LOS MÉRITOS DE WIKILEAKS
Pregunte a los padres iraquíes de Sabiha Hamed Salih, de 15 años, y de Ashwaq Hamed Salih, de 16, que fueron asesinados a balazos en Bagdad el 31 de julio de 2004, qué piensan de Julian Assange.
Pregúnteles a un hombre y a sus dos hijas jóvenes que vieron cómo su esposa y su madre eran masacradas a tiros por Marines de los EE. UU desde un jeep, el 22 de julio de 2005, qué piensan de Julian Assange.
Pregúnteles a los padres de Huda Haleem, una niña de 18 años y de Raghad Muhamad Haleem, un niño de 5, muertos a tiros por soldados estadounidenses el 2 de junio de 2006, en la provincia iraquí de Diyala, qué piensan de Julian Assange.
Pregunte a los padres de un niño de 15 años asesinado a tiros por infantes de marina de los Estados Unidos en Ramadi, el 10 de agosto de 2006, qué piensan de Julian Assange.
Pregunte a los familiares de Ahmed Salam Mohammad, abatido a tiros el 27 de noviembre de 2006, cuando las tropas estadounidenses dispararon a bocajarro sobre los asistentes a una boda, cerca de Mosul, qué piensan de Julian Assange.
Pregunte a las familias de cientos de personas que murieron a tiros de ametralladoras calibre 50, cuyos autores bromeaban con las tripulaciones del helicóptero Apache de los EE. UU. desde donde disparaban sobre cualquier civil.
En el este de Bagdad, en julio de 2007, todavía resuena el eco de los insultos y risas de los miembros del ejército yanquis, llamando ‘bastardos muertos‘ a los cadáveres de civiles, diciendo “¡sigue disparando, sigue disparando!”, perpetrando una masacre que incluyó a dos periodistas de Reuters, Namir Noor-Eldeen y Saeed Chmagh. Pregunten qué piensan de Julian Assange.
Pregúntele a Sajad Mutashar, de 10 años de edad, ya su hermana Doaha, de 5, ambos heridos, cuyo padre de 43 años de edad, Saleh, murió mientras intentaba ayudar a una de las víctimas en las calles de Bagdad, lo que piensan de Julian Assange
Ninguno de estos crímenes de guerra y miles más, cometidos por los mercenarios del ejército de los Estados Unidos, jamás fueron investigados, pero al menos se hicieron públicos gracias a Julian Assange, Chelsea Manning y WikiLeaks.
Ese es el papel de los periodistas: dar voz a aquellos que sin nosotros no la tendrían, pedir cuentas a los poderosos, reclamar justicia para los olvidados y demonizados, decir la verdad con objetividad y rigor.
Durante la última década, hemos observado que la libertad de prensa y la protección legal de quienes denuncian los abusos y las mentiras del gobierno han sido eliminados por la vigilancia general del gobierno y la criminalización de las filtraciones o con la persecución de Julian por la publicación de estos secretos.
La prensa ha sido en gran parte emasculada en los Estados Unidos. El uso repetido de la Ley de Espionaje, especialmente bajo la administración de Obama, para acusar y sentenciar a quienes denuncian estas salvajadas, buscan anular nuestra capacidad para desvelar el siniestro funcionamiento interno del poder y del imperio estadounidense.
Los funcionarios gubernamentales con un gramo de conciencia, sabiendo que todas las comunicaciones están siendo monitoreadas, capturadas y almacenadas por las agencias de inteligencia, están demasiado apabulladas para informar a los periodistas
La última línea de defensa recae en aquellos con ciertas habilidades, que les permiten escudriñar en las cloacas del ejército, del departamento de seguridad, pero con el coraje de hacer públicas esas aberraciones criminales que revelaron personas como Edward Snowden, Chelsea Manning y Jeremy Hammond, que ahora cumplen años de prisión en los Estados Unidos por piratear a la empresa de seguridad privada Strategic Forecasting Inc., o Stratfor, con sede en Texas.
