domingo, 17 de julio de 2016


Décadas de ocupación militar israelí de las tierras 
palestinas han convertido a su policía y a su 
ejército en unos desalmados ocupantes.

Ellos son capaces de infligir todo tipo de 
humillaciones a los civiles desarmados, de
 burlarse de su sufrimiento y vergüenza,
 transformados en soldados capaces de disparar 
matar ante la menor sospecha, e, incluso, de 
maltratar y golpear a los niños palestinos. 
El páramo de dolor en que los gobernantes israelíes han convertido a la vieja Palestina está cruzado por las cicatrices del odio, por donde asoman, temerosos, los ojos de los niños palestinos, que con considerados también merecedores del castigo de Israel.
En estos días de julio se ha difundido un nuevo video donde se ve a soldados israelíes golpear con crueldad a dos niños palestinos; a uno de ellos, un militar le aprieta la garganta hasta casi ahogarlo. 
Es un niño, e Israel y sus soldados conocen perfectamente la Declaración de los derechos del niño que la ONU aprobó por unanimidad de todos sus países miembros en 1959, y que estipula entre otras cosas que 
“El niño es reconocido universalmente como un ser humano que debe ser capaz de desarrollarse física, mental, social, moral y espiritualmente con libertad y dignidad”,
 y establece la prohibición de que los niños sean maltratados bajo cualquier circunstancia. Sin embargo, que los soldados israelíes peguen y maltraten a niños palestinos no es nuevo: es un comportamiento frecuente. 
De hecho, organizaciones humanitarias calculan que alrededor de setecientos niños palestinos son detenidos por las fuerzas de ocupación cada año, de lo que la gran mayoría padece malos tratos durante su detención, y, también, los recibe después, en una vergonzosa violación de las leyes internacionales.
Ese nuevo video difundido ahora es una prueba más del carácter represor de Israel, de la sanguinaria máquina militar en que se ha convertido, capaz de bombardear a la población civil y de ordenar asesinatos extrajudiciales de palestinos considerados “terroristas”
Porque su política de acoso a la población palestina pretende sumirla en la desesperación, y conseguir así que abandone su tierra. 
Lo han conseguido parcialmente, porque muchas familias palestinas, ante la pobreza impuesta y la feroz opresión, han decidido emigrar a otros países, donde puedan al menos respirar el aire de la libertad. 
En las últimas décadas, los gabinetes israelíes han aplicado una feroz segregación sobre los palestinos; y sus fuerzas armadas (del Tsahal a la policía, del  Shin Bet al Mossad, aunque los principales protagonistas son los militares y reservistas del ejército) cometen asesinatos, bombardean a la población civil, destruyen sus cultivos, les roban el agua, impiden faenar a los pescadores palestinos en sus propias costas, al tiempo que roban tierras y propiedades, ocupan casas palestinas, derriban viviendas al menor pretexto para proseguir la anexión del territorio, acosan a las familias para que abandonen Jerusalén Este (Al-Quds), impiden la reconstrucción de Gaza.
Al mismo tiempo, los militares israelíes bloquean con grandes bloques de hormigón las carreteras de Cisjordania, crean puestos de control que apenas permiten desplazarse a los palestinos, imponen jaulas para controlar los pasos, obligando a los palestinos a humillaciones diarias, disparan ante la menor sospecha, e incluso se burlan del sufrimiento de los palestinos
Las escenas de madres palestinas acompañando a sus niños, mientras los colonos armados de los asentamientos ilegales y los jóvenes soldados israelíes se burlan de ellos, son también constantes. 
La situación es tan desesperada, y hace tanto tiempo que dura, que organismos humanitarios internacionales calculan que la cuarta parte de la población palestina ha sido detenida o encarcelada en algún momento por la policía o el ejército israelí. 
Es un caso único en el mundo. Elapartheid sudafricano está vivo en esas cadenas de desdicha.
