12 enero 2021
Una de esas creaciones, a la que hago referencia, es la construcción de muros, vallas, rejas, empalizadas, cercas, alambradas, separaciones continúan siendo una práctica habitual ya sea para impedir la entrada o salida de inmigrantes y emigrantes, ocupar territorios que no le pertenecen a la potencia que construye este instrumento de represión o simplemente para, dentro de un mismo país segregar a sus propios connacionales por razones económicas, sociales, religiosas y de origen racial.
Muros que además se erigen como expresión de acuerdos entre gobiernos como si representaran un símbolo que signa tal compromiso.
La humanidad se estrella contra
muros
Estos acuerdos migratorios, señalados en la primera parte de este trabajo, que violan todo acuerdo internacional de trato a los migrantes, buscan frenar la llegada de aquellos, que ansían cruzar la frontera estadounidense y así evitar las presiones políticas que tal hecho conlleva en las disputas entre demócratas y republicanos, que finalmente terminan disputándose el liderazgo respecto a quien expulsa la mayor cantidad de inmigrantes.
Organizaciones de Derechos Humanos y pro migrantes han señalado, que los ACA buscan dificultar no sólo la posibilidad de obtener mejores perspectivas de vida, sino que los obligan a refugiarse en un tercer país que lo menos que tiene es ser seguro ya que “están plagados de violencia endémica, inestabilidad y sistemas de asilo o mal equipados o simplemente inexistentes”.
Es simplemente dejar a la deriva a millones de seres humanos.
Aquellos seres humanos que después de superar trabas burocráticas, caminos plagados de peligros, el abuso de pandillas dedicadas al tráfico de inmigrantes, la represión de la policía y el ejército de los países que cruzan, llegan al sur del Rio Bravo se encuentran ante uno de los complejos fronterizos más vigilados del planeta.
Secciones de muro que superan los 3.350 kilómetros a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos, construidos en los últimos 26 años y que superan, en conjunto, al desaparecido Muro de Berlín, el Muro del Apartheid erigido por el sionismo en territorio palestino (Cisjordania) como también al Muro de la Vergüenza construido por la monarquía marroquí a lo largo del territorio ocupado del Sáhara Occidental.
Incluso los supera en número de muertos.
Un Muro cuyo origen lo encontramos en el primer gobierno del demócrata Bill Clinton el año 1994 bajo el marco estratégico de la llamada Operation Gatekeeper (Operación Guardian) cuyo objetivo era impedir el aumento en el flujo de inmigrantes provenientes de Centroamérica principalmente.
La idea original contemplaba la construcción de secciones de muro de hormigón junto a la acción de patrullas fronterizas y el uso de adelantos e ingenios tecnológicos de vigilancia: sensores infrarrojos, radares de detección de movimiento, uso de drones.
Hasta hoy, los sectores construidos son aquellos que dividen a California del estado mexicano de Tijuana.
Arizona de Sonora, Nuevo México de Baja California y Texas de Chihuahua y Coahuila, que no cesaron de crecer bajo los gobiernos posteriores a Clinton, como fue el caso de los dos periodos de George W. Bush y Barack Obama, bajo cuyo gobierno se vivió uno d ellos períodos de mayor cantidad de deportaciones de inmigrantes llegando a los 3 millones de personas.
Hablo de un muro donde el uso de la acción humana y tecnológica lo sitúa como un ejemplo de represión a usar en el resto del mundo y donde se han aplicado las enseñanzas del hijo putativo de Washington, me refiero al sionismo con su muro de segregación contra el pueblo palestino.
El Muro estadounidense está dotado de luces con altísima potencia, radares, sensores electrónicos, cámaras de visión nocturna, detectores de movimiento, junto a la puesta en marcha de un cuerpo de elite militar, entrenados en materias de combate a la inmigración y a los cuales se les dotó de patrullas todoterreno, helicópteros y facultades legales que han merecido la repulsa de organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Todo ello unido a las políticas de deportación continuada bajo el gobierno de Donald Trump que se acercó a los tres millones de personas deportadas bajo el gobierno anterior.
Tal situación demuestra que el planeamiento de la segregación no distingue colores políticos en Estados Unidos, no hay diferencias entre demócratas y republicanos cuando llega la hora de encontrar culpables de la violencia, del narcotráfico y del desempleo.
Un muro que ha cobrado, en sus 26 años de vida, un promedio anual de 500 muertos.
13 mil vidas entre hombres, mujeres y cientos de niños, que han encontrado la muerte, ya sea a manos de los guardias fronterizos estadounidenses, los asesinatos a manos de las mafias que obtienen jugosas ganancias al cruzar gente por la frontera y que los abandonan al ser descubiertos.
Muertes por deshidratación al cruzar el desierto que separa ambos países, ahogados en los cursos de ríos o asfixiados durante el cruce en vehículos abarrotados de hombres mujeres y niños.
En la agonía de la administración Trump en Estados Unidos, los efectos de las políticas migratorias en el país norteamericano no difieren, en lo esencial, de lo que ha sido la política llevada a cabo tanto por gobiernos republicanos como por demócratas.
Con esto me refiero, que las definiciones generales respecto a los inmigrantes – esencialmente aquellos provenientes del sur del continente - mantienen su marco restrictivo, con masivas deportaciones, con el incremento de la vigilancia en los pasos fronterizos que unen a este país con México, el incremento del presupuesto para aumentar tanto la vigilancia física como en la adquisición y uso de tecnologías de vigilancia cada día más avanzados.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) afirma, que con los datos que se tienen respecto a número de muertos por las travesías, llevadas a cabo por aquellos seres humanos que desean llegar a tierras estadounidenses, el corredor que va de Centroamérica al norte es ahora tan mortal como el Mediterráneo Central – cuya base de partida es Libia sujeta hoy a una cruenta guerra civil y que ha sido denominado una fosa común.
