Salvador Allende
Discurso ante la Asamblea General de las Naciones
Unidas
Al leer el texto del memorable Discurso de Salvador Allende de hace más
de 42 Años ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, lo que se tendría que
cambiar algunas comas o puntos para notar la exactitud de los hechos narrados
en aquel momento con la realidad que se están
viviendo hoy en Venezuela; el Imperio no cambia en su actitud contra los
pueblos que no aceptan sus designios, solo cambia la forma de atacar, buscando
el mismo fin, la servidumbre.
Pronunciado: El 4 de
diciembre de 1972.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 5 de febrero de 2016.
Señor Presidente:
Señoras y señores Delegados:
Agradezco el alto honor que se me hace al invitarme a ocupar esta
tribuna, la más representativa del mundo y el foro más importante y de mayor
trascendencia en todo lo que atañe a la humanidad. Saludo al señor secretario
general de las Naciones Unidas, a quien tuvimos el agrado de recibir en nuestra
Patria las primeras semanas de su mandato, y a los representantes de más de 130
países que integran la Asamblea.
A usted, señor Presidente, proveniente de un país con el cual nos unen
lazos fraternales y a quien personalmente apreciamos cuando encabezó la
delegación de la República Popular de Polonia a la tercera UNCTAD, junto con
rendir homenaje a su alta investidura, deseo agradecerle sus palabras tan
significativas y calurosas.
Vengo de Chile, un país pequeño, pero donde hoy cualquier ciudadano es
libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural,
religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país
con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio
universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista,
con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años,
donde los tribunales de justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde
1833 sólo una vez se ha cambiado la carta constitucional, sin que ésta
prácticamente jamás haya dejado de ser aplicada. Un país donde la vida pública
está organizada en instituciones civiles, que cuenta con Fuerzas Armadas de
probada formación profesional y de hondo espíritu democrático. Un país de cerca
de diez millones de habitantes que en una generación ha dado dos premios Nobel
de Literatura, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, ambos hijos de modestos
trabajadores. En mi Patria, historia, tierra y hombre se funden en un gran
sentimiento nacional.
Pero, Chile es también un país
cuya economía retrasada ha estado sometida e inclusive enajenada a empresas
capitalistas extranjeras, que ha sido conducido a un endeudamiento externo
superior a los cuatro mil millones de dólares, cuyo servicio anual significa
más del 30% del valor de sus exportaciones; un país con una economía
extremadamente sensible ante la coyuntura externa, crónicamente estancada e
inflacionaria, donde millones de
personas han sido forzadas a vivir en condiciones de explotación y miseria, de
cesantía abierta o disfrazada.
Los
problemas de Chile son los del Tercer Mundo
Hoy vengo aquí porque mi país está enfrentado a problemas que en su
trascendencia universal son objeto de la permanente atención de esta Asamblea
de las Naciones Unidas: la lucha por la liberación social, el esfuerzo por el
bienestar y el progreso intelectual, la defensa de la personalidad y dignidad
nacionales.
La perspectiva que tenía ante sí mi Patria, como tantos otros países del
Tercer Mundo, era un modelo de la
modernización reflejo, que los estudios técnicos y la realidad más trágica
coinciden en demostrar que está condenado a excluir de las posibilidades de
progreso, bienestar y liberación social a más y más millones de personas,
relegándolas a una vida subhumana.
Modelo que va a producir mayor escasez de viviendas, que condenará a un número
cada vez más grande de ciudadanos a la cesantía, al analfabetismo, a la
ignorancia y a la miseria fisiológica.
La misma perspectiva, en síntesis, que
nos ha mantenido en una relación de colonización o dependencia. Que nos ha explotado en tiempos de guerra
fría, pero también en tiempos de conflagración bélica y también en tiempos de
paz. A nosotros, los países subdesarrollados, se nos quiere condenar a ser realidades de segunda clase, siempre
subordinadas.
Éste es el modelo que la clase trabajadora chilena, al imponerse como
protagonista de su propio devenir, ha resuelto rechazar, buscando en cambio un
desarrollo acelerado, autónomo y propio, transformando revolucionariamente las
estructuras tradicionales.
Economía
del pueblo y para el pueblo
El pueblo de Chile ha conquistado el gobierno tras una larga trayectoria
de generosos sacrificios, y se encuentra plenamente entregado a la tarea de
instaurar la democracia económica, para que la actividad productiva responda a
necesidades y expectativas sociales, y no a intereses de lucro particular. De
modo programado y coherente, la vieja
estructura apoyada en la explotación de los trabajadores y en el dominio por
una minoría de los principales medios de producción, está siendo superada.
En su reemplazo surge una nueva estructura dirigida por los trabajadores que,
puesta al servicio de los intereses de la mayoría, está sentando las bases de
un crecimiento que implica desarrollo auténtico, que involucra a todos los
habitantes, y no margina a vastos sectores de conciudadanos a la miseria y
relegación social.
Los trabajadores están desplazando a los sectores privilegiados del
poder político y económico, tanto en los centros de labor, como en las comunas
y en el Estado. Éste es el contenido revolucionario del proceso que está
viviendo mi país, de superación del sistema capitalista y de apertura hacia el
socialismo.
Era
preciso nacionalizar los recursos
La necesidad de poner al servicio de las enormes carencias del pueblo la
totalidad de nuestros recursos económicos, iba a la par con la recuperación
para Chile de su dignidad. Debíamos acabar con la situación de que nosotros,
los chilenos, debatiéndonos contra la pobreza y el estancamiento, tuviéramos
que exportar enormes sumas de capital en
beneficio de la más poderosa economía de mercado del mundo. La
nacionalización de los recursos básicos constituía una reivindicación
histórica. Nuestra economía no podía tolerar por más tiempo la subordinación
que implicaba tener más de 80% de sus
exportaciones en manos de un reducido grupo de grandes compañías extranjeras que
siempre han antepuesto sus intereses a
las necesidades de los países en los cuales lucran. Tampoco podíamos
aceptar la lacra del latifundio, los monopolios industriales y comerciales, el
crédito de beneficios de unos pocos, las
brutales desigualdades en la distribución del ingreso.
El camino revolucionario que Chile está siguiendo, el cambio de la estructura
del poder que estamos llevando a cabo, el progresivo papel directivo que en
ella asumen los trabajadores, la recuperación nacional de las riquezas básicas, la liberación de nuestra Patria de la
subordinación a las potencias extranjeras, son la culminación de un largo
período de nuestra historia, de esfuerzo por imponer las libertades políticas y
sociales, de heroica lucha de varias generaciones de obreros y campesinos por
organizarse como fuerza social, para conquistar el poder político y desplazar a los capitalistas del poder
económico.
Hoy el pueblo manda
Su tradición, su personalidad, su conciencia revolucionaria, permiten al
pueblo chileno impulsar el proceso hacia el socialismo fortaleciendo las
libertades cívicas, colectivas e individuales, respetando el pluralismo
cultural e ideológico. El nuestro es un combate permanente por la instauración
de las libertades sociales, de la democracia económica, mediante el pleno
ejercicio de las libertades políticas.
