EL EX
PRESIDENTE ÁLVARO URIBE. | FOTO:CEDPC
Álvaro
Uribe, ideólogo de las represiones en Colombia y Chile
Influyó en la militarización de la represión en
Chile, e influyó ahora en la represión en Colombia. Iván Duque y Sebastián
Piñera sus acólitos.
MUNDO | 17/05/21
¡Piedra libre por Uribe!
Muchos descubrieron al ex
presidente detrás de la brutal represión en Colombia.
Era visible ese poder detrás del trono que ocupa,
desacomodado y débil, Iván Duque.
La imagen atildada tras la cual siempre bullen tempestades,
asomó en el escenario de las protestas como la sombra que guio la represión.
Asomó también, de manera impúdica, su inspiración
ideológica.
Lo que delató de
inmediato la influencia sobre Álvaro Uribe en su
interpretación de la protesta fue
el uso de un término que llevaba inexorablemente a su autor.
El líder conservador habló de “revolución
molecular disipada”, concepto que llevó derechito a López Tapia, el entomólogo chileno que, además de
investigar insectos, lucubra fórmulas para conjurar la resistencia social
contra las políticas que favorecen a las elites económicas en detrimento de las
clases medias y bajas.
Alexis López
Tapia tomó y deformó el concepto con que el
filósofo y psicoanalista francés Félix Guatteri tituló un libro, “Revolución Molecular”, en el que desentraña la
potencia transformadora que late en grupos sociales pequeños y sectores
marginados.
Al usar los conceptos y
las ecuaciones políticas que usa el ideólogo ultraderechista, Uribe no sólo permitió entender el uso del ejército y el desenfreno
represivo que se estaba aplicando en Colombia, sino también las peores decisiones de Sebastián Piñera contra las masivas
manifestaciones que estallaron en Chile en octubre de 2019.
La ofensiva represiva y
las argumentaciones de Uribe permiten entrever
la influencia del entomólogo al que se vincula con grupos
neonazis, cuando Piñera mandó el ejército a reprimir lo que
describió como una fuerza invasora abocada a destruir Santiago y reemplazar el
modelo económico chileno por “el comunismo”.
El enfoque es el mismo.
Las teorías conspirativas que van cobrando fuerza en
gobiernos conservadores de la región, imponen
términos como “castro-chavismo” y
demonizan estallidos sociales explicándolos como obra exclusiva de “enemigos” malvados en las que se
mezclan el narcotráfico, Cuba, las disidencias de las FARC, el régimen de Nicolás Maduro, el ELN etcétera.
Con esa lente, el
estallido en Chile no fue la consecuencia de un nivel insultante de
desigualdad, sino de un plan lucubrado en La Habana, organizado en Caracas y
financiado por narcos.
Del mismo modo se orquestó, según
esta interpretación conspirativa usada por
el uribismo, la protesta que convulsionó a Colombia.
El problema no
fue la política de Iván
Duque favoreciendo a los bancos mientras
las clases medias y bajas se hundían en la recesión que produjo la pandemia, sino las disidencias de las
FARC, el ELN, el narcotráfico y Maduro.
Se vio caer la gota que
rebasó el vaso: una reforma tributaria que, si bien incrementaba los impuestos
a los ingresos altos, también aumentaba la carga impositiva en los ingresos
medios, además de impactar sobre las clases media y baja al subir gravámenes en
bienes y servicios básicos.
También está a la vista
que la dimensión de la protesta fue oceánica, pero la lente ultraderechista lo que muestra es a los
grupos violentos para denunciar una conspiración
“castro-chavista”
apuntada a que Colombia sea otra Venezuela.
Desde los primeros años de este siglo fueron recurrentes las
protestas en las que jóvenes de origen magrebí salían
a quemar autos en las ciudades satélites de Paris.
Eran la señal europea de un rasgo de este tiempo: la
frustración de los jóvenes que carecen de horizontes.
La violencia de algunos manifestantes en Bogotá y en Cali
puede estar ligada a este fenómeno global.
Es posible también
que el régimen chavista esté estirando la mano para azuzar las llamas de la
protesta.
Pero eso no quiere decir
que hayan sido generadas por Nicolás
Maduro.
De hecho, el régimen venezolano acusaba a Bogotá de generar
las protestas que sacudieron durante meses a Venezuela.
Y seguramente el uribismo habrá hecho su aporte.
Pero es la calamitosa realidad venezolana, producida
principalmente por la ruinosa casta militar imperante, lo que causó aquellos
sismos sociales aplastados por la represión chavista.
Del mismo modo, aunque
haya manos ocultas del chavismo, la causa de las masivas protestas fueron los
ajustes que se hicieron en plena pandemia, a contramano del mundo.
Hasta un ortodoxo formado en la Escuela de Chicago como Paulo
Guedes inyectó dinero en la
sociedad para atenuar la recesión causada por la pandemia.
En cambio Iván Duque se preocupó tanto por el equilibrio fiscal
y por la sostenibilidad de la deuda, que desató un tsunami de rechazo social.
A eso le sumó la represión y la militarización de las
ciudades, poniendo en evidencia la gravitación de Uribe
sobre los militares y las fuerzas de seguridad.
Como todos los discípulos del ideólogo chileno, entre los que hay
funcionarios y militares del gobierno de Sebastián
Piñera, Uribe busca instaurar el estado de excepción para imponer su
visión económica, llamando comunista y castro-chavista
a todos los que la resistan.
Lo mismo que en Cuba y Venezuela, pero con otros demonios.
Los regímenes castrista y chavista afirman que el “imperialismo norteamericano” y sus “vasallos”
organizan las protestas en sus países.
Son el autoritarismo y la pavorosa incompetencia de sus
nomenclaturas las que las provocan.
Desde Washington y otras
capitales se las ayuda, pero es la calamitosa realidad económica y el
autoritarismo de esos regímenes la causa de las manifestaciones.
En definitiva, los
autoritarismos de izquierda y derecha buscan lo mismo: imponer su modelo de
poder mediante el uso de la fuerza pública y el estado de excepción permanente
que denunció Georgio Agamben.
Por la gravitación de su
mentor, Iván Duque cometió el mismo error que
había cometido Piñera, cuyo gobierno actuó
frente a las protestas guiándose por el mismo ideólogo que sigue al pie de la
letra Uribe.
El resultado de la
represión con militarización fue el mismo en Chile y en Colombia: gobiernos debilitados y la paz social incendiada por los
que apagan el fuego con nafta.
Por izquierda y por
derecha, la realidad muestra que la palabra “populismo” no sirve para explicar lo que ocurre.
Lo explica mejor el presidente norteamericano Joe Biden al afirmar que la disyuntiva en el mundo actual es democracia o autocracia.
Tomado de: https://noticias.perfil.com/
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