Además, los palestinos apenas disponen de mecanismos jurídicos para defenderse y denunciar la opresión que padecen. 
Pueden, sí, formular denuncias ante las autoridades israelíes, pero los jueces forman parte de los tribunales de los ocupantes, y en muy pocas ocasiones tutelan y hacen efectiva la defensa de la población palestina. 
De hecho, la mayoría de la población israelí cierra los ojos ante la evidencia de los abusos y asesinatos que comete cada día el ejército ocupante, vive ignorando la cárcel gigantesca en que han convertido los territorios palestinos ocupados, y sólo algunas organizaciones humanitarias, casi siempre ligadas a la izquierda israelí, defienden a los palestinos, denuncian el robo de sus tierras, interponen recursos ante los atropellos del Tsahal.
El drama palestino avergüenza al mundo, porque pone de manifiesto la impotencia para terminar con una insoportable injusticia que dura demasiadas décadas. 
Casi setenta años después de la Nakba, de la persecución y “limpieza étnica” llevada a cabo por Israel, cincuenta años después de la ocupación de Gaza, Cisjordania y Jerusalén, siguen existiendo más de cinco millones de refugiados palestinos, familias a quienes robaron sus casas y propiedades y que, hoy, intentan sobrevivir en los países vecinos, en Jordania, en Siria, en Iraq, en Líbano, en el golfo Pérsico o en la diáspora por el mundo. 
Jerusalén sigue padeciendo la ocupación, y palestinos que viven en Belén, a apenas a diez kilómetros, hace más de veinte años que no han podido visitar Jerusalén ni la explanada de las mezquitas. 
Más de ocho mil palestinos llenan las cárceles israelíes, y el gobierno de extrema derecha de Netanyahu continúa impulsando la construcción de nuevos asentamientos para seguir ocupando los territorios de Cisjordania, para robar más propiedades, para hacer inviable la creación de un estado palestino.
El futuro es muy preocupante, porque Israel, convertido en un estado terrorista, un estado racista, cuenta además con la protección y la complicidad norteamericana, que sigue negándose a atender las justas reclamaciones del pueblo palestino, pese a retóricas declaraciones que siempre se convierten en rituales destinados al olvido. 
Israel es el mayor peligro para la paz
 en Oriente Medio, esa desdichada región donde Washington ha sembrado el caos y la muerte, y donde su diplomacia cierra también los ojos a la criminal ocupación israelí sobre la tierra palestina. 
Los palestinos sólo cuentan con sus propias manos, con su atormentada ansia de libertad, con la solidaridad de los ciudadanos honestos y de los países que condenan la ocupación israelí pero se topan siempre con el veto norteamericano a cualquier decisión que imponga obligaciones a Israel. 
La interminable cólera de los intrusos, el odio desbordante a la población palestina que sólo quiere vivir en la tierra de sus antepasados, explica la ferocidad y la vergüenza de esas escenas donde militares armados hasta los dientes maltratan a niños palestinos.
Escrito por Higinio Polo
Licenciado en Geografía e Historia, y Doctor en Historia contemporánea por la Universidad de Barcelona.
Ha publicado numerosos trabajos y ensayos sobre cuestiones políticas y culturales, y colabora habitualmente en medios como la revista El Viejo Topo, el periódico Mundo Obrero y otros, tanto convencionales como digitales.
Entre sus libros se cuentan la investigación Los últimos días de la Barcelona republicana, las novelas Al acabar la tarde, en Singapur; Vientre de nácar, y El caso Blondstein, así como los ensayos Irán: memorias del paraíso; USA: el Estado delincuente; El terrorismo (en colaboración); Retratos (de interior); Dashiell Hammett. Novela negra y caza en brujas en Hollywood; La noche de Calcuta; Barcelona (informe confidencial). Su última obra publicada, en 2014, es Rosas blancas sobre Stalingrado. 
TOMADO DEhttp://www.hispantv.com/
Y PUBLICADO EN: http://victorianoysocialist.blogspot.com/ y en Libertad Bermeja//Facebook

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