La voluntad democrática de nuestro pueblo ha asumido el desafío de
impulsar el proceso revolucionario dentro de los marcos de un Estado de Derecho
altamente institucionalizado, que ha sido flexible a los cambios y que hoy está
frente a la necesidad de ajustarse a la nueva realidad socioeconómica.
Utilidades
desorbitadas e increíbles
Hemos nacionalizado las riquezas básicas. Hemos nacionalizado el cobre.
Lo hemos hecho por decisión unánime del Parlamento, donde los partidos de
gobierno están en minoría. Queremos que todo el mundo lo entienda claramente: no hemos confiscado las empresas
extranjeras de la minería del cobre. Eso sí, de acuerdo con disposiciones
constitucionales, reparamos una injusticia histórica, al deducir de la
indemnización las utilidades por ellas percibidas más allá de un 12% anual, a
partir de 1955.
Las utilidades que habían obtenido en el transcurso de los últimos
quince años algunas de las empresas nacionalizadas eran tan exorbitantes, que
al aplicárseles como límite de utilidad razonable el 12% anual, esas empresas
fueron afectadas por deducciones de significación.
Tal es el caso, por ejemplo, de una filial de Anaconda Company, que
entre 1955 y 1970 obtuvo en Chile una
utilidad promedio del 21,5% anual sobre su valor libro, mientras las
utilidades de Anaconda en otros países
alcanzaban sólo un 3,6% al año. Ésa es la situación de una filial de
Kennecott Copper Corporation que, en el mismo período, obtuvo en Chile una utilidad promedio del 52,8% anual,
llegando en algunos años a utilidades
tan increíbles como el 106% en 1967, el 113% en 1968 y más del 205% en 1969.
El promedio de las
utilidades de Kennecott en otros países alcanzaba, en la misma época, a menos
de 10% anual. Sin embargo, la aplicación de la norma constitucional ha
determinado que otras empresas cupríferas no fueran objeto de descuentos por
concepto de utilidades excesivas, ya que sus beneficios no excedieron el límite
razonable del 12% anual.
Con
inversión de 30 millones se llevaron más de cuatro mil millones de dólares
Cabe destacar que en los años inmediatamente anteriores a la nacionalización,
las grandes empresas del cobre habían iniciado planes de expansión, los que en
gran medida han fracasado y para los cuales no aportaron recursos propios, no obstante las grandes utilidades
que percibían y que financiaron a través de créditos externos. De acuerdo con
las disposiciones legales, el Estado
chileno ha debido hacerse cargo de esas deudas, las que ascienden a la
enorme cifra de más de 727 millones de
dólares. Hemos empezado a pagar incluso deudas que una de estas empresas
había contraído con Kennecott, su compañía matriz en Estados Unidos.
Estas mismas empresas, que explotaron el cobre chileno durante muchos
años, sólo en los últimos cuarenta y dos
años se llevaron, en ese lapso, más de cuatro mil millones de dólares de
utilidad, en circunstancias que su inversión inicial no subió de treinta
millones. Un simple y doloroso ejemplo, un agudo contraste: en mi país hay
seiscientos mil niños que jamás podrán gozar de la vida en términos normalmente
humanos, porque en sus primeros ocho meses de existencia no recibieron la
cantidad elemental de proteínas. Cuatro mil millones de dólares transformarían
totalmente a Chile. Sólo parte de esa suma, aseguraría proteínas para siempre a
todos los niños de mi Patria.
El
cobre de Chile es de Chile
La nacionalización del cobre se ha hecho observando escrupulosamente el
ordenamiento jurídico interno, y con respeto a las normas del derecho
internacional, el cual no tiene por qué ser identificado con los intereses de
las grandes empresas capitalistas.
Éste es, en síntesis, el proceso que mi Patria vive, que he creído
conveniente presentar ante esta asamblea, con la autoridad que nos da el que
estamos cumpliendo con rigor las recomendaciones de las Naciones Unidas y
apoyándonos en el esfuerzo interno como base del desarrollo económico y social.
Aquí, en este foro, se ha aconsejado el cambio de las instituciones y de
las estructuras atrasadas: la movilización de los recursos nacionales,
naturales y humanos; la redistribución del ingreso; dar prioridad a la educación
y a la salud, así como a la atención de los sectores más pobres de la
población. Todo esto es parte esencial de nuestra política y se halla en pleno
proceso de ejecución.
Por eso resulta tanto más doloroso tener que venir a esta tribuna a
denunciar que mi país es víctima de una grave agresión.
La
vieja agresión del imperialismo
Habíamos previsto dificultades y resistencias externas para llevar a
cabo nuestro proceso de cambios, sobre todo frente a la nacionalización de
nuestros recursos naturales. El imperialismo
y su crueldad tienen un largo y ominoso historial en América Latina y está
muy cerca la dramática y heroica experiencia de Cuba. También lo está la del
Perú, que ha debido sufrir las consecuencias de su decisión de disponer
soberanamente de su petróleo.
En plena década del 70, después de tantos acuerdos y resoluciones de la
comunidad internacional, en los que se reconoce el derecho soberano de cada país de disponer de sus recursos naturales
en beneficio de su pueblo; después de la adopción de los pactos
internacionales sobre derechos económicos, sociales y culturales, y de la
estrategia para el segundo decenio del desarrollo, que solemnizaron tales
acuerdos, somos víctimas de una nueva
manifestación del imperialismo. Más
sutil, más artera y terriblemente eficaz, para impedir el ejercicio de nuestros
derechos de Estado soberano.
Intriga
política y cerco económico
Desde el momento mismo en que triunfamos electoralmente el 4 de
septiembre de 1970, estamos afectados
por el desarrollo de presiones externas de gran envergadura, que pretendió
impedir la instalación de un gobierno libremente elegido por el pueblo, y
derrocarlo desde entonces. Que ha
querido aislarnos del mundo, estrangular la economía y paralizar el comercio
del principal producto de exportación: el cobre. Y privarnos del acceso a las
fuentes de financiamiento internacional.
Estamos conscientes de que cuando denunciamos el bloqueo financiero-económico que nos agrede, tal situación aparece
difícil de ser comprendida con facilidad por la opinión pública internacional y
aún por algunos de nuestros compatriotas. Porque no se trata de una agresión abierta que haya sido declarada sin
embozo ante la faz del mundo. Por el
contrario, es un ataque siempre oblicuo, subterráneo, pero no por eso menos
lesivo para Chile.
Nos encontramos frente a fuerzas que
operan en la penumbra, sin bandera, con armas poderosas, apostadas en los más
variados lugares de influencia.
Sobre nosotros no pesa ninguna prohibición de comerciar. Nadie ha
declarado que se propone un enfrentamiento con nuestra nación. Parecería que no
tenemos más enemigos que los propios y naturales adversarios políticos
internos. No es así. Somos víctimas de
acciones casi imperceptibles, disfrazadas generalmente con frases y
declaraciones que ensalzan el respeto a la soberanía y a la dignidad de nuestro
país. Pero nosotros conocemos en carne propia la enorme distancia que hay
entre dichas declaraciones y las acciones específicas que debemos enfrentar.
