La palabra veleta tiene varios significados, entre ellos está el de la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia Española (RAE), que expresa que cuando la palabra veleta se coloca como adjetivo calificativo de una persona, significa que ésta es “inconstante y mudable”, que cambia permanentemente de opinión.
Un político veleta se caracteriza por su incapacidad de mantener sus decisiones ante las dificultades y presiones.
El político veleta es la negación concentrada de las cualidades deseables en un líder político.
En tal sentido, Luego de analizar la teoría sobre las cualidades del liderazgo político y contrastarlas con observaciones de diversas experiencias en el ejercicio de la política, se puede decir que hay tres cualidades que destacan:
a) Firmeza en la autodeterminación;
b) Credibilidad;
c) Capacidad de argumentación para convencer.
La cualidad de firmeza en la autodeterminación, conduce a la conclusión de que la política no está hecha para pusilánimes, personas carentes de valor para defender sus ideas, decisiones, para tolerar las adversidades, para intentar cosas grandes.
Ver dudar a un comandante militar en el campo de batalla es un anticipo de un fracaso seguro, lo mismo acurre en la batalla política.
Un político veleta es la antítesis de un político que defiende con firmeza sus ideas y sus decisiones.
Un político verdadero no se retira en pleno proceso electoral sin importarle los seguidores que en esa oportunidad creyeron en su propuesta electoral.
Pero si ese “político” repite su error poco tiempo después, es momento de que busque otro oficio.
La primera cualidad es la base de la segunda:
la credibilidad.
Cualquier persona que pretenda ser un líder político verdadero debe irradiar credibilidad con base a sus principios, valores y convicciones políticas.
Una persona que un día defiende con pasión los principios del socialismo y al otro día es defensor a ultranza y se retrata con los lideres del fascismo, generará desconfianza en los ciudadanos y sus propuestas políticas no serán creíbles.
En relación a la capacidad de argumentación para convencer, empezaré diciendo que
“no hay nada más funesto, que un buen
consejo acompañado de un mal ejemplo”,
esto quiere decir, que por más habilidad discursiva que posea un político, si éste en el ejercicio de la política ha demostrado ser un político veleta, carente de credibilidad y de valor para defender sus ideas, con seguridad al poco tiempo verá mermada al mínimo su capacidad de convencer.
Un político veleta ¡jamás será timonel!
Tomado de: http://www.psuv.org.ve/
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