La extorsión como oferta política
Clodovaldo Hernández
Por dos décadas, la derecha venezolana ha pretendido llegar
al poder mediante prácticas extorsivas. Aquí, cuatro ejemplos
No habrá gasolina hasta que el títere sea presidente
La más reciente apelación de la antirrevolución a las tácticas de extorsión y chantaje está en marcha actualmente.
Se trata de la escasez de gasolina.
El hombre de paja del imperialismo, Juan Guaidó, ya no guarda ni siquiera las apariencias.
Cual malandro en una situación de rehenes, dice que si le dan lo que pide, habrá gasolina en quince días.
Lo que pide es, desde luego, que lo hagan presidente sin elecciones, solo porque es el niño mimado de Donald Trump.
Los esfuerzos del gobierno por atender la crisis son saboteados de manera abiertamente delictiva por EEUU, que opera como fuerza pirata en los mares del mundo.
Interceptan los barcos que vienen hacia Venezuela, procedentes de Irán, los secuestran, No habrá gasolina hasta que el títere sea presidente Por dos décadas, la derecha venezolana ha pretendido llegar al poder mediante prácticas extorsivas.
Aquí, cuatro ejemplos van a Houston y se roban la gasolina y los insumos.
Todo eso ocurre a la luz del día, sin máscara, con total impunidad.
No hay legislación internacional que pueda oponerse. Trump es el emperador mundial y como tal actúa.
Mucha gente se pregunta por qué Guaidó y su camarilla extorsionan sin recato al resto del país, sin que se les contenga ni sancione.
Pues, todo parece indicar que se trata de una extorsión montada sobre otra: si se toma alguna medida contra esas personas, el arbitrario imperio lo tomaría como casus belli, como razón para una agresión armada directa.
Son criminales bajo el amparo de criminales. •
El paro petrolero: amenaza cumplida
Las prácticas extorsivas no son nada nuevas en la oposición. Comenzaron a usarse desde los primeros años.
Entre 2001 y 2002, la vanidosa meritocracia petrolera se la pasó ufanándose de su capacidad para poner al gobierno de rodillas.
En diciembre de 2002 se lanzaron a cumplir la amenaza.
En los primeros días se les veía sobrados.
Decían que en una semana, el comandante Chávez estaría rindiéndose ante la supremacía de sus brillantes cerebros.
En vista de que el gobierno no daba señales de responder al chantaje, empezaron a torturar al rehén, es decir, la industria a la que decían amar.
Sabotearon los sistemas informáticos, dañaron los equipos de control de los pozos, las refinerías y los oleoductos.
Ya en el colmo de la actitud de secuestradores sin escrúpulos, colocaron un tanquero cargado de gasolina frente a Maracaibo y difundieron rumores de que podría estallar en cualquier momento.
“A menos que Chávez se vaya”, decían los tecnócratas ultrainteligentes.
Derrotados por la fuerza del pueblo, optaron por lo de siempre: victimizarse porque los despidieron.
Por un 0,5% de lo que hicieron, en su admirado EEUU habrían ido a dar con sus huesos a una cárcel federal.
Allí estarían aún, tal vez para siempre. •
La última cola:
La oposición ha tenido el maligno talento para usar la extorsión y el chantaje incluso como arma electoral.
En 2015, por ejemplo, participaron en las elecciones parlamentarias con su más coherente esfuerzo de unidad.
Pero su estrategia de campaña estaba basada en esas malas artes.
Las fuerzas políticas antichavistas, aunadas con sectores empresariales y la perversa maquinaria mediática global, bajo la égida estadounidense (¿cuándo no?) habían sometido previamente al pueblo a tres años de una implacable guerra económica, cuyos emblemas fueron los anaqueles vacíos y las colas para comprar pan o papel higiénico.
Cuando llegó la fecha de las elecciones, el electorado estaba harto de tantas penurias inducidas y una parte sustancial de este fue víctima de la oferta engañosa, según la cual, la cola del día de las votaciones sería la última que le tocaría realizar.
Obviamente era mentira, entre otras razones porque esas elecciones eran para renovar la Asamblea Nacional, no para designar un nuevo gobierno.
La oposición iba a seguir siendo oposición y, por tanto, no eran pocas las calamidades que tenían en la lista para causar sufrimientos al pueblo. •
Guarimbas sin retorno
En 2017, el ala pirómana se apoderó del control de la oposición e impuso sus prácticas extremistas.
Montaron un funesto aparato de violencia, financiado con mucho dinero de dentro y fuera del país, con participación de paramilitares y delincuentes comunes, y con ese tinglado sangriento en marcha, pretendieron extorsionar al país entero: o nos dan el poder o los llevamos a la guerra civil.
Significativamente, los rehenes de esa operación fueron las comunidades de clase media en las que predominan los militantes de la oposición, quienes terminaron secuestrados en sus urbanizaciones, hastiados de las fratricidas guarimbas.
La extorsión facinerosa no dio resultados.
El pueblo (incluyendo una parte de los opositores) votó en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente y el terrorismo cayó derrotado, aunque no por eso renunció a la herramienta de la extorsión.
Sigue
en eso, hasta el sol de hoy. •
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