Las raíces del racismo anti-mizrají en
Israel
Edo Konrad
Un gángster, un ladrón, un asesino o un proxeneta askenazí no se
ganará la simpatía de la comunidad askenazí (si tal cosa existe) y él tampoco
la esperará. Pero en una comunidad de primates como la marroquí, tal cosa es
posible.
— David Ben Gurión,
primer primer ministro israelí, 1959
Los medios de comunicación israelíes eran un hervidero
este lunes, tras la
publicación de un anuncio
abiertamente racista contra los judíos mizrajíes
[judíos
orientales, procedentes de países fundamentalmente
árabes, N. del T.].
El anuncio, que busca la promoción de la
urbanización “Karmei Gat” que se construirá en el centro de Kiryat Gat, una
ciudad de clase obrera cuyos residentes son en gran parte mizrajíes, presenta a
una familia religiosa askenazí (judíos de origen europeo oriental) encendiendo
velas de Hanukah. De repente, son interrumpidos con rudeza por dos vecinos,
descaradamente retratados como mizrajíes, que echan a perder el ritual con su
vulgaridad e ignorancia de las auténticas prácticas
judías.
El mensaje es claro: en
Karmei Gat podrás vivir entre otros judíos blancos sin tener que preocuparte
por esos molestos e ignorantes personajes de color moreno.
El vídeo, producido por
Beemuna, una empresa inmobiliaria especializada en la construcción de
“viviendas de calidad para gente religiosa”, ha sido ampliamente criticado en
los medios y fue retirado rápidamente. Pero el mal sabor de boca que dejó no
desapareció, sobre todo porque el vídeo fue hecho público el mismo día en que
Israel conmemora oficialmente la expulsión de los judíos de países árabes y
musulmanes.
El 2014, el parlamento israelí aprobó una ley
para conmemorar la huida y expulsión de los judíos de países árabes y de Irán.
Para muchos mizrajíes, el Día del Refugiado Judío es una forma de reconocimiento de su
estatus de ciudadanos de segunda clase en la sociedad israelí. “Esta historia
afecta a la mitad de los residentes de Israel, pero es casi desconocida”, dijo
en febrero de 2014 el parlamentario Simón Ohayon, de origen marroquí, cuando el Knesset (parlamento israelí) se disponía a votar la ley.
“Si la historia de estas comunidades hubiera sido contada desde la fundación
del estado, no necesitaríamos hoy este proyecto de ley”.
Los críticos del día conmemorativo argumentan
que este forma parte de un cínico intento del gobierno para utilizar las
reclamaciones de las propiedades de los mizrajíes, en países como Irak y
Marruecos, como un medio de contrarrestar las demandas de los refugiados
palestinos a las tierras de las que fueron expulsados en 1948, lo que el
profesor Yehuda Chenhav ha denominado una “contabilidad sin espinas”.
Quienes se sorprendan por el flagrante fanatismo
que rezuma el vídeo de Karmei Gat deben tener en cuenta que las actitudes
racistas hacia los mizrajíes forman parte del ADN del estado
de Israel. Los fundadores del estado, judíos de origen askenazí,
fueron educados en las ideas europeas de la época, el nacionalismo y el
socialismo, y veían a los “judíos orientales” como retrógrados y primitivos desde el mismo momento en que
empezaron a llegar en masa a las costas de Israel, poco después de la creación
del estado.
El afamado canciller
israelí Aba Eban describió en 1957 cómo los judíos mizrajíes eran, en el
sentido más claro del término, una amenaza directa para el recién creado estado
de Israel: “El objetivo debe ser inculcarles el espíritu occidental y no
permitir que se arrastren hacia un Oriente antinatural. Uno de los mayores
temores […] es el peligro de que una gran cantidad de inmigrantes de origen
mizrají nos lleve a compararnos culturalmente con nuestros vecinos”.
Esos mismos sentimientos racistas sentaron las bases para las
políticas racistas.
