sábado, 15 de agosto de 2020

Coronavirus, Palestina y la ocupación colonial israelí


Coronavirus, Palestina y la ocupación colonial israelí

Israel ha convertido al coronavirus en una herramienta más de la guerra colonizadora en contra de Palestina.


20 · 08 · 15

En los últimos meses, la expansión del SARS-CoV2 en Palestina e Israel ha terminado por recrudecer las condiciones existentes del apartheid israelí y la deshumanización del pueblo palestino.  Ante un contexto de pandemia, las y los palestinos no solamente se están enfrentando al coronavirus, sino que también están experimentando una escalada de agresiones, siendo objeto de amenazas, arrestos y asesinatos.  A esta situación, se añade la iniciativa de Benjamín Netanyahu por ocupar parte de Cisjordania que, en consonancia con el “Acuerdo del siglo” impulsado por Donald Trump, representa una oportunidad para que Israel logre la anexión del Valle del Jordán y los asentamientos ilegales en la Cisjordania ocupada.  
En otras palabras, Israel ha convertido al coronavirus en una herramienta más de la guerra colonizadora en contra de Palestina.
Ante los peligros que representa la pandemia, la violencia israelí no ha cesado.  
El confinamiento y las medidas de control se han agudizado, llegando a justificar el asesinato ilegal de palestinos en los checkpoints (retenes).  
Los puestos de control han sido herramientas esenciales de la dominación israelí, pues regulan la movilidad y son espacios en los que se ejerce una violencia desmedida.  
A pesar de que durante la pandemia se prohíbe la concentración de personas como medida preventiva para la propagación del virus, la población palestina continúa luchando para proteger sus tierras ante futuros asentamientos israelíes.  
La situación ha derivado en casos en donde las fuerzas de ocupación han atacado a manifestantes que formaban parte de protestas pacíficas, tal como ocurrió en la defensa del Monte Al-Arma al sur de Nablus.  
La protección del monte deriva principalmente de su importancia estratégica, pues representa una tierra fértil para la agricultura y su ocupación le otorgaría a Israel una vista panorámica del Valle del Jordán y del distrito de Nablus, y le permitiría ampliar la colonia ilegal de Itamar (Stop the Wall, 2020).
Aunado a ello, y pese al coronavirus, Israel ha llegado a imponer restricciones al libre tránsito de las y los palestinos, intensificando las redadas policiales en barrios palestinos pobres.  
Así, las fuerzas israelíes continúan con los arrestos, llegando incluso a detener a personal médico y a personas que limpiaban su vecindario como parte de las medidas sanitarias recomendadas.  
Dentro de las prisiones, los reos palestinos se han contagiado de coronavirus al tener contacto con carceleros e investigadores israelíes.  
Además, las autoridades de ocupación han excluido a las y los prisioneros de las medidas para contener y aminorar la pandemia, llegando a cortar el suministro de productos sanitarios básicos en un espacio hacinado, con ventilación inadecuada, mala alimentación y negligencia médica (Stop the Wall, 2020).
Sin embargo, las condiciones dentro de los hogares palestinos no son mejores. 
 Mientras que millones de personas en todo el mundo pueden refugiarse en sus casas y ponerse en cuarentena, en los territorios ocupados se observa un entorno urbano caracterizado por viviendas que han sido destruidas por las fuerzas israelíes (La Jornada, 2020).  
Como parte del estilo de guerra israelí, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) utilizan explosivos y bulldozers para atravesar los muros de las casas y demoler edificios, así como vehículos aéreos no tripulados y misiles para el bombardeo de la infraestructura urbana (Weizman, 2007). 
 En consecuencia, los palestinos que viven en Cisjordania y Gaza no pueden seguir las recomendaciones sanitarias del confinamiento en casa y el lavado de manos porque la maquinaria israelí a través de múltiples operaciones militares ha demolido o perforado sus viviendas, acaparado los recursos hídricos palestinos y destruido varios centros de salud.
Bloqueo en la Franja de Gaza
La situación en la Franja de Gaza es aún más precaria que la de Cisjordania, ya que el bloqueo israelí desde hace 13 años ha deteriorado por completo sus condiciones de vida.  
El territorio es un área densamente poblada, con dos millones de habitantes que todavía están tratando de recuperarse de los constantes ataques militares sobre sus viviendas e infraestructura civil.  
Las condiciones del bloqueo se ven agravadas no solamente por la falta de centros de salud y la escasez de suministros médicos, sino también por el hecho de que el 97% del agua en Gaza no es potable (OCAH, 2018), por lo que el personal médico ni siquiera cuenta con agua limpia para tratar a la población.  
El 70% de los habitantes de Gaza son refugiados que dependen de la ayuda humanitaria de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés), incluyendo atención sanitaria y medidas de protección contra la pandemia.  
Sin embargo, después de que Estados Unidos dejó de financiar a la organización en 2018, la UNRWA ya no cuenta con los recursos suficientes para brindar los servicios necesarios para contener y mitigar la pandemia (Stop the Wall, 2020).
A las condiciones anteriores, se añade el plan de anexión de la Cisjordania ocupada y el Valle del Jordán, tras el acuerdo del nuevo gobierno de coalición entre Benjamín Netanyahu y Benny Gantz y el llamado “Acuerdo del siglo” de Estados Unidos. 
 Si bien la anexión se enmarca en estos proyectos, lo cierto es que el plan debe ser visto desde una perspectiva histórica como parte de la estrategia colonial israelí. 
 La propuesta consiste en incorporar los asentamientos ilegales del Área C[1] y la totalidad del Valle del Jordán a partir del 1 de julio.  
El Área C concentra la mayoría de las riquezas naturales de Cisjordania y podría generar hasta 3,400 millones de dólares para la economía de Palestina (Niksic, Nasser y Cali, 2014). 
 Por su parte, el Valle equivale al 30% de Cisjordania y representa una tierra fértil para la agricultura y el acceso a recursos hídricos, elementos fundamentales para la consolidación soberana de un Estado palestino independiente.
La anexión implica agregar tierras palestinas de propiedad privada, por lo que Israel debe modificar sus leyes para expropiarlas y transferirlas a los colonos israelíes. 
 Hasta que eso suceda, el gobierno israelí deberá permitir el acceso a los propietarios palestinos para que sigan cultivando su tierra, lo que supone muros y checkpoints para controlar la movilidad.  
De acuerdo con el Mapa 1, la ciudad de Jericó pasará a ser un enclave palestino rodeado por completo por territorio israelí. 
 La entrada o salida de dicho enclave requerirá cruzar puestos de control y quedará prácticamente desconectada del resto de Cisjordania.  
Las dos carreteras principales dejarán de formar parte de la red de transporte palestina, de manera que la población tendrá que buscar rutas alternativas para trasladarse. 
 Asimismo, los residentes de Cisjordania que quieran viajar a Jordania tendrán que atravesar territorio bajo soberanía israelí, con todas las implicaciones de seguridad que eso conlleva.  
Así pues, la anexión aumentará la presencia de las fuerzas de ocupación para asegurar las fronteras y los pasos entre el Valle y el resto de Cisjordania (Arieli, 2020).  
No obstante, existen objeciones al interior de Israel, ya que la anexión podría aumentar las tensiones en Gaza y Cisjordania y generar conflictos con sus vecinos árabes, Europa y el Partido Demócrata estadounidense.

