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Terapia de choque ¿Solución mágica?
La terapia de choque se basa en un programa
ortodoxo de estabilización, que no es otra cosa que el clásico paquete
neoliberal consensuado en Washington.
15/06/2021
Análisis
Se le atribuye el término al economista Jeffry
Sachs después que diseñó el plan para contener la hiperinflación en Bolivia en
1985 junto con el entonces ministro de economía Gonzalo Sánchez de Lozada.
Ya el monetarista Milton Friedman había aplicado
este tipo de terapias en Chile durante la dictadura de Pinochet, las cuales
denominó “políticas de choque”.
En 2007 Naomi Klein sistematizó estas experiencias
en su libro “Doctrina del Shock”.
Además de contener procesos hiperinflacionarios, estas terapias han sido
aplicadas para garantizar la transición de sistemas socialistas a neoliberales.
En 1992, Sachs, junto a Yegor Gaidar, entonces
ministro de economía de Boris Yeltzin, programaron la aplicación de dicha
terapia para pasar del modelo económico de la extinta URSS al sistema de
mercado de la Federación Rusa, proceso previamente iniciado con las políticas
reformistas (Perestroika) de Mijail Gorbachov en 1985.
Para ese momento, Rusia, como el resto de los
países del bloque soviético registraba una escasez de alimentos, a pesar de que
sus niveles de producción nacional eran los más altos en la historia.
También
registraba una hiperinflación consecuencia de la inexplicable depreciación del
rublo.
Nada es casual.
El mencionado economista también asesoró la transición
en Polonia (1990).
La terapia de choque se basa en un programa
ortodoxo de estabilización, que no es otra cosa que el
clásico paquete neoliberal consensuado en Washington: liberación y unificación cambiaria,
liberación de los precios, aumento de los precios de los combustibles y
servicios básicos, reducción de la inversión y el gasto públicos y la
disminución de la cantidad de dinero que circula en la economía
supuestamente porque, según estos economistas monetaristas, es el aumento de la
cantidad de dinero la causa del incremento de los precios, aunque,
contradictoriamente, reconocen que la verdadera causa de las hiperinflaciones es el sistemático incremento
del tipo de cambio.
De hecho el propio Sachs afirma en su libro
Macroeconomía en la Economía Global:
“..Como casi
todos los precios domésticos están vinculados al dólar por medio de la paridad
de poder de compra, una vez que se estabiliza el tipo de cambio se puede
detener casi de un día para otro la inflación” (Sachs y Larrain, 1994).
Recomiendan los creadores de las terapias de choque
incorporar a las políticas ortodoxas una de corte heterodoxo, específicamente la congelación de
los salarios.
Dice Sachs: “los ajustes presupuestarios y la
política monetaria contractivas son por sí mismos insuficientes para detener la
inflación alta…por lo tanto, los
controles de salarios deben ser elementos cruciales”.
Se niegan expresamente a “los contratos laborales de largo plazo, a la
indexación de salarios y a ajustes automáticos de salarios basados en inflación
pasada” (Sachs y Larrain, 1994).
Afirma Sachs refiriéndose a la terapia de choque: “es de particular interés hacer
notar que, cuando los programas de estabilización tienen éxito, las
hiperinflaciones tienden a terminar casi de un día para otro”, o sea
desaparece como por arte de magia.
Es el caso que, el hecho de que en Bolivia se haya
detenido casi que de un día para otro la hiperinflación a inicios de 1986, nada
tuvo que ver con las políticas heterodoxas aplicadas, de lo contrario ¿cómo
explicar, por ejemplo que en 1985 la cantidad de dinero con respecto al tamaño
de la economía se redujo casi a la mitad (42%) y se registró la inflación más
alta (11.750%), en cambio en 1987 aumentó 67% la cantidad de dinero con
respecto al PIB y la inflación solo fue 15%? (Banco Mundial).
