Colombia
– Las semillas de la emancipación están intactas
Por
15 julio, 2021
Raúl Zibechi
Revista Alternativas, 14-7-2021
https://revistaalternativas.org/
Las juventudes protagonistas de la revuelta
colombiana, en particular las que generaron 25 “puntos de resistencia” en la ciudad de
Cali, espacios auto-controlados de libertad y resistencia a la represión,
provienen de los sectores populares más afectados por el neoliberalismo.
Estamos ante generaciones que han sufrido décadas
de bloqueo de sus vidas: desde un no futuro instalado al calor de la
desindustrialización que vive la ciudad desde hace tres décadas, hasta la
humillación racista empuñada por las clases medias, la discriminación por color
de piel, la criminalización de la pobreza y la represión de sus manifestaciones
culturales y espacios sociales.
Por eso llama la atención que estas jóvenas y
jóvenes hayan sido capaces de poner en pie una enorme variedad de iniciativas,
desde bibliotecas populares en locales policiales tomados hasta el ya célebre
anti-monumento “Resiste”, pasando por espacios de alimentación, de salud y
deporte, además de mantener debates abiertos con la comunidad sobre el tipo de
sociedad que sueñan.
En diálogo permanente con el periodista Felipe
Martínez, del medio Desdeabajo, aparecen algunas características de estas
juventudes que resultan notables: “Jóvenes universitarios, de barras de fútbol
antes enfrentadas, pandilleros y delincuentes que estuvieron en la cárcel,
gente que ha vivido la exclusión y la pobreza y que ahora conviven en las
barricadas y en los puntos de resistencia”.
Lo que el sistema se empeña en separar para
dividir, durante la revuelta se convierte en comunidad de vínculos solidarios.
Felipe asegura que en los espacios de resistencia
se dice una y otra vez: “aquí nadie manda, nadie está por encima de nadie”.
En su opinión, se trata de “una experiencia
zapatista en la ciudad”, en la que pueden observarse cocinas comunitarias,
el centro médico, la biblioteca popular y “vecinos muy tranquilos con la presencia
de los jóvenes”, porque controlan robos y ofrecen una seguridad
inexistente cuando ellos no están.
La convivencia entre la comunidad de vecinos y los
jóvenes se ha vuelto tan profunda, que “la comunidad les avisa cuando viene la
policía y los vecinos abren las puertas de sus casas para que los jóvenes se
bañen y puedan comer”.
Un tipo de vínculos que antes de la revuelta eran,
literalmente, imposibles.
Más aún, en Puerto Resistencia, un sector muy pobre
de la comunidad “salió con banderas blancas a proteger a los jóvenes que los policías
estaban matando”, en lo que define como “una comunidad
defendiéndose unos a otros”.
Lo más notable es la construcción material y
simbólica de lo nuevo.
En las asambleas multitudinarias “empezaban a plantear
discusiones muy profundas”, sin necesidad de caudillos y de dirigentes.
En los puntos de resistencia no hubo vanguardias ni
fueron necesarias, entre otras razones porque las y los jóvenes se muestran
cansadas y desconfiadas con la política tradicional, sea de derecha o de
izquierda.
En la revuelta colombiana estuvieron ausentes,
comenta Felipe, los movimientos sociales, que podría haber aportado
acompañamiento sin pretender dirigir, algo que sólo la Guardia Indígena nasa
supo hacer, llegando por miles a Cali para proteger y cuidar colectivamente.
Sin embargo, durante semanas funcionó una
democracia asamblearia multitudinaria, diversa, capaz de afrontar los
conflictos internos sin apelar a los viejos modos de “mandar mandando”.
Algunas reflexiones se imponen.
Los sectores populares necesitan espacios en los
que puedan dialogar unos con otras en relación de igualdad y horizontalidad,
donde desplegar sus iniciativas, crear comunidad para enfrentar la dramática
situación que viven.
Lo realizado
nos indica que la posibilidad de construir mundos nuevos está intacta, que las
semillas de la emancipación siguen vivas, sólo necesitan el espacio-tiempo para
desplegarse, ese que el
sistema les niega por las bravas en todo momento y en cualquier rincón de esta
sociedad.
Para que estos mundos nuevos florezcan no hacen
faltan vanguardias, sino decenas, cientos de colectivos empeñados en abrir
espacios para que sean habitados por la gente común, limitándose a acompañar
sin imponer, debatir según los tiempos y modos de la cultura de abajo.
Lo que hace falta es un nuevo tipo de activistas y
de grupalidades, que no aspiren a dominar ni a subir, sino a servir.
Tomado de: https://werkenrojo.cl/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
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