SER BOLIVARIANOS
24 Jul 2021
Una de las
tantas representaciones populares del Libertador (Foto: Miguel Gutiérrez / EFE)
Bolívar tuvo una concepción sociopolítica
revolucionaria que partía del principio de que la justicia era la reina de las
virtudes republicanas.
La doctrina del Libertador se apoyaba en la premisa de
que la edificación de un nuevo sujeto social, alejado de la explotación
monárquica, se cimentaba en una comunidad donde la justicia fuera un ejercicio
cotidiano.
En su práctica y en su dimensión teórica, Bolívar como
gobernante y militar, fue respetuoso de los valores de la equidad y la
inclusión como garantía de transformación social después de tres siglos de
dominación colonial.
En la pluma y en el proceder público del Libertador
huelgan ejemplos de medidas justas a favor del ambiente, de los esclavizados,
de los soldados, de los indígenas, de las mujeres, de los campesinos y de la
educación popular, siempre a tono con su visión ética como eje transversal de
un ideario emancipador.
El historiador colombiano Indalecio Liévano Aguirre en
sus varias veces publicado Bolívar explica
el carácter justiciero del Libertador de la siguiente manera:
"Dentro
de la organización colonial española en el Perú, existía una pequeña, pero
poderosa clase privilegiada, la de los caciques indígenas, a los cuales esa
organización había conservado sus antiguos privilegios y su mando sobre las
comunidades indígenas, con el fin de establecer, por su conducto, la hegemonía
de la raza conquistadora sobre los nativos (…) El Libertador dictó la inmortal
orden cuyo texto transcribimos: Los jornales de los trabajadores de minas,
obrajes y haciendas deberán satisfacer según el precio que contraen en dinero
constante sin obligarle a recibir especie contra su voluntad y aprecios que no
se han las corrientes de plaza.
Se prohíbe a los profetas,
intendentes gobernadores y jueces a los prelados, curas y subtenientes,
hacendados dueños de minas de obrajes que puedan emplear a los indígenas contra
su voluntad en faenas séptimas, mixtas pongueajes y otra clase de servicios
domésticos y usuales.
Nadie
puede exigir un servicio personal sin que precede un libre contrato de precio
de su trabajo…".
Un Estado consustanciado con la idea de justicia
bolivariana es garante de la vida, la educación, posibilidades de trabajo, la
vivienda, el vestido, la salud y el respeto en general de todos los derechos
ciudadanos.
La protección contra la especulación y la explotación
perversa de los pudientes sobre las mayorías necesitadas son dos máximas del
Libertador de gran significación contemporánea.
De tal manera que un Gobierno inspirado en la doctrina
del Hombre de las dificultades debe generar relaciones sociales y económicas de
justicia, equidad e inclusión social, bases de la participación democrática y
auténticamente revolucionaria.
Ser consecuente con este principio bolivariano va más allá de un decálogo de buenas intenciones, es crear prácticas diarias justas independientemente de la procedencia social, política, económica, cultural o sexual del venezolano.
Dos
bolivarianos (Foto: Juan Barreto / AFP)
II
Pese a venir de "cuna de
oro" la vida de Simón Bolívar fue una cita con las inequidades
propias de la sociedad colonial.
Si bien pudo gozar de las mieles de su fortuna,
calificada como una de las más abultadas de la Capitanía General de Venezuela,
el Libertador apostó por la emancipación de toda forma de dominación de los
sectores sociales y étnicos más oprimidos.
Un eslabón fundamental de la concepción sociopolítica
del Libertador, es sin lugar a dudas su consideración de la igualdad, hermana
de la justicia y la seguridad social, trinomio que siempre defendió como primer
revolucionario de su hora.
Para Simón Bolívar, la igualdad debía ser garantía
inalienable de todos los seres humanos.
La discriminación de razas, creencias, sexo o
procedencia social como pretexto de explotación del prójimo fue aborrecida por
el Hombre de las dificultades, quien dio, en distintos momentos de su
existencia, demostración de sinceridad de sus pensamientos humanitarios.
