viernes, 28 de agosto de 2020
Con su discurso Martin Luther King extendería por Estados Unidos la conciencia pública sobre los derechos civiles.
El 28 de agosto de 1963 tuvo lugar,
en la capital estadounidense de Washington, la "Marcha de derechos
civiles", donde el activista Martin Luther King dio un discurso, ante más
de 200 mil personas, en el que enfatizó la frase: "Tengo un sueño".
Al dar su discurso, King se consolidó
como uno de los más grandes oradores de la historia estadounidense.
Comenzó
hablando de la Proclamación de Emancipación que había sido firmada hacía cien
años (1863), y de cómo todavía existía la segregación a pesar de lo que ese y
otros documentos históricos de su país prometían.
Hizo hincapié en que ese era el
momento para hacer el cambio. Pidió justicia y cambio, y afirmaba que era el
comienzo de la lucha, aunque descartaba la violencia como medio.
Describió el padecimiento de la raza
negra en ese momento con ejemplo contundentes y les pidió a todos que sigan
luchando por sus ideales.
Su discurso
completo
«Estoy orgulloso de reunirme con
ustedes hoy en la que quedará como la mayor manifestación por la libertad en la
historia de nuestra nación.
Hace cien años, un gran americano, cuya sombra
simbólica nos cobija, firmó la Proclama de Emancipación. Este importante
decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos
negros que fueron cocinados en las llamas de la injusticia.
Llegó como un
amanecer de alegría para terminar la larga noche del cautiverio.
Pero 100 años
después debemos enfrentar el hecho trágico de que el negro aún no es libre.
Cien años después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la
discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de
pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material.
Cien años después,
el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se
encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra.
Y así hemos venido aquí hoy para
dramatizar una condición extrema. En cierto sentido, llegamos a la capital de
nuestra nación para cobrar un cheque.
Cuando los arquitectos de nuestra
república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y la
Declaración de Independencia, firmaban una promisoria nota de la que todo
estadounidense sería heredero.
Esa nota era una promesa de que todos los
hombres tendrían garantizados los derechos inalienables de 'vida, libertad y
búsqueda de la felicidad'.
Es obvio hoy que Estados Unidos ha fallado en su
promesa en lo que respecta a sus ciudadanos de color. En vez de honrar su
obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue
devuelto con el sello de 'fondos insuficientes'.
Pero nos rehusamos a creer que
el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no hay fondos
en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación.
Por eso hemos venido a
cobrar ese cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la libertad y la
seguridad de la justicia.
También hemos venido a este lugar
sagrado para recordarle a Estados Unidos la urgencia feroz del ahora. Este no
es tiempo para entrar en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga
tranquilizadora del gradualismo.
Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y
desolado valle de la segregación hacia el iluminado camino de la justicia
racial.
Ahora es el tiempo de elevar nuestra nación de las arenas movedizas de
la injusticia racial hacia la sólida roca de la hermandad.
Ahora es el tiempo
de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios.
Sería fatal
para la nación pasar por alto la urgencia del momento.
Este sofocante verano
del legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño
revitalizador de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio.
Aquellos que piensan que el negro sólo necesita evacuar su frustración y que
ahora permanecerá contento, tendrán un rudo despertar si la nación regresa a su
rutina.
No habrá ni descanso ni tranquilidad
en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus derechos de
ciudadano.
Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de
nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia.
Pero hay
algo que debo decir a mi gente, que aguarda en el cálido umbral que lleva al
palacio de la justicia: en el proceso de ganar nuestro justo lugar no deberemos
ser culpables de hechos erróneos. No saciemos nuestra sed de libertad tomando
de la copa de la amargura y el odio.
Siempre debemos conducir nuestra lucha en
el elevado plano de la dignidad y la disciplina.
No debemos permitir que
nuestra protesta creativa degenere en violencia física.
Una y otra vez debemos
elevarnos a las majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la
fuerza del alma.
Esta nueva militancia maravillosa que ha abrazado a la
comunidad negra no debe conducir a la desconfianza de los blancos, ya que
muchos de nuestros hermanos blancos, como lo demuestra su presencia aquí hoy,
se han dado cuenta de que su destino está atado al nuestro.
Se han dado cuenta
de que su libertad está ligada inextricablemente a nuestra libertad.
