La "amenaza" iraní
NOAM CHOMSKY / El acuerdo nuclear alcanzado en Viena entre Irán y el P5+1, grupo de países formado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania, ha provocado un gran alivio y optimismo en todo el mundo. La mayor parte del mundo aparentemente comparte la valoración de la Asociación estadounidense de Control de Armas de que “el Plan Global de Acción Conjunta establece una fórmula fuerte y eficaz para bloquear todas las vías por las que Irán podría adquirir material para armas nucleares durante más de una generación, y un sistema de verificación para detectar y disuadir inmediatamente los posibles esfuerzos de Irán para desarrollar en secreto armas nucleares de duración infinita”.
Sin embargo, hay sorprendentes excepciones al entusiasmo general: los Estados Unidos y sus aliados regionales más cercanos, Israel y Arabia Saudí. Una consecuencia de esto es que a las empresas estadounidenses, muy a su pesar, se les impida acudir a Teherán junto con sus homólogos europeos. Sectores destacados del poder y de la opinión de Estados Unidos comparten la postura de los dos aliados regionales y se encuentran en un estado de histeria virtual por “la amenaza iraní”. Los comentarios sobrios de Estados Unidos, prácticamente de todo el espectro, declaran que ese país es “la mayor amenaza para la paz mundial”. Incluso los partidarios del acuerdo son cautelosos, dada la excepcional gravedad de esa amenaza. Después de todo, ¿cómo podemos confiar en los iraníes con su terrible historial de agresiones, violencia, alteraciones y engaños?
La oposición de la clase política es tan fuerte que la opinión pública se ha desplazado rápidamente de un importante apoyo al acuerdo a una división a partes iguales. Los republicanos se oponen casi unánimemente al acuerdo. Las actuales primarias republicanas ilustran las razones esgrimidas. El senador Ted Cruz, considerado uno de los intelectuales entre los candidatos presidenciales, advierte de la posibilidad de que Irán todavía fabrique armas nucleares y de que un día use una para activar un impulso electromagnético que “acabaría con la red eléctrica de toda la costa oriental” de los Estados Unidos, matando a “decenas de millones de estadounidenses”.
La oposición de la clase política es tan fuerte que la opinión pública se ha desplazado rápidamente de un importante apoyo al acuerdo a una división a partes iguales. Los republicanos se oponen casi unánimemente al acuerdo.
Los dos principales candidatos, el ex gobernador de Florida Jeb Bush y el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, están discutiendo si bombardear Irán inmediatamente después de ser elegidos o después de la primera reunión del Gabinete. El único candidato con algo de experiencia en política exterior, Lindsey Graham, describe el acuerdo como “una sentencia de muerte para el Estado de Israel”, que sin duda supondrá una sorpresa para los analistas de inteligencia y estrategia israelíes, y que Graham sabe que es un completo disparate, que plantea preguntas inmediatas sobre los motivos reales.
Tenemos que tener en cuenta que hace ya bastante tiempo los republicanos abandonaron la pretensión de funcionar como un partido normal del Congreso. Como el respetado comentarista político conservador Norman Ornstein del American Enterprise Institute observó, los republicanos se han convertido en una “insurgencia radical” que apenas busca participar en la política normal del Congreso.
Desde los tiempos del presidente Ronald Reagan hasta el momento, la dirección del partido se ha apoyado en los bolsillos de los más ricos y el sector empresarial, que pueden atraer votos mediante la movilización de aquellos sectores de la población que anteriormente no estaban politizados. Entre ellos se encuentran los cristianos evangélicos extremistas -en este momento, probablemente una mayoría de los votantes republicanos-, los restos de los antiguos estados esclavistas, los nativistas que están aterrorizados de que “los de fuera” les quiten su cristiano, anglosajón y blanco país, y otros que convierten las primarias republicanas en espectáculos alejados de la corriente principal de la sociedad moderna, aunque no de las corrientes principales del país más poderoso de la historia mundial.
