Estados Unidos contra Venezuela: las raíces históricas del conflicto. Isla de Aves (I)
Esta es la primera entrega de un seriado de investigación que se propone indagar las raíces históricas del conflicto que marca nuestra actualidad como nación venezolana: el asedio del Imperio estadounidense.
“Parece que son las cimas de hileras de cordilleras que estuvieron en pasadas épocas, paralelas a las cordilleras costaneras de Venezuela, las cuales fueron sumergidas por un cataclismo geológico”.
Arístides Rojas
“Gracias al salitre y al guano, que yacían en las costas del Pacífico casi al alcance de los barcos que venían a buscarlos, el fantasma del hambre se alejó de Europa”.
Eduardo Galeano
“La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado”.
Marc Bloch
Esta es la primera entrega de un seriado de investigación que se propone indagar las raíces históricas del conflicto que marca nuestra actualidad como nación venezolana: el asedio del Imperio estadounidense.
Se enmarca en una perspectiva amplia que busca construir un hilo histórico de interpretación y reflexión sobre un largo trayecto a veces enmudecido, con varios puntos ciegos, donde el olvido amenaza romper la conexión con un pasado marcado por disputas, presiones y controversias que condicionan nuestra actualidad nacional. Aunque en principio se busca replantear algunos episodios históricos determinantes, este seriado también se ha colocado el reto de buscar, hasta donde sea posible, el rol que ha jugado Venezuela en la configuración imperial de Estados Unidos y, al mismo tiempo, la forma en que este poder ha impactado en la evolución de áreas determinantes de la sociedad venezolana. Viajaremos al pasado buscando esos puntos de intersección. Es un intento, de los muchos que hay, de recuperar la función social del pasado. Son diversas las fuentes de inspiración que alimentan el marco de análisis de este seriado. Las lecturas de autores como Eric Hobsbawm, Fernand Braudel, Edward W. Said, Jason Huizinga, Federico Brito Figueroa, José Salcedo Bastardo y muchos otros que no incluiré por razones de espacio, han contribuido a darle forma al seriado que marca su inicio con esta primera entrega.
La Venezuela de aquellos días
El fallecimiento del Libertador Simón Bolívar sitúa a Venezuela en un panorama de crecientes dificultades a partir de 1830. La naciente República de Venezuela, resultado de la separación definitiva del proyecto grancolombiano, empieza su recorrido institucional con una suma importante de problemas y desventajas acumuladas durante la guerra de independencia.
El nuevo proyecto republicano dominado por el general José Antonio Páez en primera línea debe hacer frente a la deuda externa generada por la guerra, atender una economía en franco deterioro, recomponer las arcas fiscales y gestionar una nueva delimitación de fronteras (terrestres y marítimas).
Un Congreso Constituyente presidido por el doctor Miguel Peña le da una nueva Constitución al país con un importante influjo norteamericano en 1830. José Antonio Páez es electo, un año después, como Presidente de la República por el Congreso, lo que formalizó una posición de mando único que ya venía dándose desde 1826 con el movimiento La Cosiata.
La muerte del Libertador, demasiado reciente, ejerce su eco sobre el país y establece las coordenadas del mapa político y de poder que determinarán buena parte del siglo XIX. Desde 1830 hasta la Guerra Federal, Venezuela se debatirá entre enfrentamientos, conspiraciones y conjuras protagonizadas por los generales más valiosos del ejército libertador.
Por un lado estarán José Antonio Páez y Carlos Soublette, y por otro, los orientales José Tadeo Monagas, su hermano José Gregorio y Santiago Mariño. Todos tenían una idea distinta de cómo debían ser traducidas las ideas y planes de Bolívar.
El historiador venezolano Rafael Arráiz Lucca, en su obra Venezuela: 1830 a nuestros días, ilustra en líneas generales los acontecimientos de aquella época.
En 1831 José Tadeo Monagas se alza en Aragua de Barcelona contra Páez en un intento por proclamar un Estado oriental independiente, que llevaría el nombre de República de Colombia, la mayor de sus obsesiones. Páez delega a Mariño para que dialogue con Monagas, pero este termina afiliado a su causa e incluso lo desplaza en una de las piruetas más controvertidas del temprano siglo XIX.