Mapa 1.  Anexión israelí del Área C y el Valle del Jordán
Fuente: Shaul Arieli (2020)

La iniciativa concuerda con el supuesto plan de paz de Trump, el cual pretende terminar el conflicto árabe-israelí.  
En términos generales, la propuesta estadounidense busca que Palestina renuncie a sus reivindicaciones históricas a cambio de 50 mil millones de dólares en 10 años.  
Entre sus objetivos se encuentran el reconocimiento de Jerusalén como capital indivisible de Israel; la incorporación de los asentamientos ilegales a Israel; el control israelí sobre el Valle del Jordán; el establecimiento de un Estado palestino después de 4 años, tras recibir una “compensación territorial” en el desierto del Néguev y conectar la Franja de Gaza y Cisjordania a través de puentes y túneles; el desmantelamiento de Hamás; y la negativa del derecho de retorno a los refugiados palestinos.  
Con este acuerdo, Trump asegura el respaldo del lobby judío y la comunidad evangélica estadounidense en las próximas elecciones, y Netanyahu rompe con la prolongada crisis parlamentaria que le había impedido concretar su reelección.  
En este sentido, en detrimento de la población palestina, la propuesta de Trump legitima las prácticas de ocupación colonial que Israel ha llevado a cabo desde su consolidación en 1948.
De este modo, en medio de la pandemia, el peligro para el pueblo palestino se profundiza, ya que no solamente se encuentra en una posición de vulnerabilidad al no contar con las condiciones básicas para enfrentar al coronavirus, sino que además, debe seguir siendo objeto de los mecanismos de control y la expansión colonial israelíes. 
 Así, Israel se aprovecha de la coyuntura, utilizando al coronavirus como herramienta para continuar con el proyecto sionista, terminando por recrudecer la violencia que históricamente ha ejercido sobre la comunidad palestina. 
 Bajo estas circunstancias, las y los palestinos se enfrentan a la disyuntiva de tener que elegir entre seguir las medidas de prevención o continuar con la resistencia.

- Ana Katia Rodríguez Pérez es egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y es integrante del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica (OLAG).

Fuentes:
Arieli, S.  (2020), “Los israelíes deberán pagar un alto precio por la anexión del Valle del Jordán” [en línea], Palestina Libre, 29 de mayo.  Disponible en: https://bit.ly/2BmVqsa [Consultado: 9 de junio de 2020].
La Jornada (2020), “¿’Acuerdo del siglo’ o infamia del año” [en línea], La Jornada, 29 de enero.  Disponible en: https://bit.ly/2NhXW5q [Consultado: 13 de junio de 2020].
La Jornada (2020), “Israel frena la capacidad palestina de enfrentar pandemia de Covid-19” [en línea], La Jornada, 29 de marzo.  Disponible en: https://bit.ly/2YhF6Sg [Consultado: 12 de junio de 2020].
Niksic, O., Nasser, N., Cali, M.  (2014), Area C and the Future of the Palestinian Economy, Washington D.  C.: Banco Mundial.
OCAH (2018), Study warns water sanitation crisis in Gaza may cause disease outbreak and possible epidemic [en línea], United Nations Office for the Coordination of Humanitarian Affairs.  Disponible en:  https://bit.ly/2zNYWev [Consultado: 12 de junio de 2020].
Stop the Wall (2020), “Palestina en medio de la propagación del coronavirus” [en línea], Rebelión, 25 de marzo.  Disponible en: https://bit.ly/3dizQ5d [Consultado: 11 de junio de 2020].
Weizman, E.  (2007), Hollow Land.  Israel’s Architecture of Occupation, Londres: Verso.


[1] A partir de los Acuerdos de Oslo de 1993, se dividieron los territorios palestinos en áreas A, B y C.  El área A se encuentra bajo el control civil y militar de las autoridades palestinas, el área B está controlada en lo civil por la AP y en lo militar por Israel, mientras que el área C está bajo control absoluto de Israel.  Conforme a los acuerdos, el área C sería transferida a la Autoridad Palestina en el año 2000, sin embargo, esto no ha ocurrido.
Fuente: www.alainet.org


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