Chile, 11 de septiembre de 1973: la ruta del golpe cívico-militar
A 50 años del triunfo de la Unidad Popular, lamentablemente pocos en Chile saben quién fue Allende y cuál fue su lucha. Son pocos los que lo reivindican: la aplanadora de la dictadura y la pósdictadura recién ahora, con los jóvenes en las calles, pareciera que se va frenando. Cambió la cultura, cambió el sujeto social. Casi todos olvidaron la lucha por el socialismo.
Una revolución que nos mantuvo siempre con la interrogante de si se puede lograr un proceso socialista sin apoyo de las fuerzas armadas, máxime cuando éstas en Chile concentran el poder, al servicio de los intereses de clase de la oligarquía y a los dictados de Washington. ¿Será que la vía pacífica siempre termina en golpe? Ejemplos nos sobran en nuestra región.
La Unidad Popular definía su proyecto, el de abrir un camino no recorrido, respetando la institucionalidad vigente para allanar la transición al socialismo. Fue la denominada vía chilena. Ernesto Guevara le dedicó su ensayo La guerra de guerrillas: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente, Che”.
por Marcos Roitman Rosenmann
11/09/2020 - Dominio público - PÚBLICO
La traición triunfa. El 11 de septiembre de 1973 y durante 17 años, se instaura una dictadura donde la muerte, la tortura, y la desaparición física de personas se adueña de la vida cotidiana de Chile. Se cumplen 47 años y aún rige la Constitución pinochetista, que junto a la ley antiterrorista se aplica para legitimar el etnocidio del pueblo Mapuche. Las riquezas básicas y los recursos hídricos se encuentran en manos de las trasnacionales. Desigualdad, hambre y pobreza, son el legado que pervive. Un golpe de Estado cívico-militar es su origen. ¿Era inevitable? ¿Allende, un ingenuo? ¿Las fuerzas armadas, golpistas? Las tres pueden responderse negativamente.
Son las 7.15 AM del 11 de septiembre de 1973, el presidente Salvador Allende va en dirección a La Moneda, es avisado de una movilización general de tropas. Se despide de su esposa Hortensia Bussi. Abandona la casa presidencial ubicada en la calle Tomás Moro Nº 200, propiedad del Estado, adquirida durante el gobierno de la Unidad Popular. Tomás Moro será bombardeada a las 11.00 AM y posteriormente saqueada. El capitán Eitel Von Mühlenbrock y el teniente Gustavo Leigh Yates fueron sus ejecutores. La misión tuvo un fiasco. Uno de los misiles lanzados por el teniente impacta en el Hospital de la Fuerza Aérea. A la sazón, hijo del general golpista, Gustavo Leigh Guzmán, se oculta el gazapo. Más tarde serán condecorados.
Tras mil días de asedio, la burguesía chilena, los partidos políticos de la derecha y el gobierno Nixon-Kissinger, logran su objetivo. Lo llevan intentando desde el 4 septiembre de 1970, día del triunfo electoral. Primero una conspiración para matar al electo Presidente Allende, acción denunciada por el capitán de la fuerza aérea Jorge Silva. Será el origen del GAP, Grupo de Amigos del Presidente, escolta que le acompaña el 11 de septiembre en la Moneda, junto a sus colaboradores más cercanos. Pero el punto de partida del golpe de Estado fue el plan coordinado entre la CIA, con el visto bueno del entonces presidente Eduardo Frei. Se trataba de secuestrar al general en jefe de las Fuerzas Armadas, René Schneider, el 25 de octubre de 1970, para evitar el nombramiento, por el Congreso Pleno, de Salvador Allende como presidente. La operación fracasa. La resistencia del general culmina en su asesinato. A partir de ese momento, las fuerzas armadas son el objetivo. Romper su posición no deliberativa.
Sin el concurso de las fuerzas armadas, el golpe de Estado era inviable. Toda la actividad se centró en crear un estado de ánimo entre algunos mandos para lograr su quiebre. Así, se favoreció el contacto entre militares detractores del gobierno popular. La derecha organizó encuentros. Celebraron asados y fiestas como pretexto. La red fue tejiéndose. Golpistas de la armada, aviación y ejército se reconocieron las caras. Asimismo, se buscó aislar y deslegitimar a los militares constitucionalistas. Tras las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, donde la Unidad Popular obtuvo el 44% de los votos, se aceleran los acontecimientos. La derecha habla, por primera vez de fraude electoral, su idea de derrocar al presidente mediante el control de los 2/3 del parlamento se desvanece. Entre el 29 de junio de 1973, fecha del fracasado golpe, "el tancazo" y el 11 de septiembre, los conspiradores no descansan. La trama civil acelera su embate al gobierno. La Democracia Cristiana se pliega al golpe. La Contraloría General de la República, en sus manos, declara parcialmente inconstitucional el decreto que conformaba las tres áreas de la economía, social, mixta y privada. El 8 de julio, los presidentes del senado Eduardo Frei Montalva y la Cámara de Diputados, Luis Pareto, democristianos, redactan un comunicado subrayando que el gobierno "pretende imponer un esquema ideológico y programático que la mayoría del país rechaza". A continuación, el colegio de abogados manifiesta que se ha roto el ordenamiento jurídico. El 27 de julio, la ultraderecha asesina al capitán de Navío y edecán del presidente, Arturo Araya Peeters. El 5 de agosto, marinos constitucionalistas son torturados por denunciar las maniobras de golpe. Jorge Magasich, en su monumental obra: Los que dijeron NO, historia del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973, señala: "Entre 1970 y 1973 varios centenares de marinos intentan oponerse al golpe de Estado que ven prepararse. Sargentos, cabos y marineros, organizan grupos antigolpistas en las cuatro secciones de la Marina: la Escuadra, las escuelas de especialidades, la Unidad de Aviación Naval y los astilleros. Establecen contactos con dirigentes políticos próximos al gobierno para informarlos de la conspiración en marcha y se organizan para enfrentarla. Son descubiertos por los servicios de inteligencia. La primera detención se efectúa el 15 de junio de 1973; las siguientes a fines de julio y a partir del 5 de agosto se desata una verdadera razzia dentro de la Marina(…) El término primera vez puede aplicarse a menudo al caso de los marinos, encarna el ocaso de la democracia y la emergencia de la dictadura (…) Más grave aún: la facción golpista de la Armada organiza y equipa los primeros grupos de torturadores, ocultando su existencia al comandante en jefe y a otros oficiales(…)"
El 22 de agosto la cámara de diputados, en manos de la oposición, redacta una carta subrayando: "es un hecho que el actual gobierno de la república, desde sus inicios, se ha ido empeñando en conquistar el poder con el evidente propósito de someter a todas las personas al más estricto control económico y político por parte del Estado y lograr de ese modo la instauración de un sistema totalitario, absolutamente opuesto al sistema representativo que la Constitución establece; que para lograr ese fin, el Gobierno no ha incurrido en violaciones aisladas de la Constitución y la ley, sino que ha hecho de ellas un sistema permanente de conducta, (…) violando habitualmente las garantías que la Constitución asegura a todos los habitantes de la república y permitiendo y amparando la creación de poderes paralelos, ilegítimos, que constituyen un gravísimo peligro para la nación, con todo lo cual ha destruido elementos esenciales de la institucionalidad y del Estado de Derecho" A continuación hace un llamado explícito a las fuerzas armadas, "que en razón al grave quebrantamiento del orden institucional…les corresponde poner de inmediato término …con el fin de … asegurar el orden constitucional de nuestra patria…".
Mujeres de Poder Femenino, militantes de la Democracia Cristiana, el Partido Nacional y Patria y Libertad, acompañan, el 21 de agosto, como preámbulo de la carta, a las esposas de generales a la casa del comandante en jefe del ejército Carlos Prats, convaleciente de un ataque al corazón y un proceso gripal. Desde la acera, tildándolo de cobarde, lanzan plumas de gallinas, insultan y solicitan la intervención de las fuerzas armadas para derrocar el gobierno constitucional. Al día siguiente, el general Prats presenta su dimisión. En la carta se lee: "Al apreciar en estos últimos días que quienes me denigraban, habían logrado perturbar el criterio de un sector de la oficialidad del ejército, he estimado un deber de soldado, de sólidos principios, no constituirme en factor de quiebre de la disciplina y de la dislocación del Estado de Derecho, ni de servir de pretexto a quienes buscan el derrocamiento del Gobierno constitucional (…) he estimado un deber de soldado presentarle la renuncia indeclinablemente de mi cargo de Ministro de Defensa Nacional, y a la vez, solicitarle mi retiro absoluto de las filas del ejército, al que serví con el mayor celo vocacional durante más de cuarenta años."
Guillermo Pickering, comandante de las Escuelas Militares, y Mario Sepúlveda, comandante de la segunda división (Santiago), generales con mando en tropa, renuncian en solidaridad con el general Prats. El director general de carabineros, Jose María Sepúlveda Galindo, se mantiene firme. Estará con el presidente en La Moneda, el 11 de septiembre, solo abandona su puesto cuando Allende se lo ordena. El subdirector Jorge Urrutia y los generales Rubén Álvarez y Orestes Salinas tampoco se pliegan al golpe, los alzados recurren a un general mediocre, sexto en la cadena de mando, Cesar Mendoza. En la Armada, su comandante, Raúl Montero, será retenido en su casa. Los almirantes Daniel Arellano, Hugo Poblete Mery, el capitán René Durandot y el teniente Horacio Larraín, constitucionalistas son separados del mando, se autoproclama jefe de la armada José Toribio Merino.