En adelante, los gobiernos del general Páez y del general Soublette enfrentarán insurrecciones permanentes que mantienen vivo el ciclo de inestabilidad. En 1846, Páez y José Tadeo Monagas combaten juntos a pedido de Soublette para aplacar la insurrección de Francisco Rangel y Ezequiel Zamora, agitada por Antonio Leocadio Guzmán, quien ya le había dado nacimiento al Partido Liberal.
El objetivo se logra. Zamora es apresado y Guzmán inhabilitado políticamente. Al año siguiente, Páez apoya la candidatura de José Tadeo Monagas a la Presidencia de la República, en un intento por soltar el poder pero sin sacrificar su influencia. Monagas obtiene la victoria y al poco tiempo comienza a socavar la posición de Páez. No sólo comienza a nombrar funcionarios de alto nivel por cuenta propia, sino que, meses después, le comunica al llanero que ha sido removido de la jefatura del Ejército Nacional. Quería gobernar solo.
En un acto de desafío evidente, Monagas también conmuta las penas a Zamora y Leocadio Guzmán, enemigos declarados del general. La paciencia se agota y luego del famoso asalto al Congreso en 1848, Páez se alza en armas contra Monagas desde los llanos de Calabozo. El Presidente comisiona a Santiago Mariño para enfrentar al llanero y éste resulta derrotado en la ampliamente conocida Batalla de Los Araguatos, en Apure.
Páez logra escapar y al año siguiente intenta una invasión por las costas de Coro, desde Curazao, acompañado por 600 hombres, pero también fracasa. Esta vez es capturado en Cojedes y luego trasladado a Caracas para ser finalmente desterrado al tiempo. Ezequiel Zamora sería su carcelero agregándole una humillación adicional a su derrota en el campo de batalla. De ahí en adelante, el poder de José Tadeo Monagas y de su hermano, José Gregorio, será absoluto.
Es también el fin del general bañado de gloria en Las Queseras del Medio, “la primera lanza del mundo” como lo llamara Simón Bolívar. Inicia una nueva etapa política que determinará lo que queda de siglo XIX.
Primeros choques y su significado
Es 1823. El presidente de Estados Unidos, James Monroe, en un discurso sobre el Estado de la Unión frente al Congreso, inaugura lo que se conocería después como la Doctrina Monroe con la famosa frase “América para los americanos”, que acompañaba un conjunto de señalamientos contra las potencias coloniales europeas de la época.
La pérdida del imperio español de sus posesiones coloniales en la guerra de independencia, y los amagues de intervención directa de la Santa Alianza, impulsaron a Estados Unidos, un incipiente poder regional, a fijar como su esfera de influencia exclusiva al continente latinoamericano.
Para 1824, Estados Unidos ya cuenta con un consulado en Maracaibo, cuando todavía Venezuela formaba parte de la Gran Colombia. Pocos años después de la separación, en 1835, el Encargado de Negocios John G.S. Williamson presenta sus cartas credenciales ante el gobierno de Páez e inician oficialmente las relaciones diplomáticas con la República de Venezuela recién conformada.
El tono inicial de trato amistoso y reconocimiento no se sostendría en el tiempo.
A las tensiones internas de una República que busca consolidarse entre diversas tensiones de facciones y grupos de poder, se sumaba el acoso “legal” de Estados Unidos en forma de reclamos y reparaciones.
Durante la última etapa de la guerra de independencia, ya constituida la Gran Colombia, y por diversas razones militares y comerciales (sobre todo contrabando), varios bergantines y goletas que involucraban directa o indirectamente a ciudadanos estadounidenses habían sido confiscados. A partir de 1840, el Encargado de Negocios del momento, Allen A. Hall, inició un ciclo de insistentes reclamos para que la naciente República pagara indemnizaciones.
El investigador Edgar Gerardo Moros Contreras, en su tesis doctoral titulada El ejercicio de la soberanía venezolana en aguas del Mar de las Antillas durante el siglo XIX y principios del siglo XX, nos brinda un panorama valioso y fundamentado en fuentes primarias. Es un documento útil que nos permitirá reconstruir el episodio.
