DISOCIACIÓN Y
TRASTORNOS
DISOCIATIVOS
Autora: Ana Muñoz
¿Que es la disociación?
Disociación es una palabra que se utiliza para describir la
desconexión entre cosas generalmente asociadas entre sí.
Las experiencias disociativas no se integran en el sentido del yo,
dando por resultado discontinuidades en el conocimiento consciente. En la
disociación se da una falta de conexión en los pensamientos, memoria y sentido
de identidad de una persona.
Por ejemplo, alguien puede pensar en un acontecimiento que le
trastornaba enormemente y aún así no experimentar ninguna emoción en
absoluto.
Es lo que se llama embotamiento emocional, uno de los aspectos
principales del trastorno de estrés postraumático. La disociación es un proceso
psicológico que se encuentra comúnmente en personas que buscan un tratamiento
por problemas psicológicos (Maldonado et al., 2002).
La disociación cae dentro de una línea continua de severidad. Por
ejemplo, una disociación leve sería quedarse absorto leyendo un libro y no
darse cuenta de lo que sucede alrededor, o cuando estás conduciendo por una
carretera familiar y te das cuenta de que no recuerdas los últimos kilómetros
porque tu mente estaba "en otra parte" mientras tu cuerpo se
encargaba de conducir. Estos síntomas no se consideran patológicos y caen
dentro de la normalidad. Reciben el nombre de abstracción hipnótica.
Una forma más severa y crónica de disociación puede verse en el
trastorno de identidad disociativo, antes llamado trastorno de personalidad
múltiple, y otros trastornos disociativos que iremos viendo a lo largo de estas
páginas.
La disociación puede afectar a la subjetividad de una persona en
forma de pensamientos, sentimientos y acciones que parecen no provenir de
ninguna parte, o se ve a sí misma llevando a cabo una acción como si estuviera
controlada por una fuerza externa. (Dell, 2001).
Por lo general, una persona se siente "controlada" por
una emoción que no parece tener en ese momento. Por ejemplo, puede sentir
repentinamente una tristeza insoportable, sin una razón evidente, y después esa
emoción desaparece de la misma manera que llegó.
O bien, una persona puede encontrarse a sí misma haciendo algo que
no haría normalmente pero incapaz de detenerse, como si alguien le estuviera
obligando a hacerlo. Esto se describe a veces como la experiencia de ser un
"pasajero" en su propio cuerpo, más que el conductor.
Hay cinco maneras principales mediante las cuales la disociación
de procesos psicológicos cambia la manera en que una persona experimenta la
vida:
despersonalización,
desrealización,
amnesia,
confusión de la identidad,
y alteración de la identidad.
Se sospecha de la existencia de un trastorno disociativo cuando se
da cualquiera de las cinco características.
Despersonalización
Despersonalización es la sensación de estar
separado, o fuera del propio cuerpo. Sin
embargo, algunas personas hablan de una profunda alienación de sus cuerpos, la
sensación de que no se reconocen en el espejo, no reconocen su cara, o
simplemente, no se sienten "conectados" con sus cuerpos de maneras
que son difíciles de expresar con palabras (Frey, 2001; Guralnik, Schmeidler, Y
Simeon, 2000; Maldonado et al., 2002).
Desrealización
Es la sensación de que el mundo no es real.
Algunas personas explican que el mundo parece falso, brumoso, lejano, o como si
lo vieran a través de un velo. Otras dicen ver el mundo como si estuvieran
fuera, o
como si vieran una película (Steinberg,
1995).
Amnesia disociativa
La amnesia se refiere a la incapacidad para recordar información
personal importante que es tan extensa que no es debida al olvido
ordinario.
La mayoría de las amnesias típicas de los trastornos
disociativos no suelen ser del tipo de la fuga disociativa, donde las personas
recorren largas distancias y de repente se dan cuenta de que no saben dónde
están ni cómo llegaron allí.
Por el contrario, la mayoría de las amnesias
consisten a menudo en el olvido de un acontecimiento importante, por ejemplo,
una boda, o una reunión social, o un periodo de tiempo, que puede abarcar
minutos o años.