En la Moneda, Joan Garcés relata su percepción de Allende al valorar la situación y tras la declaración de los golpistas: "…Resumo el comunicado de la radio (…) aparece firmado por Leigh y Merino, pero también por Mendoza que se autodenomina director general de Carabineros y por Pinochet. No hace ningún comentario. Estamos solos. Toma el teléfono y pronuncia una breve alocución por radio. (…) son las 8.45. De pie, la mano sobre la mesa de trabajo, repiqueteando los dedos, la mirada perdida en la distancia, Allende se limita a decir a media voz: Tres traidores, tres traidores…"
Mendoza un general rastrero se autonombra; Merino, secuestra al comandante en jefe de la Armada, Raúl Montero; y Pinochet, un cobarde que el domingo 9 de septiembre juró lealtad en la residencia presidencial, se pliega al putsch, debía activar el plan Hércules, dispositivo antigolpe el 11 de septiembre. Allende convocaría a referéndum en su alocución prevista a las 12.00 horas en la Universidad Técnica del Estado. En su discurso plantearía la necesidad de una nueva Constitución, cuyo borrador estaba siendo redactado. La vía chilena al socialismo, se asentaría en un nuevo marco jurídico, nacido de una votación popular. La Democracia Cristiana, el partido Nacional y la patronal son informados. Brady, general golpista al mando de la guarnición de Santiago, tras la renuncia del general Sepúlveda, garantiza la movilización de la tropa. El golpe debía adelantarse, será el 11 de septiembre. El discurso de Allende no podía ver la luz, eso desbarataría el putsch. El 10 de septiembre, la Armada en medio de la operación Unitas con la marina USA, desplaza sus acorazados hacia Valparaíso, buques de guerra estadounidenses le apoyan, la aviación controla los aeropuertos civiles y tiene desplazados los aviones Hawker Hunter. Serán utilizados ante el fracaso de la infantería en la toma de La Moneda. No pudieron romper la defensa de Allende, los GAP y los civiles apostados en su interior. Una derrota militar en toda regla.
El 11 de septiembre, el ejército y la aviación bombardean, toman ministerios, medios de comunicación, fábricas, sedes de los partidos y universidades. Se inicia la detención y asesinato de dirigentes y militantes de la Unidad Popular. La tiranía se cierne sobre Chile. Hoy, la rebelión popular iniciada el 18 de octubre de 2019, pone sobre la mesa la convocatoria de un referéndum y la formación de una asamblea constituyente, esta vez para acabar con el ordenamiento espurio de la constitución pinochetista. De su triunfo depende que se puedan abrir las grandes alamedas, cerradas durante décadas. Allende esta presente.
11 de septiembre de 1973: la traición de tres generales
A las 7:15 AM del 11 de septiembre de 1973, el presidente Salvador Allende se despide de Hortensia Bussi, su esposa, y abandona la casa presidencial, calle Tomás Moro 200. Destino La Moneda. Tras mil días de asedio, la burguesía chilena, los partidos políticos de la derecha y el régimen Nixon-Kissinger rompen la función no deliberativa de las fuerzas armadas. Entre el 29 de junio de 1973, fecha del putsch fracasado, y el 11 de septiembre no descansan. La Contraloría General de la República, en manos de la Democracia Cristiana, declara parcialmente inconstitucional el decreto que conformaba las tres áreas de la economía, social, mixta y privada. El 8 de julio, los presidentes del Senado, Eduardo Frei Montalva, y la Cámara de Diputados, Luis Pareto, democristianos, redactan un comunicado subrayando que el gobierno pretende imponer un esquema ideológico y programático que la mayoría del país rechaza.
A continuación, el colegio de abogados manifiesta que se ha roto el ordenamiento jurídico. El 27 de julio, la ultraderecha asesina al capitán de navío y edecán del presidente, Arturo Araya Peeters. El 5 de agosto, marinos son torturados por denunciar las maniobras de golpe, y el 22 de agosto la Cámara de Diputados, controlada por la oposición, redacta una carta subrayando:
“Es un hecho que el actual gobierno de la República, desde sus inicios, se ha ido empeñando en conquistar el poder con el evidente propósito de someter a todas las personas al más estricto control económico y político por parte del Estado y lograr de ese modo la instauración de un sistema totalitario, absolutamente opuesto al sistema representativo que la Constitución establece; que para lograr ese fin, el gobierno no ha incurrido en violaciones aisladas de la Constitución y la ley, sino que ha hecho de ellas un sistema permanente de conducta, (…) violando habitualmente las garantías que la Constitución asegura a todos los habitantes de la República y permitiendo y amparando la creación de poderes paralelos, ilegítimos, que constituyen un gravísimo peligro para la nación, con todo lo cual ha destruido elementos esenciales de la institucionalidad y del estado de derecho”.
A continuación hace un llamado explícito a las fuerzas armadas, “que en razón al grave quebrantamiento del orden institucional […] les corresponde poner de inmediato término […] con el fin de […] asegurar el orden constitucional de nuestra patria”.
Un día antes, el 21 de agosto, mujeres de Poder Femenino, militantes de la Democracia Cristiana, el Partido Nacional y Patria y Libertad, acompañan a esposas de generales a la casa del comandante en jefe del ejército, Carlos Prats, profiriendo insultos, tildándolo de cobarde, solicitando la intervención de las fuerzas armadas para derrocar el gobierno constitucional. Al día siguiente, el general Prats presenta su dimisión. En la carta se lee: “Al apreciar en estos últimos días que quienes me denigraban, habían logrado perturbar el criterio de un sector de la oficialidad del ejército, he estimado un deber de soldado, de sólidos principios, no constituirme en factor de quiebre de la disciplina y de la dislocación del estado de derecho, ni de servir de pretexto a quienes buscan el derrocamiento del gobierno constitucional […] he estimado un deber de soldado presentarle la renuncia indeclinablemente de mi cargo de ministro de Defensa Nacional, y a la vez, solicitarle mi retiro absoluto de las filas del ejército, al que serví con el mayor celo vocacional durante más de 40 años”.
Guillermo Pickering, comandante de las escuelas militares, y Mario Sepúlveda, comandante de la segunda división (Santiago), generales con mando en tropa, renuncian en solidaridad con Prats. El director general de carabineros, José María Sepúlveda Galindo, se mantiene firme. Estará con el presidente en La Moneda, el 11 de septiembre. El subdirector Jorge Urrutia y los generales Rubén Álvarez y Orestes Salinas tampoco se pliegan al golpe, los alzados recurren a un general mediocre, sexto en la cadena de mando, César Mendoza. En la Armada, su comandante, Raúl Montero, será retenido en su casa. Los almirantes Daniel Arellano, Hugo Poblete Mery, el capitán René Durandot y el teniente Horacio Larraín, constitucionalistas, son separados del mando; se autoproclama jefe de la armada Toribio Merino.
En La Moneda, Joan Garcés relata su percepción de Allende tras la declaración de los golpistas: “Resumo el comunicado de la radio […] aparece firmado por Leigh y Merino, pero también por Mendoza, que se autodenomina director general de Carabineros, y por Pinochet. No hace ningún comentario. Estamos solos. Toma el teléfono y pronuncia una breve alocución por radio. […] Son las 8:45. De pie, la mano sobre la mesa de trabajo, repiqueteando los dedos, la mirada perdida en la distancia, Allende se limita a decir a media voz: ‘Tres traidores, tres traidores’”.
Mendoza, un general rastrero, se autonombra; Merino secuestra al comandante en jefe de la Armada, Raúl Montero, y Pinochet, un cobarde que el domingo 9 de septiembre juró lealtad en la residencia presidencial, se pliega al putsch. Pinochet debía activar el Plan Hércules, dispositivo antigolpe, el 11 de septiembre. Allende convocaría a referendo. La Democracia Cristiana, el Partido Nacional y la patronal son informados. Brady, general golpista al mando de la guarnición de Santiago, tras la renuncia del general Sepúlveda, garantiza la movilización de la tropa. El golpe será el 11 de septiembre.
El ejército y la aviación bombardean, toman ministerios, medios de comunicación, fábricas, sedes de los partidos y universidades. Se inicia la detención y asesinato de dirigentes y militantes de la Unidad Popular. La tiranía se cierne sobre Chile. Hoy, la rebelión popular iniciada en octubre de 2019 puede abrir las grandes alamedas, cerradas durante décadas. Un referendo constituyente puede acabar con la Constitución pinochetista, Allende está presente.
La Jornada
11 de septiembre: Cómo se planificó el Golpe contra Allende, según Gabriel García Márquez
A través de una publicación realizada el año 2003, el reconocido escritor describe el intervencionismo que habría existido por parte de los Estados Unidos para que se produjera el Golpe Militar de 1973
Por: Consuelo Rehbein
Tomado de Publimetro
“El anfitrión era el entonces coronel Gerardo López Angulo, agregado aéreo de la misión militar de Chile en los Estados Unidos, y los invitados chilenos eran sus colegas de las otras armas. La cena era en honor del Director de la escuela de Aviación de Chile, general Toro Mazote, quien había llegado el día anterior para una visita de estudio”, comienza García Márquez.
“A los postres, uno de los generales del Pentágono preguntó qué haría el ejército de Chile si el candidato de la izquierda Salvador Allende ganaba las elecciones. El general Toro Mazote contestó: ‘Nos tomaremos el palacio de la Moneda en media hora, aunque tengamos que incendiarlo’”, continúa la historia.