Allen A. Hall reclamaba insistentemente que la República de Venezuela debía indemnizar a varios ciudadanos estadounidenses que perdieron su carga al momento de ser capturado el bergantín Morris, a manos de un corsario colombiano, en 1825. Es el caso que generó mayor nivel de disputa.
Las presiones aumentaron en 1843, con un Hall alterado y fustigando el abordaje del caso por parte de las autoridades nacionales. En respuesta, el secretario de relaciones exteriores de Venezuela, Francisco Aranda, un indispensable de Simón Bolívar en la Convención de Ocaña, argumentó que la indemnización no tenía lugar pues el tratado de navegación entre la Gran Colombia y Estados Unidos entró en vigor luego de la captura de la embarcación.
“(…) á la luz de los hechos y de las doctrinas y del Derecho Público bien claro aparece: 1° que el apresamiento del bergantín Morris ocurrió antes del cange de las ratificaciones y de la promulgación del tratado celebrado con los Estados (Unidos), y que por consiguiente no puede decirse que se executó con violación de este tratado; 2° que las sentencias pronunciadas por los tribunales fueron legalmente sin que adolezcan de vicio alguno jurídico; y 3° que ellas han constituido una executoria inalterable que sella todo reclamo entre las partes litigantes”. (CMNV, Rollo 3, Volumen 2, Marzo 18, 1841 — Agosto 23, 1845).
La respuesta de Aranda tiene un significado histórico especial: allí están impresos los principios de la política exterior venezolana, fundamentados en el respeto al derecho internacional, la negociación institucional y a sus leyes internas, según resume el investigador Moros Contreras de la Universidad de Granada (España). Principios de política exterior que, vale destacar, se han puesto a prueba 150 años después en medio de un acoso renovado por parte de Estados Unidos.
Aranda estaba dispuesto a resolver el impasse pero exigía a Estados Unidos el respeto a las instituciones venezolanas. En 1844 se llegó a un acuerdo para cancelar el monto parcial de la reclamación, pero diversas circunstancias retrasaron la ejecución. Hall, más alterado que el año anterior, recomendó al Departamento de Estado bloquear el puerto de La Guaira, con el objetivo de forzar el pago.
El Departamento de Estado respondió positivamente, pero estaba a la espera de la autorización del Congreso. Poco tiempo después la República pagó lo acordado en una situación marcada por la coacción militar. Y es que, según dejan ver los documentos de la época reseñados por Moros Contreras, no se trataba de la cancelación de una deuda, sino de someter las institucionales venezolanas.
El conflicto legal por el bergantín Morris fue el vientre, por un lado, de los principios de política exterior venezolana que regirán hasta la actualidad, y por otro, de la diplomacia de las cañoneras a la gringa que alcanzó su forma definitiva con la política del gran garrote de Theodore Roosevelt en 1901.
Venezuela definió su visión del derecho internacional en un contexto de agresión y acoso.
La naciente República sufrió (por la vía del acoso “jurídico”) la primera onda expansiva del poder estadounidense a mediados del siglo XIX, que tuvo su consagración más evidente en la guerra de anexión contra México en 1844 y en el despliegue por el Pacífico hacia China.
Empeoran las relaciones
A partir del litigio del bergantín Morris las relaciones bilaterales empeorarían a un paso acelerado. Estados Unidos consideraba que la amenaza del uso de la fuerza lo había dotado de una posición de ventaja imbatible.
Durante esta década, lloverá otra cascada de reclamaciones y litigios a raíz de embarcaciones ligadas a ciudadanos estadounidenses, unas todavía correspondientes a la época de la Gran Colombia, y otras más actuales. Era el momento de cobrar completo.
Moros Contreras reseña ampliamente los acontecimientos.
Para la época las tensiones internas en Venezuela recrudecen. El gobierno conservador de la dupla Páez-Soublette pelea por sostenerse frente a los levantamientos internos. La situación en casa priva por todo lo demás, y es desatendido el camino iniciado en 1830: consolidar una estructura de poder que facilitara el crecimiento del comercio y la recaudación fiscal, acorde a los principios liberales proclamados por Páez. Y ello implicaba ejercer autoridad en la política aduanera.
