El mito de Simón Bolívar en la historia
política de López Obrador
El presidente de México se une a la decena de líderes que han
glorificado la compleja historia del caudillo militar bolivariano
El presidente de México durante un evento en Palacio Nacional
el pasado 1 de julio. En video, el evento de conmemoración. FOTO: GETTY IMAGES | VIDEO: EPV
CAMILA OSORIO (*)
Nota; El presente trabajo, cuya autoría es la encargada de la sección de
cultura del diario El País de México, mas parece un guión de Novela que un Artículo
periodístico, ya que saliéndose de realidades escritas y bien sabidas, tiene la
osadía de emitir opiniones personales sobre un tema tan sensible, como Simón Bolívar,
al extremo que tilda de ignorantes a la mayoría de sus connacionales mejicanos, Con la aseveración de (porque
el hecho real es que la mayoría de personas de México realmente no saben quién
fue Bolívar.)
México -
Este sábado, Andrés Manuel López Obrador presidirá un evento para
conmemorar el natalicio de un caraqueño histórico que suele asociarse,
políticamente, con Hugo
Chávez: Simón Bolívar.
Pero lo hace no realmente para apoyar el proyecto bolivariano en
Venezuela, sino para izar una bandera de compromiso con una Sudamérica que ha
visto a México más aliado a Estados Unidos que al sur de la frontera. “¿Por qué
en el bicentenario de México se celebra a alguien que no es mexicano?” dijo el
canciller Marcelo Ebrard en un corto discurso días antes.
“Por la muy importante
aportación de una idea esencial que nos convoca: la conciencia de que somos una
nación latinoamericana y caribeña”.
Bolívar, el libertador de lo que hoy son Venezuela, Colombia, Ecuador,
Perú, Panamá y Bolivia, será celebrado en uno de 15 eventos
especiales que organizó presidencia este año para conmemorar
200 años desde la independencia de México y 500 desde la caída de Tenochtitlan
ante los españoles.
En cada evento se invita a alguna figura internacional para dar un
discurso, como los presidentes
de Argentina, de Bolivia o de Guatemala.
Invitar a Nicolás Maduro, sin
embargo, era quizás arriesgado.
La invitada especial será la escritora chilena Isabel
Allende, según contó la Presidencia de México a EL PAÍS,
exiliada en Venezuela durante la dictadura de Pinochet y cuyo tío, Salvador
Allende, también representa un símbolo latinoamericano de la izquierda.
Asistirán también 25 ministros de todo el continente.
El evento es algo extraño por varias razones. La primera, porque López Obrador no ha
citado a Bolívar más de un par de veces en su vida política, a diferencia de
las figuras a las que les hace culto en decenas de discursos como Benito Juárez o Francisco Madero.
La segunda, porque no hay este año una fecha redonda para conmemorar el natalicio de
Bolívar: nació hace 238 años, en 1783.
Y tercero, porque Simón Bolívar –si bien luchó por la independencia de la Nueva
Granada al mismo tiempo que se libraba la independencia de la Nueva España–
poco tuvo que ver con el proceso independentista de México.
Pero al unirse al culto de Bolívar, el presidente de México abre un
nuevo capítulo en las formas políticas en las que se ha utilizado la figura del
libertador.
El Bolívar de México
“De América del Sur llegaban noticias, pero ese proceso de independencia
nunca tuvo demasiado peso en la independencia mexicana”, dice a EL PAÍS Alfredo Ávila, profesor de
historia de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y experto en el proceso
independentista.
“Si buscas cuál es la mayor influencia para la guerra de independencia
de México pues fue la guerra de independencia de España, la guerra contra
Francia cuando Napoleón la invadió”.
También tuvo gran influencia, cuenta Ávila, la guerra de independencia
de Estados Unidos en 1776.
Pero la influencia de Sudamérica, en cambio, fue muy sutil.
Ávila explica que Bolívar no tuvo mayor contacto con los grandes héroes
de la independencia mexicana como Miguel Hidalgo o José María Morelos.
Después de que ambos fueran asesinados y el autoritario Agustín de
Iturbide lograse llegar al poder en 1821, los contactos entre el líder
venezolano y el mexicano se mantuvieron escasos.
“Eran proyectos políticos muy distintos”, dice Ávila.
“El Bolívar de 1821 era muy republicano y no le gustaba el proyecto
imperial de Iturbide”.
El México de entonces llegaba casi hasta lo que es hoy Costa Rica, y el
territorio de Bolívar hasta Panamá.
Como vecinos, más que aliados, Bolívar temía que el proyecto
imperialista de Iturbide amenazara su territorio.