En los primeros años del estado, los judíos mizrajíes
fueron recluidos en guetos, sometidos a aculturación y a experimentación médica.
Lo más inquietante de todo fue
el presunto secuestro de cientos de bebés
yemeníes entre 1948 y
1956. Aunque el establishment sionista
consideraba a los inmigrantes yemeníes como judíos “auténticos”, estos eran
vistos, no obstante, como seres infectados por la enfermedad de su origen
oriental, una enfermedad que solo podía curarse mediante adecuadas dosis de
aculturación occidental. “Por qué destruir la diáspora en Yemen y traer a esta
gente que nos causará más daño que beneficio?”, preguntó Isaac Grinboim, primer
ministro del interior de Israel. “Al traer a un 70 por ciento de judíos
yemeníes enfermos vamos a perjudicarles a ellos y a nosotros”.
Para comprender el desprecio y, a veces, el odio
que sufren los judíos procedentes de países árabes en Israel, tenemos que
remontarnos a los orígenes. He seleccionado una serie de observaciones hechas
por líderes israelíes en los primeros años del estado sionista (todas ellas
pueden encontrarse en el destacado libro de Tom Segev 1949:
The First Israelis) para demostrar lo profundamente arraigadas que
estaban estas actitudes:
Incluso el inmigrante de África del Norte, que
es un salvaje, que no ha leído un libro en su vida, ni siquiera un libro
religioso, y que no sabe decir sus oraciones, tiene tras sí, consciente o
inconscientemente, una herencia espiritual de miles de años […] (David Ben
Gurión)
Los judíos de Oriente abandonaron el antiguo
espíritu y su papel en la nación judía retrocedió o desapareció por completo.
En los últimos centenares de años, los judíos de Europa han liderado a la
nación, tanto en cantidad como en calidad. (David Ben Gurión)
Esta tribu está, en cierto modo, más
fácilmente absorbida, tanto cultural como económicamente, que cualquier otra.
Es muy trabajadora, no está atraída por la vida de la ciudad, tiene —al menos
los hombres— una buena base de hebreo y herencia judía. Sin embargo, en otros
aspectos, puede ser la más problemática de todas. Tenemos dos mil años de
historia, quizá más.
Esta tribu carece de los conceptos más básicos y
elementales de la civilización (a diferencia de la cultura).
Su actitud hacia
las mujeres y los niños es primitiva. Su condición física es pobre. Durante
miles de años ha vivido en uno de los territorios más ignorantes y
empobrecidos, bajo un gobierno más retrógrado aún que un régimen feudal y
teocrático ordinario.
El paso de esa situación al estado de Israel ha sido una
profunda revolución humana, no un cambio superficial y meramente político.
Todos sus valores deben ser cambiados de arriba abajo”. (David Ben Gurión,
sobre los inmigrantes yemeníes a Israel)
Esta es una raza diferente a cualquiera que
hayamos visto antes. Dicen que hay diferencias entre la gente de Tripolitania,
Marruecos, Túnez y Argelia, pero no sé cuáles son esas diferencias, si es que
en realidad existen.
Dicen, por ejemplo, que los tripolitanos y los tunecinos
son “mejores” que los marroquíes y los argelinos, pero todos tienen los mismos
problemas […]
El primitivismo de estas gentes es insuperable.
Por regla
general, solo son ligeramente más avanzados que los árabes, los negros y los
bereberes de sus países […] Los africanos [del norte] traen sus formas de vida
con ellos dondequiera que se asienten.
No es sorprendente que la tasa de
criminalidad del país aumente […] sobre todo hay un hecho igualmente grave,
cual es su absoluta incapacidad para adaptarse a la vida de este país, su
pereza crónica y el odio hacia cualquier tipo de trabajo”. (Arye Gelblum, Haaretz,
22/04/1949)
Son bien parecidos en cuanto a su aspecto
físico y su apariencia externa, pero me parece muy difícil distinguirlos del
tipo árabe de buena calidad”. (H. Tsivleli, emisario de la Agencia Judía en
Libia)
En nuestra opinión, los judíos sefardíes y
yemeníes desempeñarán un papel importante en la construcción de nuestro país.
Tenemos que traerlos con el fin de salvarles, pero también para conseguir el
material humano necesario para construir el país”. (Berl Locker, presidente de
la Agencia Judía, en charla con el político judío estadounidense Henry
Morgenthau, en octubre de 1948)
Tengo que decir que el material humano de
Alemania es mejor de lo que había pensado, sobre todo después de haber visitado
a los norteafricanos en Marsella”. (Isaac Refael, miembro de la dirección de la
Agencia Judía, después de haber visitado un campamento para inmigrantes que se
preparaban para ir a Israel)
Usted está familiarizado con los inmigrantes
de esos lugares […] sabe que no tenemos una lengua común con ellos. Nuestro
nivel cultural no es el suyo. Su forma de vida es medieval. (Susana Parsits,
parlamentaria del Partido General de los Sionistas)
Sería injusto, sin embargo, retratar la historia
de los mizrajíes en Israel como si solo hubieran sido unas víctimas pasivas.
Desde el principio, los inmigrantes mizrajíes recién llegados se sublevaron
contra las condiciones de vida espantosas de los maabarot (los campamentos de absorción de
refugiados en Israel) y las ciudades del interior de Israel, donde fueron
enviados a menudo para vivir en las casas de los palestinos que fueron
expulsados o huyeron un año antes.
La más destacada de estas movilizaciones se
produjo en los años 70, dirigida por un grupo de jóvenes marroquíes en
Jerusalén, que se llamaban a sí mismos las Panteras Negras Israelíes y llevaron a cabo una serie de
protestas masivas, llegando a representar una amenaza real para el establishment askenazí.
En la actualidad, existe un floreciente activismo cultural y
político mizrají, que
busca no solo exponer los crímenes de los fundadores
askenazíes, sino también establecer una línea directa
entre los abusos de los
años 50 y el racismo que vemos
hoy en la sociedad israelí.
Pero el mero hecho
de que haya personas que,
aparentemente, no tienen ningún problema con
promover
activamente el apartheid,
manteniendo a los mizrajíes fuera de
ciertos vecindarios, significa que quienes no son mizrajíes —como yo mismo—
deben tomar un papel activo en el combate contra estas formas de intolerancia.
En primer lugar, tenemos
que escuchar. Escuchar las historias de
judíos yemeníes que hablan de cómo les
arrebataron a
sus hijos y los entregaron en adopción sin
considerarlos como
cuentos de viejas.
Debemos escuchar las historias que hablan de la
represión
brutal que suprimió casi todas las protestas
mizrajíes en un país que nunca fue
hecho realmente
para ellos.
Debemos aprender a ver la historia de la tragedia
mizrají como algo que debe ser dicho, una y otra vez, a todo el que crea que
los israelíes son todos racistas, colonialistas europeos que vinieron aquí con
el expreso propósito de usurpar la tierra a los palestinos.
Debemos contarla a
todo el que crea, todavía, que Israel
es el único lugar de la Tierra donde los
derechos, las
historias y la seguridad de los judíos están garantizados
y
protegidos.
Pero, sobre todo, debemos contarla por el mero hecho de que sigue
siendo una herida abierta que no puede curarse por sí misma.
Edo Konrad es escritor, bloguero y traductor, que vive en Tel Aviv. Ha
trabajado anteriormente como redactor en Haaretz y
es, actualmente, redactor de la revista +972.
Fuente: The
roots of anti-Mizrahi racism in Israel, +972
Magazine, 2/12/2015
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)
TOMADO DE: http://blog.disenso.net/
No hay comentarios:
Publicar un comentario