No podemos
caminar solos.
Y a medida que caminemos, debemos hacernos la promesa de marchar
siempre hacia el frente.
No podemos volver atrás.
Hay quienes preguntan a los que
luchan por los derechos civiles: '¿Cuándo quedarán satisfechos?' Nunca
estaremos satisfechos mientras el negro sea víctima de los inimaginables
horrores de la brutalidad policial.
Nunca estaremos satisfechos en tanto
nuestros cuerpos, pesados por la fatiga del viaje, no puedan acceder a un
alojamiento en los moteles de las carreteras y los hoteles de las ciudades.
No
estaremos satisfechos mientras la movilidad básica del negro sea de un gueto
pequeño a uno más grande.
Nunca estaremos satisfechos mientras a nuestros hijos
les sea arrancado su ser y robada su dignidad con carteles que rezan:
'Solamente para blancos'.
No podemos estar satisfechos y no estaremos satisfechos
en tanto un negro de Mississippi no pueda votar y un negro en Nueva York crea
que no tiene nada por qué votar.
No, no estamos satisfechos, y no estaremos
satisfechos hasta que la justicia nos caiga como una catarata y el bien como un
torrente.
No olvido que muchos de ustedes están
aquí tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones.
Algunos de ustedes acaban
de salir de celdas angostas.
Algunos de ustedes llegaron desde zonas donde su
búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por las tormentas de la
persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad policial.
Ustedes son
los veteranos del sufrimiento creativo.
Continúen su trabajo con la fe de que
el sufrimiento sin recompensa asegura la redención.
Vuelvan a Mississippi,
vuelvan a Alabama, regresen a Georgia, a Louisiana, a las zonas pobres y guetos
de las ciudades norteñas, con la sabiduría de que, de alguna forma, esta
situación puede ser y será cambiada.
No nos deleitemos en el valle de la
desesperación.
Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las
dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño.
Es un
sueño arraigado profundamente en el sueño americano.
Yo tengo un sueño de que un día esta
nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: 'Creemos que
estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales'.
Yo tengo el sueño de que un día en
las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de
los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de
la hermandad.
Yo tengo el sueño de que un día
incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de
la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y
justicia.
Yo tengo el sueño de que mis cuatro
hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el
color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo el sueño de que un día, allá
en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean
con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en
Alabama, pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir
sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas.
¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo el sueño de que un día cada
valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados
serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del
Señor será revelada y toda la carne la verá al unísono.
Esta es nuestra
esperanza.
Esta es la fe con la que regresaré al sur.
Con esta fe seremos
capaces de esculpir en la montaña de la desesperación una piedra de esperanza.
Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación
en una hermosa sinfonía de hermandad.
Con esta fe seremos capaces de trabajar
juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar
por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres.
Este será el día, este será el día en
que todos los niños de Dios serán capaces de cantar con un nuevo significado:
'Mi país, dulce tierra de libertad, sobre ti canto.
Tierra donde mis padres
murieron, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera, dejen resonar la
libertad'.
Y si Estados Unidos va a convertirse en una gran nación, esto debe
convertirse en realidad.
Entonces dejen resonar la libertad desde las
prodigiosas cumbres de Nueva Hampshire.
Dejen resonar la libertad desde las grandes
montañas de Nueva York. Dejen resonar la libertad desde los Alleghenies de
Pennsylvania.
Dejen resonar la libertad desde los picos nevados de Colorado.
Dejen resonar la libertad desde los curvados picos de California.
Dejen resonar
la libertad desde las montañas de piedra de Georgia. ¡Dejen resonar la libertad
de la montaña Lookout de Tennessee. Dejen resonar la libertad desde cada colina
y cada montaña de Mississippi, desde cada ladera, dejen resonar la libertad! Y
cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos
resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad,
seremos capaces de apresurar la llegada de ese día en que todos los hijos de
Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y cristianos, protestantes y
católicos, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo
espiritual negro: '¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios
todopoderoso, ¡por fin somos libres!'».
Publicado por Cronicas de la Tierra sin Mal
Tomado de: https://cronicasinmal.blogspot.com/
En: Twtter@victorianoysocialista
En: Facebook; //Adolfo León Libertad
No hay comentarios:
Publicar un comentario