Después
de Carabobo (II)
Vladimir Acosta
Fragmento de retrato de José Antonio
Páez de John J.Peoli
Conviene no olvidar que la
oligarquía criolla caraqueña o, mejor dicho, que su sector patriota o
republicano fue promotor, principal dirigente político y al cabo el gran
beneficiario de la Independencia, lo que implicaba serios límites para los
posibles alcances sociales de ésta.
Desde el siglo XVIII, al calor de
la Ilustración europea y luego, de la llamada Revolución norteamericana, la
rivalidad por el control del poder político que enfrentaba a ese sector
oligárquico criollo con los españoles comenzó a aumentar, aunque lo mantenía
unido a ellos la rebeldía del pueblo, de indígenas y esclavos negros, que
también crecía en forma alarmante.
Para fines de la colonia
española, al comenzar el siglo XIX, los peninsulares seguían disponiendo del
poder político, aunque es cierto que desde antes la oligarquía criolla
controlaba los cabildos y tenía cierto acceso a las audiencias.
Su disputa con los españoles nace
y se mantiene porque ella, dueña casi absoluta del poder económico: de la
tierra, de las haciendas y plantaciones, de la mano de obra esclava y servil,
negra e indígena, y de gran parte del comercio, ambiciona todo el poder
político, pero carece de suficiente fuerza para obtenerlo y teme que intentarlo
sin el necesario apoyo pueda crear un caos político y social capaz de sacudir y
cambiar a fondo en contra suya ese sistema imperante del que a fin de cuentas
es la principal beneficiaria.
La ocasión que posibilita
intentar la Independencia es la crisis española de 1808. La Junta criolla que
se crea en 1810 se atreve a declararla en 1811.
La oligarquía caraqueña quiere
una Revolución de independencia como la de Estados Unidos, cuya clase
dominante, rica, blanca, racista y esclavista como es ella, se independizó de
Gran Bretaña conservando intocado el sistema social del que derivaban su
riqueza y su poder.
Pero en esta América española eso
no es ya posible; y la lucha inicial de la oligarquía criolla republicana, que
habla de igualdad, libertad e independencia mientras desprecia a los pardos,
usa como siervos a los indígenas, mantiene esclavizados a los negros y quiere
someter a los libres llaneros al peonaje, se convierte pronto en violenta
guerra civil.
La razón es que su mensaje de
igualdad y libertad no seduce al desconfiado pueblo.
Parte de este empieza a movilizarse
en rebeliones de esclavos; y explota luego en un masivo y violento movimiento
popular de rebeldía llanera contra la Independencia, que aplasta a la Venezuela
republicana en 1814.
La lucha independentista que se
reanuda desde 1816 empieza a cobrar otro perfil.
La oligarquía criolla necesita el
apoyo popular.
Procedentes en su mayoría de
ella, los líderes militares que encabezan el combate, entre los cuales
descuella Bolívar, van más allá porque quieren ganarse sinceramente ese apoyo,
lo que se tomará su tiempo.
Pero ya entre los llaneros ha
surgido el liderazgo de Páez, que ha sido desde siempre republicano.
Y Bolívar, que se gana su apoyo,
da libertad a los esclavos.
Se promete igualdad al pueblo, y
tierras a los llaneros.
Mas por lo pronto no hay como
entregarlas y solo se otorgan bonos que los llaneros, nada duchos en papeles,
rematan o regalan.
Páez y Monagas se cuentan entre
los que los compran.
Luego del triunfo los cambiarán
por tierras.
La oligarquía deja hacer tales
promesas porque necesita ese apoyo, pero ni en Angostura ni en Cúcuta acepta
abolir la esclavitud, como quiere Bolívar.
Y después de Carabobo y más aún,
de separarse Venezuela de Colombia, empieza a hablar más claro y a imponer su
voluntad, dejando por completo de lado esas promesas y frustrando al pueblo que
con su lucha le dio la independencia y al que ya no necesita.
Además, se sacude a Bolívar y a
Sucre, que le estorban, se gana a Soublette, e incorpora a sus filas a líderes
populares como Páez, Monagas y otros.
Ahora tiene el poder y Páez pasa
al fin a ser su líder.
