Carabobo
(II)
Vladimir Acosta
Mientras avanza en
definir el liderazgo, Bolívar se ciñe a la urgencia de lo esencial: sin perder
su fuerza popular, debe convertir esa valiente, indisciplinada y mal armada
tropa republicana con la que cuenta, en un verdadero ejército, profesional,
disciplinado, organizado y bien armado, capaz de vencer a su poderoso
adversario colonial.
Tiene claro que ese
pueblo en armas que lo sigue, necesita como refuerzo soldados europeos,
combatientes profesionales organizados y experimentados.
Y que, de unir su
tropa venezolana con ese indispensable refuerzo europeo en un solo cuerpo
militar, debe salir en poco tiempo el requerido ejército republicano que bajo
su mando y en pos de su visión de Patria logre pronto la ansiada independencia
en el campo de batalla.
Hay algo aprovechable en la nueva
situación europea.
Liquidado Napoleón, Europa recobra la
paz tras 20 años de guerras napoleónicas.
Y aunque el dominio de la reaccionaria Santa
Alianza, que ahora dirige Europa restableciendo el Antiguo Régimen, representa
una potencial amenaza para la lucha independentista sudamericana, lo
aprovechable es que la paz fuerza a los países europeos, y concretamente a Gran
Bretaña, a reducir al mínimo sus tropas, llenándose de decenas de miles de
soldados experimentados que no encuentran trabajo y buscan desesperados otro
país en guerra que los necesite.
Ese país, del que no tienen idea, es
Venezuela.
Pero desde 1810, en Londres está Luis
López Méndez, representante venezolano, firme patriota, para contratarlos por
orden de Bolívar, hablarles maravillas del país y de su clima, ofrecerles
reconocer sus grados militares y pagarles con regularidad los sueldos que
reclaman.
Así, en 1818,
Guayana se llena de soldados europeos, sobre todo ingleses, escoceses e
irlandeses.
También llegan varios franceses,
alemanes y polacos.
No cabe aquí detallar los serios
problemas que surgen.
La mayoría de ellos se siente engañada
por el infernal clima, la temible fauna, la pobre y poca comida, la pobreza, la
falta de pago y por el choque idiomático y cultural con los llaneros y el de
éstos con ellos.
Bolívar debe calmarlos.
Hay de todo, aventureros, tramposos,
mercenarios que intrigan y crean problemas, como los coroneles Hyppesley y
Wilson y muchos borrachos irlandeses.
Pero también abundan, y son mayoría, los que
vienen a luchar por la libertad americana, como O´Leary y Fergusson, que se
adaptan a todo y terminan convirtiendo a Venezuela en su nueva patria y a la
guerra de independencia en su guerra, por la que están dispuestos a morir y por
la que muchos, como los coroneles Rook y Farriar, mueren como héroes, aquél en
el paso de los Andes, y éste al frente de la Legión Británica en Carabobo.
Lo de concentrarse en Guayana para
forjar ese nuevo ejército ha sido posible porque después del Rincón de los
Toros, Bolívar se ha replegado a los llanos y luego a Guayana, pero también
porque ha fijado como política evitar todo choque decisivo con los españoles limitándose
a roces o escaramuzas, pues no quiere arriesgar otra derrota que lo arruine
todo.
Para fines de año, el proceso de
integrar el nuevo ejército, que sigue en marcha, se considera ya exitoso, la
integración entre llaneros, orientales y europeos va dando sus frutos y se han
creado brigadas, británicas o integradas, se han importado armas, fabricado
uniformes, y logrado vestir y hasta calzar sin mucha protesta a los llaneros.
Tarea heroica esta.
He insistido antes en el papel que
tuvieron los zapatos en nuestra Guerra de independencia.
Y la camaradería lograda es otra
garantía de éxito.
Bolívar no
olvida la importancia esencial de la prensa y de la propaganda comprometidas
con la revolución, a las que luego califica de artillería del pensamiento.