No estoy aludiendo a cuestiones vagas. Me refiero a problemas concretos
que hoy aquejan a mi pueblo y que van a tener repercusiones económicas aún más
graves en los meses próximos.
La
banca imperialista
Chile, como la mayor parte de los países del Tercer Mundo, es muy
vulnerable frente a la situación del sector externo de su economía. En el transcurso de los últimos doce meses,
el descenso de los precios internacionales del cobre ha significado al
país, cuyas exportaciones alcanzan a poco más de mil millones de dólares, la
pérdida de ingresos de aproximadamente 200 millones de dólares, mientras los productos, tanto
industriales como agropecuarios, que debemos importar, han experimentado
fuertes alzas, algunos de ellos hasta un 60 por ciento.
Como casi siempre, Chile compra a precios altos y vende a precios bajos.
Ha sido justamente en estos momentos, de por sí difíciles para nuestra
balanza de pagos, cuando hemos debido hacer frente, entre otras, a las siguientes
acciones simultáneas destinadas al parecer a tomar revancha del pueblo chileno
por su decisión de nacionalizar el cobre.
Hasta la iniciación de mi gobierno, Chile
percibía por concepto de préstamos otorgados por organismos financieros
internacionales, tales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo, un monto de recursos cercano a 80 millones de dólares al año.
Violentamente, estos financiamientos
han sido interrumpidos.
En el decenio pasado, Chile recibía préstamos de la Agencia para el
Desarrollo Internacional del gobierno de los Estados
Unidos
(AID), por un valor de 50
millones de dólares.
No pretendemos que esos préstamos sean restablecidos. Estados Unidos es soberano para otorgar cooperación, o
no, a cualquier país. Sólo queremos señalar que
la drástica suspensión de esos créditos, ha significado constricciones importantes en nuestra balanza de pagos.
Chantaje
made in USA
Al asumir la presidencia, mi país contaba
con líneas de crédito a corto plazo de la banca privada norteamericana,
destinadas al financiamiento de nuestro comercio exterior, por cerca de 220
millones de dólares. En breve plazo, se ha
suspendido de estos créditos un monto de alrededor de 190 millones de dólares, suma que hemos
debido pagar al no renovarse las respectivas operaciones.
Como la mayor parte de los países de América Latina, Chile, por razones
tecnológicas y de otro orden, debe
efectuar importantes adquisiciones de bienes de capital en Estados Unidos.
En la actualidad, tanto los financiamientos de proveedores como los que
ordinariamente otorga el Eximbank para este
tipo de operaciones, nos han sido también
suspendidos, encontrándonos en la
anómala situación de tener que adquirir
esta clase de bienes con pago anticipado, lo cual presiona extraordinariamente
sobre nuestra balanza de pagos.
Los
programas de desarrollo estancados
Los desembolsos de préstamos
contratados por Chile con anterioridad a la iniciación de mi gobierno con
agencias del sector público de Estados Unidos, y que se
encontraban entonces en ejecución, también
se han suspendido. En consecuencia, tenemos que continuar la realización de
los proyectos correspondientes, efectuando compras
al contado en el mercado norteamericano, ya que, en plena marcha de las obras,
es imposible reemplazar la fuente de las importaciones respectivas. Pero para
ello, se había previsto que el financiamiento proviniera de organismos del
gobierno norteamericano.
Como resultado de acciones
dirigidas en contra del comercio del cobre en los países de Europa
Occidental, nuestras operaciones de corto plazo con bancos privados de ese
continente basadas fundamentalmente en cobranzas de ventas de este metal, se
han entorpecido enormemente. Esto ha significado
la no renovación de líneas de crédito por más de 200 millones de dólares, y
la creación de un clima que impide el manejo normal de nuestras compras en
tales países, así como distorsiona agudamente todas nuestras actividades en el
campo de las finanzas externas.
Wall Street castiga a Chile
Esta asfixia financiera de proyecciones
brutales, dadas las características de la economía chilena, se ha traducido en
una severa limitación de nuestras
posibilidades de abastecimiento de equipos, de repuestos, de insumos, de
productos alimenticios, de medicamentos. Todos
los chilenos estamos sufriendo las consecuencias de estas medidas, las que se
proyectan en la vida diaria de cada ciudadano y naturalmente, también, en la
política interna.
Lo que he descrito significa que se ha desvirtuado la naturaleza de los
organismos internacionales, cuya utilización como instrumentos de la política
bilateral de cualquiera de sus países miembros, por poderosos que sean, es jurídica y moralmente inaceptable. Significa presionar a un país
económicamente débil. Significa castigar a
un pueblo por su decisión de recuperar sus recursos básicos. Significa una
forma de intervención en los asuntos internos de un país. Esto es a lo que
denominamos imperialismo.
Señores delegados, ustedes lo saben y no pueden dejar de recordarlo:
todo esto ha sido repetidamente condenado por resoluciones de las Naciones
Unidas.
Chile
agredido por compañías multinacionales
No sólo sufrimos el bloqueo financiero, también somos
víctimas de una clara agresión. Dos empresas que integran el núcleo central de
las grandes compañías transnacionales, que clavaron sus garras en mi país, la
International Telegraph and Telephone Company y la Kennecott Copper
Corporation, se propusieron manejar
nuestra vida política.
La ITT, gigantesca corporación cuyo capital es superior al presupuesto
nacional de varios países latinoamericanos juntos, y superior inclusive al de
algunos países industrializados, inició, desde el momento mismo en que se
conoció el triunfo popular en la elección de septiembre de 1970, una siniestra
acción para impedir que yo ocupara la primera magistratura.
Entre septiembre y noviembre del año mencionado, se desarrollaron en
Chile acciones terroristas planeadas fuera de
nuestras fronteras, en colusión con grupos fascistas
internos, las que culminaron con el asesinato del comandante en jefe del
Ejército, general René Schneider, hombre justo, gran soldado, símbolo del
constitucionalismo de las Fuerzas Armadas de Chile.
En marzo del año en curso, se revelaron los documentos que denuncian la
relación entre esos tenebrosos propósitos y la ITT. Esta última ha reconocido
que inclusive hizo en 1970 sugerencias al gobierno de Estados Unidos para que interviniera en los acontecimientos políticos de Chile. Los
documentos son auténticos.
La
ITT: empresa de hampones
Posteriormente, el mundo se enteró con estupor, en julio último, de
distintos aspectos de un nuevo plan de acción que la misma ITT presentara al
gobierno norteamericano, con el propósito de derrocar a mi gobierno en el plazo de seis meses. Tengo aquí el documento, fechado en
octubre de 1971, que contiene los 18 puntos que constituían ese plan. Proponía el estrangulamiento económico,
el sabotaje diplomático, crear el pánico en la población, el desorden social, para que al ser sobrepasado el gobierno, las
Fuerzas Armadas fueran impulsadas a quebrar el régimen democrático e imponer
una dictadura.
En los mismos momentos en que la ITT proponía ese plan, sus
representantes simulaban negociar con mi gobierno una fórmula para la
adquisición, por el Estado chileno, de la participación de la ITT en la
Compañía de Teléfonos de Chile. Desde los primeros días de mi administración,
habíamos iniciado conversaciones para adquirir la empresa telefónica que
controlaba la ITT, por razones de seguridad nacional.