Estados Unidos conocía de primera mano los problemas acumulados (a nivel económico sobre todo) que debía enfrentar la República. Y quizás, partiendo de ahí, apostaron por una inundación de litigios muchas veces absurdos para entorpecer los intentos de consolidación del nuevo Estado.
Aunque el historiador venezolano José Luis Salcedo Bastardo calificará, en su Historia fundamental de Venezuela, el periodo de 1830 en adelante como una “contrarrevolución”, donde emergió un gobierno representativo de intereses comerciales y latifundistas contra el ideal bolivariano, ciertamente la agudización de esas contradicciones tuvo un importante influjo extranjero.
En paralelo a crear un clima de estabilidad interna (con base a sostener un status quo tremendamente desigual), la República debía proteger y hacer valer sus derechos en el extenso espacio marítimo legado por la Capitanía General. Se requería de mano dura en las aguas territoriales.
De ahí nacería un nuevo episodio de enfrentamientos por la incursión de embarcaciones estadounidenses de pesca, comercio y contrabando en las costas de Venezuela. El gobierno exigía respeto a su soberanía marítima mientras que los estadounidenses se resistían al pago de licencias y algunos impuestos por sus actividades.
Destaca el caso del buque ballenero Nassau, que utilizaba constantemente el puerto de Cumaná pero evadiendo el pago por los derechos de uso. La controversia escaló rápidamente, por lo que el gobierno se vio obligado a reforzar el ordenamiento jurídico sobre la política aduanera.
Estados Unidos consideraba que, si ya había sometido a la República con el conflicto por el bergantín Morris, tenía un mayor margen de maniobra para desconocer las autoridades venezolanas en el largo plazo en vista de su inestabilidad interna.
Las reclamaciones y litigios de Estados Unidos en la época de la trama paecista articularon los principios de su política exterior para el continente latinoamericano, fundamentados en la presión económica y diplomática y el desconocimiento de la soberanía de los nuevos Estados cuando se trataba de “preservar” los intereses nacionales norteamericanos.
Moros Contreras afirma que el comportamiento de Estados Unidos fue abusivo, y trató de ganar influencia comercial y política aprovechando la situación de debilidad de la República. Sin embargo, Venezuela se defendería. En tal sentido, el investigador indica:
“Las amenazas de acciones armadas norteamericanas comenzaban a ejercer ya una influencia significativa en los momentos álgidos de las negociaciones con Venezuela, pero el éxito de las coacciones militares y del creciente poder económico de los Estados Unidos sería mitigado por la férrea voluntad que en muy diversas ocasiones demostraron las autoridades gubernamentales venezolanas, decididas entonces a defender los intereses nacionales frente a los desmedidos propósitos económicos y comerciales de los estadounidenses”.
Venezuela, en tal sentido, fue un campo de prueba.
Nuevo gobierno, mismas presiones
Los acontecimientos de 1848 en el Congreso y el alzamiento de Páez contra Monagas generan todo tipo de reacciones en la legación estadounidense. El Encargado de Negocios de aquel entonces, Benjamin G. Shields, le comunica al secretario de Estado la necesidad de enviar una flota naval y un contingente de hombres armados para proteger a los ciudadanos estadounidenses de la convulsión interna.
Las críticas a Monagas son contundentes desde el primer momento. Entre finales de 1848 y 1849, la segunda insurrección de Páez alcanza a bloquear el puerto de Maracaibo como preludio de su invasión desde Curazao. Mientras Monagas orienta la campaña militar para restituir el orden en la provincia occidental, sus funcionarios de alto nivel denuncian la navegación de buques enemigos bajo bandera estadounidense.
La legación estadounidense niega que se esté apoyando a los insurrectos. En medio de la ofensiva militar de Monagas, un bergantín estadounidense de nombre Mount Vernon sufre daños importantes.
Según los estadounidenses, el bergantín se encontraba realizando actividades portuarias.
Acto seguido, exigen una indemnización.
