Si
ya he pasado el coronavirus, ¿para qué me vacuno?
Alfredo Corell
Almuzara, catedrático de Inmunología en la Universidad de Valladolid, ofrece su
opinión al respecto en esta tribuna.
The Conversation
02/02/2021
6 minutos de lectura
“Hola Alfredo, te quiero consultar el
caso de Asun, una de nuestras enfermeras. Tengo sospechas fundadas de que se
contagió con síntomas por covid-19 durante la primera ola de esta pandemia. El miércoles 20 de enero recibió la primera dosis
de Comirnaty [la vacuna de Pfizer] en el centro de salud. El jueves 21, además
de dolor y calor en el punto de inyección, notó fiebre por encima de 38, dolor
muscular y articular, cefalea, fatiga, escalofríos y dificultad para conciliar
y mantener el sueño.
El test de antígeno y PCR negativos me hacen suponer que estos síntomas,
que persisten el viernes 21 y de los que mejora el sábado 22 estando recuperada
el domingo 23, son efectos no deseados de la vacuna. Por lo que se sabe de la
vacuna, ¿podría ocurrir que con la
segunda dosis se produzca una reacción mayor? ¿Es, en este caso, aconsejable,
desde tu conocimiento inmunológico, recibir la segunda dosis de la vacuna?”
Esto me escribía Fede, coordinador
médico de un Centro de Atención Primaria en Burgos. Mensajes como el de Fede se
reciben decenas al día, desde hace aproximadamente un mes. El mes en el que se
lleva administrando las primeras dosis de la vacuna de Pfizer y Moderna para la covid-19 basada en el ARN modificado.
Pero también diariamente recibo otra consulta reiterada: ¿Si ya he pasado la
covid-19 con síntomas, tengo que vacunarme?
Vacunación universal por grupos de prioridad
Hasta el momento, la respuesta de la
comunidad científica y de las autoridades sanitarias a esta pregunta ha sido
que “sí”. En el prospecto de Comirnaty se insiste en que todo el mundo debe
vacunarse (haya o no haya pasado la enfermedad). Incluso la prestigiosa revista
médica New England Journal of Medicine lo asegura de modo
tajante en un artículo de preguntas y respuestas frecuentes sobre las vacunas.
También un artículo para
desmentir bulos sobre vacunas publicado en esta misma plataforma y firmado por
expertos en diferentes áreas de conocimiento indica que es falso que no haya
que vacunarse por haber tenido la enfermedad.
Pero volvamos con el caso de Asun. Al
ser enfermera en un centro de atención primaria, le pedí a Fede que me pasara
el histórico de su serología. Había pasado varios test rápidos de anticuerpos.
Estos test miden la presencia de IgM y/o IgG en el suero de los pacientes.
Los primeros anticuerpos que se producen frente a cualquier infección son de
tipo IgM. Posteriormente se sustituyen por IgG (o IgA) que tiene mayor
capacidad neutralizante (entre otras actividades biológicas). Vemos que en el
caso presentado se produjo IgG y se conservó hasta una semana previa a la
vacunación.
La evolución de los anticuerpos de
Asun: la imagen izquierda es del décimo día tras la aparición de síntomas. Se
detecta presencia de IgM e IgG. Una vez, recuperada, al mes siguiente de la
enfermedad ya sólo se detecta IgG (imagen central), y el pasado mes de
diciembre, una semana antes de vacunarse se siguen manteniendo niveles
detectables de IgG (imagen derecha)
Las evidencias que hay a favor de una
vacunación universal son las siguientes:
- Aunque se haya pasado la
enfermedad, los anticuerpos naturales pueden declinar con el tiempo y
perder su capacidad de bloquear (neutralizar) al virus.
- Hay evidencias preliminares
de que la inmunidad generada con las vacunas puede ser más duradera y enérgica que la natural (tras la
infección).
¿Deberíamos repensar esta estrategia?