Personalmente, recibí en dos oportunidades a altos ejecutivos de esa empresa.
En las discusiones mi gobierno actuaba de buena fe: la ITT en cambio, se negaba
a aceptar el pago de un precio fijado de acuerdo con una tasación de expertos
internacionales. Ponía dificultades para la solución rápida y equitativa,
mientras subterráneamente intentaba desencadenar
una situación caótica en el país.
La negativa de la ITT a aceptar un acuerdo directo y el conocimiento de
sus arteras maniobras, nos han obligado a enviar al Congreso un proyecto de ley
de nacionalización.
Fracasa
el complot imperialista
La decisión del pueblo chileno de defender el régimen democrático y el progreso de la
revolución, la lealtad de las Fuerzas Armadas hacia su Patria y sus leyes, han
hecho fracasar estos siniestros intentos.
Señores delegados: Yo acuso ante la conciencia del mundo a la ITT de pretender provocar en mi Patria una guerra
civil. Esto es lo que nosotros calificamos de
acción imperialista.
Chile está ahora ante un peligro cuya solución no depende solamente de
la voluntad nacional, sino que de una vasta gama de elementos externos. Me
estoy refiriendo a la acción emprendida por la Kennecott Copper. Acción que,
como expresó la semana pasada el ministro de Minas e Hidrocarburos del Perú en
la reunión ministerial del Consejo Internacional de Países Exportadores de
Cobre (CIPEC), trae a la memoria del pueblo revolucionario del Perú un pasado
de oprobio del que fuera protagonista la International Petroleum Co., expulsada
definitivamente del país por la revolución. Nuestra Constitución establece que las disputas originadas por las
nacionalizaciones, deben ser resueltas por un tribunal que, como todos los de
mi país, es independiente y soberano en sus decisiones. La Kennecott Copper
aceptó esta jurisdicción y durante un año litigó ante este tribunal. Su apelación
fue denegada y entonces decidió utilizar su
gran poder para despojarnos de los beneficios de nuestras exportaciones de cobre y presionar
contra el gobierno de Chile.
Llegó en su osadía hasta a demandar, en septiembre último, el embargo
del precio de dichas exportaciones ante los tribunales de Francia, de Holanda y
de Suecia. Seguramente lo intentará también en otros países. El fundamento de
estas acciones no puede ser más inaceptable, desde cualquier punto de vista
jurídico y moral.
Cómplices
legalistas de los monopolios
La Kennecott pretende que tribunales
de otras naciones,
que nada tienen que ver con los problemas o negocios que existan entre
el Estado chileno y la compañía Kennecott Copper, decidan que es nulo un acto
soberano de dicho Estado, realizado en virtud de un mandato de la más alta
jerarquía, como es el dado por la Constitución Política, y refrendado por la
unanimidad del pueblo chileno.
Esa pretensión choca contra principios esenciales del derecho
internacional, en virtud de los cuales
los recursos naturales de un país, sobre todo cuando se trata de aquellos que
constituyen su vida, le pertenecen y pueden disponer libremente de ellos. No
existe una ley internacional aceptada por todos, o en este caso, un tratado
específico que así lo acuerde. La comunidad mundial, organizada bajo los
principios de las Naciones Unidas, no acepta una
interpretación del derecho internacional subordinada a los intereses del
capitalismo,
que lleve a los tribunales de cualquier país extranjero a amparar una
estructura de relaciones económicas al servicio de aquél.
Si así fuera, se estaría vulnerando un principio fundamental de la vida
internacional: el de no intervención en los asuntos internos de un Estado, como
expresamente lo reconoció la tercera UNCTAD.
Estamos regidos por el derecho internacional, aceptado reiteradamente en
las Naciones Unidas, en particular en la resolución 1803 de la Asamblea
General: normas que acaba de reforzar la Junta de Comercio y Desarrollo,
precisamente teniendo como antecedente la denuncia que mi país formuló contra
Kennecott. La resolución respectiva, junto con reafirmar el derecho soberano de todos los países a disponer,
libremente, de sus recursos naturales, declara que: En aplicación de este
principio, las nacionalizaciones que los Estados llevan a cabo para rescatar
estos recursos son expresión de una facultad soberana, por lo que corresponde a
cada Estado fijar las modalidades de tales medidas y las disputas que puedan
suscitarse con motivo de ellas son de recurso exclusivo de sus tribunales, sin
perjuicio de lo dispuesto en la resolución 1803 de la Asamblea General.
Ésta, excepcionalmente, permite la intervención de jurisdicciones extra
nacionales, siempre que exista acuerdo entre Estados soberanos y otras partes
interesadas.
Protección a los débiles del abuso de los fuertes
Es la única tesis aceptable en las Naciones Unidas. Es la única que está
conforme con su filosofía y sus principios. Es la única que puede proteger el derecho de los débiles
contra el abuso de los fuertes.
Como no podía ser de otra manera, hemos obtenido en los tribunales de
París, el levantamiento del embargo que pesaba sobre el valor de una
exportación de nuestro cobre.
Seguiremos defendiendo sin desmayo la exclusiva competencia de los
tribunales chilenos, para conocer de cualquier diferendo relativo a la
nacionalización de nuestro recurso básico. Para Chile, esto no es sólo una
importante materia de interpretación jurídica: es un problema de soberanía.
Señores delegados: es mucho más, es un problema de supervivencia.
No
aplastará la Kennecott a Chile
La agresión de la Kennecott causa perjuicios graves a nuestra economía.
Solamente las dificultades directas impuestas a la comercialización del cobre
han significado a Chile, en dos meses,
pérdidas de muchos millones de dólares. Pero eso no es todo. Ya me he
referido a los efectos vinculados al entorpecimiento de
las operaciones financieras de mi país con la banca de Europa Occidental. Evidente
es, también, el propósito de crear un clima de inseguridad ante los compradores
de nuestro principal producto de exportación, lo que no logrará.
Hacia allá se dirigen, en este momento, los designios de esta empresa imperialista, porque no puede
esperar que, en definitiva, ningún poder político o judicial prive a Chile de
lo que legítimamente le pertenece.
Busca doblegarnos. ¡Jamás lo conseguirá!
La agresión de las grandes empresas capitalistas pretende impedir la emancipación de las clases populares. Representa un ataque directo contra los intereses
económicos de los trabajadores.
Somos
dueños de nuestro destino
Señores delegados: El chileno es un pueblo que ha alcanzado la
madurez política para decidir, mayoritariamente, el reemplazo del sistema
económico capitalista por el socialista.
Nuestro régimen político ha contado con instituciones suficientemente
abiertas para encauzar esta voluntad revolucionaria sin quiebres violentos. Me
hago un deber en advertir a esta asamblea que las represalias y el bloqueo dirigidos a producir contradicciones y
deformaciones económicas encadenadas, amenazan con repercutir sobre la paz y
convivencia internas. No lo lograrán. La inmensa mayoría de los chilenos
sabrá resistirlas en actitud patriótica y digna.
