Unidad
Latinoamericana, un imposible mientras reine el neoliberalismo
17
Noviembre, 2020
No es el
neoliberalismo propiamente tal el verdadero escollo; sí lo es el pequeño grupo
de mandantes que sojuzga a casi todas las naciones del sur del continente
transformándolas en sus colonias, así como también lo hacen muchos de los
noveles referentes de una izquierda light o ‘whiskierda’
La tan deseada “unidad latinoamericana” propugnada por algunos de
nuestros libertadores se ha convertido en una utopía que, además, tiene
características de mito urbano.
Nunca ese propósito se
había alejado tanto de su posible concreción como lo ha hecho en
estas últimas décadas.
Durante mucho tiempo, Chile, a nivel oficial, empujó ese carro y lo hizo
con absoluta convicción pese a ser consciente de cuán ímproba era aquella
esperanza.
De hecho, las autoridades
bautizaron a una de las estaciones del Metro de Santiago con el nombre de Unión
Latinoamericana (ULA).
Un romántico saludo a la bandera.
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Pese a que existen mil elementos que unen a las naciones del
subcontinente, la división e incluso el encono han impuesto sus términos y hoy
la pretendida unidad es un grito en el desierto.
El lenguaje, la hermandad racial, las etnias originarias, la geografía,
las tradiciones, etc., no se consideran ya pegamentos de nada.
Incluso, algunos deportes sirven para encarnar odiosidades y cimentar
desprecios.
La Historia tampoco ha ayudado mucho para acercar a los pueblos del
subcontinente.
Las guerras del pasado sirven como acicate para las divisiones.
La guerra del Pacífico, la guerra del Cóndor, la guerra de las Malvinas,
la guerra del Paraguay, la guerra del Chaco, la rivalidad perenne Colombia-Venezuela, son ejemplos de lo mencionado.
Hace pocos años, los presidentes Evo Morales (Bolivia), Lula da Silva
(Brasil) y Michelle Bachelet (Chile) acordaron mancomunar los esfuerzos de los
tres países para dar curso final a la Carretera Transamazónica, que uniría el
puerto paulista de Santos (en el Atlántico) con nuestra querida Arica (en el
Pacífico), cruzando por cierto no sólo el mato grosso brasileño, sino también
todo el territorio boliviano, para remontar Los Andes y caer finalmente en los
pequeños y ocultos valles del sin igual desierto pampino y calichero, hasta
alcanzar el bordemar de los hermosos puertos nortinos chilenos.
Se trata de una obra de ingeniería vial que debería representar un
sólido avance en la unidad comercial, tecnológica, industrial, cultural y
turística de América del Sur…amén de constituir un espléndido puente que
conduce a los mercados asiáticos y oceánicos.
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Todo comenzó a cambiar cuando el presidente Evo Morales dio un giro a
este asunto y privilegió la construcción no ya de una
‘carretera’ sino de una vía férrea: la Transamazónica, mega obra
ingenieril que conectaría el puerto de Santos (Brasil) con algún puerto del sur
del Perú, pasando por territorios de Paraguay, norte de Argentina y
Bolivia.
Chile quedaría ausente en este plan.
Sin embargo, el presidente chileno, Sebastián Piñera, hace algunos meses
manifestó a la prensa que había sostenido una fructífera conversación
telefónica con Jair Bolsonaro, mandatario brasileño. Aseguró que conversaron
sobre variados temas y uno de ellos habría sido el Corredor Bioceánico que
uniría el Atlántico con el Pacífico (en puertos chilenos de Arica, Iquique y
Antofagasta).
Si ello se concretase sería un duro golpe para las pretensiones y
esfuerzos de Palacio Quemado que ya tiene terreno avanzado en cuanto a la red
ferroviaria del Tren Bioceánico mediante pre acuerdos con Brasil, Paraguay,
Argentina y Perú.
En fin, sea cuál sea la respuesta que obtenga este asunto de la conexión
bioceánica, es un hecho que en esta especie de ‘gallito’ una vez más medirán fuerzas La Moneda y
Palacio Quemado. Ahora, el juez sería el Palacio de Planalto.