La desviación respecto a los estándares mundiales, sin embargo, va mucho más allá de los límites de la insurgencia radical republicana. Al otro lado del espectro existe, por ejemplo, una coincidencia general con la “pragmática” visión del general Martin Dempsey, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, de que el acuerdo de Viena no “impide que los Estados Unidos ataquen las instalaciones iraníes si las autoridades deciden que está incumpliendo el acuerdo”, a pesar de que un ataque militar unilateral es “mucho menos probable” si Irán se comporta.
El que fuera negociador de Clinton y actual negociador de Obama en Oriente Medio, Dennis Ross, defiende que “Irán no debe tener ninguna duda de que verle avanzar hacia un arma desencadenaría el uso de la fuerza”, incluso después del vencimiento del acuerdo, cuando Irán sea teoréticamente libre para hacer lo que quiera. De hecho, la existencia de una fecha de vencimiento en quince años es “el mayor problema del acuerdo”. También sugiere que los EEUU proporcionarían a Israel bombarderos B-52 especialmente equipados y bombas antibúnker para protegerse antes de que la terrorífica fecha llegue.
“La mayor amenaza”
Los detractores del acuerdo nuclear dicen que no va lo suficientemente lejos. Algunos partidarios están de acuerdo, y sostienen que “para que el acuerdo de Viena sea significativo, todo Oriente Medio debe deshacerse de las armas de destrucción masiva”. El autor de estas palabras, el ministro iraní de Asuntos Exteriores, Javad Zarif, añadió que “Irán, con su capacidad nacional y como actual presidente del Movimiento de Países No Alineados (que incluye los Gobiernos de la gran mayoría de la población mundial), está dispuesto a trabajar con la comunidad internacional para alcanzar estos objetivos, aun siendo plenamente consciente de que por el camino probablemente se encontrará muchos obstáculos planteados por los escépticos de la paz y de la diplomacia”. Añade que Irán ha firmado un “acuerdo nuclear histórico”, y que ahora es el turno de Israel, “la resistencia”.
Israel es una de las tres potencias nucleares, junto con la India y Pakistán, cuyos programas de armas han sido instigados por los Estados Unidos y que se niegan a firmar el Tratado de No Proliferación (TNP).
Israel es una de las tres potencias nucleares, junto con la India y Pakistán, cuyos programas de armas han sido instigados por los Estados Unidos y que se niegan a firmar el Tratado de No Proliferación (TNP).
Zarif estaba refiriéndose a la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación que tiene lugar cada cinco años, que resultó un fracaso en abril, cuando los EEUU (junto con Canadá y Reino Unido) una vez más bloquearon los esfuerzos para avanzar hacia una zona libre de armas de destrucción masiva en Oriente Medio. Esos esfuerzos han sido dirigidos por Egipto y otros países árabes durante veinte años. Como Jayantha Dhanapala y Sergio Duarte, figuras destacadas en la promoción de estos esfuerzos opinaron en ¿Tiene futuro el TNP?, un artículo en la revista de la Asociación de Control de Armas, “la exitosa adopción en 1995 de la resolución sobre el establecimiento de una zona libre de armas de destrucción masiva (ADM) en Oriente Medio fue el elemento principal de un paquete que permitió la prórroga indefinida del TNP”. El TNP, a su vez, es el tratado más importante de control de armas. Si se cumple, podría acabar con la lacra de las armas nucleares.
En repetidas ocasiones, la aplicación de la resolución ha sido bloqueada por los EEUU, las más recientes en 2010 por el presidente Obama, y nuevamente en 2015, como Dhanapala y Duarte señalan, “en nombre de un Estado que no forma parte del TNP y que se cree que es único de la región que posee armas nucleares”, en una referencia educada y discreta a Israel. Esperan que este fracaso “no sea el golpe de gracia” a los dos objetivos que el TNP tiene desde hace muchos años: acelerar el proceso de desarme nuclear y el establecimiento en Oriente Medio de una zona libre de armas de destrucción masiva.
Un Oriente Medio libre de armas nucleares sería una forma directa de abordar cualquiera de las amenazas que supuestamente plantea Irán. Pero hay mucho en juego en el continuo sabotaje de estos acuerdos, y tiene que ver con el objetivo de proteger al cliente israelí. A fin de cuentas, este no es el único caso en el que las oportunidades de acabar con la supuesta amenaza iraní han sido minadas por Washington, provocando más preguntas sobre qué es exactamente lo que en realidad está en juego.