El precio de la resistencia es alto, no solo para ellos, sino también para aquellos que, como Julian, se decidieron a publicar estas informaciones secretas. Como Sarah Harrison ha señalado: “Esta es nuestra información, nuestra historia. Tendremos que luchar para revelarla a todo el mundo”.
Su arresto final difumina los conceptos de estado de derecho y libertad de expresión en Gran Bretaña, como en EEUU o Ecuador.
Las ilegalidades llevadas a cabo por los gobiernos ecuatoriano, británico y estadounidense en la detención de Julian hace ya dos meses de la Embajada de Ecuador en Londres son siniestras.
Presagian un mundo donde las administraciones de gobiernos que se dicen democráticos, cometen abusos, difunden mentiras, callan los crímenes, especialmente los crímenes de guerra, llevados a cabo por la élite gobernante global, esperando que nunca fueran de conocimiento público.
Presagian un mundo en el que aquellos con el coraje y la integridad para exponer el abuso de poder, sin importar su nacionalidad, son perseguidos en todos los continentes y arrestados, torturados, sometidos a juicios falsos y condenados a cadena perpetua.
Presagian una distopía orwelliana donde el periodismo está prohibido y reemplazado por la propaganda, las trivialidades, el presunto entretenimiento y adoctrinamiento para que odiemos a los demonizados como si se tratara de terribles enemigos.
El arresto de Julian Assange marca el inicio oficial del totalitarismo corporativo y la constante vigilancia estatal, la destrucción del estado de derecho, que es lo que estamos presenciando, que parece dar paso y vía libre a un estado autoritario o totalitario.
Otra señal de que el nudo se está apretando, lo demuestra el hecho de que las oficinas de la Australian Broadcasting Corp., la emisora nacional del país, fueron allanadas por la policía federal la pasada semana.
La redada se llevó a cabo porque la emisora había divulgado relatos detallados de las fuerzas especiales australianas en Afganistán, que habían asesinado a decenas de personas desarmadas, incluidos niños.
Esta bestialidad, protagonizada por soldados australianos, fue revelada en parte gracias a una filtración de cientos de documentos militares clasificados. La redada y la búsqueda de estos informes por parte de la policía, requisando todo el material, miles de archivos y correos electrónico, forma parte de una política para arrestar y encarcelar toda aquella persona que se atreva a hacer públicas esta clase de crímenes.
Cambiamos de país. ¿Bajo qué ley el presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, anuló caprichosamente los derechos de asilo de Julian como refugiado político?
¿Bajo qué ley autorizó Moreno a la policía británica para ingresar a la Embajada de Ecuador, territorio soberano, para arrestar a un ciudadano que ya había sido nacionalizado ecuatoriano?
¿Bajo qué ley la Primera Ministra, Theresa May, ordenó a la policía británica capturar a Julian, que no ha cometido un crimen?
¿Bajo qué ley exige Donald Trump la extradición de Julian, que no es ciudadano estadounidense y cuya plataforma de noticias no tiene su sede en los Estados Unidos?
La tortura psicológica que está padeciendo Assange, documentada por el relator especial de las Naciones Unidas sobre la tortura y los malos tratos, Nils Melzer, refleja la ruptura del disidente Winston Smith al final de la novela ‘1984.’
Se dice que la Gestapo rompía los huesos y en el Este la policía secreta de la Stasi alemana rompía las almas. Hoy, el neoliberalismo ha refinado las formas más crudas de tortura de la Gestapo. Rompen almas y cuerpos. Es más efectivo.
Esta es la razón por la que Julian, su salud física y psicológica en grave deterioro, ha sido trasladado a un hospital penitenciario. Todos podemos ser llevados a la temida Habitación 101 de George Orwell para que sean conformes e inofensivos.
Estas “medidas administrativas especiales” (podemos estar seguros de que hay agentes de inteligencia estadounidenses que asisten a los británicos en la tortura psicológica de Julian), han destruido a miles de detenidos en todo el mundo.