De tal modo que la República propugnada por Simón
Bolívar, idea que fue madurando en el tiempo y que vino a contradecir sus
propios intereses de clase, no era un modelo político para las elites
ilustradas o para los propietarios, sino un sistema de gran contenido
revolucionario como opción de liberación física y espiritual del pueblo.
La Ley de Repartición de Bienes Nacionales entre los
militares del Ejército Republicano emitida por Simón Bolívar en Angostura el 10
de octubre de 1817, reza lo siguiente:
"Considerando
que el primer deber del Gobierno es recompensar los servicios de los virtuosos
defensores de la República, que sacrificando generosamente sus vidas y
propiedades por la libertad y felicidad de la patria, han sostenido y sostienen
la desastrosa guerra de la Independencia, sin que ni ellos ni sus familiares
tengan los medios de subsistencia (…)
Todos los bienes raíces e inmuebles,
que con arreglo al citado decreto y reglamento, se han secuestrado y
confiscado, o deben secuestrarse y confiscarse, y no se hayan enajenado ni
puedan enajenarse a beneficio del erario nacional, serán repartidos y
adjudicados a los generales, jefes, oficiales y soldados de la República, en los
términos que abajo se expresarán".
Y continuaba el Libertador, en ocho artículos más,
argumentando las características de esta medida igualadora y estratégica para
la popularización de la guerra de Independencia.
Simón Bolívar fue un luchador incansable por la
felicidad de los seres humanos.
Más allá de los altibajos de la guerra de
emancipación, el Libertador fue fiel a sus convicciones igualitarias hijas de
las experiencias personales y del pensamiento ilustrado de su época.
Un gobierno que se autodenomine bolivariano es claro
impulsor de la igualdad social de los venezolanos.
Lo que explica que cualquier resabio de inspiración
excluyente, que niegue las reivindicaciones populares, debe ser combatido en un
marco de legalidad por la participación consciente y eficiente de las mayorías.
III
No fue un Dios, un ser impoluto, sin error o
carencias.
Tampoco fue un ser aprendido, que nació con el don de
mando y un pensamiento universal.
Bolívar no es aquel personaje únicamente expresado en
la seriedad de las estatuas, o en la solemnidad de los panteones y museos.
Tampoco solamente la efigie grabada en nuestras
monedas.
O el de los coloridos billetes nacionales.
Es más, es mucho más.
Es siempre dañino el culto paralizador, aquella
contemplación que lo coloca como un superdotado, un superhéroe de los nuevos
tiempos.
Si deshumanizamos al Libertador lo alejamos de la
gente común, lo vaciamos del calor, del sentido, de la vividura.
Fue humano, demasiado humano y es posible que algunas
de sus a acciones no nos conversa, ni nos gusten hoy.
¿Hemos cometido alguna herejía al decir esto?
Aseverar que el mantuano caraqueño fue de carne y
hueso no minimiza su grandeza, al contrario, lo coloca en la justa perspectiva
de evaluar una existencia consagrada a un ideal, a un proyecto trascendental.
Bolívar vivió en primera persona la guerra de
Independencia.
Vio de cerca la falta de una mayoría capaz de tomar la
senda republicana después de tres siglos de colonialismo.
Esto explica, en gran medida, su dinámica noción de
pueblo expuesta en sus principales documentos.
Si bien en 1812 se refiere al pueblo como un
conglomerado de "estúpidos
que desconocen el valor de sus derechos", la lección de la caída de la Segunda República le hace
recoger sus duras consideraciones.
Después de Jamaica, en 1815, se muestra más
considerado con negros, pardos e indios, lo que nos habla de un estadista más
paternalista que despectivo.
En Angostura, para 1819, ya autodefinía como un
instrumento de las peticiones de los más humildes.
Sin desconocer los aportes de los criollos, el
Libertador abrió los cauces de las elecciones populares como una de las vías
para los desposeídos, bajo responsabilidad del Estado, alcanzaran "las virtudes
políticas" para una futura democracia.
Toda idea es una construcción, una representación, un
concepto y sentimiento dialécticos, de un actor social en un contexto
determinado.