El caso se sumó a un compendio de reclamaciones que abarcaba desde 1835 a 1850, incluyendo un conjunto de pagos que no se habían ejecutado desde el acuerdo fijado con Francisco Aranda. Estados Unidos redobló la apuesta para cobrar completo y amenazó con la ruptura de las relaciones bilaterales. Se ponía sobre la mesa una nueva amenaza de uso de la fuerza.
Resalta el investigador de la Universidad de Granada que, en 1850, el buque de guerra estadounidense US Germantown, a cargo del Comandante Charles Lowndes, se estaciona frente al puerto de La Guaira para forzar el pago acumulado, objetivo revestido en la defensa de los intereses comerciales de Estados Unidos ante las reformas económicas impulsadas por Monagas para otorgar periodos de gracia a los hacendados agobiados por las deudas de las casas comerciales extranjeras.
El buque de guerra también tenía otros intereses: presionar la extradición de dos marineros estadounidenses, capturados en Higuerote, vinculados a un crimen de asesinato a bordo de una goleta gringa. El gobierno de Monagas resistió el acoso y luego de cumplir todos los requisitos legales procedió a extraditar a los marineros, con base a las regulaciones internas y en respeto al tratado de amistad con Estados Unidos firmado en 1836.
En 1852 se cerraría, parcialmente, este nuevo episodio de acoso con un nuevo acuerdo para el pago de las indemnizaciones, bajo el gobierno de José Gregorio Monagas. La armada británica, francesa y de otras potencias también amenazaban con un bloqueo naval debido a las reformas de Monagas que afectaban sus intereses comerciales, forzando a la República al pago de nuevas “obligaciones”.
Un nuevo proyecto republicano en Venezuela nacía asediado, expoliado por litigios y reclamaciones de deuda abusivas y maniobras de poder para someter el ejercicio de su soberanía.
Una pequeña porción de tierra alta en riqueza
La Isla de Aves, ubicada en el Mar Caribe, es el punto más septentrional al norte de Venezuela. Está ubicada a más de 600 km de distancia desde el puerto de La Guaira y limita con islas de sotavento y de Guadalupe. Tiene una longitud de 375 metros y una anchura de 50 metros.
Desde bien temprano en la etapa de conquista, la Isla de Aves estuvo bajo el dominio de la Corona de Castilla por medio de una bula papal emitida en 1493. Luego de la separación de la Gran Colombia, la República de Venezuela tuvo que redefinir sus fronteras marítimas y terrestres en paralelo al reordenamiento continental que produjo la guerra de independencia y los conflictos posteriores. Sin embargo, Aves formaba parte de la organización territorial española bajo la cual se organizó el proyecto republicano de 1830.
En esta isla, como también en el archipiélago Los Monjes, se hallaban importantes depósitos de guano, el “oro blanco” del siglo XIX. El aluvión de excremento de aves marinas crea capas concentradas de nitrógeno, fósforo y potasio que convierten al guano en un fertilizante sumamente valioso para la agricultura de escala.
Así como el oro y el petróleo en su momento, el guano también tendría su propia “fiebre”: en el desarrollo del siglo XIX fue protagonista de una intensa carrera imperial por su apropiación y control. El guano se convertiría en una materia prima vital, y ampliamente disputada, por su valioso uso en la producción de alimentos en las metrópolis industriales emergentes del mundo occidental.
El imperio británico ya había avanzado en el control de la extracción guanera en el Pacífico, sobre todo en las Islas Chinchas del Perú. La conquista del guano, a juicio del historiador Eric Hobsbawm en su obra Industria e Imperio, le dio a los británicos la edad de oro de su agricultura. La expansión de la Revolución Industrial en los países del Atlántico norte le dio forma a un proletariado urbano, que acompañaba el crecimiento vertiginoso de las ciudades, lo que requería una producción sostenida de alimentos.
El guano brindó esa oportunidad y las potencias se lo jugarían todo para obtenerlo y controlar sus rutas de suministro. El excremento de las aves marinas era un símil del petróleo en nuestra era moderna.
Empieza el conflicto
En 1854, dos empresas estadounidenses, John B. Lang & William Delano y Philo S. Shelton, Sampson & Tappan, comienzan las expediciones para estudiar el guano de la Isla de Aves y comenzar a extraerlo. Al poco tiempo, se dividen la isla, comienzan la explotación e izan la bandera estadounidense.