Más típicamente, se producen micro-amnesias, en las que no se
recuerda una discusión, o el contenido de una conversación se olvida de un
momento a otro.
Algunas personas afirman que este tipo de
experiencias las dejan a menudo luchando por recordar de qué estuvieron
hablando. Mientras
tanto, esta persona intenta no dejar que su interlocutor se dé cuenta de que no
tiene ni idea de lo que se ha estado diciendo.
Confusión de la identidad y alteración de la
identidad
La confusión de la identidad es un sensación de confusión
respecto a quién es uno mismo. Por ejemplo, cuando una persona siente
excitación y una emoción positiva mientras está realizando una actividad (por
ejemplo, conducción temeraria, uso de drogas) que por lo general le resulta
desagradable.
La alteración de la identidad es la sensación
de ser marcadamente diferente de otra parte de su ser. Así, una persona puede
cambiar a una personalidad diferente, sentirse confusa, y preguntar a su
terapeuta, "¿Quién
eres tú, y qué hago yo aquí?" Además
de estos cambios observables, la persona puede experimentar distorsiones del
tiempo, lugar, y situación. Por ejemplo, en el curso de un descubrimiento
inicial de la experiencia de la alteración de la identidad, una persona puede
creer incorrectamente que es cinco años mayor, que está en la casa de su niñez
y no en el despacho de su terapeuta, o temer que una persona fallecida a la que
teme aparezca de un momento a otro (Fine, 1999; Maldonado et al., 2002; Spiegel
Y Cardena, 1991; Steinberg, 1995).
Más a menudo, pueden observarse formas más
sutiles de alteración de la identidad cuando una persona utiliza diferentes
tonos de voz, forma de hablar, o expresiones faciales. Estos cambios
pueden estar asociados a un cambio en la forma de ver el mundo del
paciente.
Por ejemplo, durante una discusión sobre el
miedo, un cliente puede sentirse inicialmente joven, vulnerable, y asustado,
seguido por un cambio repentino a un estado de hostilidad y crueldad. La
persona puede expresar confusión sobre sus emociones y percepciones, o puede
tener dificultades para recordar qué acaba de decir, incluso aunque no diga ser
una persona diferente o tener otro nombre.
El paciente puede ser capaz de confirmar la experiencia de una
alteración de la identidad, pero a menudo la parte de sí mismo que se presenta
a terapia no es consciente de la existencia de estados disociados. Si se
sospecha de una alteración de la identidad, puede confirmarse al observar
amnesia para el propio comportamiento, cambios de humor, cambios en los
patrones de discurso, lenguaje corporal, conducta y relación con el terapeuta.
¿Cuál es la causa de la disociación y de los
trastornos disociativos?
La investigación tiende a indicar que la
disociación procede de una combinación de factores ambientales y biológicos. La
probabilidad de que una tendencia a disociar sea heredada se considera que es
de cero (Simeon et al., 2001). Por lo general, el abuso repetido físico y/o
sexual en la infancia y otras formas de trauma se asocian al desarrollo de los
trastornos disociativos (Putnam, 1985). En el contexto de un
trauma crónico y severo en la niñez, la
disociación puede ser considerada adaptativa porque reduce el intenso dolor
emocional creado por el trauma.
Sin embargo, si
la disociación continúa utilizándose en la edad adulta, cuando
el peligro original ya no existe, puede ser disfuncional.
El adulto que disocia puede desconectar
automáticamente de las situaciones que percibe como peligrosas o amenazantes,
sin tener tiempo para determinar si existe un peligro real.
Esto deja a la persona fuera de contacto en
muchas situaciones de la vida diaria, e incapaz protegerse en momentos de
peligro real.
La disociación puede también ocurrir cuando ha habido
negligencia severa o abuso emocional, incluso cuando no ha habido abuso físico
o sexual ostensible (Anderson y Alexander, 1996; Del oeste, Adán, Spreng, Y
Rose, 2001). Los niños pueden también disociar en las familias en las que los
padres son amenazadores, imprevisibles, disocian ellos mismos, o utilizan un
estilo de comunicación altamente contradictorio (Blizard, 2001; Liotti, 1992,
1999a, b).