Claramente sí. Al menos en un momento
–como el actual– en que no tenemos disponibilidad ilimitada de vacunas. Además, la tercera vacuna en llegar a Europa
(AstraZeneca) no debería administrarse a personas mayores de 65 años, por no
estar suficientemente testada en esta franja de edad.
Así se recoge en la ficha de la
propia Agencia Europea del Medicamento, si bien se indica a continuación que no
se ve “contraindicación a su administración, pues otras vacunas han funcionado
bien en estas edades”. Pero esta suposición no debería regir la pauta
universidad, pues por la misma razón no se está administrando ninguna de las
vacunas a grupos de edad jóvenes, en los que no se ha testado aún de modo
suficiente.
Así que volvamos al principio. Cuando
el sistema inmunitario responde por primera vez a un agente infeccioso genera
unas células (llamados linfocitos T y B) que ponen en marcha mecanismos para
aniquilar al microbio, y dejan en nuestra sangre unas pocas células con
“memoria”.
De modo que si ese mismo microbio
repitiera la infección unos años después, se encontraría con un sistema inmunitario mucho más potente y eficaz para luchar contra
él.
En esta característica de la memoria
inmunitaria es en la que se basan las vacunas. Pues son realmente “simulacros”
en los que se fuerza al sistema inmunitario a responder frente a un supuesto
microbio.
Tras este “engaño” generado por la
vacuna, nuestras defensas dejarán memoria circulante por si en el futuro dicho
microbio nos vuelve a infectar. Así que sí… me ha entendido. Si pasamos la
infección real, nuestras defensas dejarán circulando células de memoria y
también anticuerpos. Y la gran duda es ¿durante cuánto tiempo?
En este momento no sabemos la
duración que tendrá la inmunidad natural (inducida por la infección) ni la inmunidad
artificial (inducida por las vacunas). Aunque ya conocemos los mínimos: 8 meses
para la natural y 4 o 5 meses para la artificial.
La inmunidad natural ha demostrado
ser eficaz en la inmensa mayoría de los casos, pues apenas se han producido
reinfecciones (y con la cantidad de virus circulando es esperable que estén
sucediendo miles de exposiciones diarias en personas que ya pasaron la
enfermedad). Además, se ha demostrado que la infección produce una inmunidad protectora en macacos a los que se les vuelve a exponer al virus.
Funcionamiento básico de la respuesta inmunitaria
En un momento como este, en el que no
disponemos de dosis de vacunas universales, parece razonable que aquellas
personas que hayan pasado la infección de modo sintomático y hayan generado
respuesta inmunitaria no se vacunen.
Estamos viendo a personas como Asun
en quienes se produce una reacción a la vacuna muy intensa. No les
administremos la segunda dosis. Están inmunizadas ya. Incluso si no tuviesen anticuerpos
detectables, también lo estarían gracias a las células de memoria, que pueden
en muy pocos días poner en marcha la fabricación de nuevos anticuerpos.
No todo en nuestras defensas son
anticuerpos, no lo olvidemos. La Sociedad Española de Inmunología ha emitido
recientemente un comunicado posicionándose en este debate, apostando por no
vacunar a los ya inmunizados menores de 60 años.
En estas situaciones, hay que aplicar
también criterios de prudencia y evaluar el riesgo/beneficio de las
decisiones. ¿Qué entraña mayor riesgo? ¿Que una
persona inmunizada haya perdido el poder de neutralización de sus anticuerpos?
¿Dejar sin vacunar a personas ancianas y otros grupos de riesgo como enfermos
crónicos que aún no han pasado la covid-19 y no están inmunizados? Lo
tengo meridianamente claro: hay que ahorrar dosis de los ya inmunizados y
proteger a los más vulnerables. No es el momento de dudar de uno de los
mecanismos esenciales de la respuesta inmunitaria.
Alfredo Corell Almuzara, Catedrático de
inmunología, Universidad de Valladolid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Tomado
de: https://www.muyinteresante.es/
Y
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