Lo dije al comienzo: la historia, la tierra y el hombre nuestro se
funden en un gran sentido nacional.
El
fenómeno de las corporaciones multinacionales
Ante la tercera UNCTAD tuve la oportunidad de referirme al fenómeno de
las corporaciones transnacionales, y destaqué el vertiginoso crecimiento de su
poder económico, influencia política y acción corruptora. De ahí la alarma con
que la opinión mundial debe reaccionar ante semejante realidad. El poderío de
estas corporaciones es tan grande, que traspasa todas las fronteras.
Sólo las inversiones en el extranjero de las compañías
estadounidenses, que alcanzan hoy a los 32.000 millones de dólares, crecieron entre 1950
y 1970 a un ritmo de diez por ciento al año, mientras las exportaciones de este
país aumentaron sólo a un cinco por ciento. Sus
utilidades son fabulosas y representan un enorme drenaje de recursos para los
países en desarrollo.
Sólo en un año, estas empresas retiraron utilidades del Tercer Mundo que
significaron transferencias netas en favor de ellas de 1.723 millones de
dólares, 1.013 millones de América Latina, 280 de África, 366 del Lejano
Oriente y 64 del Medio Oriente. Su influencia y su ámbito de acción están
trastocando las prácticas del comercio entre los Estados, de transferencia
tecnológica, de transmisión de recursos entre las naciones y las relaciones
laborales.
Son
Estados dentro de los Estados
Estamos ante un verdadero conflicto frontal entre las grandes
corporaciones y los Estados.
Éstos aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales -políticas,
económicas y militares- por organizaciones globales que no dependen de ningún
Estado y que en la suma de sus actividades no responden ni están fiscalizadas
por ningún Parlamento, por ninguna institución representativa del interés colectivo.
En una palabra, es toda la estructura política del mundo la que está siendo
socavada.
Pero las grandes empresas transnacionales no sólo atentan contra los
intereses genuinos de los países en desarrollo, sino que su acción avasalladora
e incontrolada se da también en los países industrializados donde se asientan.
Ello ha sido denunciado en los últimos tiempos en Europa y Estados Unidos, lo
que ha originado una investigación en el propio Senado norteamericano. Ante
este peligro, los pueblos desarrollados no están más seguros que los
subdesarrollados. Es un fenómeno que ya ha provocado la creciente movilización
de los trabajadores organizados, incluyendo a las grandes entidades sindicales
que existen en el mundo. Una vez más, la
actuación solidaria internacional de los trabajadores, deberá enfrentarse a un
adversario común: el imperialismo.
El
problema no es sólo de Chile
Fueron estos actos los que, principalmente, decidieron al Consejo
Económico y Social de las Naciones Unidas, a raíz de la denuncia presentada por
Chile, a aprobar en julio pasado por unanimidad una resolución disponiendo la
convocatoria de un grupo de personalidades mundiales para que estudien la
función y los efectos de las corporaciones transnacionales en el proceso de
desarrollo, especialmente de los países en desarrollo y sus repercusiones en
las relaciones internacionales, y que presente recomendaciones para una acción
internacional apropiada.
El nuestro no es un problema aislado ni único. Es la manifestación local
de una realidad que nos desborda, que abarca el continente latinoamericano y al
Tercer Mundo. Con intensidad variable, con peculiaridades singulares, todos los
países periféricos expuestos a algo semejante.
El sentido de solidaridad humana que impera en los países desarrollados
debe sentir repugnancia porque un grupo de empresas lleguen a poder interferir
impunemente en el engranaje más vital de la vida de una nación, hasta
perturbarlo totalmente.
El portavoz del grupo africano, al anunciar en la Junta de Comercio y
Desarrollo, hace algunas semanas, la posición de estos países frente a la
denuncia que hizo Chile por la agresión de la Kennecott Copper declaró que su
grupo se solidarizaba plenamente con Chile, porque no
se trataba de una cuestión que afectara sólo a una nación, sino que
potencialmente a todo el mundo en desarrollo. Estas palabras tienen un gran valor,
porque significan el reconocimiento de todo un continente de que, a través del
caso chileno, está planteada una nueva etapa de la
batalla entre el imperialismo y los países débiles del Tercer Mundo.
Propósitos
de ONU que no se cumplen
La batalla por la defensa de los recursos naturales es parte de la
batalla que libran los países del Tercer Mundo para vencer el subdesarrollo. La agresión que nosotros padecemos hace parecer ilusorio
el cumplimiento de las promesas hechas en los últimos años en cuanto a una
acción de envergadura para superar el estado de atraso y de necesidad de las
naciones de África, Asia y América Latina. Hace dos años esta Asamblea General,
con ocasión del vigésimo quinto aniversario de la creación de las Naciones
Unidas, proclamó en forma solemne la estrategia para el segundo decenio del
desarrollo.
Por ella, todos los Estados miembros de la organización se
comprometieron a no omitir esfuerzos para transformar, a través de medidas
concretas, la actual injusta división internacional del trabajo y para colmar
la enorme brecha económica y tecnológica que separa a los países opulentos de
los países en vías de desarrollo.
Estamos comprobando que ninguno de estos propósitos se convierte en
realidad. Al contrario, se ha retrocedido.
Así, los mercados de los países industrializados han continuado tan
cerrados como antes para los productos básicos de los países en desarrollo,
especialmente los agrícolas, y aun aumentan los indicios de proteccionismo; los
términos del intercambio se siguen deteriorando. El sistema de preferencias
generalizadas para las exportaciones de nuestras manufacturas y
semimanufacturas, no ha sido puesto en vigencia por la nación cuyo mercado
ofrecía mejores perspectivas, dado su volumen, y no hay indicios de que lo sea
en un futuro inmediato.
La transferencia de recursos financieros públicos, lejos de llegar al
0,7% de producto nacional bruto de las naciones desarrolladas, ha bajado del
0,34 al 0,24%. El endeudamiento de los países en desarrollo, que ya era enorme
a principios del presente año, ha subido en pocos meses de 70 a 75 mil millones
de dólares.
Los cuantiosos pagos por servicios de deudas, que representan un drenaje
intolerable para estos países, han sido provocados en gran medida por las
condiciones y modalidades de los préstamos. Dichos servicios aumentaron en un
18% en 1970 y en un 20% en 1971, lo que es más del doble de la tasa media del
decenio de 1960.
Éste es el drama del subdesarrollo y de los países que todavía no hemos
sabido hacer valer nuestros derechos y defender, mediante una vigorosa acción
colectiva, el precio de las materias primas y productos básicos, así como hacer
frente a las amenazas y agresiones del imperialismo.
Señores delegados, les ruego meditar en nuestra realidad.
Somos países potencialmente ricos,
vivimos en la pobreza. Deambulamos
de un lugar a otro pidiendo créditos, ayuda, y, sin embargo, somos -paradoja
propia del sistema económico capitalista- grandes exportadores de capitales.
América
Latina y el subdesarrollo
América Latina, como componente del mundo en desarrollo, se integra en
el cuadro que acabo de exponer. Junto con Asia, África y los países socialistas, ha librado en los últimos años muchas
batallas para cambiar la estructura de las relaciones económicas y comerciales
con el mundo capitalista, para substituir el injusto y discriminatorio orden económico y monetario creado
en Bretton Woods,
al término de la Segunda Guerra Mundial.