Sólo en el año 2019, alrededor de 700 migrantes murieron en esa ruta, un 20% de ellos ahogados en el Mar Caribe lo que determinó a este organismo internacional a solicitar que se creen vías legales y seguras, para evitar, sobre todo, que las mafias controlen el proceso migratorio, que junto al narcotráfico constituyen negocios lucrativos y que permean al conjunto de las estructuras de los estados.
Estos procesos migratorios tienen como causa primordial las crónicas crisis económicas en los países donde la población, sobre todo la más joven tiende a buscar nuevos horizontes.
La brecha social, la concentración de la tierra y la riqueza genera en las familias rurales – de donde mayoritariamente emigran los ciudadanos del Triángulo Norte – el aumento en los niveles de pobreza con predios agrícolas cada día más pequeños que hacen imposible mantener a estas familias, que además suelen ser las más numerosas.
Los expertos señalan también que factores climáticos influyen en l caída de la producción d ellos principales productos de cultivo: café, frijoles, plátano, maíz, calabaza, trayendo consigo desempleo, caída de las exportaciones y sobre todo carencia de productos alimenticios básicos.
Es esa población carenciada la que debe salir, allende sus hogares, en la búsqueda de nuevos lugares que les proporcionen el sustento para ellos y su familia, a la que mantienen con sus remesas.
Sosteníamos, en el trabajo “la Migración Centroamericana: causas y efectos” y cuya esencia no ha cambiado que “los efectos de los fenómenos climáticos se extienden en lo que se conoce como el “Corredor Seco Centroamericano” que justamente abarca Guatemala, Honduras, El Salvador y parte de Nicaragua.
En lo concreto este corredor es una subregión de bosque tropical seco de Centroamérica, compartida por los países pertenecientes al Triángulo Norte Centroamericano y Nicaragua (y en menor proporción por territorios en Costa Rica y Panamá).
Se estima que la población de esa zona llega a 10,5 millones de personas, correspondiendo la mayor parte de esta a los países del Triángulo Norte.
Este Corredor Seco, está viviendo una de las sequías más graves de los últimos 10 años, lo que implica que 3,5 millones de personas necesiten asistencia humanitaria.
La inestabilidad política es, indudablemente, otro de los puntos a considerar, que obliga a buscar refugio frente al incremento de bandas, gobiernos corruptos, violencia, paramilitarismo, narcotráfico, entre otras.
A la luz de los informes, la realidad descrita por los propios migrantes y el análisis comparado con otras migraciones, la modificación del actual curso de emigración, que deja a los pueblos campesinos sin su savia nueva, sólo puede tener un cambio modificando estructuralmente las razones que posibilitan esta migración.
Ello implica por trabajar e impulsar modelos y sistemas económicos sociales y políticos distintos a los que actualmente rigen estos países.
Terminar con la violencia, las bandas criminales, el narcotráfico que usa a los países centroamericanos como lugares de almacenamientos y protección de la droga, que sale de los países andinos (Bolivia, Perú y Colombia) hacia el mercado norteamericano.
Terminar con la dependencia política y económica, que permite el surgimiento de gobiernos sometidos a Washington y por tanto sujeto a sus políticas hegemónicas, que impiden los cambios que permitirían modificar el mapa actual de Centroamérica.
Existen desafíos, sociales, económicos, ambientales, seguridad e institucionales en los países de origen de los migrantes, que su cambio impulsaría, no sólo el retorno de parte de su población (voluntariamente no deportada), sino también impedir, mediante la creación de un clima país virtuoso, la salida de millones de personas, indispensables para el desarrollo de sus países de origen.
Centroamérica, y en particular los países del Triángulo Norte, ha devenido en una subregión con profundas deficiencias y ello plantea desafíos, no sólo para esas sociedades y sus gobiernos, sino del conjunto de los países y gobiernos involucrados, además de los organismos vinculados a este tema, para abordar de manera profunda, estructural los por qué, las causas y responder con políticas adecuadas, que respeten los derechos humanos de esa población en forma principal.
Recuerdo que hace unos años atrás, cuando el mundo occidental conmemoraba alborozado el aniversario número 25 de la caída del muro de Berlín – ícono de desigualdad, separación y arbitrio - con celebraciones, documentales, charlas, programas especiales, daba a conocer que a pesar de esa conmemoración y sin embargo, los otros muros, las otras barreras continúan allí en el marco de una cosmovisión cuyo objetivo es consolidar el objetivo del pensamiento único, que es construir también un mercado único.
En ese plano, derribar esos muros se convierte en un imperativo vital.
Hoy, más que nunca.
Estamos obligados como ciudadanos, en un precepto vital a buscar las soluciones a los problemas planteados en forma estructural.
No sirven las ayudas para el desarrollo caritativas y comunicacionalmente loables, sino van acompañados de cambios en las relaciones políticas y económicas internacionales.
Un intercambio justo, donde se paguen por nuestros productos un valor, que no esté sujeto a los vaivenes económicos generados por los mismos que se benefician de esas fluctuaciones.
No es posible seguir maquillando un modelo extractivista que empobrece día a día a nuestras naciones.
Insisto, estamos obligados a solucionar los problemas medulares que inducen a nuestros hombres y mujeres, especialmente jóvenes a emigrar y a enriquecer otras latitudes.
No basta el diagnóstico sino que debemos “trabajar por solucionarlas, con cirugía mayor en la gobernabilidad de nuestros pueblos, en la erradicación de conductas nocivas como la corrupción y el contubernio negocios y política.
Si ello no es así, el Rio Bravo del Norte seguirá siendo cruzado por millones de espaldas mojadas”
Cedido por www.segundopaso.es
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