Pinochet y su futuro
“Uno de los invitados era el general Ernesto Baeza, actual director de la Seguridad Nacional de Chile, que fue quien dirigió el asalto al palacio presidencial en el golpe reciente, y quien dio la orden de incendiarlo. Dos de sus subalternos de aquellos días se hicieron célebres en la misma jornada: el general Augusto Pinochet, presidente de la Junta Militar, y el general Javier Palacios, que participó en la refriega final contra Salvador Allende”, destaca García Marquez.
Sobre los días claves en la historia del mundo, siempre hay muchas versiones. Ocurre lo mismo con el 11 de septiembre de 1973, día donde se llevó a cabo el Golpe Militar que derrocó a Salvador Allende de su cargo de Presidente, día donde se suicidó, día donde fue bombardeado el Palacio de La Moneda, día donde el país comenzó a ser gobernado por una Junta Militar. Hoy se cumplen 45 años.
Varios hechos relevantes, miles de miradas. Por lo mismo, quisimos seleccionar un relato con pluma, que permita a quienes no vivimos aquella época trasladarnos a una realidad que se ha ido construyendo a través de los distintos relatos y los libros de historia. ¿De que autor? El reconocido escritor Gabriel García Márquez. ¿Qué nos relatará? La planificación de tan fatídico día.
El relato que resumiremos a continuación, fue publicado 30 años después de los hechos, en el 2003. Su versión no sólo relata los hechos puntuales del 11 de septiembre, sino que comienza en 1969, explicando una conspiración norteamericana que habría sido el inicio de todo. Es esa parte la que compartiremos con ustedes. Esta publicación fue titulada “Chile, el golpe y los gringos”.
La cena que los reunió a todos
A fines de 1969, tres generales del Pentágono cenaron con cuatro militares chilenos en una casa de los suburbios de Washington.
“Aquella cena histórica fue el primer contacto del Pentágono con oficiales de las cuatro armas chilenas”, asegura el escritor. “Chile no fue escogido por casualidad para este escrutinio. La antigüedad y la fuerza de su movimiento popular, la tenacidad y la inteligencia de sus dirigentes, y las propias condiciones económicas y sociales del país permitían vislumbrar su destino”, continúa.
Intervencionismo americano
Una vez con Allende en el poder, “el bloqueo económico de los Estados Unidos por la expropiaciones sin indemnización y el sabotaje interno de la burguesía hicieron el resto”.
“Las urgencias de Chile eran descomunales. Las alegres señoras de la burguesía, con el pretexto del racionamiento y de las pretensiones excesivas de los pobres, salieron a la plaza pública haciendo sonar sus cacerolas vacías. No era casual, sino al contrario, muy significativo, que aquel espectáculo callejero de zorros plateados y sombreros de flores ocurriera la misma tarde que Fidel Castro terminaba una visita de treinta días que había sido un terremoto de agitación social”, continúa.
Un país sin comida
Describiendo la realidad de ese entonces, García Marquez señala que “el Presidente Salvador Allende comprendió entonces, y lo dijo, que el pueblo tenía el gobierno pero no tenía el poder”.
“Una semana antes del golpe se había acabado el aceite, la leche y el pan. En los últimos días de la Unidad Popular, con la economía desquiciada y el país al borde de la guerra civil, las maniobras del gobierno y de la oposición se centraron en la esperanza de modificar, cada quien a su favor, el equilibrio de fuerzas dentro del ejército”, describe el autor.
Todo de acuerdo al plan
¿Y como catalogó lo que vendría después? “La jugada final fue perfecta: cuarenta y ocho horas antes del golpe, la oposición había logrado descalificar a los mandos superiores que respaldaban a Salvador Allende, y habían ascendido en su lugar, uno por uno, en una serie de enroques y gambitos magistrales a todos los oficiales que habían asistido a la cena de Washington”.
Concepción y el 11 de septiembre
[resumen.cl] El Golpe militar en Chile había partido mucho antes del 11 de septiembre de 1973. Los preparativos para derrocar al gobierno de la Unidad Popular se iniciaron antes incluso de que Allende asumiera.
Apenas se conoció el triunfo en las urnas el 4 de septiembre de 1970, tanto el gobierno de Estados Unidos como los sectores reaccionarios de la derecha conservadora chilena, comenzaron los contubernios y maquinaciones tendientes a impedir, primero, que Allende fuera ratificado por el Congreso y, luego, si no podían lograr lo anterior, impedir que asumiera efectivamente la presidencia el 4 de noviembre de ese año. Parte y muestra de estas conjuras fue el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército de la época, el general René Schneider Chereau, el 22 de octubre de 1970, en Santiago.
El penquista René Schneider era uno de los pocos generales constitucionalistas dispuestos a respetar la voluntad popular manifestada en las elecciones de septiembre que dieron el triunfo al candidato popular. Por ello, la CIA planeó y financió el atentado en su contra, llevado a cabo por un comando del grupo fascista Patria Libertad. Otro de los pocos generales dispuesto a respetar la voluntad popular era el "chorero" Carlos Prats González, precisamente sucesor de Schneider como Comandante en Jefe, y contra quien se dirigieron una serie de maniobras para sacarlo de la jefatura del Ejército, pues era visto por la oficialidad golpista como un obstáculo para la concreción del golpe militar.
Una vez instalado Allende en La Moneda, comenzaron planes y confabulaciones de todo orden tras el objetivo de derrocar al Gobierno Popular. La Armada montó la instalación denominada "La Ciudadela", en la Base Naval de Talcahuano, con el objetivo de entrenar a sus fuerzas, principalmente, Infantes de Marina, en la guerra contra civiles, la ocupación de poblaciones y de centros de estudio o trabajo.
Para muchos protagonistas de la época, el inicio del golpe militar se produjo tras la vacilante respuesta del Gobierno Popular ante el ensayo golpista del 29 de junio de 1973, también conocido como el tanquetazo, tal cual lo remarcara otro chorero, Miguel Enríquez, en su histórico discurso del Teatro Caupolicán en Santiago.
"Los reaccionarios abrieron un proceso de deliberación en los cuarteles, incitando al golpismo, cuyas manifestaciones más inmediatistas fueron abortadas por la suboficialidad y por la oficialidad antigolpista.
Era el momento de dar un salto adelante en la contraofensiva, de extender la toma de posiciones y de golpear a las clases dominantes. La clase obrera y el pueblo así lo entendieron y lo pusieron en práctica. Vacilaciones en el gobierno no acompañaron esta disposición ofensiva de los trabajadores en lo inmediato. Ello permitió a las clases patronales readecuar su táctica: emplazamientos y exigencias al gobierno para llevarlo, con la ilusión de una posible negociación, tomar medidas o tolerarlas, que permitieran a las clases patronales fortalecerse y desarticular a los trabajadores".
Marineros y suboficiales constitucionalistas, que habían denunciado y desmontado los planes golpistas al interior de la Armada, fueron detenidos y torturados en el mes de julio y agosto de 1973, y se inició contra ellos un proceso por subversión, como denunciaba la revista Punto Final de fines de agosto de 1973.
Te puede interesar: El golpe de Estado en la Región del Biobío
En paralelo a este proceso, se iniciaba por parte del gobierno la aplicación de la Ley de Control de Armas, utilizando a las propias fuerzas policiales y militares en los cometidos de control y en acciones supuestamente preventivas. Esta Ley y su aplicación inmediata tenían como único objetivo neutralizar y desarmar a los sectores populares, cuestión impuesta al gobierno por los sectores golpistas reaccionarios y que Allende y los suyos no supieron contener. Se multiplicaron los allanamientos en centros de trabajo y estudios, en los sindicatos, en los campos y asentamientos campesinos, en sedes sociales y sedes de partidos de izquierda. El gobierno había perdido la iniciativa y los sectores golpistas habían pasado a la ofensiva, solo faltaba definir el día del golpe final.
El 11 de septiembre de 1973, el golpe partió tanto en Valparaíso como en Talcahuano y Concepción a las 05:00 A.M. A esa hora infantes de marina hacían ocupación de las fábricas del Cordón Industrial Golondrinas (Talcahuano), de edificios públicos, radio emisoras, antenas de comunicación y del Barrio Universitario en Concepción, entre otras instalaciones y lugares considerados claves por las fuerzas golpistas.
La Flota Naval de Talcahuano, incluida la unidad de submarinos, fue emplazada en el Golfo de Arauco, con sus cañones apuntando a los poblados de Schwager, Coronel y Lota, con la clara finalidad de amedrentar a la población minera y atacarla si los mandos golpistas lo decidían.
Los golpistas tomaron rápidamente el control de la zona, se encontraron con mínimas muestras de resistencia, que no tuvieron dificultades en eliminar. El despliegue de las fuerzas militares iba causando detenciones masivas a su paso por cada foco considerado conflictivo; los detenidos se contaban por miles y los fueron trasladando y recluyendo en los recintos de detención que dispusieron para tal efecto, tales como el Estadio Municipal de Avenida Collao, instalaciones de la Base Naval, Fuerte El Morro, Fuerte Borgoño, Las Canchas e Isla Quiriquina. Se utilizaron además como centros de detención cuarteles policiales en todas las comunas de la provincia y se improvisaron campos de prisioneros en otros lugares, como por ejemplo en Coronel al lado de la antigua Termoeléctrica de Endesa.
Los trabajadores acudían a sus centros de trabajo siguiendo los llamados de la histórica CUT y del propio Gobierno, pero allí eran detenidos; no contaban con armamento para resistir, ya que nunca lo tuvieron o bien habían sido desarmados durante el propio gobierno popular.