Para tratar este asunto, es instructivo examinar tanto las suposiciones tácitas de la situación como las preguntas que rara vez hacemos. Veamos algunas de estas suposiciones, empezando por la más grave: que Irán es la mayor amenaza para la paz mundial.
En los EEUU existe el cliché entre los altos funcionarios y los comentaristas de que Irán es la mayor amenaza para la paz mundial. Pero también hay un mundo fuera de los Estados Unidos cuyos puntos de vista no llegan a ser hegemónicos, pero puede que tengan cierto interés: según las agencias de sondeo occidentales (WIN/Gallup International), el premio a la mayor amenaza se lo llevan los Estados Unidos. El resto del mundo considera a los Estados Unidos la amenaza más grave para la paz mundial, con un amplio margen. En segundo lugar, muy por debajo, está Pakistán, y su clasificación probablemente esté inflada por los votos de la India. Irán ocupa el tercer lugar, detrás de estos dos, junto con China, Israel, Corea del Norte y Afganistán.
Según las agencias de sondeo occidentales (WIN/Gallup International), el premio de la mayor amenaza a la paz mundial se lo llevan los Estados Unidos.
“El principal apoyo mundial del terrorismo “
Esta situación nos lleva a la siguiente pregunta obvia: ¿cuál es realmente la amenaza iraní? ¿Por qué, por ejemplo, Israel y Arabia Saudí tiemblan de miedo ante este país? Cualquiera que sea la amenaza, difícilmente puede ser militar. Hace años, el servicio de inteligencia de los EEUU informó al Congreso de que Irán tenía gastos militares muy bajos para los estándares de la región y que sus doctrinas estratégicas son defensivas, es decir, están diseñadas para disuadir de las agresiones. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos también han comunicado que no tienen pruebas de que Irán realmente esté llevando a cabo un programa de armas nucleares y que “el programa nuclear de Irán y su disposición de mantener abierta la posibilidad de desarrollar armas nucleares son una parte central de su estrategia de disuasión”.
Según el análisis del SIPRI sobre los armamentos mundiales, los Estados Unidos lideran, como de costumbre, y por mucho, elranking de gastos militares. China ocupa el segundo lugar, con un tercio de los gastos de Estados Unidos. Muy por debajo se encuentran Rusia y Arabia Saudí, que no obstante están muy por encima de cualquier país occidental europeo. Irán apenas es mencionado en dicha clasificación. Todos los detalles del estudio fueron revelados en el informe de abril del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), que “considera concluyente que todos los países del Golfo Arábigo tienen una abrumadora ventaja sobre Irán, tanto en el gasto militar como en el acceso a armas modernas”.
El gasto militar de Irán es una pequeña parte del de Arabia Saudí, e incluso mucho menor que el gasto de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). En total, los países del Consejo de Cooperación del Golfo (Baréin, Kuwait, Omán, Arabia Saudí, y los Emiratos Árabes Unidos) superan el gasto de Irán en armas en ocho veces, un desequilibrio que se remonta décadas atrás. El informe del CSIS añade que “los países del Golfo Arábigo han adquirido y siguen adquiriendo algunas de las armas más avanzadas y eficaces del mundo, mientras que Irán se ha visto obligado a vivir en el pasado, contando a menudo con sistemas originalmente distribuidos en los tiempos del sha”. En otras palabras, están prácticamente obsoletos. Si lo comparamos con Israel, el desequilibrio es incluso mayor, pues estos poseen el armamento más avanzado de los EEUU y una base militar en alta mar para la superpotencia mundial con un gran stock de armas nucleares.
Israel, en realidad, se enfrenta a la amenaza existencial de las declaraciones iraníes: el líder supremo Alí Jamenei y el ex presidente Mahmud Ahmadineyad, como todo el mundo sabe, amenazaron con destruir Israel. Pero lo cierto es que no ha pasado nada. Ahmadineyad también predijo, por ejemplo, que “bajo la gracia de Dios [el régimen sionista] será borrado del mapa”, que en el fondo no significa sino que él esperaba que algún día el régimen cambiara. Pero todo eso se queda corto corto si lo comparamos con los llamamientos directos, tanto de Washington como de Tel Aviv, al cambio de régimen en Irán, por no hablar de las medidas adoptadas para procurar dicho cambio. Estas, por supuesto, se remontan al cambio de régimen real que tuvo lugar en 1953, cuando los EEUU y el Reino Unido organizaron un golpe militar para derrocar el Gobierno parlamentario de Irán e instaurar la dictadura del sha, quien procedió a acumular uno de los peores historiales de derechos humanos del planeta.
