¿Qué hacer si llega el
lobo feroz?
3 DE JUNIO
DE 2014
Lo que hoy
escribo contiene reminiscencias del pasado, crítica y autocrítica, percepción
de la realidad, preocupación, optimismo. ¿Motivo?: el clima existente en el
país.
La angustia creciente.
Expectativas que surgen y se desvanecen. La impresión de muchos compatriotas de
que algo va a pasar -como en el cuento de García Márquez.
¿De verdad va a pasar
algo extraordinario, distinto a lo que cotidianamente depara el vórtice en que
vivimos? Voy al grano.
Ante todo, no pretendo
alarmar. Pero sí que tomemos conciencia de la delicada situación por la que
atraviesa Venezuela.
Situación económica
difícil, ante la cual el Gobierno hace cuanto puede -y un poco más- para
sortearla.
Situación política
complicada por dos razones: características de la oposición y descarada
injerencia de EEUU en los asuntos internos del país.
Ahora bien, lo que
ocurre no es para deprimirse. Al contrario, sirve para estimular la capacidad
combativa del pueblo venezolano; para tomar conciencia de los desafíos que
ponen a prueba.
Que conste, lo que
escribo no es retórica. Quienes me conocen saben que no la practico.
Hay una amenaza cierta sobre Venezuela. Contra el orden constitucional imperante y, lo más grave: de acuerdo al formato que emplea el Gobierno de EEUU en sus nuevas aventuras imperiales -tipo Libia y otras-; no solo busca apoderarse del petróleo y otros recursos naturales, sino destruir el Estado y acabar con el “mal ejemplo” de los procesos liberadores.
Hay una amenaza cierta sobre Venezuela. Contra el orden constitucional imperante y, lo más grave: de acuerdo al formato que emplea el Gobierno de EEUU en sus nuevas aventuras imperiales -tipo Libia y otras-; no solo busca apoderarse del petróleo y otros recursos naturales, sino destruir el Estado y acabar con el “mal ejemplo” de los procesos liberadores.
EEUU carece de
escrúpulos. En nombre de la libertad -y ahora de los derechos humanos que
siempre pateó- planifica brutales agresiones.
El proyecto se apoya
en la subversión interna de la que participa la ultraderecha, partidos
anacrónicos, grupos económicos refractarios al cambio y una excrescencia
neofascista.
Esta heterogénea y
sórdida combinación de intereses asume las tareas sucias.
Es responsable de la
cruenta actividad desestabilizadora que comenzó el 12-F de este año que, a su
vez, alimenta la conjura mediática en el exterior.
Venezuela enfrenta una conspiración atípica. El país nunca estuvo sometido a una amenaza como la que ahora encara.
Venezuela enfrenta una conspiración atípica. El país nunca estuvo sometido a una amenaza como la que ahora encara.
Desde que Nixon planeó
la conjura contra el proceso político y social que encabezó Allende, no se veía
en la región algo parecido.
Ahora el contubernio
EEUU-burguesía local-fascismo criollo, agrega a lo que ocurre un descaro sin
precedentes.
Estas consideraciones
tienen que ver con lo que puede pasar próximamente.
No soy profeta, pero
intuyo que el plazo se achica. El fascismo, que montó la guarimba, se inserta
en el formato del “golpe continuado”.
Ahora se dispone a iniciar, con más violencia
y recursos -cuenta con 15 millones adicionales acordados por el Congreso a
Obama-, la segunda etapa del plan.
En tanto, la actitud
de la llamada “oposición democrática” no puede ser más cínica.
Confirma la estrecha relación entre lo que se
planifica en Washington y lo que se ejecuta en Caracas.
Su carácter cipayo hace que este sector se
desentienda de la escalada intervencionista de EEUU.
Que ignore mensajes ominosos como la
iniciativa del Congreso de legislar sobre Venezuela y las constantes agresiones
verbales de voceros de la Casa Blanca.
La pregunta es si
estamos preparados o no para hacerle frente a lo que se nos viene encima.
Porque no cabe duda de
que los integrantes de la conspiración antinacional se dispongan a todo.
Ya no hay espacio para la conjetura sobre sus
intenciones. Lucubrar si se decidirán a actuar es insensato porque la decisión
está tomada. No entenderlo así es vivir en una galaxia.
La lectura de un singular testimonio político apuntala mi tratamiento del tema.
La lectura de un singular testimonio político apuntala mi tratamiento del tema.
Se trata de la versión
del periodista chileno, director de la revista Punto Final, Manuel Cabieses,
sobre su experiencia cuando el golpe de Pinochet.