Los propios aviones Hawker Hunter que bombardearon La Moneda y Tomas Moro en Santiago, despegaron sin contratiempos ni impedimento alguno desde el Grupo Aéreo que operaba en el Aeropuerto Carriel Sur, en Talcahuano.
En el caso de los grupos de izquierda por fuera de la Unidad Popular, solo el MIR tenía un desarrollo considerable en la zona, sin embargo, en Concepción la organización vivía un quiebre interno, motivo por el cual la dirección regional no tuvo ninguna capacidad de acción.
Lo cierto es que salvo algunos disparos desde el hogar de estudiantes latinoamericanos, otros desde un edificio de calle Colo Colo en el centro de la ciudad, y los disparos con que un huésped del hotel Alonso de Ercilla impidió y escapó a su detención, el día del golpe en Concepción prácticamente no hubo resistencia.
En los barrios no hubo tampoco escaramuzas o confrontaciones con fuerzas golpistas y poco a poco se fue instalando la sensación de impotencia y de derrota en el ánimo de los pobladores. Fue un sombrío comienzo hacia la larga noche de la dictadura.
Allende, grande de nuestra América
Luego de dos postulaciones, en su tercer intento, el médico Salvador Allende ganó la presidencia de Chile de la mano de una coalición de partidos de izquierda llamada Unidad Popular (UP). La bandera de la UP era fruto de una historia de luchas, iniciada con las heroicas huelgas de los trabajadores de las minas de salitre en las primeras décadas del siglo veinte. Foto: memoriachilena.cl
A 50 años de la histórica victorial electoral de Salvador Allende, abanderado de la Unidad Popular(UP) a la presidencia de Chile, es necesario reflexionar sobre aquel primer intento, a escala universal, de avanzar hacia el socialismo por vía electoral. El gobierno de la UP duró escasamente cuatro años pero pudo acumular en ese tiempo valiosas experiencias en la construcción socialista. Aunque sus enseñanzas también son válidas para gobiernos que no se proponen el socialismo, como los actuales de Argentina y México, pero tienen en común con aquel el afectar importantes intereses oligárquicos e imperialistas, que no se resignan a perder sus privilegios y por eso ofrecen la más encarnizada resistencia a los gobiernos populares, a costa incluso de arremeter contra el Estado de derecho, en una actitud crecientemente golpista.
Después del triunfo de la revolución cubana, América Latina y el Caribe devinieron campo de batalla política y, en algunos casos militar, entre el imperialismo yanqui, aliado a las oligarquías locales, y las fuerzas populares. Chile fue un caso emblemático. Allí, como en ningún otro país en nuestra región, un experimentado movimiento de izquierda de orientación marxista y una clase obrera combativa, organizada y politizada habían conquistado un espacio político e institucional considerable y tenían posibilidades de llegar al gobierno por vía electoral con un programa socialista de hondo contenido antimperialista. Existía, además, un prestigioso líder, Allende, que aunque no contaba con el respaldo de sectores de su propio Partido Socialista (PS), poseía gran arrastre electoral, sobre todo en la clase obrera, y gozaba del apoyo del Partido Comunista de Chile y la entrañable amistad y solidaridad de Fidel Castro. Una radicalización a la izquierda de sectores de clases medias llevó a numerosos militantes jóvenes a abandonar la Democracia Cristiana(DC) para apoyar a Allende. En el PS muchos no creían en la audaz propuesta de su candidato, quien, a partir de un análisis de las singulares condiciones de Chile postulaba la tesis de que en su país era posible transitar al socialismo por vía electoral. En efecto, el gran líder popular resultó ganador de la presidencia en las elecciones de 1970.
Estados Unidos había decidido desde antes echar en el país andino un pulso decisivo en el enfrentamiento de clase que se desplegaba a escala de nuestra América. Acuñó con el candidato de la Democracia Cristiana(DC) Eduardo Frei el demagógico lema de “revolución en libertad” para contraponerlo a la Revolución Cubana, que había desencadenado al sur del río Bravo un prolongado y vigoroso ciclo de luchas populares. Como demuestran documentos desclasificados, la CIA, desde las elecciones presidenciales de 1964, en que Allende se enfrentaba como candidato a Frei, inyectó a favor de su campaña 2.6 millones de dólares, invirtió 3 millones de dólares en propaganda contra Allende y posteriormente se ufanó de que esa y otras maniobras fueron indispensables para el éxito de Frei. En las elecciones del 4 de septiembre de 1970, la agencia canalizó 350 mil dólares a la campaña del derechista Jorge Alessandri por medio de la trasnacional ITT e invirtió entre 800 mil y un millón de dólares para manipular el resultado electoral, consignó después el informe del Comité Church del Senado estadunidense.
El resultado de los comicios: Allende, 36.6 por ciento; Alessandri, 34.9 y el candidato de la DC Radomiro Tomic, 27.8. El 24 de octubre el pleno del Congreso, de acuerdo con la Constitución, debía elegir entre las dos mayorías más altas. Desde Washington, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA evitar que Allende asumiera la presidencia. Pero no le funcionó su plan porque Allende y Tomic (aunque democristiano, de orientación constitucionalista y progresista) habían acordado que uno reconocería la victoria del otro si la diferencia superaba los 5 mil sufragios. Para colmo un plan B de la CIA, que culminó en el asesinato de René Schneider, comandante en jefe del ejército, favoreció el voto de la DC a favor de Allende.
Nacionalización del cobre, profundización de la reforma agraria, constitución de un amplio sector social de la economía con participación obrera, incluyendo los bancos, aumento de salarios, robustecimiento del mercado interno, política exterior latinoamericanista, no alineada y de paz, restablecimiento de relaciones con la Cuba hermana, son, entre otros, grandes logros del gobierno de la UP. La gestión allendista heredó quebradas las arcas públicas por todas las importaciones suntuarias realizadas para mejorar la imagen de Frei. Encima Estados Unidos lo asfixió económicamente y desencadenó una terrible ola fascista culminada con el sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que, trágico presagio, encontró a los revolucionarios chilenos desunidos. La soldadesca fascista conminó a Allende a rendirse, pero este resistió horas en el Palacio de la Moneda, donde murió abrazado al fusil Kalachnikov que un día le obsequiara Fidel. ¡Allende vive hoy en la rebelión antineoliberal chilena!
Twitter: @aguerraguerra
(Tomado de La Jornada)
50 años de la victoria de Salvador Allende
Medio siglo se cumple de la victoria de Salvador Allende, presidente del primer Gobierno socialista que llegó al poder a través de las urnas. El país andino inició el 4 de septiembre de 1970 un camino de Unidad Popular inédito.
madrid
04/09/2020 07:33 - PÚBLICOpor Carolina Espinoza Cartes @reportera09
"Porque esta vez no se trata, de cambiar un presidente/ será el pueblo quien construya, un Chile bien diferente/ Todos vénganse a juntar, tenemos la puerta abierta y la Unidad Popular, es para todo el que quiera". Esta estrofa de la Canción del Poder Popular, compuesta por el grupo musical Inti Illimani, resume bastante bien el sueño revolucionario de Salvador Allende, quien llegó después de tres intentos anteriores al Palacio de la Moneda, un día como hoy hace 50 años.
El gobierno de la Unidad Popular chilena, una coalición política que consiguió la imposible misión de aunar bajo un mismo paraguas a partidos de izquierda, quería terminar con las desigualdades históricas que había sufrido el pueblo de Chile y hacer partícipes a sus ciudadanos del proceso de transformación social por la vía pacífica. De esta manera, las capas sociales más discriminadas, aportarían por igual a la construcción del Hombre Nuevo, del que había hablado Marx, luego Gramsci, y posteriormente Ernesto Che Guevara.
La vía chilena al socialismo o como se le conocía coloquialmente "la revolución con empanadas y vino tinto", contemplaba la ejecución del Programa de la Unidad Popular que se resumía en 40 puntos. Desde medidas tan revolucionarias como la nacionalización de las principales empresas del país (entre ellas, el cobre), hasta disposiciones adelantadas a la época, como el asegurar a cada niño y niña el consumo de medio litro de leche diaria, o la descentralización del acceso al arte a través de la creación de los Institutos Provinciales de Cultura.
Se trataba de un proyecto transformador e integral que no dejaba al descuido ningún aspecto del desarrollo social, económico y humano, que terminó violentamente tras mil días con el golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet.
Quienes participaron en el programa de gobierno o compartieron los ideales de la Unidad Popular, vivieron un cambio en sus vidas que los marcó para siempre. Medio siglo después, actores desde diferentes disciplinas y áreas del saber, relatan cómo recuerdan aquellos días y las transformaciones que ha sufrido el país, desde ese entonces.
Un Chile bien diferente
El poeta y ensayista Sergio Macías, confiesa que el triunfo de Salvador Allende fue una de las ilusiones políticas más grandes que ha tenido "vimos un nuevo camino de libertad y de justicia social. A los pobres se les marginaba, menospreciaba y, a veces, cristianamente se les trataba de pobrecitos ayudándolos con algo de ropa y comida, que algunas señoras de la clase alta después del té-canasta iban a dejar a las poblaciones, haciendo luego publicidad de la caridad que realizaban. Con la Unidad Popular surgía una nueva etapa donde el ser humano era lo más importante".
El rescate de esa humanización del desarrollo, incluido en el programa de la Unidad Popular que gobernó con Allende, queda también de manifiesto en el relato de Laura González, doctora que trabajaba en el sistema público de sanidad en Chile en ese momento. "Era tanta la ilusión que yo participé ese día como vocal en una mesa electoral en Las Condes (Santiago). Recuerdo que por la tarde se acercó a esa mesa Eric Schnake, diputado socialista y me dijo muy bajito, "vamos ganando".