Estos crímenes seguramente resulten conocidos para los lectores de los informes de Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos, pero no para los lectores de la prensa estadounidense, que ha dedicado mucho espacio a las violaciones iraníes de derechos humanos, pero solo a partir de 1979, cuando el régimen del sha fue derrocado. (Para comprobar los datos sobre esto, lean The U.S. Press and Iran, un estudio minuciosamente documentado por Mansour Farhang y William Dorman).
Nada de esto se aparta mucho de la norma. Como bien es sabido, los Estados Unidos tienen el título de campeón del mundo a la hora de promover cambios de régimen, e Israel tampoco se queda atrás. La más destructiva de sus invasiones, la de Líbano en 1982, tenía como principal objetivo el cambio de régimen en aquel país, así como asegurarse el control sobre los territorios ocupados. Los pretextos esgrimidos eran poco consistentes y, de hecho, se derrumbaron todos a la vez. Pero eso no es algo inusual ni lejano de la naturaleza de las sociedades, y se ha visto en lugares y momentos bien diferentes, desde la Declaración de la Independencia, que hablaba sobre “los despiadados indios salvajes” hasta la defensa que hacía Hitler de la necesidad que tenía Alemania de defenderse del “terror salvaje” de los polacos.
Ningún analista serio cree que Irán pueda alguna vez utilizar, o incluso amenazar con utilizar, un arma nuclear en caso de que la tuviera, y así enfrentarse a la destrucción instantánea. Sin embargo, sí que existe una preocupación real de que un arma nuclear pueda caer en manos de los yihadistas, y no gracias a Irán, sino a través de Pakistán, país aliado de los Estados Unidos. En la revista del Instituto Real de Asuntos Internacionales, dos destacados científicos nucleares paquistaníes, Pervez Hoodbhoy y Zia Mian, escribieron que el aumento del temor a que “los militantes incauten armas o materiales nucleares y desaten el terrorismo nuclear [ha originado]…la creación de una fuerza que cuenta con más de 20.000 soldados para proteger las instalaciones nucleares. No obstante, no existen razones para suponer que esta fuerza sea inmune a los problemas asociados con las unidades que custodiaban las instalaciones militares regulares”, las cuales han sufrido con frecuencia ataques con la “ayuda de un infiltrado”. En resumen, el problema es real, y solo ha sido desplazado a Irán gracias a las fantasías inventadas por otros motivos.
Ningún analista serio cree que Irán pueda alguna vez utilizar, o incluso amenazar con utilizar, un arma nuclear en caso de que la tuviera, y así enfrentarse a la destrucción instantánea.
Otra de las preocupaciones sobre la amenaza iraní es su papel como “principal apoyo mundial del terrorismo”, que principalmente se refiere a su apoyo a Hezbolá y a Hamás. Estos dos movimientos surgieron de la resistencia a la violencia y a la agresión israelí respaldada por Estados Unidos, que supera infinitamente cualquier cosa atribuida a estos villanos, por no hablar de la práctica habitual de la potencia hegemónica, cuya campaña mundial de asesinatos mediante drones es el mejor ejemplo (y ayuda a fomentar) el terrorismo internacional.
Esos dos villanos, clientes de Irán también, comparten el delito de haber ganado el voto popular en las únicas elecciones libres del mundo árabe. Hezbolá es culpable de un delito aún más atroz: obligar a Israel a retirar su ocupación del sur de Líbano, que se llevó a cabo violando las órdenes del Consejo de Seguridad de la ONU que datan de décadas atrás y que implicaba un régimen ilegal de terror y a veces de extrema violencia. Da igual lo que pienses de Hezbolá, Hamás u otros beneficiarios del apoyo iraní, Irán apenas ocupa un lugar destacado en el apoyo al terrorismo mundial.