Cierto es que entre muchos países de nuestra región y los de los otros
continentes en desarrollo, se comprueban diferencias en el ingreso nacional y
aun las hay dentro de aquéllas donde existen varios países que podrían ser
considerados como de menos desarrollo relativo entre los subdesarrollados.
Pero tales diferencias -que mucho se mitigan al compararlas con el
producto nacional del mundo industrializado-, no marginan a Latinoamérica del
vasto sector postergado y explotado de la humanidad.
Ya
el consenso de Viña del Mar, en 1969, afirmó esas coincidencias y tipificó,
precisó y cuantificó el atraso económico y social de la región, y los factores
externos que determinan, destacando las enormes injusticias cometidas en su
contra, bajo el disfraz de cooperación y ayuda. Porque en América Latina,
grandes ciudades, que muchos admiran, ocultan el drama de cientos, de miles de
seres que viven en poblaciones marginales, producto de un pavoroso desempleo y
subempleo: esconden las desigualdades profundas entre pequeños grupos
privilegiados y las grandes masas cuyos índices de nutrición y de salud no
superan a los de Asia y de África, que casi no tienen acceso a la cultura.
Un
mundo condenado a la miseria
Es fácil comprender por qué nuestro continente latinoamericano registra
una alta mortalidad infantil y un bajo promedio de vida, si se tiene presente
que en él faltan 28 millones de viviendas, el 56 por ciento de su población
está subalimentada, hay más de 100 millones de analfabetos y semianalfabetos,
13 millones de cesantes y más de 50 millones con trabajos ocasionales. Más de
20 millones de latinoamericanos no conocen la moneda, ni siquiera como medio de
intercambio.
Ningún régimen, ningún gobierno ha sido capaz de resolver los grandes
déficit de vivienda, trabajo, alimentación y salud. Por el contrario, éstos se
acrecientan año a año con el aumento vegetativo de la población. De continuar
esta situación ¿qué ocurrirá cuando seamos más de 600 millones de habitantes a
fines de siglo?
Tal realidad es aún más cruda en Asia y África, cuyo ingreso per cápita
es más bajo y cuyo proceso de desarrollo acusa mayor debilidad.
América
Latina, víctima del imperialismo
No siempre se percibe que el subcontinente latinoamericano, cuyas
riquezas potenciales son enormes, ha llegado a ser el principal campo de acción del imperialismo
económico en los últimos 30 años. Datos recientes del Fondo Monetario
Internacional nos informan que la cuenta de inversiones privadas de los países
desarrollados en América Latina arroja un déficit en contra de ésta de 10
millones de dólares entre 1960 y 1970. En una palabra, esta suma constituye un
aporte neto de capitales de esta región al mundo opulento, en diez años.
Chile se siente profundamente solidario con América Latina, sin
excepción alguna. Por tal razón, propicia y respeta estrictamente la política de no intervención y de
autodeterminación que aplicamos en el plano mundial. Estimulamos
fervorosamente el incremento de nuestras relaciones económicas y culturales.
Somos partidarios de la complementación y de la integración de nuestras
economías. De ahí que trabajemos con entusiasmo dentro del cuadro de la ALALC
y, como primer paso, por la formación del Mercado Común de los Países Andinos,
que nos une con Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador.
América Latina deja atrás la época de las protestas. Necesidades y
estadísticas contribuyeron a robustecer su toma de conciencia. Han sido
destruidas por la realidad, las fronteras ideológicas. Han sido quebrados los
propósitos divisionistas y aislacionistas, y surge el afán de coordinar la
ofensiva y la defensa de los intereses de los pueblos en el continente, y con
los demás países en desarrollo.
Chile
no está solo, no ha podido ser aislado
Chile no está solo, no ha podido
ser aislado ni de América Latina ni del resto del mundo. Por el contrario, ha
recibido infinitas muestras de solidaridad y de apoyo. Para derrotar los intentos de crear en torno nuestro
un cerco hostil, se conjugaron el creciente repudio al imperialismo, el respeto que
merecen los esfuerzos del pueblo chileno y la respuesta a nuestra política de
amistad con todas las naciones del mundo.
En América Latina, todos los esquemas de cooperación o integración
económica y cultural de que formamos parte, en el plano regional y subregional,
han continuado vigorizándose a ritmo acelerado, y dentro de ellos nuestro
comercio ha crecido considerablemente, en particular con Argentina, México y
los países del Pacto Andino.
No ha sufrido trizaduras la coincidencia de los países latinoamericanos,
en foros mundiales y regionales, para sostener
los principios de libre determinación sobre los recursos naturales. Y frente a los recientes atentados contra nuestra
soberanía, hemos recibido fraternales demostraciones de total solidaridad. A
todos, nuestro reconocimiento.
Cuba socialista, que sufre los rigores del bloqueo, nos ha entregado sin
reservas, permanentemente, su adhesión revolucionaria.
En el plano mundial, debo destacar muy especialmente que desde el primer
momento hemos tenido a nuestro lado, en
actitud ampliamente solidaria, a los países socialistas de Europa y de Asia. La
gran mayoría de la comunidad mundial nos honró con la elección de Santiago como
sede de la tercera UNCTAD y ha acogido con interés nuestra invitación para
albergar la próxima conferencia mundial sobre el Derecho del Mar, que reitero
en esta oportunidad.
La reunión a nivel ministerial de los países no alineados, celebrada en
Georgetown, Guyana, en septiembre último, nos expresó públicamente su decidido
respaldo frente a la agresión de que somos objeto por la Kennecott Cooper.
Chile
es nación soberana
El CIPEC, organismo de coordinación establecido por los principales
países exportadores de cobre: Perú, Zaire, Zambia y Chile, reunido
recientemente en Santiago a solicitud de mi gobierno, a nivel ministerial, para
analizar la situación de agresión en contra de mi Patria creada por la
Kennecott, acaba de adoptar varias resoluciones y recomendaciones
trascendentales a los Estados. Ellas constituyen un apoyo sin reservas a
nuestra posición y un importante paso dado por países del Tercer Mundo para
defender el comercio de sus productos básicos.
Estas resoluciones serán seguramente material de importante debate en la
Segunda Comisión.
Sólo quiero citar aquí la categórica declaración de que todo acto que
impida o entrabe el ejercicio del derecho soberano de los
países a disponer libremente de sus recursos naturales, constituye agresión
económica, que desde luego los actos de la compañía Kennecott contra Chile son
agresión económica y, por lo tanto, acuerdan suspender con ella toda relación
económica y comercial, y que las disputas sobre indemnizaciones en caso de
nacionalización, son de exclusiva competencia de los Estados que las decretan.
Pero lo más significativo es que se acordó crear un mecanismo permanente
de protección y solidaridad en relación al cobre. Esos mecanismos, junto con la
OMPEP que opera en el campo petrolero, son el embrión de lo que debiera ser una
organización de todos los países del Tercer Mundo para proteger y defender
todos los productos básicos, tanto los mineros e hidrocarburos como los
agrícolas.
