestro. El 22 de diciembre de 1924 sus restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y en 1954 al Panteón Nacional en Caracas.
Efraín Cortez El legado de Simón Rodríguez debe y tiene que ser la base en la “educación formal y acá un ejemplo : “El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda a aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender”.- TOMADO DE: http://www.ciudadccs.info/