Impulsando la inestabilidad
Otra preocupación, expresada en la ONU por la embajadora de Estados Unidos Samantha Power es la “inestabilidad que Irán alimenta más allá de su programa nuclear”. Power declaró que los EE.UU. seguirán examinando este mal comportamiento. De esta manera, se hacía eco de la declaración que el secretario de Defensa Ashton Carter hizo cuando estuvo en la frontera norte de Israel, en la cual afirmaba que “los EEUU van a seguir ayudando a Israel a contrarrestar la influencia maligna que Irán ejerce” al apoyar a Hezbolá, y que se reservan el derecho a utilizar la fuerza militar contra Irán cuando lo consideren apropiado.
La forma en la que Irán “impulsa la inestabilidad” puede ser considerada especialmente dramática en Iraq donde, entre otros delitos, Irán acudió en auxilio de los kurdos que se defendían de la invasión de los militantes del Estado Islámico, o construyó una planta eléctrica de 2.500 millones de dólares en la ciudad portuaria sureña de Basora para intentar que sus habitantes tuvieran el mismo nivel de energía eléctrica que antes de la invasión, en 2003. Sin embargo, lo que no comenta la embajadora Power es que gracias a aquella invasión, cientos de miles de personas murieron y se generaron millones de refugiados, se cometieron actos de tortura bárbaros (los iraquíes compararon la destrucción con la invasión de Mongolia del siglo XIII) y han convertido a Iraq en el país más infeliz del mundo según las encuestas de WIN/Gallup. Mientras tanto, el conflicto sectario se encendió, dividiendo la región en pedazos y sentando las bases para la creación de la monstruosidad que es el EI. Y a todo esto le llaman “estabilización”
.
Pero a pesar de todo, son solo las acciones vergonzosas de Irán las que “impulsan la inestabilidad”. Este discurso en ocasiones llega a alcanzar niveles casi surrealistas, como cuando el comentarista liberal James Chance, ex editor de Foreign Affairs, explicó que los Estados Unidos trataban de “desestabilizar a un Gobierno marxista libremente elegido en Chile porque estaban decididos a buscar la estabilidad” bajo la dictadura de Pinochet.
Pero a pesar de todo, son solo las acciones vergonzosas de Irán las que “impulsan la inestabilidad”. Este discurso en ocasiones llega a alcanzar niveles casi surrealistas, como cuando el comentarista liberal James Chance, ex editor de Foreign Affairs, explicó que los Estados Unidos trataban de “desestabilizar a un Gobierno marxista libremente elegido en Chile porque estaban decididos a buscar la estabilidad” bajo la dictadura de Pinochet.
Otros están indignados porque creen que Washington ni siquiera debería negociar con un régimen tan “despreciable” como Irán, con su horrible historial de derechos humanos, y en su lugar nos instan a perseguir “una alianza entre Israel y los Estados sunitas patrocinada por Estados Unidos”. Eso escribe Leon Wieseltier, editor colaborador de la venerable revista liberal The Atlantic, que a duras penas puede ocultar su odio visceral hacia todas las cosas iraníes. Con semblante serio, este respetado intelectual liberal recomienda que Arabia Saudí, la cual hace que Irán parezca un paraíso, e Israel, con sus atroces delitos en Gaza y en otros lugares, se alíen para enseñar a ese país lo que es el buen comportamiento. Quizá la recomendación no sea del todo descabellada si tenemos en cuenta el historial de derechos humanos de los regímenes que Estados Unidos ha impuesto y apoyado en todo el mundo.
Si bien el Gobierno iraní es sin duda una amenaza para su propio pueblo, lamentablemente no hay registros en este aspecto, al menos no descendiendo al nivel de los aliados preferidos de EEUU. Eso, no obstante, parece no preocupar a Washington, ni por supuesto, a Tel Aviv o Riad.