Lo que si fue un “acto de magia” en Bolivia
es que se detuvo de un día para otro la depreciación del peso boliviano observada desde 1980 y por lo
tanto la hiperinflación y la caída de la producción cuando en agosto de 1985
fue aprobado el Decreto 21.060 que, no solo incluyó, una a una, las políticas
ortodoxas y heterodoxas de las terapias de choque, sino que formalizó un conjunto de concesiones
a los capitales extranjeros privados en lo que a inversiones y a la explotación
de las riquezas naturales bolivianas se refiere, exenciones de impuestos,
disminución de las barreras aduaneras, además del reconocimiento de la
circulación y créditos en moneda extranjera, así como el inicio de una ola de
privatizaciones que pretendió incluir hasta el agua en Cochabamba.
Tampoco fue la terapia de choque aplicada por Sachs
y Gadair en Rusia lo que detuvo la inexplicable depreciación del rublo y por lo
tanto la hiperinflación y la caída de la economía que se registraron entre 1991
y 1995.
A pesar de que esa terapia inició en 1992, no fue
sino hasta 1996 cuando “por arte de magia” se detuvo la depreciación del rublo.
No por
casualidad coincidió con el inicio de la segunda ola de privatizaciones
decretada por Yeltzin que implicó la subasta a precios de gallina flaca de
todas las empresas estratégicas del Estado y el ingreso definitivo de capitales
extranjeros y transnacionales, además de un importante endeudamiento.
Las
depreciaciones del peso boliviano y del rublo son inexplicables desde el punto
de vista económico, son el resultado de ataques a las monedas.
Es la principal y más poderosa arma de guerra del imperialismo, confesado
por sus propios voceros, cuyos objetivos son derrocar revoluciones y/o
coaccionar, chantajear y extorsionar gobiernos.
Es un mecanismo de dominación y neo colonización.
Una vez alcanzados estos objetivos de guerra,
seguir activando esta arma carece de sentido, por lo tanto, de la misma manera
como repentinamente iniciaron el bombardeo contra la moneda, mágicamente lo detienen,
lo que implicará que se detenga la hiperinflación y con ella la caída de la
producción nacional.
Efectivamente esas economías comienzan “mágicamente” a registrar
un crecimiento de la producción, pero con efectos devastadores sobre las
condiciones de vida de la población: la desigualdad en Rusia aumentó 268% desde 1990 y
la pobreza en Bolivia llegó a superar el 60%.
La terapia
de choque no es la solución mágica como se ha querido hacer ver, por el
contrario, amplifica y potencia los efectos negativos del ataque a la moneda y
de la hiperinflación sobre las condiciones de vida de la clase obrera y de la
población en general.
Este deterioro económico y social, junto
con los bloqueos financieros que siempre acompañan a este tipo de guerras
sirven para justificar lo que es el apéndice y la verdadera razón de ser de
estas terapias: la entrega
de la soberanía y del poder económico (aunque en apariencia el poder político
permanezca igual) bajo el discurso de la necesidad de inversiones extranjeras y
mediante concesiones económicas especiales a los capitales transnacionales para
adquirir, con sus condiciones, las empresas estratégicas del Estado y hacerse
de las riquezas naturales.
Jeffry Sachs se desempeña como director del Centro
para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia.
Ha estado muy cercano a Venezuela los últimos
tiempos, en mayo 2019 escribió el trabajo “Sanciones
económicas como castigo colectivo: El caso de Venezuela” en el que por
cierto no menciona el ataque al bolívar como arma de guerra económica.
Esta semana fue invitado por la República a
participar como ponente en un foro contra las medidas coercitivas unilaterales.
https://www.alainet.org/es/articulo/212654
Tomado de: https://www.alainet.org/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
En: Twtter@victorianoysocialista
En:Google; libertadbermeja..victorianoysocialista@gmail.com
En Fecebook: adolfo
Leon libertad
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