Estados Unidos entraría oficialmente en la carrera por el control del guano contra el imperio británico ocupando ilegalmente territorio venezolano.
El ataque a la soberanía territorial de Venezuela produjo varios incidentes entre los estadounidenses y la Armada venezolana, que terminaron en el desalojo de los primeros. Los propietarios de las compañías inician un litigio en los tribunales estadounidenses, exigiendo el retorno de la explotación o una indemnización.
Es la última etapa del gobierno de José Gregorio Monagas. Entendiendo la oportunidad económica que podría significar el guano para una economía en problemas como la venezolana, José Gregorio otorga una concesión a una compañía estadounidense, John D. F. Wallace, quien a cambio de explotar el guano entregaría al gobierno venezolano letras de deuda. A los meses, José Tadeo Monagas vuelve a la presidencia tras ganar las elecciones y suspende el trato realizado por el hermano, acusando la falta de pago por parte de la compañía.
La legación estadounidense rechazó la medida y colocó en riesgo, nuevamente, las relaciones bilaterales. Se iniciaría otro conflicto legal. A las presiones de Estados Unidos se sumaba, ahora, el reclamo de los Países Bajos sobre la supuesta titularidad de la Isla de Aves.
En 1855 se alcanza un acuerdo con la compañía John D. F. Wallace que le otorga los derechos de explotación a cambio de un pago de impuestos por tonelada extraída, además el gobierno venezolano conservaría el resguardo militar de la isla, controlaría una parte del guano para la exportación y establecía que las disputas futuras se resolverían en la Corte Suprema de Justicia de Venezuela.
Aunque el acuerdo aplacó la disputa momentáneamente, la misma emergió con fuerza al poco tiempo. El ministro residente de Estados Unidos en Venezuela, Charles Eames, exigió al gobierno venezolano pagar una indemnización a los ocupantes desalojados en los incidentes de 1854, mientras cuestionaba la soberanía territorial de Venezuela sobre la isla.
El secretario de Relaciones Exteriores de la época, Jacinto Gutiérrez, tomó el reclamo como una muestra de arrogancia y, sobre todo, como un desconocimiento de los derechos de Venezuela sobre la isla y sus riquezas. Gutiérrez respondió directamente al Secretario de Estado con todo el peso de la razón y del derecho internacional, continuando el camino de Aranda: no procedía la indemnización a las compañías estadounidenses desalojadas porque, sencillamente, Isla de Aves es parte de la nación venezolana, la cual defendió de una ocupación ilegal.
Estados Unidos insistió en su reclamo, actuó con arrogancia y en tono amenazante y extendió la disputa hasta 1859, cuando se finiquita un acuerdo que calma la disputa y que implicó el pago de algunas indemnizaciones.
La insistencia de los estadounidenses partía de que John D. F. Wallace, antes de la ruptura del contrato firmado por José Gregorio Monagas, había transferido la concesión a una compañía guanera de Filadelfia. Este reclamo su sumaba al de las dos compañías desalojadas años antes.
El motivo no era únicamente pecuniario. Estados Unidos buscaba desconocer los derechos de Venezuela sobre Isla de Aves, y ello quedó establecido cuando las compañías interpretaron que el estado de “abandono” (la no presencia de habitantes) de la isla significaba que podían reclamarla como parte de la soberanía estadounidense, en una clara pretensión colonialista.
La disputa se alargaría durante cinco años. Luego Países Bajos, que reclamaba la titularidad sobre Aves con base a un diccionario geográfico publicado en Madrid en 1786, extendería la disputa varios años más, hasta que la Reina Isabel II de España, actuando como árbitro del conflicto a pedido de Países Bajos, reconoció la soberanía venezolana.
En 1858 Julián Castro derroca la dinastía de los Monagas, y al año siguiente, inicia el conflicto más sangriento después de la guerra de independencia: la guerra federal.
Las presiones continuadas de Estados Unidos representaron un ingrediente esencial para la inestabilidad permanente del proyecto republicano, quien tuvo que usar recursos escasos para pagar indemnizaciones y concentrarse en conducir fuertes presiones que no le dieron oportunidad de hacer el camino, con cierta paz y normalidad, hacia su consolidación interna.