El marco referencial de Bolívar fue la lucha contra
las cadenas extranjeras.
Esto no se puede perder de vista.
Las experiencias personales, los pensadores ilustrados
y la dinámica de la guerra emancipadora alimentaron la noción de pueblo del
Grande Hombre.
Decir que hubo un solo Simón Bolívar para un conflicto
cruento y prolongado, extensivo a países muy específicos, es temerario.
Bolívar, como todo político, evolucionó, insistamos.
Y ese cambio se
percibe en la mudanza de imagen de un pueblo inepto a un pueblo virtuoso.
No podía ser de otro modo en un revolucionario que se
mantuvo fiel al credo democrático, republicano, cimentado en la igualdad
social, en su accionar anticolonialista, en la unidad hispanoamericana y en la
perfección moral.
Valga esta reflexión para los ganados para la
aristocratización del Hombre de las dificultades.
IV
Desde muy temprano comprendió Simón Bolívar que tener
una efectiva política internacional era garantía de independencia nuestroamericana.
También, desde sus acciones militares posteriores a
1817, pudo palpar el Libertador la ambigua diplomacia
estadounidense orientada a impedir la emancipación de
estos territorios.
Los reparos para darle el visto bueno al Gobierno de
Colombia; y el impedimento de arribos de tropas y pertrechos favorables a la
causa emancipadora, entre otras medidas obstruccionistas, sustentaban sus
sospechas.
Posteriormente, Bolívar advertiría a un Francisco
de Paula Santander proclive a invitar a los estadounidenses al Congreso
Anfictiónico de Panamá.
De tal manera que, las ideas y acciones del Libertador
tendientes a la unidad continental aparejada con el objetivo de liberar a Cuba
y Puerto Rico, chocaron
contra los intereses de los gobernantes norteamericanos y de las oligarquías
domésticas.
Todo presagiaba el propósito oculto de los hijos de
Washington: heredar el dominio imperial de las colonias liberadas de España
bajo el nuevo ropaje monroísta.
En la carta poca divulgada del 5 de agosto de 1829 que
envió el Libertador desde Guayaquil al coronel Patricio Campbell, se sintetiza
el carácter no-intervencionista de Simón Bolívar: "¿Y
qué no harían los Estados Unidos… que parecen destinados por la providencia
para plagar la América de miserias en nombre de la libertad?", cierra su
premonición.
El problema básico de los imperialistas de todos los
tiempos es, además del saqueo de sus colonias, el irrespeto a las soberanías e
independencias de los países considerados periféricos.
Ese derecho de los pueblos a decidir sus propias
formas de gobiernos, alcanzar su desarrollo pleno y conformarse sin injerencias
externas en el marco del principio de igualdad, es el principal obstáculo para
los explotadores de siempre.
Es así como la potestad de un pueblo a determinar su
lugar en el contexto internacional, como a la libre escogencia de su
organización política interna, contradice las torvas intervenciones gringas de
la actualidad.
Y este sentido
el Libertador y la Revolución Bolivariana son referencias necesarias.
De tal modo que, ser
bolivariano es ser antiimperialista, es mantener una postura firme contra
cualquier injerencia extranjera.
La intromisión estadounidense en la historia
venezolana no es una elucubración, pruebas históricas explican cómo desde
nuestra lucha por la Independencia el Estado yanqui apostó al colonialismo, y
que hoy sigue con su doctrina injerencista, expansionista y opresiva.
La máxima "América para los
americanos" se traduce en una grosera constante del
modo de ser gringo: providencialista, dogmático, pragmático, materialista,
soberbio y terco.
Solo veamos la extensión del Decreto Ejecutivo de Joe
Biden, para ejemplificar lo que decimos.
En el pasado como en estos días que corren, cuando
conmemoramos 238 años del natalicio del Libertador, con Simón Bolívar y Hugo
Chávez a la cabeza, gritamos ¡unidad!
Tomado de: https://misionverdad.com/
Y Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
En: Twtter@victorianoysocialista
En:Google; libertadbermeja..victorianoysocialista@gmail.com
En Fecebook: adolfo Leon libertad
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