Joe &
Kamala: la agenda de Davos
por Carlos Fazio
LA HAINE - 17/11/2020
La fórmula
Biden-Harris fue acuñada por los intereses del complejo digital-financiero, por
lo que el poder real seguirá en esas manos
A casi dos semanas de los comicios, la distopía electoral estadounidense
exhibe aristas propias de una república bananera y profundiza la crisis
múltiple de la democracia liberal, anclada en un bipartidismo cuya dicotomía
liberalismo vs. conservadurismo más que antagonizar se complementan y combinan para retroalimentar la cultura dominante y reproducir el consenso y, con ello, el sistema de
dominación con sus estructuras y mecanismos.
Todo indica que Donald Trump y el nacional trumpismo, como producto de
la descomposición del capitalismo y de la generación en sus entrañas del
totalitarismo y el neofascismo, va de salida; que la retórica patriotera,
populista, chovinista, nativista, machista, negacionista, racista y xenófoba
apoyada en la cultura del miedo del matón de la Oficina Oval, ha sido
derrotada.
Como definió el profesor Cornel West, la elección
fue entre el fascistoide de la Casa Blanca y el ala neoliberal del Partido
Demócrata; entre el peor y el malo (Atilio Boron dixit, https://lahaine.org/dL7k).
El 20 de enero próximo Joe Biden y Kamala Harris
llegarán al gobierno a hacer el control de daños; pero la naturaleza del
sistema seguirá intacta.
En virtud del pragmatismo que caracteriza la vida
política en EEUU, ambos tratarán de aplicar correctivos y limar la herencia más
extremista del prepotente y peligroso Trump.
Pero no
llegarán a cambiar el status quo, sino a reproducir
la lógica del imperialismo, con su base clasista común –hoy más
elitista y excluyente−, la de la plutocracia
monopólica y financiera (la guerra de clases de Buffett, pero con
esteroides), cuyo núcleo se resume en la esencia blanca, anglosajona y
protestante( white, anglosaxon, protestant).
Como ha señalado Biden, dado que el mundo necesita
un líder y EEUU debe retomar ese papel, su misión −con eje en un credo basado
en estereotipos y mitos difundidos en el imaginario popular, como el de
la Tierra prometida, el Destino manifiesto− será
regenerar el sistema capitalista, monopolista-estatal, imperialista.
Su mensaje ha sido Build back better (Volver a construir mejor), eufemismo
para aplicar la agenda salvacionista del great reset y la
nueva normalidad de Davos.
Lo que augura un recrudecimiento de la diplomacia de guerra, consustancial al papel
de EEUU como potencia hegemónica del capitalismo mundial, desafiado hoy por
China en los campos de la producción y las comunicaciones de 5G, y del
multilateralismo en Naciones Unidas.
A diferencia de Trump, quien pese a su fama de
apocalíptico fue el único presidente de EEUU que no inició ninguna guerra en
décadas, Biden sabe cómo hacerlo, ya que durante 40 años en los laberintos del
poder en Washington −36 como senador y ocho como vicepresidente de Obama, quien
lo apadrinó a la presidencia− fue cómplice, beneficiario o testigo de los
jugosos contratos y concesiones ofrecidas a las corporaciones del complejo
militar-industrial; uno de los arquitectos claves en la implementación del Plan Colombia en 1999 (con Clinton), que
militarizó y paramilitarizó a la sociedad de ese país, con saldo de 7.4 millones de desplazados y la
reconversión de los narcotraficantes en narcoterroristas después
del 11 de septiembre de 2001, con Bush, para justificar el modelo de guerra a
las drogas que luego se exportó a México durante el gobierno de Felipe
Calderón; proporcionó cobertura política para la invasión a Irak de George W.
Bush con eje en la fake news sobre las armas de destrucción
masiva; después del crash de las hipotecas subprime de
2008 apoyó el salvataje concedido por el Tesoro a los
banqueros corruptos; como vicepresidente del premio Nobel de la Paz, Obama, el
somnoliento Joe (como lo llamó Trump) impulsó la doctrina de la guerra
preventiva de Bush para desatar una gue-rra civil en Siria y un largo etcétera.
Amén de que con una renovada retórica propagandística de guerra fría, Biden calificó al gobierno de Putin como sistema de cleptocracia autoritario y llamó matón al presidente chino Xi Jinping.
Y de que con Kamala Harris haya declarado que Venezuela y Cuba son
dictaduras, lo que augura la continuación de la política bipartidista de cambio
de régimen, misma que según Obama no funcionó durante 60 años con la isla.
Como lo demuestran los millonarios donativos para
las campañas de Trump, (Mike) Pence, Biden y Harris, los partidos Demócrata y
Republicano responden a los intereses de los grandes fondos de inversión y las
corporaciones, lo cual −aunque representa a fracciones diferenciadas del gran
capital− les imprime una similar identidad clasista.
Ambos partidos son administradores del imperio.
La polarización en EEUU no es entre ellos, sino
refleja la contradicción antagónica básica del sistema capitalista:
capital/trabajo; deriva de la desigual distribución de la riqueza,
contradicción que en la coyuntura electoral los aparatos ideológicos y otros
mecanismos de control y poder del Estado han ocultado, para imponer la
ideología de la clase dominante.
La fórmula Biden-Harris fue acuñada por los intereses del complejo digital-financiero, por lo que el poder real seguirá en manos de BlackRock, Vanguard, State Street; los consorcios digitales ( Big Tech) de los plutócratas del Silicon Valley: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft);las grandes compañías farmacéuticas y fundaciones privadas como Gates y Wellcome Trust.
La agenda de Davos requiere al dúo Biden/Harris, no a
los ahora disfuncionales Trump/Pence.
Y con Larry Fink Asesorando a la FED, a partir de
enero Washington intentará una nueva revolución mundial; la instauración de una
distopía planetaria sin precedente.
La Jornada
ublicado por Luciano Vidal en 23:44
Tomado de: Phttp://noticiasuruguayas.blogspot.com/
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