domingo, 1 de noviembre de 2015


PALESTINA RESISTE EN EL CINE






José Carlos De Nóbrega

“Una caravana de camellos salvajes asemeja la celeridad de las lágrimas”. Wafi Salih.
     La semana pasada pudimos disfrutar un estupendo ciclo de cine relacionado con la causa palestina en VIVE TV. Significó un oasis artístico y político que se contrapuso a la alienante programación que insulta aún la inteligencia de los venezolanos [con sus protagonistas explícitos de siempre y sus testaferros de hoy que le cuidan el negocio]. 
Celebramos la alianza entre este canal y la Embajada de Palestina en Venezuela, por demás histórica y ejemplar. 
El cine de autor, sumado a una lectura crítica y desmitificadora del momento histórico, nos puede liberar y sacudir del cautiverio de la rutina, cuando nos confronta con el sufrimiento de los otros. 
Solidarizarse con el oprimido aquí y allende nuestras fronteras, nos conduce a un ejercicio libre y responsable de la ciudadanía que excede los muros ideológicos, crematísticos y mediáticos con los cuales se proveen los opresores. 
     El ciclo de cine sobre la resistencia palestina, no sólo nos permitió conocer la obra cinematográfica de sus connacionales, sino también la de directores extranjeros que asumieron una posición política comprometida con su justa y urgente bandera. Los filmes de ficción y documentales en cuestión, exploran un intervalo histórico que comprende la “Nakba” o catastrófico éxodo palestino a partir de 1948, su expulsión de El Líbano en 1982 en el veneno de la masacre de Sabra y Chatila, la Intifada y los ataques inmisericordes del ejército israelí en Gaza y Cisjordania durante lo que va del siglo XXI. 
La Franja de Gaza es todavía un campo de concentración diseñado y administrado por el sionismo [a la manera nazi], el cual ha contado con la complicidad e indolencia de la comunidad internacional. 
Es un contrasentido obsceno sacudirse el Holocausto por vía del exterminio del Otro: El agresor sigue siendo víctima envilecida, esta vez de su propio corazón predatorio.
     Las películas de ficción nos parecieron una pertinente aproximación a la cuestión palestina, sin artificios estilísticos ni afanes propagandísticos.
 “La sal de este mar” (2008) de Annemarie Jacir, es una road movie hiperrealista que sublima la recuperación del país, el patrimonio material y cultural, amén de la identidad palestina. 
El amarillismo de la anécdota representa el pretexto poético y emancipador, con las naranjas y el mar, que apuntala a Soraya en la rebeldía. “Domicilio Privado” (2004) de Saverio Constanzo, constituye una metáfora claustrofóbica y terrorista que desmonta la ocupación israelí. La casa familiar palestina es tomada y despedazada en tres secciones, de donde la vigilia y las ensoñaciones se confunden en el caos. 
“La Última Luna” (2005) del chileno Miguel Littin, recrea la ocupación turca y después la inglesa de Palestina como consecuencia de la I Guerra Mundial. La red aviesa de intereses geopolíticos e internos, distanció a dos amigos que se ubicarían en aceras opuestas: el palestino Solimán y el judío Jacob. 
Nos queda un dejo nostálgico en la escena de palestinos y judíos chapoteando juntos en el Mar Muerto, y luego amargo en el desenlace sangriento que soporta la cerca de alambre de púas.   
     Los documentales allí exhibidos impactan por su contundencia conceptual y estética. 
“Yo soy Gaza” (2009) de la jordana Asma Beseiso, no sólo registra los desastres materiales y la mortandad a raíz del bombardeo y el ataque israelí a Gaza en 2008-09, contraviniendo la auto-censura mediática occidental, sino indaga en torno a la psicosis y el despropósito del invasor. 
“Al-Sabbar” (2000) de Patrick Bürge, coproducción palestino-suiza que expone el trabajo fotográfico de Euhaira Sabbagh y la música de su hija Rim Banna sobre la destrucción de localidades palestinas como Saffuri e Iqrit, ello en tanto arqueología poética del desarraigo. 
“Disparar a un elefante” (2009) de Alberto Arce y Muhammad Rujailah, es un crudo reportaje de la Operación Plomo Fundido o, peor aún, un relato macabro en el que el ejército ocupante caza indiscriminadamente a civiles, paramédicos e incluso a su productor como en un safari infernal. 
Por último, el colofón del ciclo fue “El color de los olivos” (2007) de Carolina Rivas que documenta la tozuda resistencia de la familia Amer al muro cisjordano y la ocupación israelí en Masha. Destacan sus silencios, los planos detalle y la simulación de la naturaleza muerta [destruidos el gallinero y el invernadero] que recrean el apego rebelde a la tierra en oposición a la represión, el control social y el bloqueo económico. 
     Edward Said nos describe esta tragedia como si fuera producto de un desastre natural. Por lo que, dadas tan aciagas coordenadas, es menester apoyar el Proyecto Nacional Palestino excediendo la indolencia, la retórica diplomática hueca y el discurso y la praxis del poder enclavados en la más vil explotación del Otro.
TOMADO DE: http://www.notitarde.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario