Afganistán
¿pivote del mundo? (I)
Vladimir Acosta
Seguimos con la
geopolítica.
No podemos
desentendernos de ella porque somos parte de ese mundo en disputa; pero también
porque todo nos indica que esa disputa está definiendo nuevos caminos en el
contexto actual del planeta y creando situaciones que, por lejanas que nos
parezcan, no dejan -o no dejarán- de afectarnos.
Pero así mismo porque
el desastre estadounidense en Afganistán se halla hoy en el centro de ese
replanteo y de esas nuevas perspectivas que prometen dar nuevas formas al
cuadro geopolítico mundial.
Y para tratar de no
perdernos en medio de esas complejas perspectivas, convendría echarle primero
una atenta mirada al panorama actual de Eurasia, y más precisamente al de los
grandes y poderosos países que hoy se mueven en torno a Afganistán y a la crisis
que ha desatado la catastrófica derrota política y militar que los afganos
acaban de propinarle al imperio estadounidense.
Para
hacerlo usaré como referencia a Mackinder, el gran geógrafo y geopolítico
británico de quien hablé en un artículo reciente y a su visión geopolítica de
Eurasia como Isla del Mundo, porque todo indica que esa vieja visión del
planeta y de las claves geográficas y políticas que sirven de base a su dominio
están resucitando ahora, incluso con rasgos actuales y por razones que renuevan
las ideas originales que Mackinder expusiera para darle sustento hace ya un
siglo.
En
efecto, salvo los ciegos imperialistas yankees que no admiten
su imparable decadencia, todos los análisis serios de las perspectivas del
mundo para este siglo XXI muestran que será (y que lo es ya de hecho) el siglo de Asia, como nos hace ver la realidad
que tenemos delante cada día y los sólidos datos en que esa visión se apoya.
Veamos en detalle
el panorama.
China es la clave y
centro de todo.
Por
cierto, Mackinder llevó su Isla del Mundo solo hasta la frontera china
dejándola fuera porque China era entonces un país invadido, destrozado y en
guerra civil.
Pero
esa China ya no existe porque hoy China es otra.
Bajo
la dirección del Partido Comunista, creado por cierto hace cien años, en 1921,
en Shanghai, China enfrentó y derrotó al colonialismo europeo que la ocupaba y
mantenía dividida, a sus cómplices como Chiang kai shek, servidor de Estados
Unidos, al Japón imperial y asesino que la invadió masacrando a su pueblo, y a
Estados Unidos que intentó recolonizarla.
Con
enorme apoyo popular, el Partido Comunista tomó el poder en 1949 y desde
entonces China, bajo su dirección, y al precio de vivir mil experiencias, unas
frustradas, otras exitosas, se ha convertido hoy en un enorme país, rico y
poderoso, en el país que encarna ese ascenso y dominio asiáticos.
Su
influencia política y su creciente poder económico, científico, tecnológico,
militar y cultural superan ya a Estados Unidos, que más allá de amenazar y
sancionar, no sabe qué hacer para pararlo.
Rusia, en su doble carácter
de país europeo y asiático, que va del extremo occidente europeo a la punta
oriental del Asia, es el otro eje de ese nuevo dominio mundial euroasiático en
ascenso.
En
tiempos de Mackinder el viejo imperio ruso se había convertido en país
socialista.
En
la Segunda Guerra respondió al brutal ataque de los nazis y los aplastó.
Pero
debió enfrentar luego al entonces ascendente poder mundial estadounidense.
No
fue capaz de competir con él ni de superar sus serias contradicciones internas;
y en 1991, combinadas ambas causas, se derrumbó y fue desmembrado.
Vivió
años terribles.
Pero
bajo el gobierno de Putin se recuperó y hoy es una potencia que supera en lo
militar a Estados Unidos, crece económicamente, se extiende por Siberia al
extremo oriental del Asia y tiene excelente relación con las antiguas
repúblicas soviéticas de Asia central (Kazajistán, Turkmenistán, Uzbekistán,
Tayikistán, Kirguizistán) que ahora son independientes y amigas también de
China.
