lunes, 17 de junio de 2019

PUGNA EN EL PENTÁGONO: LA GUERRA DE LA MARINA CONTRA LA GUERRA DE BOLTON


John Bolton durante un viaje a la base aérea en Irak, Al Asad, en diciembre de 2018 (Foto: Saul Loeb / AFP)

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La reciente decisión de la Casa Blanca de iniciar el despliegue de un grupo de combate con portaaviones y otros activos militares al Golfo Pérsico llevó a muchos en Washington, y en otros lados, a asumir que Estados Unidos se está preparando para una guerra con Irán. Como en vísperas de la invasión a Irak en 2003, funcionarios han citado datos sospechosos de inteligencia para justificar complicados preparativos de guerra. El 13 de mayo, el secretario de Defensa interino, Patrick Shanahan, incluso le presentó a altos funcionarios de la Casa Blanca los planes para enviar al menos unas 120 mil tropas al Medio Oriente por un posible futuro combate con Irán y sus abanderados. Reportes posteriores indicaron que el Pentágono estaría haciendo planes para enviar más.
Los halcones en la Casa Blanca, con el asesor de Seguridad Nacional John Bolton a la cabeza, ven una guerra que pretende eliminar el liderazgo clerical de Irán como una gran victoria potencial para Washington. Muchos altos funcionarios en el ejército estadounidense, sin embargo, ven la cuestión de manera muy diferente: como un posible gran paso atrás exactamente hacia el tipo de guerra en el terreno poco sofisticada con la que infructuosamente se han enredado en el Medio Oriente ampliado y el norte de África por años, y que preferirían dejar de hacer.
Lo aseguro: si el presidente Trump ordenara al ejército estadounidense atacar Irán, lo harían y, de ocurrir, no puede haber dudas del definitivo resultado negativo para Irán. Su apolillada maquinaria militar simplemente no está a la altura de la norteamericana. Sin embargo, a casi 18 años de que Washington lanzara la guerra contra el terrorismo,  no cabe duda de que cualquier ataque estadounidense contra Irán provocaría más caos en la región, desplazaría a más personas, crearía más refugiados y dejaría muchos civiles muertos, más ciudades e infraestructuras arruinadas, y más almas solitarias preparadas para unirse al próximo grupo terrorista que repentinamente aparezca. Seguramente llevaría a otro tremedal de conflictos para los soldados estadounidenses. Piénsenlo: Irak y Afganistán, exactamente el tipo de escenario sin victoria del que muchos de los altos oficiales del Pentágono ahora buscan huir. Pero no atribuyan tales sentimientos sólo a la reticencia de empantanarse en otro lodazal de la guerra contra el terrorismo. En estos días, el Pentágono también está cada vez más obsesionado con preparaciones para otro tipo de guerra en otra locación totalmente diferente: un conflicto de alta intensidad con China, posiblemente en su Mar Meridional.
Luego de años de desgaste contra guerrillas y yijadistas a lo largo del Medio Oriente ampliado, el ejército estadounidense se entusiasma cada vez más con la preparación para combatir a sus "pares" China y Rusia, países competidores que plantean lo que ellos llaman un desafío "multidimensional". Esta nueva perspectiva sólo es respaldada por la creencia de que las guerras interminables contra el terrorismo de Estados Unidos han agotado severamente a su ejército, algo obvio para los dos líderes chino y ruso que se han aprovechado de la extendida preocupación de Washington por el contraterrorismo para modernizar sus fuerzas y equiparlos con armamento avanzado.
Para que los Estados Unidos permanezca como un poder supremo -de acuerdo al raciocinio del Pentágono- debe darle la espalda al contraterrorismo y enfocarse en su lugar en el desarrollo de los recursos para derrotar decisivamente a sus poderosos rivales. Esta perspectiva la dejó clara el para entonces secretario de Defensa, Jim Mattis, en testimonio ante el Comité de Servicios Armados del Senado en abril de 2018. "El impacto negativo en apresto militar como resultado de los periodos de combate más largos y continuados de la historia de la nación ha creado un ejército sobrecargado y de escasos recursos", insistió. Nuestros rivales utilizaron esos mismos años para invertir en capacidades militares destinadas a erosionar significativamente la ventaja de Estados Unidos en tecnología avanzada, añadió. China, aseguró a los senadores, está "modernizando sus fuerzas militares convencionales a un grado que desafiará la superioridad militar estadounidese". En respuesta, los Estados Unidos no tienen sino una opción: reorientar sus propias fuerzas por la competencia entre grandes potencias. "La estrategia de competencia a largo plazo -no el terrorismo- es ahora el foco principal de la seguridad nacional estadounidense".
Este punto de vista fue, de hecho, consagrado en la Estrategia de Defensa Nacional de los Estados Unidos de Norteamérica, el proyecto general que rige todos los aspectos de planificación militar. Su propuesta de 750 mil millones de dólares para el año fiscal 2020, develado el 12 de marzo, estaría totalmente alineado con este enfoque. "Las operaciones y capacidades respaldadas por este presupuesto ubicaría con fuerza al ejército estadounidense en la competencia entre grandes potencias para las próximas décadas", dijo el secretario interino de Defensa Shanahan en su momento.
De hecho, en esa propuesta presupuestaria, el Pentágono hizo diferencias marcadas entre los tipos de guerras que deberían dejar a un lado y aquellas en donde ve futuro. "Frenar o derrotar la agresión de los grandes potencias es un desafío fundamentalmente diferente a los conflictos regionales involucrando estados forajidos y organizaciones extremistas violentas que hemos encarado los últimos 25 años", subrayó. "El prespuesto para el año fiscal 2020 es un gran escalón para enfrentarse a este desafío", financiando las capacidades de fuerza que Norteamérica necesita "para competir, frenar y ganar en cualquier potencial pelea de calidad superior en el futuro".

