El virus del hambre. Marca y sello capitalista
Pasqualina
Curcio
Durante los 10 minutos que aproximadamente le
tomará leer este artículo, habrán muerto de hambre 110 personas en el mundo, lo
que equivale a 15.840 seres humanos diariamente, o casi 6 millones al año según
estimaciones de Oxfam.
Imagine ir a la cama en las noches sin tener nada
qué comer.
Imagine la angustia de una madre o un padre al no
poder alimentar a sus hijos.
Piense en el dolor, y más aún, en la impotencia que
causa saber que un niño murió de hambre.
Según el reciente informe de la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) titulado El estado
de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2021, en 2020, 30% de la
población mundial, alrededor de 2.300 millones de personas, no tuvo acceso a
una alimentación adecuada.
Se lee también en el informe que 12% de la
población mundial, 928 millones de personas, padeció inseguridad alimentaria
grave durante el año de pandemia, 148 millones más que en 2019.
La situación del hambre en el mundo es aún más
indignante por el hecho de que, mientras 2.300 millones de personas no tuvieron
acceso a una alimentación adecuada y 6 millones murieron por no tener qué comer
durante 2020, se desperdiciaron 2.500 millones de toneladas de alimentos que
fueron a parar al basurero, nada más y nada menos que 40% de la producción
mundial de alimentos (informe del Fondo Mundial para la Naturaleza).
De estos 2.500 millones de toneladas, 1.200
millones, equivalentes a US$ 370 mil millones, se desperdiciaron en la fase de
producción agrícola.
El resto de la comida, es decir, 1.300 millones de
toneladas, se botó en los hogares (61%), en los servicios de alimentos o
restaurantes (26%) y en los comercios (13%).
Según el
mismo informe, 58% del desperdicio de alimentos en la fase agrícola de
producción ocurre en los países de ingresos altos y medios de Europa, en
América del Norte y países industrializados, a pesar de que éstos cuentan con
37% de la población mundial.
En otras palabras, el desperdicio de alimentos en
estos países y en términos per cápita, es mucho mayor.
Celsa Peiteado, responsable del programa de
Alimentación Sostenible del Fondo Mundial para la Naturaleza dijo en julio
2021: “los datos son alarmantes: se desperdicia suficiente comida como para
alimentar a todo el mundo hasta el 2050.
Podríamos alimentar a todas las personas que pasan
hambre en el planeta más de siete veces”.
En 2016, la ONU dijo que se necesitarían US$
267.000 millones cada año para acabar con el hambre en 2030.
Paradójicamente, cada año se botan, solo en la fase
agrícola, US$ 370 mil millones en comida. Por otra parte, también
paradójicamente, en 2020, las 10 personas más ricas del mundo incrementaron su
riqueza en US$ 413.000 millones (Forbes), o sea, tan solo 10 personas
aumentaron su fortuna en casi el doble de lo que necesitan más de 2 mil
millones de personas para no tener que ir a la cama sin comer o, pero aun morir
de hambre.
De acuerdo con el reciente informe de Oxfam de
julio de 2021, se estima que 11 personas mueren cada minuto a causa del hambre,
lo que supera la actual tasa de mortalidad por covid-19, que es de 7 personas
por minuto.
Afirman los de Oxfam: “Lo que parecía una crisis
global de salud pública ha derivado rápidamente en una grave crisis de hambre
que ha puesto al descubierto la enorme desigualdad del mundo en que vivimos”.
Desigualdad que es consecuencia, o mejor dicho, que
es específica y característica del sistema económico, social y político que
predomina. Insistimos en recordar, sobre todo a aquellos que repiten el discurso
del supuesto éxito del capitalismo versus el supuesto fracaso del socialismo
que 98% de los 195 países reconocidos por la ONU son capitalistas, así que, el
hambre en el mundo tiene sello y marca capitalista.
El problema del hambre en el mundo no es por la
falta de alimentos, es por la desigual distribución que se origina en el propio
proceso social de la producción basado en la explotación del trabajador, el
cual genera pobreza y grandes limitaciones para el acceso a alimentos por parte
de las grandes mayorías.
Junto a las grandes desigualdades mundiales que
derivan en pobreza y miseria, los conflictos y las guerras también son una
causa importante del hambre.
Según el informe mundial sobre la crisis
alimentaria 2021, alrededor de 100 millones de personas cayeron en una
situación de crisis alimentaria como consecuencia de las guerras en 2020.
En este mundo predominantemente capitalista en el
que vivimos, el gasto militar aumentó 2,7% con respecto a 2019, equivalentes a
US$ 51.000 millones, alcanzando los US$ 2 billones de gasto anual, esto a pesar
de que en 2020 la producción mundial cayó 3,5% (son datos publicados en el
reciente informe del Instituto para la Paz de Estocolmo de abril de 2021).
Los cinco países que más gastaron y que juntos
representaron 62% del gasto militar mundial, fueron Estados Unidos, China,
India, Rusia y el Reino Unido.
En promedio, el gasto militar a nivel mundial con
respecto al PIB pasó de 2,2% en 2019 a 2,4% en 2020.
En EEUU alcanzó un estimado de US$ 778 mil millones
en 2020, aumentó 4,4% con respecto al 2019 a pesar de que su economía cayó 3,4%
durante el mismo período.
Casi todos los países que conforman la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (Otan) aumentaron su carga militar durante la
pandemia.
Acabar con el hambre en el mundo no pasa por dar
comida a los pobres tal como, de manera focalizada receta el neoliberalismo
cuando recomienda identificar a los que se encuentran en pobreza extrema para
llevarles algo de comer.
Tampoco es un asunto de la
famosa frase, muy capitalista por cierto, que dice: “no
le des el pescado, enséñales a pescar” porque en
realidad el problema no es que no sepan pescar, el pescador/trabajador sabe
pescar/trabajar y lo hace bien, el problema es que, lo que pesca/el producto de
su trabajo, se lo apropia el burgués en el momento en que no le retribuye
completamente el valor de su fuerza de trabajo, y solo le entrega, en el mejor de los casos, lo
mínimamente necesario para que pueda sobrevivir y reproducirse como clase
trabajadora.
Acabar, de verdad, con el hambre pasa por erradicar
la pobreza, lo cual requiere acabar con las grandes desigualdades que se
originan en un modo de producción basado en la explotación.
Para
acabar con las desigualdades hay que cambiar el sistema capitalista, ese mismo que predomina en el mundo desde hace
siglos y que algunos insisten en calificar de exitoso a pesar de los 2.300
millones de personas que no tienen suficiente comida y los 6 millones que
mueren de hambre todos los años mientras la casi mitad de los alimentos que se producen
en todo el mundo son echados al basurero.
Tomado de: https://ultimasnoticias.com.ve/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
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