La gran mayoría de los países de Europa Occidental, desde el extremo
norte con los países escandinavos hasta el extremo sur, con España, ha
incrementado su cooperación con Chile y nos ha significado su comprensión. Ésta
nos fue evidenciada en el proceso de renegociación de nuestra deuda.
Y, por último, hemos visto con emoción la solidaridad de la clase
trabajadora mundial, expresada por sus grandes centrales sindicales y
manifestada en actos de hondo significado, como fue la negativa de los obreros
portuarios de El Havre y Rotterdam a descargar el cobre de Chile, cuyo pago ha
sido arbitrario e injustamente embargado.
El
nuevo panorama de la política
Señor Presidente, señores delegados: He centrado mi exposición en la
agresión a Chile y en los problemas latinoamericanos y mundiales que a ella se
conectan, ya sea en su origen o en sus efectos. Quisiera ahora referirme
brevemente a otras cuestiones que interesan a la comunidad internacional.
No voy a mencionar todos los problemas mundiales que están en el temario
de esta asamblea.
No tengo la pretensión de avanzar soluciones sobre ellos. Esta asamblea
está trabajando afanosamente desde hace más de dos meses en definir y acordar
medidas adecuadas.
Confiamos en que el resultado de esta labor será fructífero. Mis
observaciones serán de carácter general y reflejan preocupaciones del pueblo
chileno.
Con ritmo acelerado se transforma el cuadro de la política internacional
que hemos vivido desde la posguerra, y ello ha producido una nueva correlación
de fuerzas. Han aumentado y se han fortalecido centros de poder político y
económico. En el caso del mundo socialista, cuya influencia ha crecido
notablemente, su participación en las más importantes decisiones de política en
el campo internacional es cada vez mayor. Es mi convicción que no podrán
transformarse las relaciones comerciales y el sistema monetario internacionales
-aspiración compartida por los pueblos-, si no participan plenamente en ese
proceso todos los países del mundo y, entre ellos, los del Área Socialista. La
República Popular China, que alberga en sus fronteras a casi un tercio de la
humanidad, ha recuperado, después de un largo e injusto ostracismo, el lugar
que es el suyo en el foro de las negociaciones multilaterales y ha entablado
nexos diplomáticos y de intercambio con la mayoría de los países del mundo.
Se ha ampliado la Comunidad Económica Europea con el ingreso del Reino
Unido de Gran Bretaña y otros países, lo que le da un peso mayor en las
decisiones, sobre todo en el campo económico.
El crecimiento económico del Japón ha alcanzado una velocidad
portentosa.
El mundo en desarrollo económico está adquiriendo cada día mayor
conciencia de sus realidades y de sus derechos. Exige justicia y equidad en el
trato y que se reconozca el lugar que le corresponde en el escenario mundial.
Motores de esta transformación han sido, como siempre, los pueblos, en su
progresiva liberación para convertirse en sujetos de la historia. La
inteligencia del hombre ha impulsado vertiginosos progresos de la ciencia y de
la técnica. La persistencia y el vigor de la política de coexistencia pacífica,
de independencia económica y de progreso social que han promovido las naciones
socialistas, ha contribuido decisivamente al alivio de las tensiones que
dividieron al mundo durante más de veinte años y ha determinado la aceptación
de nuevos valores en la sociedad y en las relaciones internacionales.
La
rebelión de los pobres
Saludamos los cambios que traen promesas de paz y de prosperidad para
muchos pueblos, pero exigimos que participen de ellas la humanidad entera.
Desgraciadamente, estos cambios han beneficiado sólo en grado mezquino al mundo
en desarrollo. Éste sigue tan explotado como antes. Distante cada vez más de la
civilización del mundo industrializado. Dentro de él bullen nobles aspiraciones
y justas rebeldías, que continuarán estallando con fuerza creciente.
Manifestamos complacencia por la superación de la guerra fría y por el
desarrollo de acontecimientos alentadores: las negociaciones entre la Unión
Soviética y Estados Unidos, tanto respecto al comercio como al desarme; la
concertación de tratados entre la República Federal Alemana, la Unión Soviética
y Polonia; la inminencia de la Conferencia de Seguridad Europea; las
negociaciones entre los dos Estados alemanes y su ingreso prácticamente asegurado
a las Naciones Unidas; las negociaciones entre los gobiernos de la República
Popular Democrática de Corea y de la República Coreana, para nombrar los más
promisorios. Es innegable que en el área internacional hay treguas, acuerdos,
disminuciones de la situación explosiva.
Pero hay demasiados conflictos no resueltos, que exigen la voluntad de
concordia de las partes, o la colaboración de la comunidad internacional y de
las grandes potencias. Continúan activas las agresiones y disputas en diversas
partes del mundo: el conflicto en el Medio Oriente, el más explosivo de todos,
donde todavía no ha podido obtenerse la paz, según lo han recomendado
resoluciones de los principales órganos de las Naciones Unidas, entre ellas la
resolución 242 del Consejo de Seguridad; el asedio y la persecución contra
Cuba; la explotación colonial; la ignominia del racismo y del apartheid; el
ensanchamiento de la brecha económica y tecnológica entre países ricos y
pobres.
Habrá
paz en Vietnam porque ya nadie duda de la inutilidad de esta guerra
No hay paz para Indochina, pero tendrá que haberla. Llegará la paz para
Vietnam. Tiene que llegar porque ya nadie duda de la inutilidad de esta guerra
monstruosamente injusta, que persigue un objetivo tan irrealizable en estos
días como es imponer, a pueblos con conciencia revolucionaria, políticas que no
pueden compartir porque contrarían su interés nacional, su genio y su
personalidad.
Habrá paz. Pero, ¿qué deja esta guerra tan cruel, tan prolongada y tan
desigual? El saldo, tras tantos años de lucha cruenta, son sólo la tortura de
un pueblo admirable en su dignidad, millones de muertos y de huérfanos,
ciudades enteras desaparecidas, cientos de miles de hectáreas de tierras
asoladas, sin vida vegetal posible; la destrucción ecológica; la sociedad
norteamericana conmovida; miles de hogares sumidos en el pesar por la ausencia
de los suyos.
No se siguió la ruta de Lincoln.
Moraleja
bélica
Esta guerra deja también muchas lecciones. Que el abuso de la fuerza
desmoraliza al que la emplea y produce profundas dudas en su propia conciencia
social. Que la convicción de un pueblo que defiende su
independencia lo lleva al heroísmo y lo hace capaz de resistir la violencia
material del más gigantesco aparato militar y económico.
Hacia
una nueva etapa en el orden Internacional
El nuevo cuadro político crea condiciones favorables para que la
comunidad de las naciones haga, en los años venideros, un gran esfuerzo
destinado a dar renovada vida y dimensión al orden internacional.
Dicho esfuerzo deberá inspirarse en los principios de la Carta y en
otros que la comunidad ha ido agregando, por ejemplo: los de la UNCTAD. Como lo
hemos dicho, tres conceptos fundamentales que presiden las responsabilidades
entregadas a las Naciones Unidas debieran servirle de guía: el de la seguridad
colectiva económico-social y el del respeto universal a los derechos
fundamentales del hombre, incluyendo los de orden económico, social y cultural,
sin discriminación alguna.