Es justamente por esto que en
obras anteriores he insistido en distinguir entre Independencia y
Emancipación, conceptos emparentados pero distintos que se usan como sinónimos, lo
que en mi criterio favorece los intereses de la oligarquía a expensas de los
del pueblo.
Independencia es el proyecto de
la oligarquía republicana criolla, que quería liberarse del dominio español sin
afectar el sistema social del que era la principal usufructuaria.
Y fue eso lo que se logró.
Emancipación es, no el programa
del pueblo, porque este es analfabeto y no tiene como escribir y lanzar
proyectos, pero sí es lo que quiere y proclama con sus luchas: igualdad social
y racial, eliminación de la servidumbre de indígenas y campesinos y abolición
de la esclavitud de los negros, todo con distribución de tierras, justicia
social, fin de la explotación y logro de condiciones humanas de vida para
todos.
Es la revolución social que la
oligarquía no aceptaba ni podía aceptar.
Lo más que ofreció fue una
ambigua igualdad jurídica a los pardos y una miserable libertad de vientres a
los negros.
Todo con más desigualdad social,
más latifundio y más peonaje.
Por eso Independencia es triunfo
de la oligarquía, que poco aporta y significa para el pueblo.
Por eso ella impone su dominio, y
el pueblo, encabezado otra vez por los llaneros, renueva poco después su lucha.
Y en medio de altibajos,
revueltas, fracasos y nuevas rebeliones, esa lucha infatigable del pueblo no ha
parado.
Llenó todo el siglo XIX.
Y en el siglo XX, en una
Venezuela pronto urbanizada, pasó de lucha campesina a lucha urbana, obrera y
de masas que, entre combates, derrotas, fracasos y siempre nuevas esperanzas,
sigue hasta el presente reclamando los mismos objetivos.
Y esta vez tratando de fundir en
una y única causa Emancipación popular e Independencia.
Y a propósito, ¿qué pasó
entretanto con nuestra Independencia, ganada heroicamente en Carabobo?
Pues que no duró mucho, que con
la complicidad de la oligarquía se mediatizó pronto y se fue perdiendo poco a
poco a lo largo de los dos siglos que nos separan de esa victoria libertadora.
Todo empezó de inmediato.
Gran Bretaña, que tenía al
respecto planes de dominarnos como nueva potencia imperial, empezó por
cobrarnos su reciente apoyo.
Empréstitos que iniciaron nuestra
deuda externa, casas comerciales y bancos por doquier y contratos desiguales y
leoninos que nuestros gobiernos firmaron a perpetuidad.
Nos impusieron su libertad de
comercio, la libre navegación de nuestros ríos, sus cláusulas de nación más
favorecida y la desigual apertura a un libre comercio mundial que nos
condenaba, como en la colonia española, a vender materias primas y comprarle a
la Europa industrial sus bienes elaborados.
En pocos años pasamos a ser
colonia económica de Gran Bretaña.
Y ese dominio colonial, al
principio sin ocupación de territorio, se mantuvo a lo largo del siglo XIX.
Y tras su Guerra civil, tres
décadas de enorme desarrollo industrial, de resucitar su Doctrina Monroe e
imponernos su falso Panamericanismo, Estados Unidos, al inicio del siglo XX,
echa a los europeos del Caribe, nos convierte en patio trasero y empieza a
expandir su dominio sobre nuestro continente.
Nos impone un dominio imperial, neocolonial,
saqueador, hipócrita y violento que dura ya más de un siglo y al que pese a la
lucha que el país viene librando contra ese dominio en estas dos últimas
décadas, aún seguimos sometidos.
Venezuela resiste y exige del
Imperio su derecho a gobernarse libremente y en forma soberana y a resolver
nuestros problemas internos sin su grosera injerencia.
En fin, en aspectos claves de
nuestra vida y cultura seguimos en la colonia, ahora estadounidense.
Nos toca a todos y todas seguir
la lucha contra ese dominio colonial si queremos sentirnos dignos y
consecuentes herederos de quienes lucharon y murieron por nuestra libertad e
independencia en Carabobo.
Tomado
de: https://ultimasnoticias.com.ve/
Y
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