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Violencia, clases
y personas en el capitalismo crepuscular
El concepto de persona es la clave ideológica, institucional y jurídica del mundo burgués.
Transcribimos aquí la intervención del filósofo
Roberto Fineschi en la emisión en directo efectuada el domingo 3 de mayo de
2020 y organizada por la Rete dei Comunisti. Fineschi, ganador del premio
Rjazanov, ha publicado una nueva versión del libro primero de El
Capital en italiano a partir de la MEGA2, la nueva edición
histórico-critica de las obras de Marx y Engels.
Espero conseguir explicarme, cosa que, generalmente, a los filósofos no
se les da bien.
Mi discurso es un poco más
teórico [que el emitido antes
por otro interviniente, N. d T.], en el sentido de que mi esfuerzo se
centra en pensar las dinámicas generales de clase y en cómo se configuran los
sujetos que actúan histórica, políticamente, en esta fase que llamo “capitalismo crepuscular” y cómo el nodo de la
violencia nace intrínsecamente en el seno de esas dinámicas.
Es decir, cómo la violencia y su exacerbación son una consecuencia
necesaria del desarrollo de una estructuración social compleja.
Digamos, para explicar sintéticamente la idea, que uno de los puntos
centrales es la “crisis” del concepto de
persona.
El concepto de persona es la
clave ideológica, institucional y jurídica del mundo burgués.
Y durante mucho tiempo su reivindicación ha sido una lucha progresista.
Si pensamos en el período de revoluciones y conflictos de la clase
burguesa contra las fuerzas del Antiguo Régimen, es precisamente la afirmación
de la universalidad de la persona, del hombre como principio, lo que en esa
fase histórica tiene un carácter absolutamente positivo.
En este sentido surge ya un punto clave: la historicidad de estas
categorías.
Esta historicidad implica que una categoría como la de persona tiene una
función históricamente progresista en un determinado momento del desarrollo de
las relaciones de fuerza y puede tener una función negativa o diferente en
otras fases.
Porque en la teoría de Marx, que sirve de horizonte de referencia en
estas consideraciones a amplios frentes de fuerzas progresistas, un concepto
clave es el de la de la historicidad de los sujetos y de los modos de
producción.
Equivale a decir que, según
Marx, el “hombre” en general no existe, la “persona” en abstracto no existe como un hecho
natural, sino que ella misma es resultado de procesos históricos, cambios del
modo de producción, lo que implica precisamente que este concepto de “hombre” en general se produce históricamente.
Y este es un punto realmente clave porque toda la ideología burguesa se
basa en el naturalismo de la persona.
Es decir, en la creencia de que hombre y persona son la misma cosa.
Esta es la gran función histórica de la filosofía de Locke, por ejemplo,
que teoriza como derechos naturales la igualdad, la libertad y, por supuesto,
la propiedad.
Porque todo va en el mismo paquete.
Si pensamos en términos de persona al hombre como tal y, por tanto,
reducimos nuestras reivindicaciones políticas a las de la “condición de persona”, esto nos vincula a un contexto
de sentido burgués que no somos capaces de romper porque (y aquí el discurso se complica otra vez) porque en las
condiciones actuales, por ejemplo, la reivindicación de los derechos de las
personas se ha convertido de nuevo en un elemento progresista porque a muchos
seres humanos les es negada la condición de persona y, por tanto, reivindicar
para ellos el derecho a ser persona es claramente positivo.
Pero el problema no es tanto negar la reivindicación de la condición de
persona como creer que esto es suficiente.
Es decir, que restablecer los derechos de la persona como tal a nivel
universal nos libera del modo de producción capitalista.
Al contrario, es precisamente el modo de producción capitalista el que
impone la persona como estructura universal de sentido.
Y, de nuevo, Marx nos enseña, en los primeros capítulos de El
Capital, pero ya antes en los Grundrisse, que la persona es la
forma de subjetividad que nos viene impuesta por la circulación de las
mercancías: libertad e igualdad son las precondiciones del mercado.
Solo en la medida en la que se es
libre, igual y titular de propiedad, se puede intercambiar.
Y es el modo de producción capitalista el que universaliza este concepto
a toda la especie humana.
Esto tiene una dimensión progresista, pero si nos reducimos a
reivindicar la libertad y la igualdad a nivel personal volvemos a caer en
Prudhomme, somos utópicos, es decir, quisiéramos los aspectos positivos del
modo de producción capitalista, pero sin entender que estos conceptos son fruto
del propio modo de producción capitalista.