El desarrollo de desórdenes disociativos en la edad adulta
parece estar relacionado con la intensidad de la disociación durante el
acontecimiento traumático real; la disociación severa durante la experiencia
traumática aumenta la probabilidad de la generalización de tales mecanismos
tras el acontecimiento.
El trauma repetido en la niñez aumenta perceptiblemente la
probabilidad de desarrollar trastornos disociativos en la edad adulta. (International Society for the Study of Dissociation,
2002; Kisiel & Lyons, 2001; Martinez-Taboas & Guillermo, 2000; Nash,
Hulsey, Sexton, Harralson & Lambert, 1993; Siegel, 2003; Simeon et al.,
2001; Simeon, Guralnik, & Schmeidler, 2001; Spiegel & Cardena, 1991).
Problemas para manejar las emociones
Uno de los problemas principales para la
persona con un trastorno disociativo es la alteración de la regulación de las
emociones; es decir, la
dificultad para tolerar y manejar experiencias emocionales intensas. Este problema
procede en parte de haber tenido pocas oportunidades de aprender a calmarse a
sí mismos o modular sus emociones, debido al hecho de criarse en una familia
abusiva o negligente, donde
los padres no enseñaron estas habilidades.
Los problemas en el manejo de las emociones se
componen de la intrusión repentina de recuerdos traumáticos y de las emociones
abrumadoras que los acompañan (Metcalfe y Jacobs, 1996; Rauch, van der Kolk,
Fisler, Alpert, Orr et al., 1996).
La incapacidad para manejar emociones intensas puede
desencadenar un cambio en el estado del yo, desde un estado de ánimo a otro.
La despersonalización, la desrealización, la amnesia y la
confusión de la identidad pueden considerarse esfuerzos de autorregulación
cuando la regulación de las emociones falla. La despersonalización (o verse a
sí mismo como si estuviera fuera de su propio cuerpo), por ejemplo, es un modo
de no estar presente mientras se está siendo sometido a un acto de abuso o
crueldad insoportable.
Como última alternativa de una mente abrumada
para escapar del miedo cuando no hay escapatoria, una persona puede,
inconscientemente, adaptarse creyendo que es alguien diferente.
Así, la experiencia traumática que la persona
no se ve capaz de afrontar ni de admitir, queda en un compartimento aislado de
su mente, desconectado del resto, y desarrollándose de un modo independiente
con cada repetición del trauma hasta dar lugar a una personalidad
diferente.
No es raro que una de las personalidades sea
agresiva y sienta ira y desprecio hacia la personalidad víctima, a quien
considera débil, cobarde y merecedora del castigo.
Esta personalidad airada ha observado a la
víctima desde fuera sin sentir nada hacia ella. Por eso, uno de los pasos
principales para la integración de esta personalidad pasaría por lograr que
sienta compasión por la víctima y empatía hacia ella. La aproximación
terapéutica requiere ayudar a construir la confianza en la capacidad de una
persona para tolerar sus emociones, aprender, y crecer como persona.
En la página siguiente veremos los distintos tipos de trastornos
disociativos según el DSM-IV-TR (Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders), cuarta edición revisada.
Tipos de trastornos disociativos
Hay cuatro categorías principales de trastornos
disociativos:
amnesia disociativa,
fuga disociativa,
trastorno de identidad disociativo,
y trastorno de despersonalización.
1. La amnesia de disociativa (amnesia
psicógena)
Se caracteriza por una incapacidad para recordar información
personal importante, generalmente de una naturaleza traumática o estresante,
que es demasiado amplia como para ser explicada por el olvido ordinario.
Es la más común de todos los trastornos disociativos, y puede
verse con frecuencia en las salas de emergencia de los hospitales (Maldonado et
el al., 2002; Steinberg et al., 1993). Además, la amnesia disociativa se asocia
a menudo a otros trastornos psicológicos (por ejemplo, trastornos de ansiedad,
otros trastornos disociativos).