Ávila considera que hubo un tipo de influencia, muy indirecta, por el
tratado de Armisticio de Trujillo de 1820, que reconoció a Colombia como país
en guerra contra España.
Este fue una base para lo que luego fue el Tratado de Córdoba, que reconoció
el imperio mexicano en 1821.
Bolívar e Iturbide, con estos acuerdos, no eran ya rebeldes sino líderes
de Estados.
Pero aparte de esos tratados, y muy pocas amistades de bolivarianos con
mexicanos, no hubo un apoyo militar durante las dos guerras.
El proyecto unificador de
Bolívar, además, no incluía a México.
El libertador no consideraba que su territorio conocido como la Gran
Colombia debía expandirse más al norte de los territorios que ya comprendía:
Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá.
Su imagen como líder que quiere unificar a toda América Latina en un
solo estado, en ese sentido, es más mito que realidad.
Sí intentó organizar una alianza militar con otras naciones frente a la
amenaza de una reconquista española, pero en los dos esfuerzos fracasó.
Cada estado siguió defendiendo su territorio por su lado.
“La verdad es que yo creo que es caer en un cliché, lo que hace el
presidente,” opina Ávila sobre el evento de López Obrador.
“Efectivamente Bolívar tenía un proyecto de alianza militar para enfrentarse
a las potencias europeas, pero
no un proyecto de unidad latinoamericana.
Eso en realidad es una cosa que se le empezó a atribuir después a
Bolívar, se empezó a forjar esta idea de la unidad latinoamericana
fundamentalmente desde Venezuela donde, desde siempre, ha habido un culto a
Bolívar tremendo”.
El gran culto a Bolívar
Con el evento del sábado, López Obrador está a punto de subirse a un
tren en el que han pasado ya muchos políticos y escritores que leen a Bolívar
en la forma que mejor encaje en su proyecto.
Hugo Chávez, por ejemplo, exaltó
especialmente la versión del líder como un caudillista y un militar
revolucionario.
Karl Marx lo describió en 1858 como un déspota más parecido a
Napoleón.
Dos caras muy distintas del mismo hombre desde la izquierda.
Pero el culto a la figura de Bolívar, que precede a Chávez y a Marx, es
sobre todo una producción cultural venezolana que se viene regando con éxito
por América Latina desde el siglo XIX.
“El bolivarianismo es casi que endémico de la historia política
venezolana”, dice Sócrates Ramírez, investigador de los usos políticos de
Bolívar en la historia de Venezuela y estudiante de doctorado de Historia en la
UNAM.
Después de la muerte de Bolívar, el general José Antonio Paéz –que se
opuso al libertador cuando éste estaba vivo– repatrió sus restos a Caracas y
fue el primero en convertirlo en símbolo de unidad para subsanar un momento de
crisis política.
Se construyó luego un panteón y un número de instituciones para
glorificar al libertador.
Años después, el Gobierno
autoritario de Juan Vicente Gómez de principios del siglo XX transformaría la
versión de Bolívar en algo más a la derecha, como un Bolívar ultraconservador y
“una fuente de inspiración para conservar determinados órdenes políticos”,
cuenta Ramírez.
López Obrador y la escritora Elena
Poniatowska posan para una fotografía con un cuadro de Simón Bolívar a la
espalda. PRESIDENCIA
Paralelamente apareció una vertiente, quizás la más conocida entre
líderes de izquierda, que leyó al libertador como lo opuesto: un
antiimperialista, antiyankee y antieuropeo, que quería
subvertir el orden.
“De esa tradición va a beber [el partido venezolano] Acción Democrática
desde sus orígenes, también el Partido de la Revolución Mexicana de México
–convertido luego en el PRI–, ciertas tradiciones de la izquierda cubana antes
de la revolución, y ciertas tradiciones de izquierda en América Latina”,
explica Ramírez.
“No hay un Bolívar sino un multi-Bolívar, en la política venezolana, y
en la política latinoamericana”.
El multi-Bolívar existe porque Simón Bolívar podía ser, dependiendo del
momento histórico que se le mire, todas esas personas a la vez: revolucionario
y tradicional; libertador y déspota; antiespañol y proeuropeo.
Fue admirador de los conceptos cívicos de Jean-Jaques Rousseau, pero
también fue el que ordenó masacrar a miles de indígenas que se le opusieron en
1822 en el sur de Colombia; fue el aristócrata caraqueño en una familia de
esclavistas pero también el que le prometió al presidente de Haití abolir la
esclavitud; fue el que defendió ideas republicanas en sus escritos pero estaba
dispuesto a masacrar a los líderes políticos que se le opusieron.