Desde
Trinidad, en septiembre de 1817, Fernando Peñalver le envía a Angostura una
sólida imprenta; y en junio de 1818 se empieza a editar El
Correo del Orinoco, publicación semanal que será el vocero
periodístico de la causa independentista, difundirá sus propuestas y sus
logros, y refutará las mentiras que difunde La Gaceta de Caracas, que para entonces
es órgano del poder realista que domina en Venezuela.
Llega así, en febrero de 1819, con el Congreso de Angostura, el momento inaplazable de dar necesaria forma a la otra gran tarea pendiente: renovar y legitimar el mando político y militar de la revolución de independencia.
Tampoco tiene aquí cabida
el examen de ese Congreso, que es a un tiempo momento decisivo para dar a la
lucha independentista el alcance y proyección continentales que está exigiendo
con urgencia y para que se ratifique en forma clara e indiscutible el necesario
liderazgo de Bolívar.
El Congreso, que declara la creación de
Colombia, es producto de la difícil elección de diputados venezolanos y
neogranadinos que deben elegir a su vez un nuevo poder civil y constitucional.
Como jefe militar, Bolívar debe
entregar el poder al Congreso.
Lo hace mediante un discurso magistral
aclamado por todos, que da un balance de la lucha librada y propone ideas
centrales para la nueva Constitución que debe convertirse en Ley fundamental de
esa nueva gran república libre que será Colombia.
Y aunque luego de la merecida
aclamación, los congresistas, en sus ulteriores reuniones, dejan de lado las
principales propuestas de Bolívar (presidencia y vicepresidencia vitalicias,
senado elitesco y hereditario, censores, poder moral), todas ellas producto de
su búsqueda de estabilidad y su temor a la anarquía, y también sus propuestas
sobre educación popular y abolición de la esclavitud, se lo elige presidente, y
su liderazgo como jefe militar es confirmado en forma unánime.
Y pronto surge
una situación algo confusa que deriva en acción trascendental.
Luego de Angostura, tras la admirable
batalla de Las queseras del medio, en la que Páez aplasta a la vanguardia de la
caballería española ante el grueso de las tropas de Morillo y de Bolívar, todo
indica que éste, en marzo-abril de 1819 prepara con su nuevo ejército otra
campaña para vencer a Morillo liberando Caracas e independizando al fin a
Venezuela.
El proyecto no cuaja al fallar la
incorporación de Páez por occidente y la coordinación con Urdaneta en oriente
para dividir a las fuerzas de Morillo.
Bolívar se queda en el centro del llano
con su mediano ejército llanero que incluye una brigada británica.
Y entonces toma una inesperada decisión
que va a cambiarlo todo.
Ha estado pensando en la independencia de Nueva
Granada.
Morillo no fue tan brutal en Venezuela pues Boves
ya había aplastado a los patriotas.
Pero en Nueva Granada debió aplastar la lucha
republicana.
Ahogó en sangre a Cartagena, sometió brutalmente a
Bogotá, asesinó a los líderes independentistas e impuso el terror, para
regresar luego a Venezuela a enfrentar a los llaneros de Páez, Monagas, Cedeño,
Bermúdez y Zaraza.
Y pronto a Bolívar.
El odio neogranadino contra los españoles se
mantuvo vivo desde entonces, incrementado por el brutal virrey Sámano.
La lucha sobrevivió en guerrillas populares en los llanos de Casanare.
Líderes suyos habían contactado a Bolívar, que redactó en
1818 una proclama en la que prometía a los neogranadinos llevarles la libertad
en menos de un año.
Aún no tenía fuerzas para hacerlo, pero encargó a
Santander, a quien proporcionó armas y ascendió a general de brigada, de
preparar el terreno, unir a los guerrilleros y asumir su mando.
Santander lo logró a plenitud y Casanare, libre,
resistió un intento español de someterla.
Bolívar decide entonces que el camino para liberar
a Caracas y a Venezuela pasa por liberar antes a Bogotá y Nueva Granada,
dándole así al fin forma material a su proyecto de Patria Grande, a la Colombia
que ha sido proclamada en Angostura, de la él que es presidente y cuyo
vicepresidente es el neogranadino Zea.
Tomado
de: https://ultimasnoticias.com.ve/
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