Los individuos que sufren de amnesia
disociativa son generalmente conscientes de su pérdida de memoria, la cual
suele ser reversible debido a que los problemas de memoria se dan en el proceso
de recuperación, no en el proceso de codificación. La duración del
trastorno varía desde algunos días a varios años.
2. La fuga disociativa (fuga psicógena)
Se caracteriza por un viaje repentino e
inesperado lejos del hogar o del trabajo, acompañado por una incapacidad para
recordar su pasado y confusión sobre la identidad personal o la asunción de una
nueva identidad. Estas personas son vistas como normales por los demás. És
decir, su psicopatología no es obvia. No suelen ser conscientes de su pérdida
de memoria.
3. El trastorno de despersonalización
Se caracteriza por una sensación persistente o recurrente de
estar separado de los propios procesos mentales o del propio cuerpo.
Las personas que padecen este trastorno dicen
sentirse como si estuvieran mirando sus vidas desde fuera de sus cuerpos, como
si vieran una película.
A menudo informan de problemas de concentración, memoria y
percepción (Guralnik et al., 2001). La despersonalización debe ocurrir
independientemente del trastorno de identidad disociativo, trastornos por abuso
de sustancias y esquizofrenia (Steinberg et al., 1993).
4. El trastorno de identidad disociativo
(Conocido anteriormente como trastornos de
personalidad múltiple) es la
manifestación más severa y más crónica de la disociación, caracterizado por la
presencia de dos o más estados de personalidad o identidades diferentes que,
recurrentemente, toman el control del comportamiento del individuo, acompañado
por una incapacidad para recordar información personal importante que es
demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario.
Ahora se sabe que estos estados disociados no
son personalidades totalmente formadas, sino más bien representan un sentido de
la identidad fragmentado. La amnesia asociada típicamente a este trastorno es
asimétrica, es decir, las diferentes personalidades recuerdan aspectos
diferentes de la información autobiográfica.
Suele haber una personalidad principal que se
identifica con el nombre verdadero del cliente. Por lo general, la personalidad
principal no está enterada de la presencia de las demás. Las diferentes
personalidades pueden jugar papeles distintos al hacer frente a áreas
problemáticas.
Suelen aparecer un promedio de 2 a 4 identidades en el
diagnóstico, con un promedio de 13
a 15 personalidades que emergen durante el curso del
tratamiento (Coons, Bowman y Milstein, 1988; Maldonado et al., 2002). Los
acontecimientos ambientales suelen desencadenar el cambio repentino de una
personalidad a otra.
5. Trastorno disociativo no especificado
Incluye los trastornos disociativos que no satisfacen totalmente
los criterios diagnósticos para ninguno de los trastornos mencionados.
En la práctica clínica, éste parece ser el diagnóstico más
habitual.
6. Prevalencia de los trastornos disociativos
Algunos estudios indican que la disociación ocurre en un 2-3 %
de la población en general. Otros estudios han estimado un índice de
prevalencia del 10% para todos los trastornos disociativos (Loewenstein,
1994).
La disociación puede darse en formas agudas o crónicas.
Inmediatamente después de un trauma severo, la incidencia de fenómenos
disociativos es bastante alta.
Aproximadamente el 73 % de las personas expuestas a un incidente
traumático experimentarán estados disociativos durante el incidente o durante
las horas, días o semanas posteriores.
Sin embargo, para la mayoría de las personas estas experiencias
desaparecerán por sí mismas en algunas semanas.
·
Amnesia disociativa: no se
conoce la prevalencia exacta
·
Fuga disociativa: 0,2 % de la
población general.
·
Esta prevalencia se considera
más alta durante periodos de estrés extremo.
·
Trastorno de identidad
disociativo. Entre el 0,1 y el 1 %. En pacientes psiquiátricos la prevalencia
oscila entre el 5 y el 10 %
·
Trastorno de
despersonalización. No se conoce la prevalencia exacta pero algunos
investigadores lo consideran el tercer trastorno psicológico más frecuente
después de la depresión y la ansiedad.
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