También podría ser útil recordar, seguro que los iraníes lo hacen, que desde 1953 no pasa un día sin que los EEUU hagan daño a los iraníes. Después de todo, en cuanto ellos derrocaron al odiado régimen de sha -impuesto por los Estados Unidos- en 1979, Washington declaró su apoyo al líder iraquí Saddam Hussein, que en 1980 lanzó un mortífero ataque en su país. El presidente Reagan fue tan lejos en ese apoyo que llegó a negar el principal delito del que se acusaba a Saddam, su ataque químico a la población kurda de Iraq, de la que en su lugar culpó a Irán. Cuando Saddam fue juzgado por crímenes bajo los auspicios de Estados Unidos, ese crimen, y otros en los que los EEUU también eran cómplices, fue excluido de los cargos, que fueron restringidos a uno de sus delitos menores, el asesinato de 148 chiitas en 1982, que en realidad era una nota a pie de página de su macabro historial.
Saddam era un amigo de Washington tan valioso que incluso le concedieron un privilegio que antes solo se había sido concedido a Israel. En 1987 se le permitió a sus fuerzas atacar con total impunidad a un buque de la marina estadounidense, el USS Stark, matando a 37 tripulantes. (Israel había actuado de manera similar en su ataque de 1967 sobre el USS Liberty). Irán prácticamente reconoció su derrota poco después, cuando los EEUU lanzaron la Operación Mantis Religiosa contra los buques iraníes y las plataformas petroleras en aguas territoriales iraníes. Esa operación culminó cuando el USS Vincennes, sin ninguna amenaza creíble, derribó un avión civil en el espacio aéreo iraní, que provocó la muerte de 290 personas, y la posterior concesión de la distinción Legión del Mérito al comandante del Vincennes por su “conducta excepcionalmente meritoria” y por mantener un “ambiente tranquilo y profesional” durante el periodo en el que el ataque contra el avión tuvo lugar. En referencia a este acontecimiento, el filósofo Thill Raghu, afirma que “¡solo podemos maravillarnos de semejante muestra de excepcionalismo americano!”.
Saddam era un amigo de Washington tan valioso que incluso le concedieron un privilegio que antes solo había sido concedido a Israel. En 1987 se le permitió a sus fuerzas atacar con total impunidad a un buque de la marina estadounidense, el USS Stark, matando a 37 tripulantes.
Después de que la guerra terminara, los EEUU continuaron apoyando a Saddam Hussein, el principal enemigo de Irán. El presidente George H. W. Bush incluso invitó a ingenieros nucleares iraquíes a los EEUU para recibir una formación avanzada en la producción de armas, una amenaza extremadamente grave para Irán. Las sanciones contra ese país se intensificaron, incluso contra las empresas extranjeras que tenían relaciones comerciales con ellos, y se iniciaron acciones para bloquear sus actividades en el sistema financiero internacional.
En los últimos años, la hostilidad se ha extendido hasta el sabotaje, el asesinato de científicos nucleares (presumiblemente por Israel), y la ciberguerra proclamada abiertamente con orgullo. El Pentágono considera la ciberguerra un acto de guerra, lo que justifica una respuesta militar, al igual que la OTAN, que en septiembre de 2014 afirmó que los ataques cibernéticos pueden desencadenar las obligaciones de defensa colectiva de las potencias de la OTAN, cuando somos el blanco y no los autores.
“El principal estado paria”
Es justo añadir que ha habido interrupciones de este patrón. El presidente George W. Bush, por ejemplo, ofreció varios regalos significativos a Irán, destruyendo a sus principales enemigos, Saddam Hussein y los talibanes. Él incluso puso a los enemigos iraquíes de Irán bajo su influencia después de la derrota de Estados Unidos, que fue tan grave que Washington tuvo que abandonar sus objetivos declarados oficialmente de establecer bases militares permanentes (“campos permanentes“) y asegurarque las empresas estadounidenses tuvieran acceso privilegiado a los inmensos recursos de petróleo de Iraq.
¿Tienen los líderes iraníes la intención de desarrollar armas nucleares hoy en día? Podemos decidir por nosotros mismos cómo de creíbles son sus negaciones, pero no cabe duda de que tenían tales intenciones en el pasado. A fin de cuentas, la máxima autoridad afirmó públicamente y comunicó a los periodistas extranjeros que Irán desarrollaría armas nucleares “definitivamente, y antes de lo que se pensaba”. El padre del programa de energía nuclear de Irán y ex director de la Organización de Energía Atómica de Irán estaba seguro de que el plan de la directiva era “construir una bomba nuclear”. La CIA también informó de que no tenía “ninguna duda” de que Irán desarrollaría armas nucleares si sus países vecinos lo hacían (como lo han hecho).