Impactos que cruzan el tiempo histórico
El guano de la Isla de Aves, apetecido por todas las potencias dominantes de la época, significó para Estados Unidos un elemento clave en su carrera por el crecimiento económico e industrial frente a un imperio británico que se veía imbatible.
Una investigadora de la Universidad de Columbia destaca que para la década de 1860, y en adelante, “las importaciones de guano de Estados Unidos alcanzaron un máximo de 175 mil 849 toneladas”.
El agotamiento de los suelos del sur esclavista estadounidense y la explosión industrial en el norte requería, con urgencia, un aumento de su producción agrícola. Con el guano venezolano alcanzarían ese objetivo, acelerando su tránsito de convertirse en una potencia capitalista, cristalizada ya de forma definitiva con el triunfo de la burguesía industrial en la guerra de secesión pocos años después.
Tanto el conflicto por la soberanía de la isla como la importancia estratégica del guano representan un presagio que marcará, a largo plazo, la historia cruzada de Estados Unidos y Venezuela: la combinación de maniobras de poder, desconocimiento de la soberanía y la ambición de extraer recursos naturales en condiciones de ventaja tendrá su siguiente capítulo empezando el siglo XX.
Si el guano venezolano, en un principio, le dio a Estados Unidos un empuje clave en su ascenso capitalista, décadas después el petróleo de estas tierras sería un nuevo impulso para derribar al imperio británico en la escena internacional.
La explotación (y saqueo) de las riquezas venezolanas, históricamente, han contribuido de forma estratégica a la construcción del Imperio estadounidense.
Aguas abajo, este proceso haría del antidesarrollo y la dependencia económica la forma de organización social y política de Venezuela. Configuraría al Estado venezolano como un proveedor seguro de materias primas, lastrando el desarrollo nacional del país hasta la actualidad.
La explotación (y saqueo) de las riquezas venezolanas, históricamente, han contribuido de forma estratégica a la construcción del Imperio estadounidense.
Aguas abajo, este proceso haría del antidesarrollo y la dependencia económica la forma de organización social y política de Venezuela. Configuraría al Estado venezolano como un proveedor seguro de materias primas, lastrando el desarrollo nacional del país hasta la actualidad.
El conflicto por Aves tuvo otras implicaciones históricas. Reseña la investigadora Luz Valera Manrique en un trabajo de investigación sobre el tema que, durante la disputa diplomática con Estados Unidos, los abogados de la compañía Philo S. Shelton presionaron para que el presidente de aquel entonces, Franklin Pierce, desplegara la Armada con el objetivo de arrebatarle el control de Aves a Venezuela. El lobby impulsado por los abogados también presionaba para adelantar una ley que oficializara la anexión de la isla.
Aunque termina pagando algunas indemnizaciones, la República de Venezuela ganaría el litigio conservando la soberanía de Aves, imponiendo condiciones para la explotación del guano.
Pero en términos jurídicos, el conflicto remodeló la política exterior estadounidense de la época. En 1856, Estados Unidos emite la The Guano Islands Act, una ley que facultaba la anexión de islas guaneras a la soberanía estadounidense que se encontrarán “deshabitadas”. El intento de anexar Aves fracasaría, aun con la ley entrada en vigencia, pero abriría un nuevo proceso.
Para el historiador estadounidense Daniel Immerwahr, autor de la obra Cómo ocultar un imperio: una historia del Gran Estados Unidos, advierte que ese instrumento viabilizó la primera expedición imperialista de Estados Unidos, una fase que continuaba la expansión al oeste de los colonos blancos.
Daniel Immerwahr sostiene que Estados Unidos se apoderó de más de 100 islas guaneras en el Caribe y en el Pacífico, en una competencia abierta por el control del recurso con los británicos y holandeses.
The Guano Islands Act convertirían al Mar Caribe en la zona cero de las tempranas ambiciones imperialistas de Estados Unidos. A su vez, indicaba el camino que terminaría en la ocupación colonial de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam luego de batirse en armas con el imperio español en 1898.