El texto figura en el
libro La Conspiración contra Allende, del escritor Juan Jorge Faundes. Cabieses
refiere su vivencia personal días antes del 11 de septiembre de 1973. Confiesa: “Hablábamos del golpe, pero jamás pensamos que estábamos a
horas del mismo”, y agrega:
“Te cuento esta
anécdota -Cabieses al entrevistador- porque refleja el estado de empelotamiento
(modismo chileno) generalizado que había respecto a la conspiración”. Y
explica: “Tenía una vaga idea de que se iba a resistir, pero sin saber cómo ni
con qué. Como se pudo comprobar, no estábamos preparados para el golpe”. Luego
agrega: “Los exiliados brasileños y argentinos nos habían advertido de esta
debilidad de la izquierda. No teníamos idea de lo que era un golpe, no lo
habíamos vivido. Teníamos una visión, digamos, romántica, y una sobreestimación
de nuestras capacidades para resistir un golpe. Pero no teníamos la más remota
idea de lo brutal que podía ser”.
El resto del reportaje
es la narración de la experiencia vivida por el periodista durante el golpe y
posteriormente.
Cuenta cómo éste lo
sorprendió en su trabajo, en el diario Última Hora, y la indefensión en que
vivió a partir de los acontecimientos.
Por lo cual afirma: “de
tal manera que estaba solo y pensando qué podía hacer, para dónde ir”. Observó
a distancia la euforia desbordada de la derecha por el derrocamiento del
presidente constitucional y el júbilo del sector por la feroz represión que se
desató.
Lo demás es la odisea
del periodista y militante, la prisión, los campos de concentración: Chacabuco,
Puchuncaví y Cuatro Álamos; el exilio, el retorno al país para participar en la
resistencia, y la vuelta a la democracia -18 años después- para asumir la
reaparición de Punto Final.
Los venezolanos sí hemos vivido golpes, exitosos y fracasados. Unos lo olvidan o se resisten a reconocer sus efectos; otros, no. Así como los procesos de gestación.
Los venezolanos sí hemos vivido golpes, exitosos y fracasados. Unos lo olvidan o se resisten a reconocer sus efectos; otros, no. Así como los procesos de gestación.
Pero hay que tratar de que la memoria no flaquee
y mantener incólume el recuerdo. Que ahora se necesita
más que nunca debido a la amenaza de la siniestra confabulación de intereses
contra la democracia y la soberanía nacional.
No soy pesimista ante
lo que sucede. Considero que el gobierno bolivariano cuenta con importantes
recursos, entre otros, la mayoría del pueblo, la Fuerza Armada, partidos,
trabajadores, poder popular. Comparada esta situación con la del 11-A, la
ventaja es abrumadora. Pero ahí, justamente, está el peligro.
Consistente en sobreestimar el poder de la
revolución y subestimar el poder de la contrarrevolución. Hace doce años pasó
eso. Lo admito con sentido autocrítico. Ni los servicios de inteligencia del
Estado funcionaron. A la revolución la salvó el pueblo con su prodigiosa
intuición, y el carisma, coraje, astucia de Hugo Chávez. Estuve en
ese entonces en el centro de los acontecimientos y puedo dar fe de debilidades
y fortalezas, de lealtades y traiciones y, sobre todo, del excepcional sentido
de la conducción del comandante de la revolución y su mágica conexión con el
pueblo.
Ahora la revolución bolivariana cuenta con más recursos, pero no está Chávez.
Ahora la revolución bolivariana cuenta con más recursos, pero no está Chávez.
Por tanto, el compromiso
de quienes dirigen es mayor. Las
exigencias se multiplican. Veo con horror el enfrentamiento cruento entre
venezolanos.
Soy fanático de la
paz. Pero he arribado a la conclusión de que el enemigo quiere la guerra. Por
tanto, se precisa conocer lo que hay que hacer en el momento en que las
circunstancias lo exijan.
Ojalá no lleguemos a
esa encrucijada fatal, pero no hay que subestimar la intención de la contrarrevolución de acabar
con todo.
De ahí su persistencia
en la violencia. A la hora de la verdad -en las chiquiticas- tenemos que saber
lo que hay que hacer cuando el lobo feroz ataque.
Muchos saben cómo actuar, pero hay que estar
conscientes y organizarse. Por último una clara advertencia: ir contra la
Constitución tendrá un costo elevadísimo.
Por: José Vicente
Rangel / jvrangelv@yahoo.es
TOMADO DE http://crisis-sistemica-global.blogspot.com/
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