El bloqueo financiero como estrategia de asedio político internacional ha mutado en décadas recientes, sobre todo en sus métodos y procedimientos de aplicación.
Los mecanismos regulares bajo los cuales se le aplicó esta estrategia a países como Cuba, Zimbabwe o Siria, por relatar tres casos icónicos de bloqueos financieros, han venido modificándose y trasladando su operatividad y despliegue hacia actores del capital corporativo global, como bancos globales,calificadoras de riesgo, agencias financieras y corporaciones.
Este ataque financiero contra estos tres países se encuentra acompañado por procedimientos regulares e institucionales: organismos judiciales estadounidenses (Departamento del Tesoro) que restringen compra y venta de mercancías en dólares, está fundamentado en legislaciones o sanciones (aprobadas por el Congreso) que limitan las actividades comerciales a nivel internacional y forma parte de la política exterior de Estados Unidos, públicamente reconocida.
Sin embargo, en el caso venezolano la estrategia de bloqueo financiero no tiene un reconocimiento público por parte de estas instituciones, lo cual no niega que las sanciones directas contra el país (como el Decreto Obama y la Ley de Derechos Humanos) y el recurrente asedio judicial del Departamento del Tesoro de Estados Unidos hacia Pdvsa estén engranadas en esa dirección.
Distinto al caso de Cuba, Zimbabwe y Siria, la ofensiva contra Venezuela lo capitanean actores financieros no-estatales, quienes cuentan con la protección que otorga una estructura supranacional como el FMI: la última alcabala para legitimar y legalizar internacionalmente las agresiones financieras contra Venezuela.
A Venezuela no se le restringen sus actividades comerciales a nivel internacional como tampoco el desarrollo de proyectos de cooperación económica en dólares y otras divisas con países emergentes como China, Irán y Rusia.
Pero las agresiones financieras no convencionales, indirectas, desarrolladas por actores no-estatales del gran capital corporativo contra Venezuela, trastocan algo más sensible que las actividades comerciales con el exterior: la salud financiera del país, su riesgo crediticio, las expectativas inflacionarias y el precio de la moneda.
Cuando el FMI se refiere a la inflación (720%), al desempleo (17,4%) y a la caída del PIB (8%) en Venezuela, lo que en realidad está ejecutando es el diseño de expectativas y panoramas económicos que persiguen tres objetivos fundamentales: impedir que Venezuela pueda acceder a préstamos internacionales, azuzar un clima de impago de deuda y de quiebra inevitable y guiar al capital nacional y extranjero para que mantengan su estrategia de hiperespeculación adaptada a las metas ya establecidas.
El FMI, para legalizar internacionalmente la imagen de quiebra de Venezuela, se aferra a las proyecciones de Dólar Today: mampara publicitaria de bancos y corporaciones de Wall Street para destruir el bolívar.
Palabras más, palabras menos: el FMI toma como fuentes e insumos para sus caóticos reportes sobre Venezuela las mediciones de un opinador estrella de la farándula financiera (Steve Hanke) y a un conjunto de consultoras y agencias que trabajan directamente para los centros de poder financiero, es decir, actores privados que trabajan por fuera y sin permiso de Estado alguno.
Es ahí donde el FMI, al final de la arremetida, pone el sello de legalidad que certifica a Venezuela como un país al que hay que aislar, al que no hay que prestarle dinero, con el que no se deben realizar acuerdos comerciales, y donde se hace imprescindible fugar todos los capitales posibles y encarecer el precio de todos los productos de la canasta básica para “proteger las inversiones”, hasta que otro gobierno se reconcilie con el espíritu imparcial e impoluto de “el mercado”.
Esta estrategia de agresión no convencional en lo financiero, al final termina dando el mismo resultado que el bloque tradicional (asfixia financiera y estrangulamiento de la economía), sólo que sin la exposición de actores políticos y organismos públicos estadounidenses o europeos con alta visibilidad mediática.
Bonus Track
El FMI dice, palabras más, palabras menos, que Venezuela está en recesión y que por culpa de su mediocre gestión económica la región tendrá un crecimiento peor del estimado en años anteriores.
El FMI olvida que el chavismo no es dueño ni de Goldman Sachs ni de JP Morgan, par de bancos globales que sí han comprobado que son eficaces para quebrar el sistema financiero internacional.
La crisis global del capitalismo no fue diseñada por el chavismo, por ende sus consecuencias tampoco son su responsabilidad.
Los que sí tienen responsabilidad directa en este caos global, es decir, grandes bancos y corporaciones armados con los mejores tecnócratas y especialistas del planeta, son los mismos que dicen que por culpa de no habernos entregado a la maquila de la globalización durante los años 90 estamos sufriendo estas dificultades. Póngase a creer.
Misión Verdad
TOMADO DE: http://www.psuv.org.ve/
Y
PUBLICADO EN: http://victorianoysocialist.blogspot.com/
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