Me fui caminando a la casa y recuerdo que había un gran silencio en el barrio, pero ya se podía saborear la victoria, en la que tuvieron un papel fundamental las mujeres menores de 30 años, que le dieron el triunfo a Allende. Como médica, destaco del gobierno de la Unidad Popular su profunda preocupación porque el sistema sanitario beneficiara a todos los chilenos. El mundo rural en ese entonces, prácticamente no tenía acceso a la salud y en los niños había desnutrición", explica desde Chile, la viuda del funcionario español de Naciones Unidas, Carmelo Soria, asesinado por la dictadura de Pinochet.
El futbolista Carlos Caszely, seleccionado nacional en 1971, también recuerda los primeros días de la Unidad Popular "tenía como dieciocho años, estaba en la Universidad cuando se empieza a dilucidar quién podría ser el Presidente de Chile y recuerdo que decían: cuando seamos dueños del cobre, no los americanos, ¡Chile va a tirar para arriba! Nunca me voy a olvidar lo que me dijo una vez mi madre para explicarme los planes de nacionalización del cobre: "Tú eres dueño de la casa, la arriendas y esa gente le pone los muebles y después te la quieren vender. Lo mismo que el cobre. El cobre es nuestro, ellos ponen las máquinas y te lo venden más caro.
Cuando el cobre sea nuestro vamos a tener más plata para la educación, ¡más plata para todos y vamos a ser un país mas grande! Estuve con Allende varias veces y comprobé que tenía bastantes coincidencias con su planteamiento", recuerda Caszely, que posteriormente jugó en los clubes Levante y Espanyol.
"El sueño de Allende lo revivo todos los días, y lo reviví hace poco, cuando volví a votar después de la última vez que lo hice en Chile el 4 de septiembre de 1970" sostiene el guitarrista Eulogio Dávalos, quien trabajó en la política cultural de la UP. "Participé en la Discoteca de la Canción La Discoteca del Cantar Popular (DICAP), un sello discográfico chileno destinado a publicar a los artistas que no tenían espacio en los sellos multinacionales por sus temáticas contestatarias y anticapitalistas. Se convirtió en el soporte discográfico de la Nueva Canción Chilena, con figuras como Víctor Jara, Violeta Parra, Quilapayún, Ángel Parra o Inti Illimani", relata Dávalos desde Barcelona, lugar donde se exilió en 1975.
La revolución de 2019
El aniversario cincuenta de la Unidad Popular llega en un Chile muy diferente al del año pasado. Desde el 18 de octubre el descontento de muchos chilenos indignados por las inequidades del modelo neoliberal impuesto por la dictadura y por la pasividad de los gobiernos democráticos, quedó reflejado en las calles a través del estallido social que tiene como objetivo inicial cambiar la constitución de Pinochet.
Para Laura González, este movimiento difiere de la Unidad Popular al no tener dirección política ni un líder. Sin embargo, ve una similitud al atravesar dice, todas las capas sociales. "Otro símil con la UP, podría decirse que es la presencia de la mujer y sus reivindicaciones actuales reflejada por ejemplo con el grupo Las tesis y su performance El violador eres tú, que ha dado la vuelta al mundo, haciendo universal la causa feminista".
Para el ingeniero agrónomo valenciano Vicent Garcés, la revuelta ciudadana de 2019 "es un gran indicador de que los sueños no han muerto. Los golpistas abortaron el proceso político, democrático, que visualizaba Allende para superar la crisis de aquellos momentos. Esperemos que, en esta ocasión, el pueblo de Chile encuentre los caminos para seguir avanzando y superar las trampas de todo tipo que se le van a tender. Esos caminos tienen mucho que ver con las ilusiones, las esperanzas y las propuestas del Programa de la Unidad Popular, que el presidente Allende encarnó y defendió hasta su muerte. Lo que nunca entendieron los golpistas, y nunca entenderán sus sucesores, es que en la memoria y en las esperanzas del pueblo de Chile y de los pueblos del mundo Allende y su pensamiento siguen vivos", señala Garcés, asesor junto a su hermano Joan, del presidente Allende.
El pensamiento de Salvador Allende a 50 años de la Unidad Popular
por Marcos Roitman
Sociólogo y analista político
El martes 11 de septiembre de 1973, dos aviones Hawker Hunter, adquiridos por el gobierno de Eduardo Frei a Gran Bretaña, sobrevuelan Santiago. La orden: bombardear el palacio presidencial. El presidente constitucional Salvador Allende y sus colaboradores más cercanos resisten. En una primera alocución, poco conocida, se dirige al pueblo, eran las 8.45 de la mañana, restaban cuatro horas para que los cohetes SURA-D impactaran sobre La Moneda. "Compañeros que me escuchan: la situación es crítica, hacemos frente a un golpe de Estado en el que participan la mayoría de las fuerzas armadas. (…) No tengo condición de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: dejaré la Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé al Gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada (…) Compañeros, permanezcan atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí en La Moneda inclusive a costa de mi propia vida"[1] Los pilotos Mario López Tobar, y Ernesto Gonzalez Yarra lanzan su carga. El edificio arde, las llamas se propagan, la destrucción es total. Las imágenes recorrerán el mundo. Sera la forma en que se recordará el golpe de Estado que derrocó el gobierno de la Unidad Popular.
La vía chilena al socialismo, que Allende reivindicaría en el Gran Templo de la Gran Logia de Chile, el 14 de abril de 1970, se verá truncada: "No queremos la violencia. No necesitamos la violencia (…) Son otros los que pueden usar la violencia, porque tienen los medios para usarla. Nosotros soñamos, Venerable Maestro (…) en un gobierno fuerte, pero un gobierno fuerte que no esté afianzado en la fuerza de las armas, sino en la fuerza moral, en la unidad de un pueblo, en la responsabilidad colectiva. En el hecho social que haya aquí un maestro universitario que se sienta junto al compañero campesino o al obrero. En el hecho que el hombre entienda que la mujer no sólo es un motivo de placer o de explotación. Soñamos con una sociedad distinta y queremos luchar por ella…" [2]
Durante tres años, Chile fue sometido a un bloqueo económico sin precedentes. Atentados y sabotajes se suman a la huelga de comerciantes, patronal, latifundistas, el trasporte privado. Escases, mercado negro, acaparamiento de productos alimentarios, el terreno propicio para llamar a un golpe de Estado. Aun así, el gobierno y su presidente, Salvador Allende, no retrocedían en los principios sobre los cuales se había levantado la vía chilena al socialismo. Respeto a la legalidad, desarrollo de la institucionalidad, ampliación de las libertades sociales, ejercicio de las libertades políticas, rechazo a la violencia y socialización de los medios de producción. Si Allende lo había señalado en múltiples ocasiones, lo volvería a recalcar en el primer informe al Congreso Pleno, el 21 de mayo de 1971. "Sabemos que cambiar el sistema capitalista respetando la legalidad, institucionalidad y libertades políticas, exige adecuar nuestra acción en lo económico, político y social a ciertos límites. Estos son perfectamente conocidos por todos los chilenos."