¿Necesita más ejemplos de la (des)unión latinoamericana? Piense
entonces en la Venezuela actual, abandonada e incluso atacada por quienes se
suponen debían ser sus ‘hermanos’.
¿Los motivos de ello?
¿Políticos?
No…económicos, de esos que interesan al poderoso patrón del norte,
Estados Unidos, única nación del planeta que
cuenta con la extraña capacidad de “vislumbrar (o inventar) la existencia de
‘dictaduras’ sólo en aquellas regiones donde hay petróleo”.
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La balanza se inclinó definitivamente hacia la derecha y hacia el
capitalismo.
Ello ocurrió en el año 1988, con la caída de los muros ideológicos y el
triunfo del neoliberalismo.
Todo lo que se había avanzado en materias políticas y económicas se vino
al traste.
En nuestro subcontinente la ‘tercera vía’, los ’no alineados’, los socialistas
cristianos, el cooperativismo, murieron de una sola andanada.
Ni hablar entonces del socialismo y el comunismo. .
Allende había sido un icónico mártir en ese combate desigual.
Vendrían otros más tarde, como
Zelaya en Nicaragua, o Lula y Dilma en Brasil, Chávez en Venezuela, el
traicionado Correa en Ecuador, Fernando Lugo en Paraguay, Evo Morales en
Bolivia …en fin, sólo Cuba sigue enhiesta y con sus banderas al tope,
acompañada en ese actitud de independencia por una muy criticada Venezuela bajo
el mandato de Nicolás Maduro.
¿Y el resto de las naciones latinoamericanas?
Se han alineado obsecuentes al llamado de Washington en
cuanto a retirarse de cuanto pacto, convención o grupo favorable a la unidad
exista.
Se integran a nuevas organizaciones administradas desde un simple
escritorio en la Casa Blanca o en el Pentágono. Incluso a sus más fervientes seguidores les resulta
imposible desmentir que Bolsonaro (Brasil), Duque (Colombia), Piñera (Chile),
Moreno (Ecuador), Benítez (Paraguay), Cortizo (Panamá), Hernández (Honduras),
Jimmy Morales (Guatemala), Bukele (El Salvador), son gobernantes que firman muchos documentos mirando hacia Washington, o
hacia el FMI, esperando el visto bueno respectivo.
No podemos tampoco perdernos ni marearnos con viejas prédicas que
terminaron en fracasos.
El socialismo no logró unir a Latinoamérica.
Nunca pudo hacerlo, ni en el mejor de sus momentos.
Un ejemplo de ello y que nos toca de cerca como chilenos fue el asunto
de “mar para Bolivia”, cuestión que ni siquiera Salvador Allende pudo
zanjar.
Aún más, si hoy día se realizase en Chile un plebiscito para decidir
entregarle salida al mar a Bolivia por el norte de nuestro país, el resultado
de esa consulta sorprendería a muchos, ya que el NO podría salir triunfador
superando con creces el 50% de los sufragios.
¿Unidad, hermandad?
La soberbia nacionalista ha impuesto sus términos en países como Brasil,
Chile, Ecuador, Colombia, Paraguay, Perú y Argentina, bajo gobiernos
derechistas o ‘independientes’, que vienen a ser una forma menos dura de
derechismo, cual es el caso de Bukele en El Salvador y las últimas
administraciones en Perú.
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La tan ansiada y promocionada ‘unidad
latinoamericana’ no la logró el socialismo en su mejor época, y la detesta (y combate) el
neoliberalismo en la actualidad.
Cada día que transcurre en nuestro subcontinente
ese sueño se va desvaneciendo… se deshace como azúcar en el agua.
Incluso
grupos y partidos dizque ‘izquierdistas’ en Chile atacan y aíslan al gobierno socialista
venezolano. Obviamente, esta novel izquierda light y joven, o whiskierda, si alguna vez llegase a ser
gobierno, difícilmente movería un dedo en pro de la ansiada unidad del
subcontinente americano.
Puedo estar equivocado (y ojalá lo esté), pero eso es lo que pienso.
Por ello, lloro recuerdos y sorbo nostalgias.
Por
Arturo Alejandro Muñoz
Tomado de: https://www.elclarin.cl/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
En: Twtter@victorianoysocialista
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