Tsipras, con la política por delante
JUAN MANUEL KARG
La reciente decisión de Alexis Tsipras de renunciar y convocar anticipadamente a elecciones disparó un sinfín de hipótesis –la mayor parte de ellas malintencionadas– sobre lo que podría suceder en Grecia. Algunas preguntas ameritan ser abordadas en este escenario complejo: ¿Qué se pone en juego en las próximas elecciones en aquel país, que tendrán lugar en apenas semanas? ¿Cuál es la valoración que hace el propio Tsipras sobre el terreno electoral? ¿Cómo podría impactar esta elección en el convulsionado escenario europeo y particularmente en España?
Cuando asumió sus labores como primer ministro griego, Alexis Tsipras era consciente del enorme desafío que implicaba aquel intento: se trataba, nada menos, que de pelear en soledad contra los poderes establecidos, afincados en la ya hiper conocida Troika –Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI–. El máximo dirigente de Syriza tenía, además, un escaso margen de maniobra, visto y considerando los dos aspectos que los griegos más valoraban –y valoran–: intentar salir de los planes de austeridad, pero sin abandonar el euro (tal como demuestran las recientes encuestas, donde siete de cada diez griegos se muestra contrario a dejar la moneda de la UE).
La asfixia europea sobre Grecia se acrecentó luego del referéndum que determinó un contundente No a la propuesta de la UE. ¿Cómo respondió Angela Merkel a la soberanía popular-electoral del pueblo heleno? Aumentando la presión sobre un tercer rescate y exigiendo a cambio una serie de condicionamientos aún más humillantes que los planteados con anterioridad.
Como buena “global player”, Merkel era consciente del dato crucial: los billetes los imprime el BCE. Con aquello en mente “dejó jugar” al Gobierno y el pueblo griego, y luego castigó aquella pulsión colectiva, buscando que la herejía participativa no se replique en otros países de la UE. “Hubo una voluntad cruel de castigar al pueblo de Grecia”, dijo sobre el tema el secretario político de Podemos, Íñigo Errejón, consultado recientemente sobre la situación griega.
Así llega la decisión de Tsipras de dimitir y convocar a elecciones anticipadas, que tendrán lugar el próximo 20 de septiembre, donde se presentará para seguir en sus funciones. Tal como él mismo dijo, la convocatoria es para que sean los griegos los que valoren –o no– el acuerdo alcanzado, y la lucha desigual emprendida por el Gobierno respecto a Bruselas.
Allí anida una lectura de Tsipras de su propio liderazgo: se ha visto fortalecido cada vez que ha acudido a las urnas. Lo hizo en enero, cuando arribó al Gobierno griego. Pero también en julio, cuando hizo partícipe a su pueblo de una decisión inédita que luego se convirtió en pesadilla durante las negociaciones en Bruselas. ¿Lo conseguirá nuevamente? Es la duda del momento para analistas y periodistas especializados.
Al momento de escribir estas líneas, las encuestas marcan que, a pesar de cierto retroceso, sigue liderando las encuestas, seguido del conservador Nueva Democracia, que se propone nuevamente retomar el poder político. En tanto Unidad Popular, la escisión por izquierda de Syriza, obtendría apenas 3,5% de los votos.
La elección griega, además, tiene un condimento especial en el marco europeo: se da a sólo escasos meses de las elecciones generales en España. Por ende, es de esperar un nuevo apoyo de Podemos al propio Tsipras, tal como deslizó Errejón días atrás.
Otra victoria del actual primer ministro heleno podría ser un relativo nuevo espaldarazo para la formación de cambio española, en momentos donde el gobernante PP aparenta consolidarse en el primer lugar en las encuestas, luego de su derrota en las principales ciudades durante las municipales.
En caso de que Tsipras no pueda formar gobierno, las fuerzas conservadoras europeas habrán logrado su cometido: la experiencia de cambio habrá sido velozmente abortada, y sería verdaderamente difícil esperar un cambio en la correlación de fuerzas en otros países tras aquel hipotético escenario, con Syriza abandonando el gobierno.
Por todo lo expresado, las semanas venideras expresarán una puja creciente, tanto en Grecia como en los demás países de la UE: el status quo, por un lado, y la pequeña grieta que se ha abierto para repensar la situación continental, por otro. Vale la pena cerrar con una conclusión: la gran virtud de Tsipras reside en llevar nuevamente el ámbito decisorio al plano político, mal que le pese a las instituciones que forzaron aquel acuerdo que sólo pretende borrarlo del mapa político europeo. Tsipras ha vuelto a poner la política por delante, para que sea el pueblo griego el que defina si negoció bien o mal. ¿Volverá a ser el terreno electoral aquel que legitime nuevamente al líder de Syriza? Está por verse.
TOMADO DE: http://www.ciudadccs.info/
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