Damos particular importancia a la tarea de afirmar la seguridad
económica colectiva, en la cual tanto han insistido recientemente Brasil y el
secretario general de las Naciones Unidas.
Apoyo
a la tesis mexicana
Como paso importante en esta dirección, la organización mundial cuanto
antes debiera hacer realidad la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los
Estados, fecunda idea que llevó el Presidente de México, Luis Echeverría, a la
tercera UNCTAD. Como el ilustre mandatario del país hermano, creemos que no es
posible un orden justo y un mundo estable en tanto no se creen obligaciones y
derechos que protejan a los Estados débiles.
La acción futura de la colectividad de naciones debe acentuar una
política que tenga como protagonista a todos los pueblos. La Carta de las
Naciones Unidas fue concebida y presentada en nombre de nosotros, los pueblos
de las Naciones Unidas.
La acción internacional tiene que estar dirigida a servir al hombre que
no goza de privilegios sino que sufre y labora: al minero de Cardiff, como al
fellah de Egipto, al trabajador que cultiva el cacao en Ghana o en Costa de
Marfil como al campesino del altiplano en Sudamérica; al pescador en Java, como
al cafetalero de Kenia o de Colombia. Aquélla debiera alcanzar a los mil
millones de seres postergados a los que la colectividad tiene la obligación de
incorporar al actual nivel de la evolución histórica y reconocerle el valor y
la dignidad de persona humana, como contempla el preámbulo de la Carta.
Es tarea impostergable para la comunidad internacional asegurar el
cumplimiento de la estrategia para el segundo decenio del desarrollo y poner
este instrumento a tono con las nuevas realidades del Tercer Mundo, y con la
renovada conciencia de los pueblos.
La disminución de la cooperación y el entendimiento exigen y permiten
simultáneamente reconvertir las gigantescas actividades destinadas a la guerra
en otras que impongan, como nueva frontera, atender las inconmensurables
carencias de todo orden de más de dos tercios de la humanidad. De modo tal que
los países más desarrollados aumenten su producción y empleo en asociación con
los reales intereses de una auténtica comunidad internacional.
El
derecho del mar territorial
La presente asamblea deberá concretar la realización de la Conferencia
Mundial para establecer el llamado derecho del mar; es decir, un conjunto de
normas que regulen de modo global todo lo referente al uso y explotación del
vasto espacio marino, comprendiendo su subsuelo. Es ésta una tarea grandiosa y
promisoria para las Naciones Unidas, porque estamos frente a un problema del
cual recién la humanidad, como un todo, adquiere conciencia y aún muchas
situaciones establecidas pueden conciliarse perfectamente con el interés
general.
Quiero recordar que cupo a los países del extremo sur de América Latina
-Ecuador, Perú y Chile-, iniciar hace justo 20 años esta toma de conciencia,
que culminará con la adopción de un tratado sobre el derecho al mar. Es
imperativo que ese tratado incluya el principio aprobado por la tercera UNCTAD
sobre los derechos de los Estados ribereños a los recursos dentro de su mar
jurisdiccional y, al mismo tiempo, cree los instrumentos y los mecanismos para
que el espacio marino extra-jurisdiccional sea patrimonio común de la humanidad
y sea explotado en beneficio de todos por una autoridad internacional eficaz.
Abierto
a todo diálogo
He traído hasta aquí la voz de mi país, que está unido frente a las
presiones externas. Un país que pide comprensión. La merece, porque siempre ha
respetado los principios de autodeterminación y ha observado estrictamente el de no intervención en los asuntos
internos de otros Estados. Nunca se ha apartado del cumplimiento de sus
obligaciones internacionales y ahora cultiva relaciones amistosas con todos los
países del orbe. Cierto es que con algunos tenemos diferencias, pero no hay
ninguna que no estemos dispuestos a discutir, utilizando para ello los
instrumentos multilaterales o bilaterales que hemos suscrito. Nuestro respeto a
los tratados es invariable.
Señores delegados:
He querido reafirmar así, enfáticamente, que la voluntad de paz y
cooperación universales es una de las características dominantes del pueblo
chileno. De ahí la resuelta firmeza con que defenderá su independencia política
y económica y el cumplimiento de sus decisiones colectivas, democráticamente
adoptadas en el ejercicio de su soberanía.
Se
perfila la victoria
En menos de una semana acaban de ocurrir hechos que convierten en
certeza nuestra confianza de que venceremos pronto en la lucha entablada para
alcanzar dichos objetivos: el fallo del tribunal de París, levantando el
embargo decretado respecto al valor de la venta de nuestro cobre; la franca,
directa y cálida conversación sostenida con el distinguido Presidente del Perú,
Velasco Alvarado, quien reiteró públicamente la solidaridad plena de su país
con Chile ante los atentados que acabo de denunciar ante ustedes; los acuerdos
del CIPEC que ya cité, y mi visita a México.
México
reconfortó a Salvador Allende
Me faltan palabras para describir la profundidad, la firmeza, la
espontaneidad y la elocuencia del apoyo que nos fue brindado por el gobierno y
el pueblo mexicano. Recibí tales demostraciones de adhesión del Presidente
Echeverría, del Parlamento, las universidades y sobre todo del pueblo
-expresándose en forma multitudinaria-, que la emoción todavía me embarga y me
abruma por su infinita generosidad.
Vengo reconfortado porque, después de estas experiencias, sé ahora, con
certidumbre absoluta, que la conciencia de los pueblos latinoamericanos acerca
de los peligros que nos amenazan a todos, ha adquirido una nueva dimensión, y
que ellos están convencidos que la unidad es la única manera de defenderse de
este grave peligro.
Cuando se siente el fervor de cientos de miles y miles de hombres y
mujeres, apretándose en las calles y plazas para decir con decisión y
esperanza: Estamos con ustedes, no cejen, ¡vencerán!, toda duda se disipa, toda
angustia se desvanece. Son los pueblos, todos
los pueblos al sur del río Bravo, que se yerguen para decir ¡basta!, ¡basta! a
la dependencia, ¡basta! a las presiones, ¡basta! a las intervenciones; para afirmar el derecho soberano de todos los
países en desarrollo a disponer libremente de sus recursos naturales.
Existe una realidad hecha voluntad y conciencia en más de 250 millones
de seres que exigen ser oídos y respetados.
Cientos de miles y miles de chilenos me despidieron con fervor al salir
de mi Patria y me entregaron el mensaje que he traído a esta Asamblea mundial.
Estoy seguro que ustedes, representantes de las naciones de la tierra, sabrán
comprender mis palabras. Es nuestra confianza en nosotros lo que incrementa
nuestra fe en los grandes valores de la Humanidad, en la certeza de que esos
valores tendrán que prevalecer, no podrán ser destruidos.
Tomado de: https://www.marxists.org/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
En: Twtter@victorianoysocialista
En:Google;libertadbermeja..victorianoysocialista@gmail.com
En: Facebook; //Adolfo León Libertad
No hay comentarios:
Publicar un comentario