Muchos movimientos libertarios, reivindicando la libertad individual,
son progresistas en determinadas fases, pero, si luego se radicaliza esta
posición, se recae en una
ideología individualista que es realmente el fundamento conceptual del
capitalismo, del modo de producción capitalista y de la propia burguesía.
El concepto de persona tiene dos caras: tiene su dimensión progresista,
y en ciertas fases históricas es una reivindicación legítima. Pero no puede ser
el horizonte de sentido de una conflictividad social que pretende un cambio de
estructuras.
Y, en este sentido, Marx insiste en mostrar que libertad, igualdad y
propiedad son una apariencia fenoménica.
Es decir, son la manera en que los sujetos del proceso se relacionan en
la superficie de la sociedad.
Libertad e igualdad son las precondiciones del mercado.
Pero no ofrecen un análisis estructural de la dinámica histórica de
transformación.
Según Marx, los sujetos estructurales de esta dinámica histórica son las
clases.
Esta es la crítica fundamental al mundo político, económico, ideológico
burgués: los sujetos históricos no son individuos, son clases.
Y también aquí hay que prestar mucha atención porque es muy sencillo
proponer una interpretación reduccionista de la clase que se basa
sustancialmente en parámetros sociológicos: individuos en la fábrica,
individuos que tienen un determinado nivel de vida, un determinado nivel de
ingresos…
No se trata de clases, sino de agrupaciones de determinados individuos
realizadas en base a criterios sociológicos.
Lo que Marx propone, en cambio, es una definición funcional de la clase.
Es decir, que las clases como sujetos, como encarnación de las fuerzas
de producción, se manifiestan en las relaciones de producción.
El nexo conceptual fundamental es la relación entre capital y trabajo
asalariado.
Es éste el dualismo básico que Marx propone.
Es una perspectiva mucho más amplia que la figura, aunque compleja e
importante, del trabajador de la fábrica.
En este sentido, la funcionalidad del trabajo asalariado en la
perspectiva de la valorización con todas las modificaciones que el modo de
producción capitalista impone a la dinámica del trabajo son categorías que
siguen funcionando.
He tratado esto en otros contextos proponiendo una distinción entre
formas y figuras en la que no puedo entrar ahora porque nos llevaría demasiado
lejos; el punto clave, sin embargo, es entender los cambios de forma que
experimenta el proceso de trabajo una vez que deviene capitalista: son,
sustancialmente, el carácter cooperativo, parcial del trabajo… Y todo ello
subordinado a la valorización del capital.
En estos términos, estas categorías que funcionan realmente en un amplio
espectro, identifican como potenciales sujetos políticos antagonistas del
capital a toda una serie de sujetos que antes se excluían porque no eran el
obrero de fábrica o no eran traducibles a esta figura.
Y en este sentido, esta distinción es muy importante porque abre
muchísimo el espectro de aplicación de la teoría marxiana de las clases.
Digo esto como premisa al discurso propiamente dicho, que abordo
ahora: el capitalismo crepuscular.
Según la teoría de Marx, el modo de producción capitalista tiene
mecanismos de funcionamiento que implican una dinámica, es decir, que no repite
mecánicamente el mismo proceso idéntico a sí mismo, sino que le da a este
proceso una dirección.
Dinámicas de fondo que, al progresar, modifican la propia estructura
dinámica del proceso.
El proceso no se repite nunca igual a sí mismo, sino que en su
desarrollo cambia de funcionamiento, tiene ajustes estructurales a medida que
avanza.
¿Cuál es la dinámica de fondo del proceso?
El modo de producción capitalista funciona en la medida en que es un
proceso de valorización del capital; esto, esquemáticamente, es la clave
esencial del capitalismo: la inversión de dinero debe producir más dinero del
que se invirtió originalmente.
¿De dónde procede este
excedente del que el capital se apropia?
Proviene del plus-trabajo, de la explotación de los trabajadores, etc.
Es precisamente para aumentar esta explotación, para aumentar la
producción de plusvalía, que el modo de producción capitalista modifica
sustancialmente la forma del trabajo y modifica también su propia estructura.
En la práctica, lo que hace para aumentar la productividad es aumentar
la parte que se invierte en maquinaria, “capital constante”
lo llama Marx, lo que no es “capital variable”, es
decir, fuerza de trabajo.
desempleo
Este mecanismo de
aumento del capital constante y, por tanto, de aumento de la productividad del
trabajo, permite, por varias razones que no se pueden resumir aquí, el aumento
de la explotación y, por tanto, de la plusvalía.