Las líneas generales de la expansión estadounidense en ultramar fijadas en la carrera por el guano se enmarcarían en una estructuración más amplia. Como decía el intelectual Edward W. Said, los imperios tienden a imitarse. Así, las primeras olas de expansión imperial de Estados Unidos tomarán el legado de dominio marítimo y comercial de los británicos, buscando una presencia fuerte y sostenida tanto en el Pacífico como en el Caribe.
Luego de finalizada la primera guerra del opio (1839–1842), Estados Unidos vio la oportunidad de negociar un tratado comercial con China para obtener una línea de suministro independiente para acceder a los demandados productos del gigante asiático. Efectivamente lo logra, en 1844, con el Tratado de Wangxia.
El famoso comodoro Matthew Calbraith Perry, líder de la Armada estadounidense y combatiente en la guerra de anexión contra México, fue uno de los dirigentes de una expedición que le abría definitivamente las puertas del Pacífico.
El comodoro Perry, en su Narrativa de la expedición de un escuadrón estadounidense a los mares de China y Japón, construiría una base filosófica que luego usaría en 1890 Alfred Mahan, en su obra La influencia del poder marítimo en la historia, 1660–1783, donde delinea la doctrina de expansión naval de Estados Unidos, tomada por Theodore Roosevelt como imperativo estratégico del naciente Imperio.
El comodoro Perry, en su Narrativa de la expedición de un escuadrón estadounidense a los mares de China y Japón, construiría una base filosófica que luego usaría en 1890 Alfred Mahan, en su obra La influencia del poder marítimo en la historia, 1660–1783, donde delinea la doctrina de expansión naval de Estados Unidos, tomada por Theodore Roosevelt como imperativo estratégico del naciente Imperio.
En este trayecto histórico, el conflicto por la Isla de Aves jugó un papel fundamental al dotar a Estados Unidos de un instrumento jurídico que lo legitimaba (autorreferencialmente, como siempre) a buscar en ultramar su propia formación imperial. Aves no solo inspiró el expansionismo gringo, sino que relata una línea de desarrollo en paralelo a la del comodoro Perry en el Pacífico.
Las disputas diplomáticas, el acoso vía litigios y las agobiantes reclamaciones que tuvieron su punto clímax en Aves, convirtieron a Venezuela en un país estratégico para los intereses geoestratégicos de Estados Unidos en el largo plazo.
Esa tensión continuará y se expresará más adelante de diversas formas.
Esa tensión continuará y se expresará más adelante de diversas formas.
Pero el modo de representar al país como asentamiento minero perdurará y cruzará el siglo.
Bibliografía consultada
Arcaya, Pedro M. (1964). Historia de las reclamaciones contra Venezuela. Caracas: Ed. Pensamiento vivo.
Arráiz Lucca, Rafael. (2007) Venezuela: 1830 a nuestros días. Venezuela: Colección Trópicos.
Boersner, Demetrio. (1978). Venezuela y el Caribe: presencia cambiante. Caracas: Monte Ávila Editores.
Hobsbawm, Eric. (1988). Industria e imperio: Una historia económica de Gran Bretaña desde 1750. Barcelona: Editorial Ariel.
Immerwahr, Daniel. (2020). How to Hide an Empire: A History of the Greater United States. United States: Picador.
Moros C., Edgar G. (2015). El ejercicio de la soberanía venezolana en aguas del Mar de las Antillas durante el siglo XIX y principios del siglo XX. Granada, España: Universidad de Granada. Tesis Doctoral.
Orozco, José L. (1985). Henry Adams y la tragedia del poder norteamericano. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Said, Edward. (1996). Cultura e imperialismo. Barcelona: Editorial Anagrama.
Salcedo B., José L. (1972). Historia fundamental de Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca.
Varela M., Luz C. (2004). Isla de Aves y el Laudo español de 1865. Entre el derecho y la fuerza. Mérida, Venezuela: Revista Procesos Históricos, vol. III, núm. 6. Universidad de Los Andes.
Tomado de: https://medium.com/@misionverdad2012
En: Twtter@victorianoysocialista
En: Facebook; //Adolfo León Libertad
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