De
modo que China y Rusia, estrechamente aliadas, con sus políticas inteligentes y
amistosas con todos esos países y con sus planes económicos de desarrollo
continental, dominan la mayor parte del inmenso territorio euroasiático, de esa
extensa Isla del Mundo de que hablara Mackinder.
Y
no hay que olvidar como fuerzas que forman parte también de ese proyecto al
contradictorio Pakistán, país nuclear, que al menos neutraliza a India; y a
Irán, que es el país más importante del Medio Oriente.
Veamos ahora los obstáculos
que se oponen a ese proceso.
El
primero es India, enorme país, nuclear,
rival de China y fiel a Estados Unidos.
Pero
India vive una honda crisis estructural: Gandhi orientó ese país hacia la
pobreza, la miseria y el subdesarrollo mientras China escogía una vía
socialista que buscaba crecimiento, justicia social y mejorar la vida del
pueblo.
Hoy,
mientras China superó la pobreza y reduce diferencias sociales, India, que
cuenta con una pequeña élite rica y un sector tecnológico de primer nivel, debe
soportar una inmensa población que va de pobre a miserable y ronda 800 millones
de habitantes.
India
debe primero superar su desigualdad para intentar asumir liderazgos de esa
talla.
El
otro es Japón, que tiene una enorme deuda
de sangre con China.
Japón
es aún una potencia, sí, pero ya estancada.
Alcanzó
su cénit en los 40 del siglo XX, y se expandió por Asia cometiendo crímenes
horrendos.
Pero
debió enfrentarse a Estados Unidos, que lo aplastó, le arrojó dos bombas
atómicas y le impuso un protectorado al cual continúa sometido.
Sigue
luego la decadente Europa, que
enfrenta a China y a Rusia como servil protectorado que es de Estados Unidos,
cuyas órdenes sigue y cuyos mandatos acata, aunque la perjudiquen.
Pero
Europa también sabe que mantenerse atada al tembloroso imperio yankee la llevaría de la
decadencia a la ruina, y es por ello que trata en forma solapada de acercarse a
China, aunque todavía se resiste a buscar una relación política normal con
Rusia, que beneficiaría a ambas.
Tendría
que hacerlo, y en todo caso, sus países líderes, Alemania y Francia, ensayan ya
ese juego que China y Rusia también impulsan con prudencia.
Y
por supuesto está Estados Unidos que,
por su excluyente vocación imperial es el principal enemigo de ese proceso.
Mackinder
lo dejó también fuera de su esquema, aislado por sus dos océanos en la distante
América.
Pero
justo entonces Estados Unidos, en la Primera guerra mundial, empezaba su
expansión hacia Europa y alcanzó a dominarla luego de la Segunda guerra.
La
convirtió en protectorado, la llenó de bases militares, usó el plan Marshall
para dominar su economía y cuadró poco a poco a sus gobiernos en el
anticomunismo.
Sin
dejar Europa, pasó al Asia y con su ambición petrolera pronto controló el
petróleo del Medio oriente, pero más allá no pudo con China y fracasó en
Vietnam, aunque con la Guerra fría, que terminó ganando en los 90, hundió a
Rusia.
Pero esta se recuperó.
Creyó
controlar luego a China y se equivocó.
Lo
descubrió ya tarde.
Y
cuando se creía único dueño del mundo, le llegó el tiempo de la decadencia.
En
sus guerras ha cometido crímenes horribles como en Corea y Vietnam, y el
rechazo de los pueblos asiáticos hacia él es enorme.
La
invasión de Irak fue un monstruoso crimen; y ahora Afganistán lo deja en
ridículo ante el mundo.
A
Estados Unidos le resulta cada vez más costoso ese esfuerzo de pobres
resultados.
A
decir verdad, parece estar en lento pero imparable repliegue en lo tocante al
Asia continental, en la que ha sido derrotado, siendo de ello Afganistán el
ejemplo más rotundo y contundente.
¿Y por qué en este
contexto Afganistán podría ser una suerte de pivote del mundo?
Intentaré explicarlo
en el próximo artículo.
Sin olvidar, por
supuesto, comentar también lo que podría significar cualquier repliegue
geopolítico de Estados Unidos para el futuro de nuestra América Latina.
Tomado de: https://ultimasnoticias.com.ve/
Y
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