Se trata de una
dinámica autocontradictoria porque para aumentar la plusvalía el modo de
producción capitalista tiende a excluir al “trabajo
vivo” del proceso de trabajo (a través de la
automatización, o del incremento de la productividad del trabajo…).
Esta dinámica es
básicamente constante, pero va por ciclos.
Hay ciclos en los
que es más fuerte y ciclos en los que se reduce.
Pero, básicamente,
tiende a aumentar lo que se llama composición técnica y orgánica del capital.
Esto determina las
transformaciones de fondo por las que, en procesos particularmente avanzados,
la necesidad del “trabajo vivo” se reduce cada
vez más, porque las máquinas son capaces de realizar antes y mejor y en mayor
cantidad toda una serie de producciones que antes requerían un gran empleo de
trabajadores.
Todo el mundo
tiene claro que gracias a la informatización, a la inteligencia artificial,
este nivel de sustitución del trabajo vivo por las máquinas está alcanzando
niveles impensables, llegando incluso a sustituir el trabajo intelectual: leía
hace un tiempo sobre despachos de abogados que, para hacer el trabajo de
síntesis y recogida de leyes sobre un determinado caso, ahora usan un software
que lo hace más rápidamente que un equipo de personas que antes tenían para
hacerlo.
Incluso a nivel
periodístico, la recopilación de artículos sobre un tema determinado, una
especie de resumen del contenido, se realiza ahora mediante software.
El proceso de
sustitución ya no afecta solo al trabajo “material”, sino
que está afectando ya al trabajo más sofisticado desde el punto de vista
intelectual.
Como consecuencia
de este proceso se produce un cambio estructural en el modo de producción
capitalista que afecta al ejército industrial de reserva.
En la teoría del
capital de Marx se teoriza el desempleo; el ejército industrial de reserva
forma parte de teoría del desempleo.
Marx explica cómo
una gran masa de trabajadores no encontrará trabajo.
Esta tendencia se
llama elástica, es decir, va y viene, tiene dinámicas de expulsión y
reabsorción.
En el capitalismo
crepuscular, precisamente a causa de este terrible aumento de la composición
técnica y de la automatización, esta dinámica del ejército industrial de
reserva tiende a hacerse rígida, a dejar de ser elástica; en consecuencia, el
proceso de reabsorción es muy lento o incluso inexistente.
Esto implica unas
tasas de desempleo espantosas; la flexibilidad corresponde a esta necesidad,
también los mini Jobs alemanes: hacemos que tres personas hagan el mismo
trabajo dividiendo un salario por tres, de modo que tenemos tres ocupados en lugar
de uno, pero el salario en conjunto sigue siendo el mismo.
¿Por qué? Porque,
de hecho, hay una increíble sobreabundancia de fuerza de trabajo.
Esta sobreabundancia es la condición previa para toda una serie de dinámicas que conducen a la violencia como último factor.
En términos
generales, el modo de producción capitalista es un modo de producción basado en
la violencia porque su base, el plustrabajo, es una expropiación del trabajo de
los trabajadores; por tanto, está en el ADN del modo de producción capitalista.
Ahora se trata de
entender cómo esta dimensión de la violencia se extiende más allá de estas
dinámicas de fondo hasta el punto de afectar a las mismas ideas burguesas
fundamentales, al propio concepto de persona.
¿Qué quiero decir?
Si la elasticidad del ejército industrial de reserva se hace rígida, si la
oferta de trabajo supera con mucho a la demanda, esto significa que el trabajo
cualificado también, que la potencial capacidad contractual del trabajo más
sofisticado disminuye mucho.
¿Por qué? Porque
hay demasiados. Hay demasiados buenos.
No solo hay
demasiados normales o demasiados regulares, sino que hay demasiados buenos.
Quiere decir que
ya no existe una conflictividad basada en “dado que esta cualidad solo la tengo
yo, tienes que acercarte a lo que pido”.
También esto
tiende a desaparecer porque hasta el trabajo de ingeniero está infrapagado.
¿Por qué? Precisamente por ese exceso de
oferta.
Y, por tanto, ¿qué
pasa? Más allá de las capacidades contractuales, lo que desaparece es un
concepto fundamental de la ideología burguesa, a saber, la relación entre
mérito y ganancia.
En la ideología burguesa se dice: “si estudias, te
esfuerzas, pones de tu parte…, tendrás éxito”.
