lunes, 22 de junio de 2015

Matices del sionismo


Blake Alcott

Fuente: Shadings of Zionism, Middle East Eye, 17/06/2015



Un manifestante palestino sostiene una pancarta durante una manifestación en contra de la ocupación israelí en Hebrón. (Foto: AFP)

El año pasado, los sionistas liberales buscaron el reconocimiento internacional de un pequeño estado llamado Palestina. Las conversaciones de paz promovidas por EEUU, que terminaron a mediados de 2014, fueron el último de los muchos intentos realizados para conseguir que israelíes y palestinos acuerden una solución basada en dos estados.
Su fracaso empujó a los parlamentos europeos, con la connivencia de la Autoridad Palestina (AP), a reconocer al pequeño estado palestino, le gustara a Israel o no.
El truco era este: las mociones incluían no solo el reconocimiento de “Palestina”, sino también de un Israel seguro en el marco de una solución de dos estados.
Es decir, el objetivo del sionismo liberal era, en realidad, la aceptación internacional, 66 años después de la creación de Israel, de un estado judío en Oriente Medio.

Pero la solución de dos estados ha ignorado siempre la difícil situación en la que se encuentran los ciudadanos palestinos de Israel y la existencia de cerca de seis millones de palestinos en el exilio.

En cierto modo, aborda únicamente las preocupaciones de los palestinos que viven en Cisjordania y Gaza.
Puesto que es esta limitación lo que explica, en gran medida, por qué las soluciones de dos estados han fracasado, algunos sionistas liberales están buscando nuevas vías: quieren, al menos, satisfacer a los ciudadanos palestinos de Israel.

Su propuesta es igualdad de derechos para todas las personas que residen entre el río y el mar, saludada como una solución aceptable por el Foro Bruno Kreisky y parlamentarios socialistas europeos.
Pero como dejó claro un importante seminario celebrado a principios de 2015 por Voces Judías Independientes, los derechos deben extenderse únicamente a estas personas —incluyendo la normalización de los residentes de los asentamientos judíos de Cisjordania—, pero no a los refugiados palestinos y sus descendientes. Estos, una vez más, quedan fuera.

Una nueva visión binacional obsoleta

En la medida en que propone iguales derechos, la visión no puede evitar la reunificación de Palestina en un estado.
Al mismo tiempo, acepta la necesidad que tienen muchos judíos y muchos palestinos de su propia “nación”.
 Así que lo que se propone es un binacionalismo, no simplemente un estado de todos sus ciudadanos individuales basado en el modelo de la democracia constitucional.
Nunca fácil de definir, sus defensores, asociados con el Centro de Israel/Palestina para la Investigación y la Información y con el Instituto Van Leer de Jerusalén, llaman a esta confederación binacional “dos estados, una patria”.
De forma similar, la iniciativa “Una tierra, dos estados” propone “estados paralelos” no separados geográficamente en subestados o cantones.
Las personas tendrían libertad de movimientos, residencia y actividad económica en cualquier lugar de la Palestina histórica.
En resumen, aunque la división precisa de poderes entre la federación y sus dos unidades se mantiene indefinida, estas visiones tratan de evitar, en esta escala más pequeña, la etnocracia de la solución de dos estados.

El binacionalismo se remonta a Brit Shalom y Judas Magnes, su miembro más conocido.
En un momento en que los judíos representaban el 15, 20 o 25 por ciento de la población palestina, judíos y no-judíos tendrían cada uno la mitad del poder, la “paridad”. Como era de esperar, esta propuesta no obtuvo ningún apoyo por parte de los árabes, que rechazaron que los judíos tuvieran un derecho histórico en Palestina, sea cual fuere su cuota de poder. No obstante, una idea de paridad o de derechos de veto de ambos grupos “nacionales” sigue viviendo en algunas propuestas actuales.

El discurso de los “derechos”

Esta insistencia de los sionistas más liberales en un planteamiento “basado en los derechos” para resolver el conflicto israelo-palestino persigue alejarse del discurso de las “soluciones”, a pesar de su propuesta de una solución binacional y de que la tarea siempre ha sido evaluar soluciones en base a su concordancia con los derechos humanos.
Sea como fuere, ¿cuáles son los derechos palestinos que han de ser restablecidos?
Para los residentes apátridas de Cisjordania y Gaza, la eliminación de la Línea Verde que propone el binacionalismo significa, por fin, ciudadanía oficial.
La idea también implica que cualquier trocito de Palestina que se proponga no solo es inviable, sino también indeseable. No obstante, también consolida los asentamientos israelíes en Cisjordania, los cuales, aunque ya no fueran únicamente para judíos desde el punto de vista legal, permanecerían como un insulto para la comunidad palestina, aunque estuviera atenuado por la restauración oficial de la propiedad del territorio palestino.
Este nuevo binacionalismo obsoleto representa una evidente mejora para los ciudadanos no-judíos de Israel, que dejarían de ser ciudadanos de tercera clase, por detrás de los judíos askenazíes y mizrajíes; el uso privilegiado del agua y la infraestructura de transportes por parte de los israelíes también terminarían.
Sus defensores sionistas liberales admiten, además, que es toda la Palestina histórica la que ha sido “ocupada”, no solo las áreas conquistadas en 1967. Sin embargo, el retorno de los “desplazados internos” palestinos a sus lugares de origen (los denominados “presentes ausentes” por Israel) sigue siendo una cuestión abierta, incluyendo el desalojo de los actuales residentes de dichos lugares.
En cuanto a los derechos del tercer grupo de palestinos —aquellos que se encuentran involuntariamente en la diáspora—, esta idea binacional representa un fracaso estrepitoso.
Deberían poder volver a sus hogares en el actual Israel, reclamar sus propiedades y participar en la sociedad como ciudadanos. Pero las mencionadas propuestas aceptan, a lo sumo, que el número de repatriados fuera igual al número de colonos judíos a los que se permitiera permanecer en sus actuales hogares de Cisjordania.
Esto no significa otra cosa que la continuación de la exclusión racista de millones de palestinos que fueron objeto de limpieza étnica.