CEÑIRSE AL COMBATE DE "ALTA CALIDAD"

Si tal guerra de alta intensidad estuviera por desatarse, como los líderes del Pentágono sugieren, se daría simultáneamente en todos los dominios del combate -aire, mar, tierra, espacio y ciberespacio- y presentaría el empleo extendido de tecnologías emergentes, como la Inteligencia Artificial (IA), la robótica y la guerra cibernética. Preparándose para tales combates multidimensionales, el presupuesto de 2020 incluye 58 mil millones de dólares para aeronaves avanzados, 35 mil millones para nuevos buques de guerra -la mayor solicitud de construcción naval en más de 20 años-, junto con 14 mil millones para sistemas espaciales, 10 mil millones para ciberguerra, 4.6 mil millones para IA y sistemas autónomos, y 2.6 mil millones para armas hipersónicas. Puedes asumir con confianza, además, que cada uno de esos montos incrementarán con los años por venir.
Planificando para dicho futuro, los funcionarios del Pentágono visualizan choques que erupcionan primero en las periferias de China y/o Rusia, para sólo luego extenderse hacia la amplitud de sus zonas centrales (pero no, por supuesto, a las de Norteamérica). Mientras esos países ya poseen robustas capacidades defensivas, cualquier conflicto involucraría rápidamente, y sin lugar a dudas, el uso de la vanguardia de las fuerzas aérea y naval para romper sus sistemas defensivos; lo que significa la adquisición y despliegue de aeronaves de avanzada invisibles, armas autónomas, misiles crucero hipersónicos y demás armamento sofisticado. En el léxicos del Pentágono, estos son los llamados sistemas anti-acceso y defensa perimetral (A2/AD, por sus siglas en inglés).
Mientras proceda según esta ruta, el Departamento de Defensa ya considera futuros escenarios de guerra. Un enfrentamiento con fuerzas rusas en la región báltica de la antigua Unión Soviética es considerado, por ejemplo, como una clara posibilidad. En consecuencia, los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN apuntalan sus fuerzas en esa región en específico, y han buscado armamento apropiado para ataques sobre las defensas rusas a lo largo de la frontera occidental de ese país.
Aun así, el principal foco del Pentágono es la ascendente China, el poder que se cree plantea la más grande amenaza de los intereses estratégicos a largo plazo. "El desarrollo históricamente sin precedentes de China ha habilitado el impresionante crecimiento de su ejército, que pronto podría desafiar a los Estados Unidos en casi todos los dominios", testificó como de costumbre en marzo de 2018 el almirante Harry Harris Jr., comandante del Comando Pacífico (USPACOM) y ahora embajador estadounidense de Corea del Sur. "La modernización militar en curso de China es el elemento clave de su estrategia abierta para suplantar a los Estados Unidos como el socio securitario de preferencia para los países del Indo-Pacífico".
Como dejó claro Harris, cualquier conflicto con China probablemente irrumpiría en las aguas fuera de la costa oriental e involucraría una intensa ofensiva estadoundiense para destruir las capacidades A2/AD chinas, que se traduciría en la indefensión del vasto interior del país. El sucesor de Harris, almirante Philip Davidson, como el comandante de lo que ahora se conoce como el Comando Indo-Pacífico, o USINDOPACOM (sus siglas en inglés), describió tal escenario en testimonio ante el Congreso en febrero de 2019: "Nuestros adversarios están desplegando sistemas A2/AD, aeronaves avanzadas, buques, capacidades espaciales y ciberespaciales, que amenazan la habilidad estadounidense de proyectar su poder e influencia en la región". Para vencer tales capacidades, agregó, los Estados Unidos deben desarrollar y hacer uso de la variedad de sistemas de ataque ofensivos para "ataques de largo alcance" junto con "sistemas misilísticos de defensa avanzada capaces de detectar, rastrear y enfrentar amenazas aéreas, de crucero, balísticas e hipersónicas desde cualquier acimut".
Si leen los testimonios de ambos comandantes, pronto comprenderán una cosa: que el ejército estadounidense -o al menos la Armada y la Fuerza Aérea- están enfocadas en un futuro paisaje de guerra en la que fuerzas norteamericanas no están centradas en el terrorismo o en Medio Oriente, sino en emplear su armamento más sofisticado para subyugar a las fuerzas modernizadas de China (o Rusia) en un espasmo de violencia relativamente breve, que duraría sólo días o semanas. Estas serían guerras en las que el dominio de la tecnología, no la contrainsurgencia o el moldeado de la nación (nation building), quedaría demostrado -al menos eso creen los altos mandos del ejército- como el factor decisivo.