Los partidos de oposición, sabedores de la decisión del gobierno de mantener el proyecto, desplegaron una acción destinada a legitimar un golpe de Estado. Se decantaron por la violencia como mecanismo de acción política. Sin embargo, Allende no dejó de señalar su apego al orden constitucional. No hubo ocasión donde no mostrara su compromiso, durante la campaña subrayó: "Nosotros los marxistas decimos que todavía es posible que aquí en Chile, dentro de los cauces legales podamos conquistar el Gobierno; pero esto no se reconocerá jamás por los enemigos, esto nunca se reconocerá, pero sí tendrán que reconocerlo los Hermanos que no podrán negar que nuestra voz es la voz responsable de los que no están predicando, sino que haciendo lo que piensan debe hacerse. Pero también es cierto que tenemos que herir intereses y que estos intereses son poderosos, que son demasiado poderosos y por eso se defienden y por eso la mentira y por eso el terror" Y lo ratificó dos años más tarde, el 4 de diciembre de 1972, durante el XXVII período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York: "Vengo de Chile, un país pequeño pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista, con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años, donde los Tribunales de Justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la Carta Constitucional, sin que ésta prácticamente jamás haya dejado de ser aplicada. Un país de cerca de diez millones de habitantes que en una generación ha dado dos Premios Nobel de Literatura: Gabriela Mistral y Pablo Neruda, ambos hijos de modestos trabajadores. Historia, tierra y hombre se funde en un gran sentido nacional. Pero Chile es también un país cuya economía retrasada ha estado sometida, e inclusive enajenada, a empresas capitalistas extranjeras…" [3]
La iglesia católica había sembrado el anticomunismo. Una anécdota protagonizada por Laura Gossens, madre de Salvador Allende, narrada tal y como se lo comentó a Osvaldo Puccio, amigo y secretario personal del Presidente, es significativa. Mujer de profundas convicciones católicas, de misa diaria, se presenta al confesionario. El sacerdote, que probablemente no sabía quién era, "le preguntó por quién iba a votar en las próximas elecciones, a lo cual doña Laura contesto prestamente que por Salvador Allende ¡¿Cómo!? –le inquiere el sacerdote visiblemente alterado-. ¿No sabe usted que se trata de un comunista, de un hombre malo, que va destruir iglesias, a encarcelar a los sacerdotes, a hacer que violen a las monjas, que le va a quitar los niños a las madres para que los eduque el Estado?’ Doña Laura le responde con serenidad que nada de eso va a ocurrir si Salvador Allende sale elegido, porque él es un buen hijo y no va hacer cosas malas -Cómo sabe usted que es un buen hijo- le conmina el religioso con extrañeza. Muy sencillo -le contesta doña Laura- Soy su madre"[4]
La experiencia chilena condensó la realidad latinoamericana. Tras el triunfo de la Unidad Popular, las miradas se dirigieron hacia su proyecto: la vía pacífica de transición al socialismo. "Soñamos con una sociedad distinta y queremos luchar por ella, aprovechándonos de la experiencia histórica, pero sin ser imitadores y sin ser repetidores de procesos que en otras latitudes tuvieron el contenido de una realidad para su propia realidad. Alguna vez lo dije vulgarmente y lo repito aquí con perdón de ustedes, dije que la revolución cubana se hizo con gusto a azúcar y sabor a ron; la revolución chilena la haremos con gusto a vino tinto y sabor a empanada de horno. Cada pueblo tiene su propia realidad y, frente a esa realidad, los dirigentes responsables tienen que desatar las tácticas que hay que seguir."[5] En el mismo discurso a sus hermanos masones enfatiza: "De allí la importancia que tiene la Unidad Popular, que reitero, es un instrumento del pueblo de Chile, nacido de su experiencia y su realidad, no es el producto de la cábala de unos cuantos dirigentes que buscan ubicación en función de ventajas personales o de posibilidades electoreras. Es la responsabilidad histórica de los que nos damos cuenta que este país o hace posible dar un paso hacia adelante en el proceso de auténtica democratización, o caeremos en una dictadura civil implacable o en un golpe militar"[6]
Salvador Allende, fue objetivo político de la derecha. Las críticas entrelazaron su vida personal con su militancia. Desacreditar, poner en entredicho sus principios, buscar las contradicciones fueron parte de una campaña que duró décadas. El periódico de la oligarquía, El Mercurio, no perdía oportunidad para calumniarlo. La declarada filiación masónica de Allende, fue utilizada para descalificarlo y señalar su oscuro ideario conspirativo. En la campaña de 1964, publicó su foto con el siguiente pie: "Entra a la logia. El senador don Salvador Allende, candidato del FRAP a la Primera Magistratura del País". Allende respondió sin ambages en una carta dirigida a su director Agustín Edwards: "Todos los míos lo fueron y mi abuelo llegó a ser Serenísimo Gran Maestro de la Orden Masónica, después de haberse desempeñado con singular claridad como senador radical por Atacama. Fundo la primera escuela laica de Chile (…) y cumplió una labor de ejemplar humanitarismo como jefe de los servicios sanitarios del ejército durante la guerra de 1879. Por sus ideas, en esa época lo llamaron "el Rojo Allende". He recibido, pues, como única herencia un nombre limpio y una vocación para servir al pueblo, nacida de la formación masónica de mis antepasados (…) al revés de otros (…), y allá ellos, que se ven beneficiados con el dinero que sus familiares acumularon de cualquier manera".
Hubo quienes consideraron una contradicción ser marxista y masón. Allende respondía: "Para nosotros es un mito hablar de la justicia, cuando los pueblos famélicos y hambrientos que son potencialmente ricos y que viven como pueblos pobres, empobrecidos por la alianza antipatriótica de las castas oligárquicas y del capital financiero que perforó nuestra economía y que nos demoño políticamente. Para nosotros, digo para nosotros, y planteo que puedo y creo tener el derecho a sostener que no hay ninguna contradicción entre poder decir que un Hermano piensa que el método científico del marxismo le permite apreciar la historia y decir que no ha renegado de los principios masónicos. Si yo creo en la Fraternidad que me enseñaron en los templos, si yo creo en la igualdad que me enseñaron en los templos, si yo pienso que es cierto que los templos me hablaron de Libertad, yo no me imagino que pueda haber fraternidad en un mundo donde el poderoso aplasta al pequeño desde el punto de vista de la correlación de fuerzas de los países"[7]
En esta campaña de desprestigio, El Mercurio le hizo propietario de un yate de lujo, mostrando la vida burguesa de un "marxista" que decía defender al pueblo. La respuesta fue inmediata. Remolcó la barca, un bote a remos, hasta Santiago y lo expuso frente al Palacio de La Moneda para todo aquel que quisiera verlo. Su personalidad y su comportamiento ejemplar, hizo que surgiera el Allendismo. Más allá de la militancia socialista, Allende encarnaba el sentido común del pueblo chileno, de allí su liderazgo. Fue cercano, amigo de sus amigos, crítico y enemigo noble, rechazaba a los aduladores. Sus actos demostraban coherencia, entrega y principios éticos. La derecha, incluso después del 11 de septiembre, no ha podido emponzoñar su vida. Por votación popular, Salvador Allende ha sido declarado el personaje más destacado de la historia del siglo XX chileno.
Fueron tres años de estrangulamiento económico, mercado negro, atentados, movilización de la patronal y conspiraciones. Así lo refleja su testamento político, en su última alocución al pueblo de Chile por las ondas de Radio Magallanes a las 09.05: "Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que solo fue interprete de grandes anhelos de justicia, que empeño su palabra de que aceptaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las fuerzas armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios".
Quien fuera General en jefe de las Fuerzas Armadas, Carlos Prats, escribe el mismo 11 de septiembre, mientras el golpe se pone en marcha y se produce el bombardeo: "Oigo, parcialmente la alocución pronunciada con voz serena, que el presidente Allende dirigiera al país. Luego empiezo a escuchar los bandos de la Junta de las fuerzas armadas y carabineros de Chile. Me siento profundamente consternado ante el súbito y fatal derrumbe de tantos valores y principios, presintiendo con horror, cuanta sangre será derramada entre hermanos. La tenaz lucha sostenida para impedir que el ejército se dejara arrastrar a la destrucción de su profesionalismo institucional, había sido estéril. Todas las angustias, las tensiones y sacrificios soportados, así como el orgullo y la dignidad humillados, no fueron holocausto a una causa lograda. Pienso en la terrible responsabilidad que han echado sobre sus hombros mis excamaradas de armas, al tener que doblegar por la fuerza de las armas a un pueblo orgulloso del ejercicio pleno de los derechos humanos y del imperio de la libertad. Medito en los miles de conciudadanos que perderán sus propias vidas o la de sus seres queridos. En los sufrimientos de los que serán encarcelado y vejados. En el dolor de tantas víctimas del odio. En la desesperación de los que perderán su trabajo. En la desolación de los desamparados y perseguidos, y en la tragedia íntima de los que perderán su dignidad. Presiento que mis excamaradas de armas jamás recuperarán en vida la paz de sus espíritus, atenazados por el remordimiento de los actos concupiscentes en que se verán fatalmente envueltos y por la angustia ante la sombra de las venganzas, que les perseguirá constantemente. ¿Quiénes fueron los cerebros que los perturbaron hasta el paroxismo? ¿Desentrañará la historia la madeja diabólica de esta conspiración insensata en Chile cuyos instigadores-como siempre- permanecen en la penumbra? ¿Por qué los demócratas sinceros del gobierno y de la oposición no fueron capaces de divisar el abismo al que se precipitaba el país? "[8]
Hoy a 50 años del triunfo de la Unidad Popular, es necesario rescatar el pensamiento de Salvador Allende. Su ideario es reivindicado por casi toda la izquierda, pero muchos son incapaces de asumir su coherencia, y la firmeza de convicciones. Sus aportes constituyen parte del acervo sobre el cual se construye hoy, la alternativa antiimperialista, socialista y anticapitalista. El sueño de Salvador Allende sigue vigente.
NOTAS
[1] Salvador Allende, Presente. Ediciones Sequitur. Madrid 2008. Edición Ampliada Diario Público 2010.
[2] Discurso ante el Gran Templo de la Gran Logia de Chile. Alocución Inédita, que fue rescatada por el periodista Juan Gonzalo Rocha y editada en el año 2000. Vio la luz en el texto de: Gonzalo Rocha, Juan: Allende Masón. Editorial Sudamericana. Stgo-Chile 2001. El Discurso, improvisado, dura 85 minutos y constituye uno de los más destacados de Salvador Allende. Fue dictado en plena campaña electoral, de allí su valor histórico.
[3] Ibídem. Op.cit. Pág. 626 y sig.
[4] Rocha Gonzalo, Juan: Allende, Masón. La visión de un profano. Editorial Sudamericana, 2000. Stgo. Chile. Pág. 73.
[5] Ibídem, Op.cit. Pág. 47.
[6] Allende no se equivocó, tras mil días de acoso de la derecha, un golpe cívico militar destruía las esperanzas de cambio democrático en Chile, instaurando un régimen de terror y muerte. La peor tiranía conocida en su historia. Alocución en el Templo… Op.cit. Pag.43
[7] Gonzalo Rocha, Juan: Allende Masón. Op.cit. Pág.45
[8] Prats González, Carlos: Memorias. Testimonio de un soldado. Editorial Pehuén, Stgo-Chile. 3ª edición, 1987, Págs. 512-513.
Salvador Allende, a cincuenta años de su victoria
Salvador Allende, el primer presidente socialista latinoamericano elegido en las urnas. Foto: Archivo.
Hay fechas que marcan hitos imborrables en la historia de Nuestra América. Hoy, 4 de Septiembre, es uno de esos días. Como el 1º de Enero de 1959, triunfo de la Revolución Cubana; o el 13 de Abril del 2002, cuando el pueblo venezolano salió a las calles y reinstaló en el Palacio de Miraflores a un Hugo Chávez prisionero de los golpistas; o el 17 de Octubre de 1945, cuando las masas populares argentinas lograron la liberación del Coronel Perón y comenzaban a escribir una nueva página en la historia nacional.