“En cada tradición nacional en las Américas, incluido Estados Unidos, la
forma en la que Bolívar es recordado es diferente y depende de las figuras a
las cuales se le compara”, dice a EL PAÍS el profesor de Historia Robert T.
Conn de la Universidad de Wesleyan y autor de un libro reciente sobre los
distintos usos políticos que se han hecho con la figura del libertador, Bolívar’s Afterlife in the
Americas (Palgrave Macmillan, 2020).
En Colombia, por ejemplo, Bolívar fue visto como un conservador cuando
fue comparado al general Santander, conocido como un liberal y hombre de las
leyes (en la segunda mitad del siglo XX, pasó a ser también ícono de las
guerrillas FARC o del M-19).
En Venezuela fue un símbolo unificador cuando se le comparó al General
Páez, crítico de las alianzas de la Gran Colombia.
En Estados Unidos, en un discurso de 1921, el presidente de Estados Unidos
Warren Harding lo comparó con George Washington para promover una alianza
panamericana (que años después se transformaría en la OEA).
También para defender, implícitamente, la doctrina Monroe que consolidó
el poder norteamericano en el continente.
“Si pudiéramos consultar a
Washington y a Bolívar”, dijo entonces el presidente de
Estados Unidos, “nos dirían que siguiéramos adelante con la firme confianza de que el
nuestro es el camino correcto”.
Manifestantes se congregan en el
Monumento a los Héroes de Bogotá, de donde fue retirada la estatua de Simón
Bolívar, el pasado 20 de julio. ANADOLU AGENCY
“Bolívar siempre va a circular como una figura cultural, y no vale tanto
la pena ver quien tiene la razón y quién no sobre él, porque lo que hay que ver
es el contexto del momento”, dice Conn.
En el mundo literario ocurrió algo similar a los líderes políticos,
explica, cuando las plumas más importantes del continente le dedicaron sus
letras al Bolívar que preferían.
“Hubo un interés renovado en México con la figura de Bolívar con José
Vasconcelos”, dice sobre el autor de La Raza Cósmica que escribió
un texto en 1939 sobre la vida del libertador.
“Vasconcelos quiso producir su propia versión de Bolívar, y lo que
construye es una versión fascista, como una figura autoritaria, como un hispano
contra los británicos, y representando una esencia cultural racial
latinoamericana que es hispana”.
Aliado con nacionalsocialismo alemán y crítico del eje inglés y
americano anti-nazi, Vasconcelos hizo de Bolívar un antibritánico cuando en
realidad el libertador luchó junto a ingleses e irlandeses durante la
independencia.
Pablo Neruda, el poeta chileno, compensa esa visión fascista de
Vasconcelos poco después con Un Canto para Bolívar, una oda escrita
en 1941 cuando Neruda ayudaba en México a exiliados españoles escapando de la
dictadura de Franco.
“Neruda presenta a Bolívar como un guerrero que pelea contra los
fascistas”, explica Conn. “De los muertos de España llega esta mano roja que
es hija de la tuya”, le dice Neruda a Bolívar en el poema.
“Hay muchas formas en las que López Obrador puede utilizar el sábado la
figura de Bolívar”, opina Conn sobre el evento.
“Podría ser la versión de Bolívar como antiimperialista, o la de Bolívar
criticando a las élites, o la de Bolívar como unificador.
Pero en todo caso será un discurso fácil, porque
el hecho real es que la mayoría de personas de México realmente no saben quién
fue Bolívar.
Así que el presidente, honestamente, podrá decir lo que le venga en gana
sobre Simón Bolívar”.
“Ya tenemos la independencia, general, ahora díganos qué hacemos con
ella”, le pregunta un ciudadano a Bolívar en la famosa novela de Gabriel García
Márquez, El General en su Laberinto, quizás la más famosa sobre el
libertador.
Reescribirla mil veces, respondería la historia, que no ha dejado de
intentar descubrir quién fue, realmente, el libertador.
En una Colombia que ahora protesta contra el Gobierno de Iván Duque, por
ejemplo, los manifestantes se reúnen casi diariamente en un monumento donde fue retirada la estatua de Bolívar
por seguridad.
Debajo de su apellido fue dibujado ahora un adjetivo menos glorioso que
lo acompaña: Opresor.
(*) Camila Osorio es la responsable de Cultura del Diario EL
PAÍS.
Tomado de: https://elpais.com/mexico
Y
Publicado en: http://victorianoysocialista.blogspot.com,
En: Twtter@victorianoysocialista
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