Todo esto, por supuesto, durante el Gobierno del sha, la “máxima autoridad” que acabamos de citar y en una época en la que los altos funcionarios estadounidenses (Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Henry Kissinger, entre otros) le instaban a seguir con sus programas nucleares y presionaban a las universidades para que se adaptaran a estos esfuerzos. Bajo tales presiones, mi propia universidad, el MIT, llegó a un acuerdo con el sha para admitir estudiantes iraníes en el programa de ingeniería nuclear a cambio de las becas que él ofrecía, con fuertes objeciones de los estudiantes pero con un comparable apoyo docente (en una reunión que sin ninguna duda recordaran bien los profesores más antiguos).
Cuando más tarde le preguntaron a Kissinger por qué apoyaba esos programas del sha pero se opuso a ellos más recientemente, él respondió honestamente que entonces Irán era un aliado.
Dejando de lado los absurdos, ¿cuál es la verdadera amenaza de Irán que inspira tanto miedo y furia? Un lugar lógico al que acudir en busca de una respuesta es el servicio de inteligencia estadounidense. Recordemos su análisis, que dice que Irán no representa ninguna amenaza militar, que sus doctrinas estratégicas son defensivas, y que sus programas nucleares (por lo que se puede determinar, no tienen como objeto de desarrollar bombas) son “una parte central de su estrategia de disuasión”.
¿Quién, entonces, estaría preocupado por una disuasión iraní? La respuesta es simple: los Estados parias que arrasan en la región y no quieren tolerar ningún impedimento para su adicción de la agresión y la violencia.
En este sentido, los Estados Unidos están a la cabeza, con Israel y Arabia Saudí haciendo todo lo posible para unirse al club con su invasión a Baréin (para apoyar la destrucción del movimiento de reforma que está cobrando importancia allí) y ahora su ataque homicida en Yemen, acelerando una creciente catástrofe humanitaria en ese país.
¿Quién, entonces, estaría preocupado por una disuasión iraní? La respuesta es simple: los Estados parias que arrasan en la región y no quieren tolerar ningún impedimento para su adicción de la agresión y la violencia.
Para los Estados Unidos, la caracterización es familiar. Hace quince años, el destacado analista político Samuel Huntington, profesor de Ciencias de Gobierno en Harvard, advirtió en la revista Foreign Affairs que para la mayor parte del mundo los Estados Unidos se “estaban convirtiendo en la superpotencia paria…la mayor amenaza externa para sus sociedades”. Poco después, sus palabras fueron repetidas por Robert Jervis, presidente de la Asociación Americana de Ciencias Políticas: “A los ojos de gran parte del mundo, el principal Estado paria es Estados Unidos”. Como ya hemos visto, la opinión mundial apoya esta visión por un margen considerable.
Por otra parte, los estadounidenses están orgullosos de su actuación.
Eso es lo que muestra la insistencia de la clase política de los EEUU, que se reserva el derecho a recurrir a la fuerza si determina unilateralmente que Irán está violando algún compromiso.
Esta política es de hace ya un tiempo, especialmente para los demócratas liberales, y no se limita a Irán. La doctrina Clinton, por ejemplo, confirmó que los Estados Unidos tenían derecho a recurrir al “uso unilateral del poder militar” incluso para garantizar “el acceso sin restricciones a los mercados clave, fuentes de energía, y recursos estratégicos”, por no hablar de la supuesta “seguridad” o por “cuestiones humanitarias”. La adhesión a diversas versiones de esta doctrina ha sido confirmada en la práctica, como demuestra la realidad
Estos son algunos de los asuntos críticos que deberían ser el foco de atención en el análisis del acuerdo nuclear de Viena, tanto si sigue vigente como si es saboteado por el Congreso, como puede que ocurra.
Estos son algunos de los asuntos críticos que deberían ser el foco de atención en el análisis del acuerdo nuclear de Viena, tanto si sigue vigente como si es saboteado por el Congreso, como puede que ocurra.
TOMADO DE: http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
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