La de hoy, objeto de este escrito, se encuadra en esa selecta categoría de acontecimientos épicos de Latinoamérica. En 1970 Salvador Allende se imponía en las elecciones presidenciales chilenas, obteniendo la primera minoría y derrotando al candidato de la derecha, Jorge Alessandri y relegando al tercer lugar a Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana.
La de 1970 fue la cuarta elección presidencial en la cual competía Allende: en 1952 había hecho su primera incursión cosechando poco más del 5 por ciento de los sufragios, muy lejos del ganador, Carlos Ibáñez del Campo, que se alzó con casi el 47 por ciento de los votos. No se desalentó y en 1958 como candidato del FRAP, el Frente de Acción Popular, una alianza de los partidos socialista y comunista recibe el 29 por ciento de los votos y estuvo cerca de arrebatarle el triunfo a Jorge Alessandri, que recibió el 32 por ciento de los sufragios.
Ya en ese momento comenzaron a sonar todos los timbres de alarma en el Departamento de Estado como lo prueba el tráfico creciente de memoranda y telegramas relacionados con Allende y el futuro de Chile que saturaba los canales de comunicación entre Santiago y Washington. El triunfo de la Revolución Cubana proyectó al FRAP como una inesperada amenaza no sólo para Chile sino para la región porque Salvador Allende aparecía ante los ojos de los altos funcionarios de Washington –la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la CIA- como un “extremista de izquierda” no diferente a Fidel Castro y tan lesivo para los intereses de Estados Unidos como el cubano.
A medida que se acercaba la fecha de las cruciales elecciones presidenciales de 1964 el involucramiento de Estados Unidos en la política de Chile se acentuó exponencialmente. Informes previos de varias misiones que visitaron ese país coincidían en que existía en la opinión pública una preocupante ambivalencia: una cierta admiración por el “modo americano de vida” y reconocimiento del papel cumplido por las empresas de Estados Unidos radicadas en Chile. Pero al mismo tiempo notaban, debajo de esta aparente simpatía, una hostilidad latente que, unida a la marcada popularidad que gozaban Fidel Castro y la Revolución Cubana, podría embarcar al país sudamericano por una senda revolucionaria que Washington no estaba dispuesto a tolerar.
Por eso el apoyo a la candidatura de la Democracia Cristiana fue descarado, torrencial y multifacético. No sólo en términos financieros (para apoyar a la campaña de Eduardo Frei) sino también diplomáticos, culturales y comunicacionales, apelando a los peores ardides de la propaganda para estigmatizar a Allende y el FRAP y ensalzar al futuro gobierno demócrata cristiano como una esperanzadora “Revolución en Libertad”, por contraposición al tan odiado (por Washington, obvio) proceso revolucionario cubano.
Un memorándum enviado por Gordon Chase a Mc.George Bundy, Consejero de Seguridad Nacional del presidente Lyndon B. Johnson y fechado el 19 de Marzo de 1964, revela la intranquilidad que despertaba en Washington la próxima elección presidencial chilena. Chase planteaba que en esa coyuntura se abrían cuatro posibles escenarios: a) una derrota de Allende; b) una victoria del candidato del FRAP pero sin lograr la mayoría absoluta, lo cual permitiría maniobrar en el Congreso Pleno para elegir a Frei; c) Allende podría ser derrocado por un golpe militar, pero esto tendría que ocurrir antes que asumiera el gobierno porque después sería mucho más difícil; d) victoria de Allende.
Ante esta infortunada contingencia, escribía Chase, “estaríamos en problemas porque nacionalizaría las minas del cobre y se plegaría al bloque soviético buscando ayuda económica” y concluía que “debemos hacer todo lo posible para conseguir que la gente respalde a Frei”. De hecho, es lo que Estados Unidos hizo y se concretó la ansiada victoria de Frei (56 por ciento de los votos) sobre Allende, que pese a la “campaña de terror” de la que fue víctima cosechó un 39 por ciento de los sufragios.
La victoria de la democracia cristiana fue saludada en Washington con gran alivio y como un golpe definitivo no sólo contra Allende y sus compañeros sino como la ratificación del aislamiento continental de la Revolución Cubana. Pero la tan alabada “Revolución en Libertad” terminó en un fracaso rotundo y dejando el Palacio de La Moneda con un saldo de poco más de treinta militantes o manifestantes populares acribillados por las fuerzas de seguridad. Fracaso económico, frustración política, retroceso en la batalla cultural al punto tal que el propio candidato de la continuidad oficialista, Radomiro Tomic, tuvo que saltar al ruedo electoral enarbolando la consigna de una “vía no capitalista al desarrollo” para contrarrestar la creciente adhesión que las propuestas socialistas de la Unidad Popular ejercían sobre el electorado chileno y captar parte de quienes podrían volcarse a favor de la Unidad Popular en la contienda del 4 de Septiembre.
Pero en este cuarto intento los resultados le sonrieron a Allende, quien pese a la fenomenal campaña de desprestigio y difamaciones lanzada en su contra logró prevalecer, aunque muy ajustadamente, sobre el candidato de la derecha Jorge Alessandri: 36.2 por ciento de los votos contra 34.9 de su contendor. Todo quedaba ahora en manos del Congreso Pleno, porque al no haberse logrado una mayoría absoluta debía expedirse eligiendo entre los dos candidatos que obtuvieron la mayor cantidad de votos.
Las alternativas manejadas por Washington eran las que Chase había concebido para la elección anterior, y con el triunfo de Allende ahora sólo quedaban dos cartas sobre la mesa: el golpe militar preventivo, de ahí el asesinato del general constitucionalista René Schneider, o manipular a los legisladores del Congreso Pleno (apelando a la persuasión y, en caso de que ésta no arrojase buenos resultados, al soborno y la extorsión) para que rompieran la tradición y designaran a Alessandri como presidente.
Ambos planes fracasaron y el 4 de Noviembre de 1970 el candidato de la Unidad Popular asumía la presidencia de la república. Se consagraba así como el primer presidente marxista elegido en el marco de la democracia burguesa y el primero en intentar avanzar en la construcción del socialismo mediante una vía pacífica, proyecto que fue violentamente saboteado y destruido por el imperialismo y sus peones locales.
Pese a estos enormes obstáculos el inacabado gobierno de Allende abrió una brecha que luego, treinta años más tarde, otros comenzarían a transitar. Era un gobierno asediado desde antes de ingresar a La Moneda, debiendo enfrentar un ataque brutal de “la embajada” y sus infames aliados locales: toda la derecha, la vieja y la nueva (la Democracia Cristiana), las corporaciones empresariales, los grandes empresas y sus medios de comunicación, la jerarquía eclesiástica y un sector de las capas medias, víctimas indefensas ante un terrorismo mediático que no tenía precedentes en Latinoamérica. Pese a ello pudo avanzar significativamente en el fortalecimiento de la intervención estatal y la planificación de la economía.
Logró estatizar el cobre mediante una ley aprobada casi sin oposición en el Congreso poniendo fin al fenomenal saqueo que practicaban las empresas estadounidenses con el consentimiento de los gobiernos precedentes. Por ejemplo, con una inversión inicial de unos 30 millones de dólares al cabo de 42 años la Anaconda y la Kennecott remitieron al exterior utilidades superiores a los 4.000 millones de dólares. ¡Un escándalo! También puso bajo control estatal al carbón, el salitre y el hierro, recuperando la estratégica acería de Huachipato; aceleró la reforma agraria otorgando tierras a unos 200.000 campesinos en casi 4.500 predios y nacionalizó la casi la totalidad del sistema financiero, la banca privada y los seguros, adquiriendo en condiciones ventajosas para su país la mayoría accionaria de sus principales componentes.
También nacionalizó a la corrupta International Telegraph and Telephone (IT&T), que detentaba el monopolio de las comunicaciones y que antes de la elección de Allende había organizado y financiado, junto a la CIA, una campaña terrorista para frustrar la toma de posesión del presidente socialista. Estas políticas fructificaron en la creación de un “área de propiedad social” en donde las principales empresas que condicionaban el desarrollo económico y social de Chile (como el comercio exterior, la producción y distribución de energía eléctrica; el transporte ferroviario, aéreo y marítimo; las comunicaciones; la producción, refinación y distribución del petróleo y sus derivados; la siderurgia, el cemento, la petroquímica y química pesada, la celulosa y el papel) pasaron a estar controladas o al menos fuertemente reguladas por el estado.
Todas estas impresionantes conquistas fueron de la mano de un programa alimentario, donde sobresalía la distribución de medio litro de leche para los niños. Promovió la salud y la educación en todos sus niveles, democratizó el acceso a la universidad y puso en marcha a través de una editorial del estado, Quimantú, un ambicioso programa cultural que se tradujo, entre otras cosas, en la publicación de millones de libros que se distribuían gratuitamente o a precios irrisorios.
Con su obra de gobierno y heroico sacrificio Allende heredó a los pueblos de Nuestra América un legado extraordinario, sin el cual es imposible comprender el camino que a finales del siglo pasado comenzarían a recorrer los pueblos de estas latitudes y que culminara con la derrota del principal proyecto geopolítico y estratégico de Estados Unidos para la región, el ALCA, en Mar del Plata en el año 2005.
Allende fue, por lo tanto, el gran precursor del ciclo progresista y de izquierda que conmovió a Latinoamérica a comienzos de este siglo. Fue también un antiimperialista sin fisuras y un amigo incondicional de Fidel, del Che y la Revolución Cubana cuando tal cosa equivalía a un suicidio político y lo convertía carne de cañón para el sicariato mediático teledirigido desde Estados Unidos.