Estas “técnicas”, incluido el confinamiento solitario prolongado, son la forma básica de control en las cárceles de máxima seguridad en los Estados Unidos, donde el estado corporativo hace la guerra a su clase más oprimida y políticamente astuta: los afroamericanos.
Ha habido una campaña de difamación coordinada contra Julian por parte de nuestra esta Policía del Pensamiento, amplificada por las mismas organizaciones de medios que publicaron el material de WikiLeaks.
La campaña se detalló en un documento filtrado por el Pentágono, preparado por la Subdivisión de Evaluación de Contrainteligencia Cibernética, con fecha 8 de marzo de 2008. El documento pedía erradicar el “sentimiento de confianza” que provocaba en la red WikiLeaks y destruir así la reputación de Julian.
Esta demonización del personaje fue defendida incluso por la dirección del Partido Demócrata de los EEUU, después de que WikiLeaks publicara 70,000 correos electrónicos pirateados, copiados de las cuentas de John Podesta, presidente de la campaña de Hillary Clinton.
Los correos electrónicos de este funcionario revelaron la donación de millones de dólares de Arabia Saudita y Qatar, dos de los principales financieros del grupo terrorista ISIS (Daesh) o Estado Islámico, a la Fundación Clinton.
Se supo que Goldman Sachs pagó a Hillary Clinton 657,000 dólares a cambio de algunas charlas; una suma tan grande que solo puede considerarse como un soborno que dejaba a la candidata como una esclava bien pagada.
Hillary se vio atrapada entre correos electrónicos, en los que decía, por ejemplo, a las élites financieras que quería ‘comercio abierto y fronteras abiertas‘ y creía que los ejecutivos de Wall Street estaban mejor posicionados para administrar la economía que el propio gobierno, una declaración que contradecía sus declaraciones de campaña.
Estos mensajes revelaban los esfuerzos de la campaña de Clinton para influir en las primarias republicanas e impedir que Trump fuera el candidato republicano, expusieron a Clinton como la principal arquitecta de la guerra en Libia, una invasión que, en su opinión, fortalecería en el futuro su credibilidad como candidata del partido demócrata.
WikiLeaks ha hecho un trabajo inmenso al exponer los abusos de poder y crímenes del Imperio Americano, una labor más eficaz y valiosa que la de cualquier otra agencia de noticias de ámbito global.
Además de los registros de guerra y los correos electrónicos de Podesta, hizo públicas las herramientas de piratería utilizadas por la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional, así como la injerencia de ambas organizaciones en los comicios de decenas de naciones, incluso en las elecciones francesas.
Wikileaks divulgó la conspiración interna contra el líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, por los miembros laboristas del Parlamento. Intervino, para salvar a Snowden de la extradición a los Estados Unidos al ayudarlo a volar desde Hong Kong a Moscú, después de hacer pública la vigilancia generalizada sobre todos los habitantes y residentes en los EEUU, por parte de aquellas agencias de inteligencia.
Las filtraciones de Snowden también revelaron que Julian estaba en la ‘lista de objetivos de caza‘ de Washington y la Casa Blanca.
Hoy, debemos construir movimientos populares para obligar al gobierno británico a detener la extradición y el linchamiento judicial de Julián.
Debemos construir movimientos populares para obligar al gobierno australiano a intervenir en nombre de Julián.
Debemos construir movimientos populares para reclamar la democracia y el estado de derecho.
Si Julian es extraditado y juzgado, creará un precedente legal que pondrá fin a la capacidad de la prensa, que debe proclamar a Trump como “enemigo de la democracia”,
Debemos continuar denunciando los crímenes de guerra, a sus financieros, la persecución de disidentes, minorías e inmigrantes, el saqueo del ecosistema y el despiadado empobrecimiento de los trabajadores/as, el aumento de las ganancias de las corporaciones que solo buscan consolidar el control total del poder. (Trad.: I.L.Miera)
Chris Edges
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