No es así.
Porque, teniendo
esto en cuenta, en el capitalismo crepuscular incluso un trabajo altamente
cualificado, una fuerte inversión en «capital humano», como
les gusta decir a los ideólogos contemporáneos, no es necesariamente rentable.
La relación mérito/trabajo/ganancia, uno de los conceptos fundamentales de la ideología
burguesa a partir del protestantismo, es una piedra angular de este
mundo ideal. Y esto se desmorona.
El ejército
industrial de reserva forma parte de teoría del desempleo.
Volvamos a
nuestras queridas personas de las que hablábamos antes.
¿Qué significa ser
“persona”?
Ser libres, iguales, tener propiedades, tener
la capacidad de decidir qué hacer.
Pero, ¿cuál es la
condición estructural para que estos individuos/personas puedan hacer estas
cosas? En el mundo de la producción y la circulación de mercancías la condición
estructural es que tengan dinero; tener ingresos es la condición material de la
práctica de la persona.
Ser libre en el
mercado capitalista significa poder comprar lo que quieras; pero si no tienes
dinero no puedes comprar nada.
Ser igual significa
poder hacer lo que hace todo el mundo, pero si no tienes dinero no puedes poner
en práctica esta igualdad, porque no existen las condiciones materiales.
La carencia de
trabajo y de ingresos pone en crisis materialmente el concepto de persona,
porque si la práctica de la condición de persona pasa por disponer de ingresos,
no tenerlos crea las condiciones materiales para que no se pueda ser persona.
Entonces, desde la
perspectiva del individuo singular, ¿qué puedo hacer para ser persona? Tener
ingresos.
¿Cómo puedo tener
ingresos si no existen las condiciones para tener empleo?
Aquí comienza una dinámica por la cual muchos individuos
están dispuestos a tener ingresos de forma ilegal.
Ilegal no quiere
decir simplemente trabajar en negro, sino también buscar recomendaciones,
conseguir una pensión gracias al primo del ministro… Es decir, dinámicas que me
permiten ser persona por tener ingresos.
Una renta.
Pero –y este es el
punto decisivo– para tener esos ingresos y ser persona se viola el propio
concepto de persona, porque no se respeta, ni siquiera a nivel formal, la
libertad y la igualdad de las demás personas.
Yo, para tener una renta y ejercer mi libertad e
igualdad, llevo a término prácticas que violan la libertad y la igualdad.
Y así, se
convierte en una práctica masiva la violación de la condición de persona para
ser persona.
Es una dinámica
contradictoria que culmina en la destrucción ideológica del concepto de persona
o, al menos, de su universalidad. Muchos individuos, en su práctica, violan
sistemáticamente el concepto de persona para ser persona.
Las consecuencias
de esta práctica social son fundamentales porque ideológicamente se convierten
en el trasfondo del fascismo o de cualquier ideología racista: si no es posible
que el concepto de persona se haga universal porque no existen las condiciones
estructurales, no por capricho mío ni de ningún otro, no existen las
condiciones estructurales para universalizar el concepto de persona.
Si para ser
persona he de violar este concepto, entonces ¿por qué –piensa el individuo
atomizado– no organizar un sistema por el que el concepto de persona no sea
universal, sino sub-universal?
¿Por qué no
restringir el concepto de persona en base a determinadas características? Por
ejemplo, por citar algún hecho histórico, los arios; ¿por qué no consideramos persona sólo a los arios?
Así, como ario, mi
capacidad de acceder a la condición de persona está mejor garantizada.
¿Por qué no
limitamos el concepto de persona solo a los italianos?
¿Por qué no
limitamos el concepto de persona sólo a los cristianos?
¿O por qué no
juntamos dos o tres principios y construimos una bonita ideología?
Aquí está la respuesta a por qué el racismo, el fascismo
y la discriminación se vuelven atractivos:
porque la negación de la universalidad de la condición de persona universal ya
existe en la práctica.
Porque ya lo
hacen.
Ya se viola.
Y, entonces, ¿por
qué no organizar esta violación como un sistema ideológico que garantice la
condición de persona sólo a algunos?
Así que, los
italianos primero, los del norte primero, cualquiera primero; los mejores serán
más rápidos en estructurar este aparato ideológico de manera que sea
omnipresente y hegemónico en clave retrógrada y conservadora.
Los sujetos
históricos no son individuos, son clases.
Pero
no sólo ideológicamente.