Pero Allende, un hombre de una integridad personal y política ejemplares, se sobrepuso a tan adversas condiciones y abrió esa brecha que conduciría a las “grandes alamedas” por donde marcharían las mujeres y hombres libres de Nuestra América, pagando con su vida su lealtad a las grandes banderas del socialismo, la democracia y el antiimperialismo. Hoy, al celebrarse los 50 años de aquella victoria merece que lo recordemos con la gratitud que se les debe a los padres fundadores de la Patria Grande y a quienes inauguraron la nueva etapa que conduce hacia la Segunda y Definitiva Independencia de nuestros pueblos.
(Tomado de Página 12)
La vía pacífica al socialismo que terminó de golpe
Con el triunfo de Allende en Chile comenzó una revolución pacífica que fue cercenada con un sangriento golpe de Estado. En Uruguay el Frente Amplio intentó el acceso al poder también por la vía pacífica, pero esa primera experiencia también terminó con golpe de Estado en 1973. ¿Será que la vía pacífica siempre termina en golpe?
A finales de la década de los 60 la izquierda chilena se redefinía tras el asesinato del Che y las dictaduras amparadas en la doctrina de la seguridad nacional. Y es entonces cuando aparece en Chile una vía novedosa, la de la democracia burguesa como escenario para el triunfo de una revolución. Y Allende triunfó y comenzó aquella revolución pacífica que después supimos que era verdadera.
Una revolución que nos mantuvo siempre con la interrogante de si se puede lograr un proceso socialista sin apoyo de las fuerzas armadas, máxime cuando éstas en Chile concentran el poder, al servicio de los intereses de clase de la oligarquía y a los dictados de Washington. ¿Será que la vía pacífica siempre termina en golpe? Ejemplos nos sobran en nuestra región.
La Unidad Popular definía su proyecto, el de abrir un camino no recorrido, respetando la institucionalidad vigente para allanar la transición al socialismo. Fue la denominada vía chilena. Ernesto Guevara le dedicó su ensayo La guerra de guerrillas: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente, Che”.
Cristianos, laicos, marxistas, socialistas, comunistas, socialdemócratas habían confluido y en diciembre de 1969 se lanzó, el programa de la Unidad Popular , firmado por los partidos Socialista Comunista, Radical, el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), Acción Popular Independiente (API) y el Partido Social Demócrata (PSD).
El MIR, fundado en 1965, insurreccional, decidió apoyar críticamente la candidatura de Allende, y la Democracia Cristiana, procedente de la Falange fascista española, señalaba en su programa que “La Iglesia está por encima de los partidos (…) rechazamos el marxismo, concepción materialista y antirracional de la vida, que fomenta la lucha de clases, conduce a la tiranía y ha fracasado en sus experiencias”.
De acuerdo con la Constitución, la candidatura ganadora debía ser ratificada por el Congreso dominado por una oposición, supuestamente democrática, que rápidamente se tornó golpista gozando de amplio financiamiento por parte de EE.UU. Los intereses de las transnacionales estadounidenses, estaban en juego, por lo que el Presidente Nixon ordenó a la Agencia Central de Inteligencia impedir la ratificación de Allende.
La CIA uso su manual y su arsenal habitual, incluida la guerra psicológica, la presión económico-financiera, los sobornos, e incluso orquestó un primer intento de Golpe de Estado con el secuestro que concluyó en asesinato del general constitucionalista, René Schneider. El repudio a esta acción permeó al Parlamento, que decidió, el 4 de noviembre de 1970, ratificar el triunfo de Allende, no sin antes imponer un Estatuto de Garantías Constitucionales.
El 22 de enero de 1970 Salvador Allende fue elegido candidato de la Unidad Popular. El 4 de septiembre de 1970 ganó la presidencia sobre una derecha dividida. Su triunfo supuso el inicio de una conspiración que acabaría con el bombardeo del Palacio presidencial el 11 de septiembre de 1973, con la imposición del neoliberalismo y un régimen de terror.
El día del triunfo electoral la derecha puso en marcha su estrategia. Primero, evitar que Allende asumiera la presidencia el 4 de noviembre de 1970. Sin mayoría absoluta, los miembros del Congreso podían decantarse por una de las dos mayorías relativas. El plan se frustró con el asesinato del general en jefe de las Fuerzas Armadas René Schneider –en quien Allende confiaba para dar el cambio entre los militares- días antes de la votación.
El plan de gobierno -40 medidas básicas-, destacaba la supresión de grandes sueldos, jubilaciones justas, seguridad social para todos los chilenos, leche para todos los niños, alimentación para los niños en situación de exclusión, vivienda digna, agua y electricidad, reforma agraria real, asistencia médica gratuita en los hospitales, creación de centros de atención primaria y consultorio materno-infantil, disolución de los cuerpos represivos de carabineros, no más impuestos a los alimentos, creación del instituto del arte y la cultura, entre otras.
Fueron tres años de estrangulamiento económico, atentados y conspiraciones, mientras la UP trabajaba en el fortalecimiento de la consciencia de clase y a la unidad de los trabajadores, y en consolidar una coexistencia con los sectores de clase media dentro de la oposición. La fuerza real del gobierno estaba en el apoyo de los trabajadores donde la correlación de fuerzas a su favor en elecciones sindicales, cerca del 70% de los votos, era muy superior a las del proceso electoral.
Allende lo subraya en su última alocución: “Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que solo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra de que aceptaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las fuerzas armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios”.
Allende entendía al socialismo como una forma perfeccionada de la democracia, que no significaba ruptura de la democracia y del Estado de derecho, sino su plena realización al no renunciar a su carácter revolucionario, poniéndola al servicio de las masas y de la lucha de clases. La revolución latinoamericana deberá ser, además de antiimperialista y antifeudal, democrática, a fin de que la sientan, compartan y comprendan las masas ciudadanas. Deberá ser profundamente humana, señalaba.
El 11 de septiembre de 1973, día del sangriento golpe militar encabezado por el después dictador general Augusto Pinochet, la decisión de Salvador Allende de mantenerse combatiendo en el palacio de La Moneda, demuestra la fuerza de sus principios y convicciones y mantienen vivo su aporte al pensamiento socialista, antiimperialista y anticapitalista.
Otras experiencias
En Uruguay, el Frente Amplio es una fuerza progresista, democrática, popular, antioligárquica y antiimperialista, fundado en febrero de 1971, también con la línea de intentar el acceso al poder también por la vía pacífica.
Fue fruto de la coalición de varios partidos políticos (Socialista, Comunista, Demócrata Cristiano, disidentes de los tradicionales partidos Nacional y Colorado), el Movimiento 26 de Marzo (afín al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros) y la convocatoria de ciudadanos independientes (como los generales Liber Seregni y Víctor Licandro) para la creación de un movimiento político.
Su fundación sintetizó un proceso de unidad que se jalona con el Congreso del Pueblo, la unidad sindical con la conformación de una central única de trabajadores. En las elecciones de 1971 presentó la fórmula Seregni-Juan José Crottogini (ex rector universitario). Logró el 18,3 % de los votos y obtuvo el tercer lugar en unas elecciones fraudulentas. Esa primera experiencia unitaria terminó de golpe.
Tras el golpe de Estado de junio de 1973, el FA fue proscrito y fuertemente reprimido junto con las fuerzas que lo conformaban. Muchos militantes fueron presos y torturados por más de una década, y algunos fueron asesinados. Reorganizado, triunfó en tres elecciones consecutivas (hasta este año), pero lo de la lucha por el socialismo quedó en el camino.
La Revolución Bolivariana es un segundo laboratorio latinoamericano de la vía pacífica al socialismo, después de la (frustrada) experiencia de Salvador Allende en Chile. Seguramente, el modelo venezolano será tomado en cuenta en cualquier intento de (re) construcción socialista, como el allendista, fue tomado como bandera por la socialdemocracia europea cuatro décadas atrás.. hasta que se olvidó del socialismo.
Algunos analistas señalan que la Revolución Bolivariana -pacífica, democrática, a diferencia de las vías armadas e invasoras de la imposición neoliberal- atravesó desde la muerte del expresidente Hugo Chávez la crisis del cierre del ciclo reformista: si bien se conquistó el gobierno, las leyes, las relaciones sociales, económicas y políticas, la cultura, siguen siendo burguesas, y para transformarlas se necesitaba de un segundo esfuerzo.
Una revolución que si bien llegó al gobierno por la vía democrática, pudo acceder al poder también con el apoyo del ingrediente militar. Y cuando Chávez habló del carácter socialista de su gobierno, en un país que es el mayor reservorio de hidrocarburos del mundo, riquezas que EEUU quiere apoderarse, se aceleró la desestabilización, el bloqueo, los intentos de magnicidio, golpes e invasiones frustradas, amenazas permanentes, la asfixia económica, el robo de sus recursos.
***
A 50 años del triunfo de la Unidad Popular, lamentablemente pocos en Chile saben quién fue Allende y cuál fue su lucha. Son pocos los que lo reivindican: la aplanadora de la dictadura y la pósdictadura recién ahora, con los jóvenes en las calles, pareciera que se va frenando. Cambió la cultura, cambió el sujeto social. Casi todos olvidaron la lucha por el socialismo.
CLAE
Tomado de: http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
En: Twtter@victorianoysocialista
En:Google;libertadbermeja..victorianoysocialista@gmail.com
En: Facebook; //Adolfo León Libertad
No hay comentarios:
Publicar un comentario