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Cambio de patrullas entre destructores de misiles teledirigidos estadounidenses en la región Indo-Pacífica, 2015 (Foto: Corey T. Jones / Armada de los Estados Unidos)

EL CAMPO DE BATALLA PREDILECTO DEL PENTÁGONO

Tales escenarios del Pentágono esencialmente asumen que un conflicto con China iniciaría en las aguas del Mar del Sur de China o en el Mar Oriental de China, cerca de Japón y Taiwán. Los estrategas estadounidenses han considerado estas dos áreas marítimas como "la primera línea de defensa" de Norteamérica en el Pacífico, desde que el almirante George Dewey derrotó a la flota española en 1898 y los Estados Unidos tomaron las Filipinas. Hoy, el USINDOPACOM permanece como la fuerza más poderosa en la región con grandes bases en Japón, Okinawa y Corea del Sur. China, sin embargo, ha trabajado visiblemente en erosionar el dominio regional norteamericano de alguna manera modernizando su marina e instalando a través de sus líneas costeras misiles balísticos de pequeño y mediano alcance, presumiblemente apuntando a esas bases estadounidenses.
Por lejos la amenaza más evidente a la dominación estadounidense en la región, no obstante, ha sido la ocupación y militarización de las pequeñas islas del Mar del Sur de China, una concurrida vía marítima delimitada por China y Vietnam por un lado, Indonesia y Filipinas por el otro. En años recientes, los chinos han utilizado arena dragada desde el fondo del océano para expandir algunos de esos islotes, colocando así instalaciones militares, lo que incluye pistas de aterrizaje, sistemas de radar y equipos de comunicación. En 2015, el presidente chino Xi Jinping prometió al presidente Obama que su país no tomaría tal acción, pero imágenes satelitales claramente muestran que esto es lo que han hecho. Aunque no se han forticado mucho, esos islotes proveen a Pekín de una plataforma desde la cual frustrar potencialmente los esfuerzos estadounidenses para proyectar su poder en la región.
"Estas bases parecen ser de avanzada militar, construidos por el ejército, acuartelado por fuerzas militares, y diseñados para proyectar el poder militar chino y sus capacidades a lo largo y ancho del disputado Mar del Sur de China que la República Popular se adjudica", testificó en 2018 el almirante Harris. "China ha construido una inmensa infraestructura específica -y conel sólo propósito- para respaldar las capacidades militares avanzadas que se pueden desplegar a las bases en poco tiempo".
Para ser claros, funcionarios estadounidenses nunca han declarado que los chinos deben desalojar esos islotes o ni siquiera retirar sus instalaciones militares de allí. Sin embargo, desde hace un tiempo, han hecho evidente su descontento por el crecimiento del Mar del Sur de China. En mayo de 2018, por ejemplo, el secretario de Defensa Mattis desinvitó a la armada china de los ejercicios bienales "Anillo del Pacífico", la maniobra multinacional más grande del mundo, diciendo que "hay consecuencias" por haber fallado la promesa de Xi a Obama en 2015. "Esta es relativamente la más pequeña consecuencia", adhirió. "Creo que habrán consecuencias aún mayores en el futuro".
Mattis nunca dijo cuáles serían esas consecuencias. Pero no hay duda de que el ejército estadounidense ha considerado cuidadosamente un posible choque en esas aguas y tiene planes de contigencia establecidos para atacar y destruir todas las instalaciones chinas ahí. Los buques de guerra norteamericanos regularmente navegan de forma provocadora dentro de unas cuantas millas de esas islas militarizadas, lo que acuñaron: "operaciones navales de libertad", o FRONOPS (sus siglas en inglés), mientras fuerzas aéreas y navales periódicamente conducen ejercicios militares a gran escala en la región. Tales actividades son, por supuesto, monitoreadas muy de cerca por los chinos. En algunas  oportunidades intentaron impedir operaciones de este tipo, llegando en muchas de ellas a estar muy cerca de colisionar. En mayo de 2018, el almirante Davidson causó consternación en el Pentágono declarando: "China ahora es capaz de controlar el Mar del Sur de China en todos los escenarios de guerra con los Estados Unidos": un comentario que presumiblemente tuvo la intención de ser un llamado de advertencia, pero también sugiriendo la clase de conflictos que los estrategas estadounidenses anticipan en el naciente futuro.