Está
también el aspecto práctico porque, si el concepto de persona no es universal,
a las no personas yo no tengo que garantizarles una pensión, no tengo que
garantizarles el paro, no tengo que garantizarles la sanidad.
Esto
no es mera “ideología”
vaga, la implicación
práctica es obvia: si el concepto de persona no es universal, los no-personas
no deberían tener garantizada la pensión, el seguro de desempleo, la asistencia
sanitaria.
Esto
suena bien para la gente, porque hay más dinero para ellos.
Si
yo soy italiano y el inmigrante no, yo tengo derecho a esto y aquello y el
inmigrante no.
Si
él también tuviera derecho, entonces yo perdería algo porque lo que se gasta en
él no se gasta en mí.
En resumen, esta es la base para una
guerra entre los pobres.
Se
trata de discursos ideológicos que escuchamos todos los días en boca de
políticos conocidos.
El
mecanismo subyacente es este y se convierte en hegemónico y de masas porque
crea estructuras corporativas, crea un consenso corporativo en el
confrontamiento del Estado nacional que lleva del » Socialismo nacional» al
Nacional Socialismo.
El
alcance ideológico es realmente gigantesco.
Si
nos quedamos en el contexto personal, lo que se configura son sustancialmente
tres grupos: el primero está constituido por aquellos que tienen la suerte de
ser personas y que, por tanto, tienen derechos; luego están los desdichados que
en Occidente son iguales a los demás, pero no son personas porque están
excluídos; y hay un tercer grupo enorme, el “tercer mundo”, todas aquellas
naciones y poblaciones que no han tenido tiempo de entrar en la fase progresiva
del modo de producción capitalista; para ellos el sueño de la persona no es ni
siquiera un concepto, ni siquiera se les pasa por la cabeza.
El pasó
a través de la condición de persona para superarla y adquirir una figura
superior ni siquiera existe.
Para
ellos la condición de persona significa solo explotación occidental,
explotación sin límite de recursos y de personas, esclavitud, etc.
De
esta forma, el concepto de persona, que está yendo a menos en el propio
occidente por los motivos expuestos, ¿qué implica? Implica que la no-persona no
es titular de derechos: si mato a una no-persona, no he matado a un hombre.
Este
paso ideológico hace que, también a nivel de percepción, el umbral de tutela de
otro ser humano desaparezca.
Porque
si el otro no es una persona, mi deber de respetar su integridad se pierde:
puedo descuartizarlo, extirparle los órganos, esclavizarlo, hacerlo trabajar
hasta la muerte… Violencia extrema.
No
es una persona.
Explotacion-trabajador-
Y
por tanto, desde esta perspectiva un poco catastrofista, las actitudes posibles
hacia una pléyade de individuos que en principio no pueden acceder al mundo
dorado de las personas son dos: la primera opción es intentar humanitariamente
que “sobrevivan” creando cualquier tipo de renta básica
de supervivencia.
La
segunda opción es que los maten. Ambas son prácticas que hemos visto en la
historia reciente.
¿Por
qué, dadas las circunstancias, la reivindicación de la persona es progresista?
Porque la propia ideología dominante la ha abandonado.
La
ideología burguesa ha optado por la neoesclavitud, directa o indirecta, abierta
o encubierta, y por eso reivindicar la persona parece ahora un proyecto
progresista, y de hecho lo es.
Pero,
de nuevo, si nos quedamos encadenados en la dimensión de la persona como
sujeto, no rompemos el círculo.
Para
salir es necesario comprender la dimensión de clase del conflicto, y esto debe
enmarcarse en términos funcionales: el centro del trabajo es trabajo
asalariado, y trabajo asalariado quiere decir muchas cosas: los autónomos, los
trabajos a destajo, los becarios son trabajadores sin salario.
No
debemos dejarnos engañar por el enmascaramiento legal.
Sin
embargo, dado que los que realmente tienen un trabajo son solo una parte de los
que potencialmente podrían trabajar, debemos entender que los que están
desempleados o los que trabajan en formas precapitalistas están en el mismo
lado que los que trabajan: todos están funcionalmente subordinados a la extracción
de plusvalía y al trabajo/no-trabajo en formas dictadas, gestionadas y
orientadas por el capital.
Así
que este es el nodo desde el que pensar la reconfiguración de la clase: solo
atando los nudos funcionales de todos estos sujetos heterogéneos podremos
superar la explotación capitalista con todos sus efectos perversos.
Tomado de: https://www.elviejotopo.com/
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