Limpieza étnica

El sionismo reivindica un estado judío, no en cualquier lugar del mundo, sino en Palestina.
Si este estado excluye al 20 por ciento de Palestina, la región que denominan “Judea y Samaria”, es un sionismo de dos estados, pero no con las fronteras de la Resolución 181 de la ONU, sino con las que existían antes de 1967.
Puede que sea un enfoque liberal si lo comparamos con el sionismo extremista de Jabotinsky que defiende el actual gobierno de Israel, pero es mezquino y militarista para los palestinos que se encuentran fuera de Cisjordania y Gaza.

El sionismo “más liberal” de los nuevos binacionalistas, empero, está atrapado en una contradicción insoluble.
Sus defensores liberales laicistas deben ver que tanto la Nakba como la limpieza étnica que comenzó en 1948 y continúa en nuestros días son hechos incontestables. Debe admitirse la injusticia histórica y superarse el movimiento Paz Ahora favorable a los dos estados.
Pero esta extensión del liberalismo laicista significaría que habría que abordar la cuestión de los millones que fueron objeto de limpieza étnica y de su derecho al retorno.
Sin duda, las conclusiones extraídas por el binacionalismo de la narrativa palestina actualmente aceptada, que subraya la limpieza étnica y el Plan Dalet, son más liberales que las de, por ejemplo, el historiador Benny Morris, que cree que Israel no debía haberse detenido en 1948 en la Línea Verde.
Sin embargo, las nuevas iniciativas son inquietantemente consistentes con la visión de Morris y de Ari Shavit, expuestas en su libro My Promised Land, de 2013, dos intelectuales que, de hecho, indultan la limpieza étnica.
Para ser más precisos, la posición de Shavit es amoral: lo que hizo el sionismo fue feo, criminal, degradante y empobrecedor, pero tenía que hacerse; eran ellos o nosotros.
No se puede juzgar moralmente.
Según este punto de vista, Israel no es responsable ni culpable, y esta es la idea reaccionaria compartida por los sionistas liberales y los extremistas.
Si aceptaran realmente la responsabilidad del sionismo, los binacionalistas actuales tendrían que aceptar el derecho de retorno de los refugiados; en realidad, tres derechos: de repatriación, de restitución de la propiedad y de compensación. Pero no lo aceptan.
En el mejor de los casos, dicen que la nueva Constitución de los residentes actuales, una vez aprobada, permitiría la promulgación de leyes de inmigración. Pero no mencionan el derecho individual al retorno consagrado por la Resolución 194 de la ONU.

Binacionalismo vs. estado democrático

¿Cómo podemos comprender esta negativa a ver la sociedad palestina en su totalidad y esta indulgencia hacia los asentamientos de Cisjordania?
El renacimiento del binacionalismo lleva al liberalismo del sionismo liberal un paso más allá, pero en el fondo parece que lo que importa es la supervivencia, legitimada, de una de las dos “naciones”: la judía.
Igualar los derechos y el poder político de las dos comunidades étnicamente definidas es una forma de evitar cualquier posible deslegitimación de la comunidad judía israelí por parte de una hipotética mayoría palestina.
Por otra parte, hay dos visiones antisionistas encima de la mesa.
Ellas dan fe de la responsabilidad del sionismo e insisten en la falta de relación entre los palestinos y la persecución de los judíos en Europa. Una postula un único estado árabe-palestino y la otra un estado democrático (ODS, One Democratic State).
 La primera quiere una nación árabe con derechos de soberanía sobre el territorio y la autodeterminación de los residentes indígenas, mientras acepta a los judíos europeos como una minoría no-árabe.
Según la segunda concepción, los derechos humanos y los derechos políticos iguales para todos son autoevidentes, como lo son el derecho de retorno de los refugiados palestinos y la libertad para quedarse de los israelíes judíos.
Pero es un planteamiento individual y no nacional o colectivo, aunque concediera derechos colectivos putativos a los nativos y no a los colonialistas inmigrantes.
Los binacionalistas liberales no están dispuestos todavía a incluir a todos los palestinos en el estado propuesto: esto significaría el fin del sionismo.
Sin embargo, su planteamiento basado en derechos les obliga a lidiar con un estado democrático, que conlleva la restauración de la ciudadanía a las personas que fueron objeto de la limpieza étnica y sus descendientes, sin lo cual su binacionalismo seguiría siendo insuficiente. Esperemos que den este paso final.

Blake Alcott es economista ecológico en Cambridge y Zurich, y es el director de One Democratic State in Palestine (Inglaterra) Limitado.
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

TOMADO DE: http://blog.disenso.net/

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