LA GUERRA DE LA ARMADA CONTRA LA GUERRA DE BOLTON

La Armada de los Estados Unidos envía un destructor armado de misiles cerca de una de las islas ocupadas por los chinos cada tantas semanas. Es lo que el alto comando estadounidense gusta en llamar "mostrar la bandera" o demostrando la resolución de Norteamérica por permanecer como poder dominante en esa región tan distante (mientras que si los chinos hicieran algo similar fuera de la Costa Oeste estadounidense sería considerado el escándalo del siglo y una provocación sin comparaciones). Cada vez que pasa, las autoridades chinas desaconsejan a esos buques o ellos mismos mandan a sus propias embarcaciones para sombrear y hostigarlos.
El 6 de mayo, por ejemplo, la Armada estadounidense envió dos de sus destructores de misiles teledirigidos, el USS Preble y el USS Chung Hoon, a una misión FRONOPS cerca de una de esas islas, provocando una protesta feroz de los funcionarios chinos. Este mortal juego de la gallina podría, claro, durar años sin disparar algún tiro o explotar en una crisis mayor. Las probabilidades de evitar tal incidente disminuyen, especialmente si las tensiones entre Estados Unidos y China, en la era de Trump, en otras materias -incluyendo el comerciola tecnología, y los derechos humanos- continúan creciendo. Los líderes militares norteamericanos claramente han elaborado estrategias sobre la posibilidad de un conflicto que estalle en esta área por algún tiempo y, si la observación del almirante Davidson es algún indicativo, respondería a tal posibilidad con mucho más entusiasmo que la mayoría de ellos ante una posible guerra con Irán.
Sí, ven a Irán como una amenaza en Medio Oriente y no hay duda de que quieren ver el fin del régimen clerical de ese país. Sí, a algunos comandantes de la Armada les gusta el general Kenneth McKenzie, jefe de Comando Central de los Estados Unidos, quien aún muestra cierto regocijo en el estilo John Bolton por un conflicto semejante. Pero Irán hoy -debilitado por los años de aislamiento y sanciones comerciales- no significa una amenaza inmanejable al meollo de los intereses estratégicos de Norteamérica y, gracias en parte a la negociación del acuerdo nuclear de la Administración Obama, no posee armas nucleares. Aún así, ¿puede haber alguna duda de que una guerra con Irán se tornaría en un lioso pantano, como Irak luego de la invasión de 2003, con alzamientos guerrilleros, incremento del terrorismo y caos siempre en expansión a lo largo de la región: exactamente el tipo de "guerras eternas" como muchos en el ejército estadounidense (a diferencia de John Bolton) prefieren dejar atrás.
Es imposible predecir cómo  se desarrollará todo esto, pero si los Estados Unidos no van a la guerra con Irán, la renuencia del Pentágono jugaría un rol significativo en esa decisión. Esto no quiere decir, sin embargo, que los norteamericanos hayan descartado un inmenso derramamiento de sangre en el futuro. La próxima patrulla naval estadounidense en el Mar del Sur de China, o la siguiente, podría provocar la chispa de una gran explosión de otro tipo totalmente diferente contra un adversario mucho más poderoso -y con armas nucleares- . ¿Qué podría ir mal?

Michael T. Klare es un colaborador regular de TomDispatch, también profesor emérito de paz y estudios de seguridad mundial en el College Hampshire y profesor invitado senior en el Arms Control Association.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 2 de junio de 2019 en Tom Dispatch, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ernesto Cazal.

TOMADO DEhttp://misionverdad.com
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